lunes, 1 de marzo de 2021

La suscripción a los medios colombianos

 Publicado en El Espectador, Marzo 4 de 2020

Columna después de los memes






La política de cobro en los medios virtuales del país es confusa. Unas columnas de opinión tienen  acceso libre y otras no. ¿Por qué? 


En general, los responsables del diseño para filtrar el contenido son torpes al no permitir que quienes leen el periódico desde del extranjero accedan siempre gratis. ¿Qué lector europeo o norteamericano piensan que pagará una suscripción? El desatino lo cometen a pesar de que cualquier usuario está adecuadamente identificado para que le lleguen propagandas del lugar donde lee. Semana es la prima donna más ingenua del escenario colombiano: ni siquiera ofrece un abrebocas gratuito.


El Tiempo sí trata de persuadir y al cabo de unas pocas lecturas de prueba anuncia con un moderno y destemplado tuteo: “Ya viste los contenidos gratuitos disponibles. Nos encanta que valores EL TIEMPO DIGITAL. Regístrate gratis para disfrutar algunos contenidos adicionales o suscríbete para tener acceso ilimitado”. Ignoran que con el sencillo truco de acceder a su sitio web “de incógnito”, sin dejar trazas, el sistema queda despistado y supone que se trata un lector nuevo. “¡Gracias por visitarnos! Disfruta tu acceso a algunos contenidos gratuitos. Regístrate y tendrás acceso a contenidos adicionales”. En buen romance: si podemos darle tu correo electrónico a los publicistas que te llenan de basura te trataremos un poquito mejor. 


Una columna dominguera de Tatiana Acevedo en El Espectador salió adornada con el candado negro y el antipático mensaje ¡suscríbete!. Catalina Ruiz-Navarro no. Las Igualadas, en formato video, tampoco, a pesar de que sus disertaciones son profundas y aparentemente taquilleras como “Condón femenino: ¿Cómo se usa? ¿Cuánto vale? Ventajas y desventajas”. La alta demanda por contenidos picantes parece evidente. También con inscripción previa, El Tiempo ofrece desde 2018 “Degeneradas”, un insólito podcast de mujeres que ya ni siquiera es opinión sino coaching para la liberación femenina. El último ejemplo: “Mujeres, ¿cómo tomar las riendas de nuestra sexualidad?”. 


El criterio para el pago por ver es de alta sofisticación microeconómica: se renuncia a cobrarle a la juventud que abunda en redes sociales para hacerle pagar únicamente al público menos masivo que busca seriedad, buen análisis sobre la realidad colombiana y no se conforma con la repetición de lugares comunes promovidos por el activismo internacional.


Algo verdaderamente insólito del control de acceso a las páginas de opinión es que no  las actualizan cuando pasan a engrosar la colección de “periódicos de ayer”, eliminando de un plumazo la posibilidad de que el medio en cuestión cumpla una de sus principales funciones sociales: servir de archivo histórico de los hechos o las opiniones de determinada época. Esa miopía la lidera desde hace años El Malpensante, que también es Malpagante. Por unos años fui columnista y era imposble, sin ser suscriptor, releer algo que ya había sido publicado. Obviamente, dejé de citar esa revista en mis escritos posteriores. 


En ese medio, que se ufana de su liderazgo cultural, el espíritu comercial es notorio desde el pantallazo inicial de su portal, donde aparece en una poco discreta banda amarilla: “Elegimos un enfoque diferente. ¿Lo apoyarás? A diferencia de muchas organizaciones de noticias, tomamos la decisión de mantener nuestro periodismo abierto para todos”. Lo gracioso es que la conmovedora invitación está enmarcada con un signo $, un botón “quiero apoyar “ y, como cualquier venta de productos o baratijas en línea, un “¡carrito de compras!”. 


Si sobre los criterios para restringir solo algunas columnas de opinión se pueden aventurar conjeturas, las razones para que unos artículos informativos tengan candado son imposibles de dilucidar. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que la nota  “Así es el primer catálogo mundial de ecosistemas” tenga acceso restringido pero “El oscuro entramado del Barcelona en redes sociales” sea de acceso gratuito? 


Lo que sí es innegable, y da vergüenza, es que la calidad de algunos contenidos ha descendido a niveles jamás imaginados. Para la muestra un botón: “Degeneradas habló con Camila Barrera Salcedo, Diplomada en terapia corporal de la Universidad del Sur de California, USA; Doula certificada por el método Dolphin Doula en el 2010, partera experiencial desde 2009 y certificada por Dar a Luz Latinoamérica. Estudiosa de la sexualidad, la fisiología y la anatomía femenina. Terapeuta de respiración holotrópica desde hace 12 años y de fertilidad hace 10. Indaga en lo profundo del inconsciente para encontrar por medio del cuerpo físico los bloqueos que no permiten la evolución y la transformación del individuo generándole enfermedad”.


Difícil imaginar que la persona que escribió semejantes párrafos haya pasado siquiera un día por una facultad de comunicaciones. Buscar atraer suscripciones con ese grado de ramplonería es una pretensión tan absurda como sería un plan de mercadeo de una cadena de TV por cable para cobrar por emitir temporadas en blanco y negro de Animalandia o Cita con Pacheco.