lunes, 30 de agosto de 2021

Cinismo para la paz

 Publicado en El Espectador, Septiembre 2 de 2021


Con soberbia, sin pizca de vergüenza, poca entereza, ni siquiera realismo, los negociadores de La Habana insisten en desconocer errores y negar el daño irreparable que le hicieron a la justicia. 


En Colombia, los atentados terroristas se reciben como una nueva oportunidad para sentarse a dialogar. En los medios se defiende el derecho a protestar destruyendo mobiliario urbano y se aplaude tumbar estatuas políticamente incorrectas. Este escenario surrealista lo confirmó la condena a Daneidy Barrera, conocida como Epa Colombia, a 5 años de prisión y una multa de 100 mil dólares por vandalismo durante el paro nacional. “Cometió el delito de instigación para delinquir con fines terroristas”. 



Tras el exabrupto, Álvaro Uribe propuso una amnistía general. Campantes, los autores del mejor acuerdo posible reviraron. Según ellos, esa medida “daría al traste con la investigación y juzgamiento de los principales responsables de las graves violaciones y con los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación”. 


La condena a la célebre youtuber es la punta del iceberg de las arbitrariedades que consolidó un acuerdo de paz totalmente amañado. Se indultó, amnistió y recompensó políticamente a los peores criminales mientras muchos y variados actores de la violencia urbana, la que desangró al país, continuaron encartados penalmente. 


La prepotencia santista ni siquiera se interesó por un pequeño proceso de reconciliación promovido por expandilleros bogotanos del barrio Egipto, situado a pocas cuadras de donde trabajaba la tecnocracia de la paz para el Nobel. De ellos oí las criticas más demoledoras al sinsentido de comandantes secuestradores, aliados del narcotráfico y el terrorismo internacionales, tratados con mano blanda mientras pequeños bandidos y delincuentes juveniles seguían soportando el peso de una legislación penal deslegitimada y sesgada. “Estaríamos mejor si en lugar de atracar hubiéramos secuestrado y puesto bombas con brazalete de las Farc… El proceso con los paras fue más justo: pagaron unos años de cárcel y muchos nos beneficiamos” me decía en 2016 con más sorna que amargura el exjefe pandillero convertido en líder comunitario. 


Estos microempresarios que tratan de dejar atrás la ilegalidad desprecian la actividad política proselitista. A diferencia de los rebeldes armados y los intelectuales que los han apoyado -que buscan siempre vivir del erario- sueñan encontrar socios privados que financien sus proyectos. Su talón de Aquiles siempre ha sido una desconfianza visceral con las autoridades y en particular con la policía. Uno de ellos repetía: “mi abuela recomendaba no creer en amor de puta ni en palabra de tombo”. 


Hace seis meses en el mismo barrio Egipto fueron atacados con arma de fuego dos individuos que luego fallecieron. Acusado de ser coautor del doble homicidio, el exlíder de la pandilla fue detenido. No acepta los cargos. Transcribo su versión de los hechos. 




“Yo me encontraba haciendo una listica de unos mercados que nos iban a regalar. Los iba a repartir ahí en el barrio cuando me llamaron que la señora C se había caído. Salí, la recogí y la senté, le dí agüita, entró a mi casa, estuvo un buen rato ahí y llegaron otras señoras para los mercados. Ya eran como las siete de la noche cuando llegaron H y la mamá a decirme que les estaban echando la culpa de haber matado a unas personas por allá al lado de la novena. Le dije a H que si él no tenía nada que ver que bajara a presentarse a la estación. Me quedé en la casa con mi hijo. Me llamó un policia que si yo sabía lo que había pasado.


- Están con el chisme pero hasta ahora estoy averiguando

- O usted me dice o subo por usted

- Pues ese es su trabajo, haga lo que tenga que hacer 


Yo me encachorré, me dio mal genio y le colgué. Como a los diez minutos de haber terminado esa llamada, en presencia de ocho señoras (las enumera por su nombre) llega el policía. Camine me acompaña: me subió a la patrullla. Después, sin hacerme ninguna pregunta me dijeron que yo había matado esa gente, me hicieron la prueba del guantelete”, evidencia que posteriormente se refundió. 


Por ser amigo del detenido, creo lo que cuenta. Pero él tiene que probar su inocencia y contradecir lo que afirman policías que lo acusan. Para eso necesita plata, mucha plata, pues los técnicos forenses cobran caro y más aún cuando una macabra posibilidad es que alguien lo haya “pegado” a ese doble homicidio.  “Si el sindicado es enemigo de quienes manejaron la escena del crimen el caso pinta muy mal. Los pobres sin discurso marxista son absolutamente invisibles en el país” sentencia un amigo conocedor de los organismos de seguridad. 


Menos mal que un legado del proceso de paz es la magistratura de neopenalistas que averiguará la verdad restauradora. Mientras, Epa Colombia se hará multimillonaria demandando al Estado. 


REFERENCIAS

Condena Epa Colombia

Respuesua santista a la propuesta de amnistía

Los pandilleros del barrio Egipto y su modesta paz

lunes, 23 de agosto de 2021

Los políticos no nacen, ¿los fabrican?

 Publicado en El Espectador, Agosto 26 de 2021

Para el viejo debate entre lo natural y lo aprendido la evidencia más interesante la ofrecen personas idénticas criadas en familias distintas. Esa información también es útil para entender cómo las ideologías moldean mentalidades. 


Con los mismos genes, los gemelos que crecen separados y conservan características comunes confirman que estas vienen por herencia, no por educación. La similutud es casi total en el físico, algunos gestos, colores preferidos, manera de caminar, vestirse o arreglarse. Los gemelos separados también se asemejan en inteligencia, personalidad, actitudes sociales e incluso vocación laboral. 


Lo que definitivamente se aprende son las preferencias políticas y la ideología. Un caso célebre es el de Jack Yufe y Oskar Stohr, gemelos nacidos en Trinidad  en 1933 y separados desde los seis meses tras el divorcio de sus padres. Jack se quedó y fue criado como judío. Oskar viajó con su madre a Alemania para ser educado como católico nazi. Ambos sabían que tenían un hermano gemelo y mantenían correspondencia afectuosa. Cuando se reencontraron en 1954 ninguno pudo soportar las ideas del otro. La incompatibilidad fue tal que rompieron relaciones hasta 1980 cuando participaron en un estudio sobre gemelos separados. Empezaron  entonces una relación de amor y odio. Los atormentaba saber que, de haber sido criados como el otro, tendrían la ideología que tanto detestaban.



Para Jack y Oskar es claro que la influencia definitiva para su ideario político fue la familia pero esto no siempre es cierto. Hay hogares sin hermanos gemelos en los que se dan diferencias políticas irreconciliables. Una amiga, enfermera jubilada, tiene dos hijos en los dos extremos de la actitud hacia el Covid sin que ninguno tenga la visión científica e intermedia que ella logró con su oficio. Uno de elos es fanático antivacuna que no cesa de criticarla por hacer parte de una conspiración que recluta cobayas de manera irresponsable. En la casa de su otro hijo la mascarilla es obligatoria a cualquier hora y el cúmulo de precauciones para alzar a la nieta es tal que ella prefiere abstenerse. 


Como el uribismo en Colombia, el nacionalismo catalán es motivo frecuente de enfrentamientos familiares, algunos dolorosos. La duda que surge es de dónde provienen las ideologías que llegan a dividir familias. Un candidato es el sistema educativo que moldea mentalidades jóvenes a veces de manera irresponsable puesto que los costos de adoptar posiciones extremas, hasta fanáticas, no los asumen quienes las promueven. La estrategia de reclutar adeptos desde la adolescencia, incluso la niñez, ha sido recurrente en regímenes totalitarios como la Unión Soviética, China maoista o la dictadura castrista.


Es frecuente escuchar en el debate sobre el independentismo catalán que el gran responsable es el sistema educativo. Distintos gobiernos nacionalistas habrían usado la educación pública para fomentar la identidad nacional catalana y el separatismo. Aunque la educación pueda abonar el terreno, la información disponible no avala por completo esta explicación simple que habría implicado un aumento lento y progresivo del sentimiento nacionalista, cuando lo que se observa es un crecimiento abrupto a partir de la segunda década de este siglo que, además, se dió en distintas generaciones. Un posible factor habría sido la crisis económica y política que antecedió el aumento súbito del nacionalismo en las encuestas de opinión. La gran incógnita es el impacto de la pandemia. 



Algún hecho fortuito puede determinar marcadas diferencias ideológicas en una misma familia. Después de vivir la complejidad de una democracia federal como los EEUU, un amigo de Girona, región bien independentista, le recuerda a su hermana separatista que no ha viajado lo suficiente para conocer un Estado realmente centralizado, como Francia. 


Luis Labraña, el exguerrillero argentino de los Montoneros famoso en redes sociales por aceptar que había inventado la cifra de 30 mil desaparecidos adoptada sin titubeo por las Madres de la Plaza de Mayo, revela lo complejo e inesperado que es el camino hacia el fanatismo extremo, léase la lucha armada. Criado en familia comunista, en la que estaba vetado el peronismo, desde niño entendió que la “clase obrera” de la que tanto hablaban en su hogar era un ente abstracto, no una realidad que hiciera parte de su vida. Con apenas 16 años vió una manifestación sindicalista salvajemente reprimida. Así, con sus amigos, “por primera vez nos encontramos tirando piedras sin saber por qué”. Ese día se volvió peronista. Vino luego la influencia de Cuba que mandó una delegación para celebrar los 150 años de la independencia argentina y fue aplaudida a su paso hasta por la oligarquía de Buenos Aires. Tomar las armas para luchar por la justicia social estuvo servido en bandeja. 


En un polvorín como Colombia, una lección simple de este enredo sobre cómo surge el fanatismo es que el sistema educativo no puede estar infiltrado por predicadores de la lucha armada. Uno sólo puede hacer mucho, mucho daño. 



REFERENCIAS


La escuela como fábrica de independentistas


Luis Labraña  exmontonero


Segal, Nancy (2011). Someone else's twin. The True Story of Babies Switched at Birth.  Amherst, New York: Prometheus

martes, 17 de agosto de 2021

Historias de conquistas

 Publicado en El Espectador, Agosto 19 de 2021


El quinto centenario de la conquista de México ha dado pié para uno de los debates más interesantes sobre la llegada de los españoles pero también el período colonial y la independencia de los países latinoamericanos. Debería servir para evaluar el acuerdo de paz. 


El pasado 13 de agosto se conmemoraron en ese país no sólo 500 años del final del imperio azteca (mexica) por la caída de Tenochtitlán sino también, con mayor margen de incertidumbre, los 700 de su fundación. El debate se ha hecho aún más intenso por la reciente carta del presidente López Obrador al rey de España pidiéndole disculparse por la Conquista. 


Se han criticado varias incoherencias en el discurso oficial sobre los distintos eventos que se conmemoran por estos días. Por un lado, asimilar un hecho puntual, para algunos intrascendente, a un acontecimiento que está lejos de ser el sometimiento simultáneo de todos los pueblos aborígenes que habitaban esos territorios. Por otra parte están las sucesivas y bien complejas guerras de conquista que ocurrieron en todo el territorio considerado hoy mexicano. Por último, está la consolidación del régimen colonial “ordenando y jerarquizando los cuerpos y determinando un mundo en el que la blanquitud fue la medida del progreso y la civilización”.


Particularmente chocante aparece el hecho que la voz de pueblos indígenas “sistemáticamente silenciada” por el Estado mexicano haya sido asumida por  el establecimiento que ha suplantado su voluntad, sobre todo pidiendo perdón. Esta palabra específica tiene toda la carga de la tradición religiosa inscrita en la cultura occidental contra la cual pretende rebelarse el nada coherente primer mandatario. La ensayista, lingüista e indigenista Yásmara Elena Aguilar anota que “la justicia restaurativa que necesitamos no vendrá del perdón judeo cristiano enunciado por el Estado que sigue suplantando la voz de los pueblos indígenas sino de un diálogo que tome en cuenta el reconocimiento del daño y la construcción de ideas de restauración que nos provean un futuro más justo”.


La producción académica, histórica y literaria sobre este conjunto de eventos en los últimos años  es impresionante. En ciertos sectores ha sido suficiente para infundir algo de optimismo. “Es una oportunidad para que los historiadores reivindiquen el conocimiento riguroso frente a las distorsiones ideológicas de nacionalistas, hispanistas o indigenistas”, anota Enrique Krauze. 



El historiador Federico Navarrete se hace preguntas insólitas como ¿quién conquistó a México? ¿fue la Malinche? ¿fueron otros indígenas?. Su escepticismo se basa en la observación que los hombres que acompañaban a Cortés estaban lejos de ser un ejército. Así, los verdaderos vencedores fueron sus aliados, los enemigos mesoamericanos del imperio. “La idea de la victoria absoluta de los españoles en 1521 no es más que una versión parcial e interesada, inventada por el propio Cortés para ensalzar y exagerar su propio papel”, anota Navarrete. 


Cortés no fue el único en hacer pasar sueños por realidades. Por algo Carlos Fuentes señala como “primer novelista” mexicano al conquistador y supuesto historiador Bernal Díaz del Castillo. 


Otro historiador de la UNAM propone usar el término conquistas, en plural, para referirse de manera razonable a todo ese conjunto de historias y, de paso, empezar a contar las que han sido silenciadas por las distintas ideologías, parcializadas y simplificadoras por intereses políticos. 


Si los autores de fábulas colombianos no tuvieran el poder y el respaldo internacional que asombrosamente alcanzaron, coronado con dos premios Nobel, habría lugar para algo parecido al optimismo, pero no. Por una parte porque, empezando por el primer Nobel, en Macondo los escritores de ficción se consagraron como respetables analistas políticos e historiadores. 


En segundo término porque el idealismo, adobado con algo de mala fé, logró que uno de los acontecimientos políticos más importantes de las últimas décadas, la firma de un acuerdo de paz con las Farc, se hiciera con una visión parcial y amañada del conflicto, un gravísimo desacierto que acabó pasando factura. 


La pazología colombiana y la ensayista Yásmara Elena Aguilar comparten la ingenuidad de pensar que la justicia restaurativa, basada en el diálogo entre las dos partes de un conflicto, es viable en sociedades modernas, urbanas, donde la interacción típica se da entre personas extrañas. Pero al menos se trata de costumbres que no son ajenas a la tradición cultural de la población que fue víctima de agresiones. 


En Colombia, con el aplauso de la élite constitucionalista, los santistas pretendieron imponerle a una sociedad mayoritariamente cristiana un menjurge de perdón y justicia importado de culturas minoritarias. La soberbia que los caracteriza aún impide que se responsabilicen un mínimo por el daño que causaron. Jamás pedirán perdón, y mucho menos buscarán restaurar el daño que hicieron. Pero la historia seria llegará algún día, y no saldrán bien librados. 





martes, 10 de agosto de 2021

Cínicos etarras y farianos liberadores

 Publicado en El Espectador, Agosto 12 de 2021


Entrevistas a ex militantes de ETA revelan que a pesar de décadas de encarcelamiento no sienten el más mínimo arrepentimiento. Aunque eso molesta en España, los comandantes de las Farc apoltronados en el congreso no es algo que inquiete a algunos expertos peninsulares. 





Cuando en 2018 la cúpula de la banda terrorista –así califican los medios al grupo armado- declaró disuelta la organización, el máximo líder Josu Ternera destacó como su principal aporte a la democracia la supervivencia de Euskadi, un verdadero “pueblo vivo”, y haber introducido el “derecho a la autodeterminación” en el debate político


Jerónimo Ríos y Egoitz Gago entrevistaron a 9 ex etarras después de haber estado en una cárcel entre 2 y 3 décadas. Con sorpresa señalan los autores del libro La lucha hablada que ningún entrevistado se arrepiente de haber pertenecido al grupo ni de haber practicado el terrorismo. Uno de ellos es plenamente consciente de que no lograron con las armas los objetivos que perseguían pero que sin ETA “no seríamos lo que somos… sigo pensando que intentar la lucha armada mereció la pena”. Para ellos la violencia no fracasó. 


“ETA fue derrotada, pero dió sentido a mi vida” aclara un no arrepentido. Admite la derrota militar pero pregona que el terrorismo valió la pena. Permitió que “este país no desaparezca; ha servido para mantener el conflicto político que no empieza con el franquismo y ha conseguido que este pueblo siga vivo”. 


La justificación de la lucha armada  por la supervivencia de Euskadi es un legado de Sabino Arana, fundador del PNV, Partido Nacionalista Vasco,  cuyo principal temor era que este desapareciera a causa de la inmigración. Ser socialista les sigue pareciendo secundario ante la prioridad del independentismo etnocéntrico. 


También reconocen que el terrorismo ha debido desaparecer antes, “cuando percibimos la pérdida de apoyo social”. Arnaldo Otegi señaló en 2016 en el documental  El fin de ETA que hubiesen debido entregar las armas unos 25 años antes, cuando España entró a la Comunidad Europea. Uno de ellos recuerda la perplejidad que le provocó el atentado de Barajas que rompió la tregua en 2016 y critica a los dirigentes por haber perdido el contacto con la gente que luchaba en la calle. Con amargura señalan que al salir de la cácel encuentran una España peor que cuando entraron, “hay menos conciencia de clase, más individualismo y mucha menos capacidad movilizadora”. 


Lo desconcertante de esta demoledora crítica al cinismo político de los integrantes de ETA es que uno  de los autores del libro, Jerónimo Ríos, doctor en Ciencias Políticas de la Complutense de Madrid, reconocido experto en terrorismo latinoamericano, profesor en varias universidades en Colombia, España y Canadá, da un volantín mental e ideológico cuando habla de las Farc. No lo hace a la ligera. Con este grupo armado, además de la tradicional revisión de numerosas fuentes primarias, hizo 35 entrevista a profundidad para ofrecer “una mirada sobre cómo se originó la violencia en el país, de qué manera evolucionó y como llega hasta nuestros días” y cómo a partir de 2016 “después de más de medio siglo de violencia armada, el gobierno consiguió firmar un Acuerdo de Paz con la guerrilla de las FARC”


Su profundo y original conocimiento sobre la guerrilla más vieja del mundo y el mejor acuerdo posible está plasmado en dos libros que ya deben ocupar lugar destacado en los anaqueles de la pazología santista. Esa literatura de punta, además de ser de autoría extranjera, debe estar siendo febrilmente consultada para entender tantas realidades que el Nobelesco mandatario silenció para que su contraparte en la mesa de La Habana firmara rápido la paz. 



En una entrevista concedida a Radio Nacional de España hace un par de meses para presentar su obra Ríos afirma con tranquilidad que la reciente ola de proestas y la de finales de 2019 que la precedió son hijas directas del acuerdo de paz con las Farc. Fue eso lo que según él permitió liberar espacios no solo para la izquierda sino para “reivindicaciones sociales y políticas que durante muchas décadas han estado en el ostracismo”. A la Magna Carta del 91 le hacía falta un buen acuerdo de paz.


En esta ocasión no hay que pensar en fenómenos sobrenaturales como un Triángulo de las Bermudas ideológico que hace que los europeos cambien su visión de la violencia política cuando la sufren en su tierra. El camaleonismo de este experto español se explica fáclmente recordando que fue asesor de la Organización de Estados Iberoamericanos durante el proceso de diálogo e implementación del Acuerdo de Paz con la Farc. Es razonable anticipar que, después de Duque por supuesto, este experto calificará para un Doctorado Honoris Causa de algún centro académico local de los muchos que ordenaban firmar la paz ¡YA! irrespetando el referendo. 


Entrevista a Jerónimo Ríos