domingo, 28 de marzo de 2021

La vacuna capitalista

 Publicado en El Espectador, 1º de Abril de 2021

Columnas después de los memes







Ser falaz no necesariamente depende de lo que se dice. También importan los silencios. La izquierda, siempre locuaz, ha callado el papel del vilipendiado sistema capitalista en la superación de la crisis sanitaria. 


A finales de 2020 ya existía una feroz competencia entre empresas farmacéuticas para producir la vacuna mientras los gobiernos se disputaban el acceso y la distribucion. Fueron dos carreras contra reloj. “Una por hallar y producir a gran escala una vacuna. Otra por obtenerla”. El mapa de las superpotencias mundiales se hizo evidente entre los fabricantes de prototipos en la última etapa de desarrollo. 


La competencia fue feroz no sólo entre grandes productores sino entre poderosos compradores estatales, con contratos por cifras astronómicas. Sin embargo, el colectivo progre que todo lo critica miró para otro lado. El rol del  sector privado en paliar estragos de la pandemia ha sido tan relevante que, en Colombia, la primera ciudad que contó con un ultracongelador fue Barranquilla, gracias al apoyo de la Universidad Simón Bolívar y una empresa importadora. Poder almacenar hasta 650 mil dosis a bajisimas temperaturas resultó de un convenio entre la Alcaldía y dicha universidad. 


William Ospina ha sido uno de los pocos en mencionar la relevancia del sector privado en la moderación del impacto de lo que él denomina “accidente global”. El célebre escritor, ensayista y poeta lo hizo a su manera, con grandilocuencia: se fajó una disertación de antología sobre la mejor economía politica transnacional para producir y vender la vacuna contra el Covid. 


“Si la enfermedad de alguien corre el riesgo de ser un negocio, el mayor negocio imaginable termina siendo una peste, una enfermedad presente simultáneamente en el mundo entero como realidad y como amenaza. Porque una cosa es un paciente y otra, miles de millones”. Ante el tétrico escenario, la primera observación de Ospina es criticar la falta de atención sufrida por la burocracia internacional en el reflejo automático de expropiar un sector estratégico. “Cuando se declaró oficialmente la pandemia, algunos funcionarios de organizaciones mundiales de salud alzaron la voz para advertir que eso exigía que los medicamentos y las vacunas fueran inmediatamente declarados bienes públicos de la humanidad. Nadie los escuchó, pero es evidente que, ante un peligro tan grande, habría que poner la salud pública por fuera de las leyes del mercado”. 


Consciente del dilema que, de haberlo hecho así, se hubiesen frenado en seco los ensayos y las arriesgadas apuestas para encontrar la fórmula adecuada, el poeta refina la naturaleza del control que ha debido ejercerse. “Sería preciso que los recursos que financian esos trabajos no fueran fundamentalmente privados. Es necesario un fondo mundial de prevención y de investigación que proteja a las sociedades de las injusticias del mercado”. Esta sofisticada maquinaria financiera, por supuesto, ha debido montarse a la velocidad impuesta por los contagios y las hospitalizaciones. 


Con sorprendente agudeza, el ensayista constata el problema que impone la desigualdad entre las naciones para definir quiénes podrán tener acceso a la vacuna. Su esbozo de solución es tan factible y expedito como el rediseño inmediato de un sistema financiero internacional más estatal y menos privado. “Muy pronto las naciones tendrán que hacer un pacto de seguridad universal por una razón sencilla: las vacunas pueden volverse inútiles si no se las diseña con responsabilidad y si no se las aplica con equidad”. La burocracia global debería tomar nota de la original propuesta. 


Con inusitada malicia descubre que a las multinacionales farmaceúticas las motiva el vil metal. “Si la rapidez con que se han aprobado las vacunas fuera una muestra del desvelo de las empresas por inmunizar a la humanidad, no estaríamos viendo este desequilibrio obscenamente mercantil en su distribución… los ángeles del bien tienen inesperados cuernos de oro”.


Como elemento fundamental para contrarrestar la nefasta codicia empresarial, destaca el papel de los jóvenes que conscientemente renuncian a ponerse la vacuna y esperarán “a que se cumplan todos los protocolos que aconseja la prudencia”. 


Así llega el poeta a su terreno conocido y apreciado de acción pública: la educación y el cambio cultural que toca reforzar para contar con multinacionales farmacéuticas  manejadas por personas con “los más altos grados de responsabilidad y de generosidad”. No se molesta en aclarar que más o menos eso fue lo que pensaron idealistas bien intencionados como Marx, Lenin, Mao, Pol Pot , Fidel Castro o Chávez cuando buscaron construir su versión del hombre nuevo.  


Se entiende que William Ospina no acate las directivas de la oficina de vigilancia de la Santa Sede en el sentido de que no siempre es posible obtener vacunas sin plantearse dilemas éticos. Y se nota que no lee escolios de Nicolás Gómez Dávila pues sigue soñando con organizar un aparato estatal, a escala global, sin importarle quién manda. 


https://www.elespectador.com/opinion/el-accidente-global/


https://www.elespectador.com/noticias/el-mundo/y-por-que-obispos-de-canada-le-piden-a-sus-fieles-que-no-usen-la-vacuna-de-johnson-johnson/

lunes, 22 de marzo de 2021

Sutiles falacias progres

 Publicado en El Espectador, Marzo 25 de 2021

Columna después de los memes




El neomarxismo no es la única fuente de falacias e incoherencias. En redes sociales abunda gente que ve la paja en el ojo ajeno e ignora olímpicamente la viga en el propio. 


Lo simpático es que se sienten muy progres, aunque discriminen con descaro y sean en extremo intolerantes. Valeria  Angola, por ejemplo, proclama ser antiracista y con total tranquilidad trina disparates como  “jaja de los hombres ricos y blancos todxs nos podemos burlar” o, con fondo musical, “voy a hacer un hilo de canciones de reggaetón de mujeres negras. Vean cómo el reggaetón siempre ha sido feminista sin intervención de las blancas”.


Hay quienes, sin la gracia y elegancia de Yanis Varoufakis, anuncian que son incoherentes y detestables. Se sienten, cual James Bond 007, con licencia para linchar. En tuiter padezco a @rebuznardo, un seguidor que podría ser seguidora pues se camufla como Lola Flórez. Anuncia “madrazos a destajo y sin rubor. Hilos que comparan cosas mañés con gente ilustre”. El desparpajo no impide que pele un cobre intolerante y censurador. Por burlarme del ministro griego pide que me quiten la tribuna: “a este man no se le da ni el rigor académico ni el humor en los memes. Con el de hoy, lo mínimo que pasaría en un medio serio es su cancelación. Eso de dar vitrina a un homófobo, misógino y ridículo defensor del patriarcado rancio no les queda”. Resulta difícil entender cómo alguien puede seguir leyendo un columnista al que le endilga todos esos epítetos. Parecería una variante intelectual del masoquismo. 


Preocupa que tales francotiradores virtuales agazapados tengan responsabilidades académicas en las que conservan su obsesión por el garrote verbal. El mismo rebuznador anotó que me expondría ante sus despreciados pupilos como ejemplo de lo que no debe hacerse. “Usaré esta columna en mis clases para mostrar a estudiantes un ejemplo más elaborado y con pocos errores gramaticales de lo que hacen: escritos cuyo punto central y crítica ni está argumentada, ni cuenta con evidencia.  Es un artículo que no sirve a nadie, solo al ego del autor”. Fuera de esa tirria visceral está la característica estándar de evadir la crítica específica, concreta, útil para corregir desatinos. Experta en mansplaining, no le explica nada al man que insulta. ¡Hola, Lola, basta un email y te paro bolas! 


No todas las falacias progres corren a cargo de personas escudadas en el anonimato. Una función de ciertos profesores universitarios progres es proteger de cualquier ataque algún ideario global aceptado, hegemónico, sólido, coherente, sin ningún dilema, como el feminismo, la defensa de derechos LGBT o el ambientalismo.


La actitud opuesta es rechazar con furia teorías consideradas incorrectas porque ignoran el sacrosanto principio de la igualdad. En esa categoría entra cualquier alusión a las leyes del mercado o a la cruda competencia por los recursos. Un verdadero demonio lo encarna Charles Darwin. Para cualquier progresista que se respete destacar los aportes de este personaje  a la comprensión de los orígenes de la especie humana, o simplemente mencionar la existencia de factores hereditarios, constituye prueba irrefutable de ideología fascista. 


La intolerancia con la opinión ajena siempre es asimétrica. Si alguien dijera, por ejemplo, que respeta a la gente creyente, en extremo convencida de una religión, pero que agradece que sus hijos no sean así sino agnósticos o ateos, ninguna persona progre objetaría esa elemental diferencia entre respeto por los demás y preferencias personales. Pero llegue usted a decir que respeta a los gays y simultáneamente se alegra de que su hijo no lo sea para que le caiga con contundencia el calificativo de miserable homófobo que aplaude la violencia contra el colectivo trans. 


Típico de personas progres es hacer creer que lo que a ellas les preocupa es un fenómeno generalizado. Actualmente es evidente en las películas y series de TV la presión LGBT para erradicar el calificativo de atípico. Si uno infiriera de los guiones escritos en los últimos años cuál es la proporción de gays, lesbianas o transexuales en la población llegaría fácilmente a porcentajes de dos dígitos, unas diez veces superiores a los que realmente se observan.  


En esa falacia caen incluso analistas serias. Una de ellas aclara que la selección por la Corte Constitucional para una de sus sentencias de dos casos de mujeres maltratadas de manera similar, con desprecio machista, “indica que la específica forma de violencia de género que retratan podría ser bastante extendida". 


Si existe una muestra bien poco representativa de la población colombiana es precisamente la de los casos escogidos a dedo para sentencia en la sabia instancia jurisprudencial. Lo que refleja ese selectísimo escenario son las inquietudes intelectuales de moda, importadas intactas por las élites constitucionalistas bogotanas en su intensamente bohemia, idealista y progre época estudiantil, cuando compiten endógenamente, con mucho amor, por una pasantía cerca del Olimpo. 



domingo, 14 de marzo de 2021

Falacias y descaro neoizquierdistas

 Publicado en El Espectador, Marzo 18 de 2020

Columna después de los memes



Se puede estar o no de acuerdo con Marx o Lenin, pero es imposible desconocer que el comunismo inspirado en sus teorías fue un verdadero contrincante del sistema capitalista. Su legado, por el contrario, es inocuo.


Algunos marxistas contemporáneos, charlatanes y bufones, ya ni siquiera esbozan alternativas sociales viables. Se limitan a criticar el sistema económico y político del que disfrutan las ventajas, atacándolo con ligereza, descaro, argumentos falaces y bastante intolerancia. 


Un ejemplo reciente y llamativo son las declaraciones de quien fuera ministro estrella del gobierno griego, Yanis Varoufakis, en una entrevista concedida a El País a raíz del lanzamiento de su novela La Otra Realidad, que no será publicada y distribuída por una cooperativa de trabajadores sino por una gran casa editorial capitalista. 


La antigua estrella internacional de las finanzas anota que en la Unión Europea, “hay tanta democracia como oxígeno en la Luna, cero”. La afirmación es tan ridícula que él mismo se encarga de desvirtuarla en la misma entrevista. “Yo soy demócrata y liberal, soy marxista libertario y si estuviera en China estaría encarcelado, seamos claros en esto, es un régimen muy autoritario y cada vez más”.


El descarado político farandulero habla con orgullo de su incoherencia, con un toque seductor, comparándose con su héroe intelectual. “Cumplo 60 años, sigo siendo marxista… Siempre me he definido como marxista libertario, raro, inconsistente, en el sentido de que estoy en desacuerdo conmigo mismo, como Marx”. 


Una vez anunciada esa caprichosa faceta Yanis puede, por supuesto, decir lo que se le antoje. “Cuando entras en Facebook o Amazon sales del capitalismo. Entras en una empresa que está más cerca de la Unión Soviética: hay una estética, un politburó, una ideología. Hay una KGB en Google: muy amable, muy agradable, pero hay una política sobre qué puedes decir y qué no”


El flamante exministro de economía, alguna vez fue definido por un diario alemán como “el hijo perdido de Zeus con un corazón de piedra”. Ya sin  responsabilidades, puede darse el lujo de una fanfarronada para mercadear su libro. Pero por la época que proponía políticas para superar la crisis del euro, o mientras trabajó como Research Fellow en la Universidad de Cambdrige o cuando defendía su tesis doctoral  no se hubiese arriesgado a tamaño desliz. Consuela saber que alguna vez tuvo un mínimo de congruencia. 


No siempre existen filtros para la irresponsabilidad. Hace poco conocí una socióloga, profesora titular en el por muchos años mullido mundo universitario venelozano, que se enorgullecía de ser sofista, y criticar lo que fuera sin molestarse en proponer soluciones: “mi función es ser diletante, atacar siempre al establecimiento, no servirle de caja de resonancia”. Lamentablemente, con Maduro tuvo que escaparse de un sistema mucho peor del que lamentó toda su vida y ahora echa de menos.  


Con argumentos falaces es más divertido aprender imaginativas soluciones que limitarse al disco rayado de las críticas. Después de quejarse porque los medios colombianos no saben dar cubrimiento adecuado a las marchas feministas, una locuaz militante, que no deja de sorprender por su ecuanimidad, la originalidad de sus observaciones, las propuestas siempre sensatas y factibles, lanzó una brillante idea: que quienes cubran esos eventos “sean periodistas mujeres, esto incluye camarógrafas".  Semejante genialidad se quedaría corta limitándola al entorno femenino activista. Bien podría extenderse a cualquier colectivo: indígenas, afrodescendientes, LGBT, sindicalistas, docentes, estudiantes, futbolistas, etc... Cada grupo con periodistas de bolsillo que nunca lo critiquen. Difícil imaginar un esquema más expedito para promover democracia, libertad e igualdad de oportunidades para todas y todos. 


Una muestra inconfundible de intolerancia, común en las toldas progresistas, es la furia con quienes discrepan en algún tema debatible y con algún dilema serio. Héctor Abad cuenta el estupor que le produjo un grupo de encapuchadas que en el centro de Bogotá rompían las vidrieras de una iglesia y trataban de prenderle fuego. ¿La razón del ataque? “Son violadores que se oponen al aborto”. Quienes critican que se normalice la violencia contra las mujeres no tienen reparo en agredir, con la peregrina disculpa de que siendo por su buena causa eso no importa. 


Otra característica estándar del fanatismo progre es el ideario global, que no se puede desmembrar sino aceptarlo como un todo. Ser feminista implica anticlericalismo, condena al capitalismo y al sistema heteropatriarcal. Es una herejía diferenciar a las cis mujeres de las trans o mencionar enredos diferentes de la homosexualidad masculina y la femenina.  Una (ex) feminista colombiana muy sensata alcanzó a plantear que la coherencia en la defensa de los derechos de las mujeres exigía ser vegana y preocuparse por las hembras de cualquier especie. 


En últimas, tal vez haya que celebrar la franqueza de Varoufakis quien por lo menos reconoce sus raíces marxistas. Abunda la militancia inculta y despistada que ni siquiera es consciente de esa influencia. 




https://elpais.com/ideas/2021-03-12/yanis-varoufakis-en-la-ue-hay-tanta-democracia-como-oxigeno-en-la-luna-cero.html

https://www.elespectador.com/opinion/quemar-iglesias/

https://www.elespectador.com/opinion/que-los-medios-aprendan-a-cubrir-marchas-feministas/



domingo, 7 de marzo de 2021

Del LGBT al LGB

Publicado en El Espectador, Marzo  11 de 2020

Columna después de los memes



En forma independiente del derecho a que cada persona manifieste sus preferencias sexuales, la fábula de que el sexo biológico no existe parece llegar a su fin. 


Hace poco más de un año dos británicas irrumpieron en Capitol Hill, Washington, para sabotear la charla de Sarah McBride, mujer trans representante de una campaña por los Derechos Humanos. La acusaron de “odiar a las lesbianas” y de promover “que haya hombres que abusen de mujeres en las cárceles”.


Según las indignadas, como la “ideología” trans había sido importada al Reino Unido desde EEUU, para detener el “borrador femenino”, tenían que llegar hasta su origen.


En norteamérica, como en muchos países, los opositores más visibles a los derechos trans son grupos religiosos y de extrema derecha. En Inglaterra la oposición ya está entroncada dentro del movimiento feminista que simplemente se hartó de las pretensiones absurdas de la teoría de género, una denominación engañosa con la que se atrincheran en redes sociales intolerantes que estigmatizan y lichan virtualmente a cualquiera que en el pantanoso terreno de los derechos sexuales y reproductivos simplemente se atreva a recordar perogrulladas. 


Una víctima reciente de estas hordas fanáticas de la charlatanería de género fue J. K. Rowling, célebre autora de la saga Harry Potter quien en su tuiter reaccionó a un titular de Devex -“Crear un mundo post-covid más igualitario para las personas que tienen la regla”- anotando que “estoy segura de que existe una palabra para esas personas. Ayúdenme. ¿Wumbe? ¿Wimpund? ¿Woomud?” sin usar el término woman. 


Mientras que el artículo de Devex utilizó una expresión inclusiva para no ofender a las personas “no-binarias”, J.K. Rowling se burló excluyendo a los hombres trans que supuestamente menstrúan. 


Acusada de transfobia, la hereje se defendió reafirmando su profundo respeto por la comunidad trans pero anotando que no se puede cuestionar la existencia de los determinantes biológicos.  “Si el sexo no existe, la realidad que viven las mujeres en el mundo queda borrada. Conozco y quiero mucho a algunas personas trans pero silenciar el concepto de sexo impide que mucha gente hable de sus vidas. Eso no es odio sino decir la verdad… si el sexo no existiera entonces no habría nadie atraíado por alguien de su mismo sexo… mi vida ha sido determinada por el hecho de ser mujer, no creo que decir eso refleje odio hacia otras personas”. 


La Gay & Lesbian Alliance Against Difamation reaccionó criticando a Rawling por alinearse con “una ideología que deforma deliberadamente los hechos sobre la identidad de género y las personas trans”.


En España hay un candente debate entre el Partido Socialista y Unidas Podemos alrededor de la llamada Ley Trans cuyo primer artículo establece en el borrador presentado por Irene Montero que “toda persona tiene derecho al reconocimiento de su identidad de género libremente manifestada, sin la necesidad de prueba médica”. A partir de los 16 años cualquiera podrá solicitar la rectificación en su registro civil de la mención relativa al sexo con una simple declaración personal. 


Qué cómodo sería para cualquier sudaca en España decir que no se siente de origen venezolano, colombiano o brasileño sino extremeño o andaluz, como sus tatarabuelos. Así, sin ninguna prueba legal o de registro, podría obtener su pasaporte español. 


En Septiembre de 2019 se creó en el Reino Unido la LGB Alliance, representando a grupos homosexuales y feministas, para oponerse al activismo LGBT. Describen su misión como "afirmar el derecho de lesbianas, bisexuales y hombres gay a definirse como personas atraídas por el mismo sexo". Afirman que este derecho se ve amenazado por la “confusión entre el sexo biológico y la noción de género". Consideran que el activsimo LGBT “socavó los derechos y protecciones de las mujeres basados en el sexo" a través de su política sobre cuestiones transgénero. Endosan las declaraciones de la autora de Harry Potter en el sentido que si con solo manifestarlo cualquiera puede convertirse en mujer, como pretende Unidas Podemos, se están borrando de un plumazo todos los avances logrados en la lucha por la igualdad de los derechos de las mujeres. 


Dos situaciones en extremo chocantes se presentan de manera creciente por esta delirante insistencia en negar la naturaleza biológica de las personas y confundirla con las preferencias sexuales camufladas como identidad de género. La primera  son los abusos cometidos por algunas trans –personas nacidas hombres que declaran ser mujeres- al infiltrarse en entornos femeninos, por ejemplo cárceles, internados, vestidores o baños. La segunda concierne el ámbito deportivo en donde el declive en el desempeño masculino lo compensan algunos vivos pasándose  a la categoría de mujeres, físicamente menos fuertes o veloces.  


Retomando el liderazgo de las sufragistas, las pragmáticas feministas británicas tarde o temprano pondrán en su sitio la cháchara del sexo asignado y el género que se escoge a voluntad.  


https://www.devex.com/news/sponsored/opinion-creating-a-more-equal-post-covid-19-world-for-people-who-menstruate-97312#.XtwLnv0aEeR.twitter


https://www.lavanguardia.com/vida/20210204/6221510/sanchez-respalda-calvo-pugna-podemos-nueva-ley-trans.html


https://www.lavanguardia.com/vida/20210202/6218117/ley-trans-permitira-menores-cambiar-sexo-registro-informe-medico.html


https://www.konbini.com/fr/chaud/j-k-rowling-transphobie-serie-tweets/

lunes, 1 de marzo de 2021

La suscripción a los medios colombianos

 Publicado en El Espectador, Marzo 4 de 2020

Columna después de los memes






La política de cobro en los medios virtuales del país es confusa. Unas columnas de opinión tienen  acceso libre y otras no. ¿Por qué? 


En general, los responsables del diseño para filtrar el contenido son torpes al no permitir que quienes leen el periódico desde del extranjero accedan siempre gratis. ¿Qué lector europeo o norteamericano piensan que pagará una suscripción? El desatino lo cometen a pesar de que cualquier usuario está adecuadamente identificado para que le lleguen propagandas del lugar donde lee. Semana es la prima donna más ingenua del escenario colombiano: ni siquiera ofrece un abrebocas gratuito.


El Tiempo sí trata de persuadir y al cabo de unas pocas lecturas de prueba anuncia con un moderno y destemplado tuteo: “Ya viste los contenidos gratuitos disponibles. Nos encanta que valores EL TIEMPO DIGITAL. Regístrate gratis para disfrutar algunos contenidos adicionales o suscríbete para tener acceso ilimitado”. Ignoran que con el sencillo truco de acceder a su sitio web “de incógnito”, sin dejar trazas, el sistema queda despistado y supone que se trata un lector nuevo. “¡Gracias por visitarnos! Disfruta tu acceso a algunos contenidos gratuitos. Regístrate y tendrás acceso a contenidos adicionales”. En buen romance: si podemos darle tu correo electrónico a los publicistas que te llenan de basura te trataremos un poquito mejor. 


Una columna dominguera de Tatiana Acevedo en El Espectador salió adornada con el candado negro y el antipático mensaje ¡suscríbete!. Catalina Ruiz-Navarro no. Las Igualadas, en formato video, tampoco, a pesar de que sus disertaciones son profundas y aparentemente taquilleras como “Condón femenino: ¿Cómo se usa? ¿Cuánto vale? Ventajas y desventajas”. La alta demanda por contenidos picantes parece evidente. También con inscripción previa, El Tiempo ofrece desde 2018 “Degeneradas”, un insólito podcast de mujeres que ya ni siquiera es opinión sino coaching para la liberación femenina. El último ejemplo: “Mujeres, ¿cómo tomar las riendas de nuestra sexualidad?”. 


El criterio para el pago por ver es de alta sofisticación microeconómica: se renuncia a cobrarle a la juventud que abunda en redes sociales para hacerle pagar únicamente al público menos masivo que busca seriedad, buen análisis sobre la realidad colombiana y no se conforma con la repetición de lugares comunes promovidos por el activismo internacional.


Algo verdaderamente insólito del control de acceso a las páginas de opinión es que no  las actualizan cuando pasan a engrosar la colección de “periódicos de ayer”, eliminando de un plumazo la posibilidad de que el medio en cuestión cumpla una de sus principales funciones sociales: servir de archivo histórico de los hechos o las opiniones de determinada época. Esa miopía la lidera desde hace años El Malpensante, que también es Malpagante. Por unos años fui columnista y era imposble, sin ser suscriptor, releer algo que ya había sido publicado. Obviamente, dejé de citar esa revista en mis escritos posteriores. 


En ese medio, que se ufana de su liderazgo cultural, el espíritu comercial es notorio desde el pantallazo inicial de su portal, donde aparece en una poco discreta banda amarilla: “Elegimos un enfoque diferente. ¿Lo apoyarás? A diferencia de muchas organizaciones de noticias, tomamos la decisión de mantener nuestro periodismo abierto para todos”. Lo gracioso es que la conmovedora invitación está enmarcada con un signo $, un botón “quiero apoyar “ y, como cualquier venta de productos o baratijas en línea, un “¡carrito de compras!”. 


Si sobre los criterios para restringir solo algunas columnas de opinión se pueden aventurar conjeturas, las razones para que unos artículos informativos tengan candado son imposibles de dilucidar. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que la nota  “Así es el primer catálogo mundial de ecosistemas” tenga acceso restringido pero “El oscuro entramado del Barcelona en redes sociales” sea de acceso gratuito? 


Lo que sí es innegable, y da vergüenza, es que la calidad de algunos contenidos ha descendido a niveles jamás imaginados. Para la muestra un botón: “Degeneradas habló con Camila Barrera Salcedo, Diplomada en terapia corporal de la Universidad del Sur de California, USA; Doula certificada por el método Dolphin Doula en el 2010, partera experiencial desde 2009 y certificada por Dar a Luz Latinoamérica. Estudiosa de la sexualidad, la fisiología y la anatomía femenina. Terapeuta de respiración holotrópica desde hace 12 años y de fertilidad hace 10. Indaga en lo profundo del inconsciente para encontrar por medio del cuerpo físico los bloqueos que no permiten la evolución y la transformación del individuo generándole enfermedad”.


Difícil imaginar que la persona que escribió semejantes párrafos haya pasado siquiera un día por una facultad de comunicaciones. Buscar atraer suscripciones con ese grado de ramplonería es una pretensión tan absurda como sería un plan de mercadeo de una cadena de TV por cable para cobrar por emitir temporadas en blanco y negro de Animalandia o Cita con Pacheco.