miércoles, 20 de marzo de 2019

Poetas, putas y espacio público

Publicado en El Espectador, Marzo 28 de 2019
Texto después de las gráficas








William Ospina escribe sobre un poeta sancionado por ofrecer su obra a transeúntes urbanos, un percance semejante al viacrucis que sufren las prostitutas callejeras.  

El traficante de poemas había instalado su máquina de escribir en una calle al norte de Bogotá. Llegó un policía, lo recriminó y lo condujo a donde le pusieron una multa de un salario mínimo mensual. Ospina pide que no se la cobren y que nunca más perturben vendedores de versos; lo apropiado sería disculparse, “rogarles que salgan a las calles sin permiso, porque la poesía no tiene que pedir permiso”. 

También por invadir espacios públicos sufren atropellos las mujeres que ofrecen servicios sexuales, una actividad legal en Colombia. Nadie perturba artistas ni meretrices por vender su mercancía en un local, a domicilio o por internet. A las prostitutas se les endilga, además, que afean el paisaje urbano. Recientemente, una alcaldesa se quejaba: “no pueden ser la imagen de la ciudad. Cualquier extranjero que vea fotos de esos sitios sabe que es Cartagena”. 

Para destacar la torpeza de la reprimenda, Ospina evoca los vínculos de los poetas con la gente en varias culturas: rapsodas de la antigua Grecia, juglares medievales, palabreros de comunidades indígenas. Según él, solo la imprenta “produjo la ilusión de que la poesía es un ejercicio solitario de escritura y de lectura”. Estas alusiones también dejan claro que con esas artes no se comerciaba. 

La nostagia de la poesía como máxima manifestación de la belleza y del sentimiento estético compartido colectivamente tal vez permitiría mitificar ese pasado y llegar al extremo de ilegalizar su venta. Quienes buscan que se prohíba la prostitución se basan, precisamente, en su rechazo a que el sexo sea objeto de intercambio mercantil. Argumentan que esa transacción indigna no puede ser consensual. La situación es bien insólita: tras la estigmatización y represión a que fueron sometidas por siglos las mujeres que cobraban por darles placer a extraños, algunas idealistas optaron por declararlas víctimas de los hombres, en particular de sus clientes. Imitando a Suecia, con dudosos resultados, se puso de moda en el mundo criminalizar la compra de sexo. Para mantener despejadas e impolutas las calles, la policía que hostigó al poeta podría perseguir a quienes pagan por versos pues sin demanda fenece la oferta, como postula la economía abolicionista.

Poetas y prostitutas han mantenido estrechas relaciones en distintas épocas. Lope de Vega vivía al lado de un prostíbulo que visitaba con frecuencia. En el “Sentimiento de un jaque por ver cerrada la mancebía” Francisco de Quevedo anticipó los problemas de invasión del espacio público: el cabildo de Sevilla no tardó en solicitar al rey la reapertura de los burdeles por “el estado de descontrol y los daños que perciben sus vecinos”. Walt Whitman le dedicó un poema “a una simple prostituta”, pidiéndole una cita para sentirse a gusto con él, “liberal y lujurioso por naturaleza”. Charles Baudelaire se inició con Sara, quien le transmitió una blenorragia. A ella le dedicó tres de sus “flores del mal”. Hubo poetas orgullosos de su infección. Guy de Maupassant la consideraba un signo de distinción. “¡Aleluya, tengo la sífilis, ya no tengo miedo de cogerla!”. Oscar Wilde también la contrajo con una prostituta. Flaubert y Verlaine fueron otros contagiados. La conmoción causada por el ascenso nazi tras el incendio del Reichstag no impidió que Jacques Prévert visitara un prostíbulo en Hamburgo. Alfred de Musset siempre buscó tener dominio absoluto sobre sus amantes furtivas mientras que André Breton se obsesionó con Suzanne, a quien conoció siendo novia de un amigo para luego mantener con ella una intensa relación que no ocultó a su esposa: “no la amo, pero es capaz de poner en cuestión todo lo que amo y mi propio modo de amar”. No sólo los poetas han visitado burdeles. Anaïs Nin, poetisa no convencional, hizo que Henry Miller la llevara a uno. Sería desastroso que las “autoridades competentes” conocieran tales vínculos: buscarían detener preventivamente parejas que atenten contra la armonía urbana, usando como indicio la compra de empanadas callejeras. 

A pesar del paralelismo en estas ventas ambulantes, hay divergencias. Muchas prostitutas viven de su oficio, ganan más que otras mujeres con igual educación y algunas alcanzan a amasar fortunas. En la antigüedad hubo potentadas que financiaron guerras o murallas. Los poetas han sido más modestos y nunca se han empeñado en desestimular su ocupación, como sí han hecho célebres meretrices. Teodora, ex cortesana esposa del emperador Justiniano promovió la primera gran restricción legal a la actividad e invirtió ingentes recursos en albergues para disuadir y acoger mujeres públicas. Siglos después, Marthe Richard, prostituta, aviadora y espía, impulsó la campaña para prohibir los burdeles en Francia. Nadie imaginaría a William Ospina proponiendo alcaldadas para que los poetas no vendan su obra, dejen de escribir versos y respeten el espacio público. 

REFERENCIAS
Álvarez, Pilar (2018) “Study: Prostitutes in Spain punished more than their clients”. El País, Nov 2


EE-RI (2018) “El peligro de criminalizar la prostitución en Cartagena”. El Espectador, Redacción Investigación, Ago 20

García Yebra, Tomás (2017). “El Madrid del pecado”. Ideal.es, Sep 10

Guinet, Cyril (2017). “Les femmes qui ont inspiré Baudelaire”. Géo, Agosto 30

Henry, Natacha (2006). Marthe Richard, l'Aventurière des Maisons Closes.  La Librerie Vuibert

Ospina, William (2019). “De la poesía como delito”. El Espectador, Mar 17

Roberts, Nickie (1992). Whores in History: Prostitution in Western Society, London: Harper Collins.

Scarafabia, Giuseppe (2015). Señoras de la Noche. Historias de Prostitutas, Artistas y Escritores. Madrid: A Machado Libros

Walt Whitman, Walt (1900). Leaves of Grass. 106 To a Common Prostitute. Bartleby.com

Zafra, Enriqueta (2009).  Prostituídas por el Texto. Discurso prostibulario en la  picaresca femenina. Purdue University Press




martes, 19 de marzo de 2019

El legado de los machos de izquierda

Publicado en El Espectador, Marzo 21 de 2019






Cablenoticias (2019). "Profesor acusado de acoso sexual fue ascendido en la Universidad Nacional". Marzo 15

Casqueiro, J. y J. Marcos (2019). “El éxito del 8-M condiciona la estrategia electoral de los partidos”. El PaísMarzo 10

Morán Breña, Carmen (2019). “El feminismo no se la juega en un partido”. El PaísMarzo 10


Morris, Hollman (2019). "La Paz es...". Bogotá:  
Ver para Creer

Pacheco, Daniel (2019). “El 2019 no es 1989”. El EspectadorMar 18

Ramoneda, Josep (2019). “El planeta, el feminismo y el futuro”. El País
Marzo 9

Rubio, Mauricio (2018). "Femiprogres y femininas". El EspectadorEne 10

Semana (2019). "Petro le recomienda a Hollman Morris dar un paso al costado en su aspiración a la Alcaldía". semana.com, Ene 24


sábado, 9 de marzo de 2019

Los machos de izquierda claudicaron








Cablenoticias (2019). "Profesor acusado de acoso sexual fue ascendido en la Universidad Nacional". Marzo 15

Casqueiro, J. y J. Marcos (2019). “El éxito del 8-M condiciona la estrategia electoral de los partidos”. El País, Marzo 10

Morán Breña, Carmen (2019). “El feminismo no se la juega en un partido”. El País, Marzo 10

Pacheco, Daniel (2019). “El 2019 no es 1989”. El Espectador, Mar 18

Ramoneda, Josep (2019). “El planeta, el feminismo y el futuro”. El PaísMarzo 9

Rubio, Mauricio (2016). "Feministas Bolcheviques". El Espectador, Mayo 18

Rubio, Mauricio (2018). "Femiprogres y femininas". El Espectador, Ene 10

Sánchez Baena, Guadalupe (2019) “Mi manifiesto para el 8M: contra el uso y abuso político del feminismo”. Disidentia, Marzo 8

Semana (2019). "Petro le recomienda a Hollman Morris dar un paso al costado en su aspiración a la Alcaldía". semana.com, Ene 24

La nueva izquierda: mantente libre

Publicado en El Espectador, Marzo 14 de 2019


La revelación fue un trino de Gustavo Petro: “las mujeres se metían a las Farc porque había suministro de toallas higiénicas".


Por su manejo de la evidencia testimonial y estadística, gracias a él aprendimos una faceta ignorada de las causas objetivas del conflicto, esta vez con enfoque de género: lo que las adolescentes rurales buscaban en la guerrilla era ampliar su canasta de consumo. Rebelarse o luchar por la justicia social eran preocupaciones secundarias de las jóvenes que iban a los campamentos en la montañas de Colombia atraídas por el suministro de elementos sanitarios; “en la casa campesina no lo había por la pobreza y el machismo”. 


Poco después, un periodista promovía su libro “Con ojos de mujer” con “las razones, experiencias, dolores y victorias que vivieron en las extintas Farc” nueve exguerrilleras. Una de ellas, Sandra Ramírez, actual senadora y por varios años compañera del comandante Tirofijo, destacó la pertinencia de la teoría íntima del reclutamiento de menores promovida por Petro. “En cuanto la niña cumplía 12 años, sus cambios comenzaban a convertirse en problemas: todo le crecía, le dolía o le sangraba. Pedía toallas higiénicas, se antojaba de la ropa de sus vecinas y quería maquillarse. La adolescencia les salía muy cara a esos padres que apenas conseguían para el diario”. Así, por el lado femenino, la insurgencia se explicaría mejor con microeconomía doméstica que con marxismo. 


El sofisticado argumento invita a reflexionar, sobre todo a quienes siempre fuimos escépticos con la tenencia de la tierra como causa principal del conflicto armado. Ninguna vertiente de la prolífica violentología colombiana había propuesto una tesis tan pragmática y pertinente para el ¡nunca más!. Quedan algunas dudas sobre las implicaciones de política industrial de ese diagnóstico: si nacionalizar la producción de toallas higiénicas, hacerle un guiño al capitalismo con subsidios o promover una alianza entre el sector público y el privado para garantizar que en el posconflicto ni una sola mujer campesina tenga que emigrar para satisfacer sus necesidades sanitarias insatisfechas.


Es probable que Petro esté desempolvando sus listas de lecturas de la universidad para reemplazar a Marx, Engels o Marta Harneker por Friedrich Hayek y Milton Friedman. Yo intuyo que dará un paso adicional para desvelar la motivación última de las adolescentes campesinas: tener libertad de elegir. Por eso iban a las Farc, para ser libres, “free to choose!”.


Sea cual sea el estímulo a la oferta de toallas higiénicas que esté contemplando la izquierda humana, sería prudente ir abonando el terreno. Por ejemplo, invitando a las multinacionales que fabrican esos elementos a que, en lugar de un bloqueo como el que asfixió las economías de Cuba y Venezuela, endosen una iniciativa de alto impacto, sólidamente estructurada. El nombre de esta campaña sensible y progresista para atender una demanda femenina represada en el sector rural no hay que buscarlo lejos, ya es un ícono en las estanterías del producto cuyo suministro trasnocha a Petro: StayFree, ¡Mantente Libre!. Hasta se puede sospechar que en la subversión existía un encadenamiento intergénero: los hombres se unían a las Farc porque allí encontraban mujeres emancipadas, plenamente satisfechas. Pronto, este escenario, verdadero y genuino, lo confirmará el feminismo fariano, erradicando visiones revisionistas sobre menores forzadas y forzados al combate. 


En todas sus propuestas, la visión de Petro va adelante de la del resto de compatriotas, sobre todo en temas humanos de vanguardia. De ahí mi conjetura que pronto anunciará la libertad femenina como motor del conflicto y nueva inspiración de la izquierda. Voces autorizadas nos informan que, para las mujeres, el empoderamiento pasó de moda dándole paso a la liberación “porque hay algo que nos oprime, de lo cual debemos liberarnos”. La tendencia fue explícita en las marchas españolas del 8-M. “Ni sumisa ni devota, me quiero libre, linda y loca” proclamaba una pancarta en Barcelona. “Queremos ser libres, no valientes” rezaba otra en Bilbao. Como canta el cubano Silvio Rodríguez, que tanto le gusta a Petro: “yo te quiero libre, libre y con amor”.


Para racionalizar la denominación del movimiento libertario ¡Mantente Libre! ya hay camino andado, no se parte de cero. Hace décadas, Lucas Caballero, Klim, el irreverente columnista que casi tumba al presidente López Michelsen por indelicadezas con La Libertad, era reconocido por los apodos que les endilgaba a políticos y personajes influyentes. Uno de ellos, de cuyo nombre no quiero acordarme, era precisamente StayFree. ¿La razón? El señor era tan encantador que siempre estaba cerca de lo mejor, pero sin llegar a ser lo mejor. Difícil imaginar un mote más apropiado para la izquierda colombiana, que ha rondado las mieles del poder -en los medios, la burocracia, la academia, la literatura, las artes y algunas dinastías famiiares- pero sin llegar a ser una alternativa viable de gobierno. À gauche, #StayFree, #BeCool 






REFERENCIAS

Aunión J.A. y M.V. Gómez (2019). "La gran marcha feminista". El País, Marzo 9 

Arévalo Domínguez, Laura Camila (2019). “No estamos lavándole la imagen a las Farc” Entrevista a Fernando Millán. El Espectador, Colombia 2020, Marzo 3

Ruiz-Navarro, Catalina (2019). “Este #8M cambiemos “empoderamiento” por “liberación””. El Espectador, Marzo 7

Semana (2019). "Mujeres se metían a las Farc porque había suministro de toallas higiénicas": el polémico trino de Petro. Semana.com, Feb 18

domingo, 3 de marzo de 2019

Activismo y memoria histórica

Publicado en El Espectador, Marzo 7 de 2019
Texto de la columna después de las gráficas






El reverso del negacionismo en la historia sería el activismo: sobrevalorar algunas cuestiones para alinearse con grupos políticamente influyentes.

¡Basta Ya!, informe final del Grupo de Memoria Histórica (GMH) publicado en 2013, es un ejemplo de trabajo empañado por clichés y carencia de rigor en ciertos temas. Unas fallas son tan palpables que sobra mayor análisis. En la supuesta visión global del conflicto, la palabra prostitución aparece solo tres veces, siempre calificada como “forzada”, un requisito del abolicionismo. La sigla LGBT, por el contrario, alcanza nueve menciones. A diferencia de cualquier guerra en la historia, con ejércitos preocupados por suministrar prostitutas a la tropa casi tanto como por los abastecimientos, en Colombia se consideró que la memoria correcta debería destacar la orientación sexual diversa.

Mayor detenimiento requiere el guion, importado de conflictos étnicos y civiles, de la violencia sexual como “arma de guerra”, versión extrema del planteamiento feminista de que las violaciones no son asunto sexual sino político.

Gonzalo Queipo de Llano, general franquista durante la guerra civil española, anunciaba públicamente ataques a las prisioneras. Desde Radio Sevilla echaba unas peroratas misóginas que avergonzaron incluso a sus copartidarios. “Nuestros valientes legionarios han enseñado a los cobardes rojos lo que significa ser hombre. Y de paso, también a sus mujeres. Estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen”.

Un funcionario judicial colombiano, entrevistado en 2009, hizo malabares discursivos con las violaciones paramilitares: “Una política tácita… ellos no daban una orden directa, ‘violen a las mujeres’, pero el comportamiento que asumían los comandantes, la forma que trataban a las mujeres hacía que los otros (dijeran) ‘Ah… yo también hago lo mismo’”.

Para el GMH, los monstruos de la violencia sexual habrían sido los paras, cuando tales ataques también fueron usuales entre narcos, cuyo papel en el informe es secundario. Se sabe que sicarios de Escobar mantenían jóvenes cautivas a su servicio. Las violaciones como arma de guerra no encajan con estas organizaciones: el enemigo era el Estado, no las víctimas ni sus familiares. La mezcla de derecho de pernada con prostitución velada promovida por el Patrón fue más sexo impulsivo y atávico que estrategia militar. Una banda, Los Señuelos, le conseguía “cuanta muchacha virgen” hubiera entre 14 y 17 años. Algunas adolescentes se entregaban “por una platica”. Si se lucían, podían recibir hasta un carro. Hubo manifestaciones espeluznantes de violencia, pero los testimonios de violaciones son más escasos. Para el “acceso carnal”, la zanahoria primó sobre el garrote y funcionó hasta en estratos altos. Ante un fajo de billetes las muchachas, a veces sus familias, “perdían la brújula”. Existen testimonios semejantes sobre paramilitares, pero no sobre la guerrilla que engañaba o raptaba jóvenes y contrataba, incluso reclutaba, prostitutas.

La responsabilidad de los comandantes en las agresiones sexuales de subordinados es incierta. Los acogidos a Justicia y Paz no admitieron su participación en tales ataques. Asesinos reincidentes que reconocieron varios crímenes atroces negaron las violaciones como estrategia sistemática de su organización. Las reinsertadas de la Corporación Rosa Blanca han sido implacables denunciando reclutamiento forzado y violaciones, pero dentro de la guerrilla.

El GMH sostiene que sí hubo esa política, aunque la evidencia que ofrece sea precaria. Nada comparable a los testimonios de conflictos étnicos, ni a las arengas de Queipo de Llano. No se habló de una secuela común de esos ataques: incremento súbito de abortos. Hay hasta indicios en contra: según una mujer violada, “nos decían que si le contábamos al comandante nos mataban”. O sea que algunos paras atacaban a escondidas de sus jefes, no aupados por ellos. Como hizo el funcionario judicial, el postulado exige maromas mentales del GMH: “La violación sexual estratégica no siempre se configura por ser explícitamente ordenada por la comandancia, pero sí se ejecuta como parte inherente de repertorios de dominio”.

Es difícil que una tesis tan vaporosa consuele a las víctimas, o sirva en procesos judiciales. Paradójicamente, sí ayudaría a entender la dinámica de alguna violencia sexual en el conflicto opacada por el activismo. Los datos muestran que la presencia de actores armados en una región envalentonaba a los abusadores y violadores locales, incluso conocidos por las víctimas que, a su vez, denunciaban menos los ataques. Una encuesta realizada en zonas afectadas corrobora que la gran mayoría de mujeres consideran que la presencia de grupos armados incrementó la violencia sexual en general, no solo de los guerreros. El posconflicto requerirá intervenciones más elaboradas que las del libreto simplista de ejércitos irregulares que violaron masivamente. Tocará borrar las huellas del machismo exacerbado sobre unas relaciones de pareja manipuladas por matones millonarios, como bien han mostrado las series de TV.

REFERENCIAS

AI (2004). "Rwanda: “Marked for Death”, rape survivors living with HIV/AIDS in Rwanda", Amnesty International, April 5

Bumiller, Elisabeth (1999) “Deny Rape or Be Hated: Kosovo Victims' Choice”  The New York Times, June 22

Castro Caycedo Germán (2011). Más allá de la noche. Bogotá: Planeta

Chang, Iris (1997). The rape of Nanking. The forgotten holocaust of World War II. New York : Penguin Books

GMH (2013). ¡BASTA YA! Memorias de Guerra y Dignidad. Informe General del Grupo de Memoria Histórica. Bogotá, Imprenta Nacional

GMH (2011). Mujeres y Guerra. Víctimas y Resistentes en el Caribe Colombiano. Bogotá: Taurus - Pensamiento

OXFAM (2010). “Violencia Sexual en Contra de las Mujeres en el Contexto del Conflicto Armado Colombiano”  Colombia 2001-2009. Oxfam International


 Pinzón Paz, Diana Carolina (2009)   “La violencia de genero y la violencia sexual en el conflicto armado colombiano: indagando sobre sus manifestaciones” en Restrepo, Jorge A. David Aponte (2009). Guerra y violencias en Colombia. Herramientas e interpretaciones. Bogotá:Universidad Javeriana

Población, Félix (2018). “Queipo de Llano y la violación como propaganda del terror en la Guerra Civil”. Memoria Histórica, Mayo 4

Reig Tapia, Alberto  (2017). La crítica de la crítica. Inconsecuentes, insustanciales, impotentes, prepotentes y equidistantes. Siglo XXI. Versión digital

Smith, Helena  (2000) . “Rape victims' babies pay the price of war”, The Observer, Sunday 16 April