domingo, 24 de noviembre de 2019

El paro 21N, Petro y Duque

Publicado en El Espectador, Noviembre 28 de 2019
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Las marchas y cacerolazos, más largos y pacíficos que la revuelta con represión anunciadas, hicieron que Gustavo Petro pelara de nuevo el cobre. Resurgió un aporte de la victoria electoral de Duque: evitar la presidencia de ese siniestro personaje. 

Con febriles trinos durante y después del paro, sin tapujos, el líder de la Resistencia desnudó su bestia política, metió miedo y promovió el horror. Hizo exactamente aquello de lo que acusa al gobierno. Por fortuna otro prolífico twitter estaba fuera de circulación. 

La gran especialidad petrista, aprendida en el M-19, es maquillar sus excesos y justificarlos con intenciones grandiosas, invocar objetivos superiores para enmarcar yerros. Él y sus mentores recurrieron a balas y guerra con menores por la paz, tomaron decisiones monolíticas y autoritarias por la democracia, secuestraron y robaron por la justicia social. Petro reitera que nada tuvo que ver con los crímenes de su grupo guerrillero.  Aunque fuera cierto ese oasis, la vocación por las vías de hecho en detrimento de las legales permanece latente así se maquille. El apego a la ley y el respeto por las instituciones se aprenden temprano, durante la adolescencia: no es fácil enderezar desafueros juveniles entusiastas. Sobre todo si siguen siendo percibidos como sacrificios heroicos. 

Cuando en medio de protestas populares multitudinarias y difusas como las del 21N unas masas indignadas le permiten a alguien con “vocación de poder poco usual en la izquierda” vislumbrar una remota posibilidad de subvertir el orden, cae la máscara de político demócrata y aparece el verdadero animal fogoso, incontenible, sin cortapisas. El visionario que se siente moralmente superior, iluminado, visceralmente convencido de su verdadera misión, siempre estará dispuesto a redimir como sea al pueblo oprimido. 

Petro supone sin sonrojo que los ríos de gente protestando en distintas ciudades, que “no son borregos, ni se educaron en doctrinas del Fuhrer”, son seguidores suyos. Califica de dictatorial el toque de queda de Peñalosa, medida que él mismo tomó en el paro agrario de 2013. Asusta con fascismo, neonazis y pogroms racistas contra venezolanos. Acusa al gobierno de enviar delincuentes a los barrios, invita a las comunidades de vecinos a autodefenderse para luego pedir calma. Lo fascinan las multitudes que para él son la seguridad contra atropellos oficiales. Las víctimas incluyen niños por quienes pide que el gobierno no “les tire bombas, los despedace, los acalle cuando protestan contra la violencia feroz”. Para enfrentar tales monstruos evoca a los partisanos italianos que cantaban “Bella Ciao” contra Mussolini. No deja de proclamarse mártir al que quieren apresar, hacerle fraude electoral y silenciar, lo que no le impide hacer show con Juanpis.  

En toldas ajenas al petrismo, las críticas a Iván Duque se diluyen. Sin poderlo acusar de asesino, ni siquiera de corrupto, con crecientes indicios de que Uribe no lo controla, ahora afirman que quien lo quiere tumbar es su titiritero. Ignorando la tradición de gobernantes ineptos, le reprochan no reconocer sus limitaciones para el cargo. Petro y sus desprestigiados colegas congresistas podrían emprender reformas para paliar el descontento pero se lavan las manos como si el único poder fuera el ejecutivo. Locuaces opositores que viven del erario ni se preguntan quién pagará los platos rotos del cese de actividades. Leí una recomendación sensata para Duque: aprovechar la ocasión para, efectivamente, alejarse de Uribe.   

Evaluar el impacto del 21N requiere cierta perspectiva para hacer explícito lo que “pudo haber sido y no fue”. Paralelamente, calificar la administración Duque exige referirse a la alternativa de gobierno que evitó. Cuando alguien se cura de un cáncer, que la convalecencia la pase en una paradisíaca isla del Pacífico o en la casa de la suegra es absolutamente irrelevante: por meses, años, lo que realmente importa es haber superado una enfermedad terrible, dolorosa y tal vez letal. 

Con esa lógica del desastre evitado, es injusto vilipendiar e irrespetar a alguien cuya elección impidió que un iluminado con ínfulas de prócer bolivariano realizara su eterno sueño de dirigir a su antojo los destinos del país. Su impaciencia redentora le está pasando factura: no es gratuita la derrota electoral en las regionales pasadas del incendiario líder, cada vez más ignorado por la élite intelectual que irresponsablemente endosó su demagogia y mitomanía de encarnizado antiuribista y charlatán económico. 

El formateo mental de Duque, reforzado en la burocracia internacional, le impedirá desafiar descaradamente la ley como varios de sus antecesores, el mismo Petro o cualquier caudillo del vecindario. A mediano plazo, lo que haga o deje de hacer es menos importante que haber eludido la catástrofe petrista. En un continente convulsionado no es despreciable la tranquilidad de un gobierno que respetará el veredicto de las urnas y entregará el poder. Después vendrán tiempos mejores, o peores. Ojalá sin mesías enardecidos por derrotas electorales ni patriarcas otoñales aversos al retiro.  




REFERENCIAS

Ayala Osorio, Germán (2019). ”Lo que sigue tras el #21N”. LaOrejaRoja, Nov 22

Bejarano, Ramiro (2019). “Peor si no entendieron”. El Espectador, Nov 24

De la Calle, Humberto (2019). “Por un nuevo pacto social”. El EspectadorNov 24

Gómez Buendía, Hernando (2019). “El raro paro del 21”. El EspectadorNov 24

López, Mario (2007). ¡Vamos a superar el horror! Petro y la nueva izquierda. Bogotá: Quintero Editores, Oveja Negra

Maya, Maureén y Petro Gustavo (2006). Prohibido Olvidar. Dos miradas sobre la toma del Palacio de Justicia. Bogotá: CEPC


S(2013). "Toque de queda en Ciudad Bolívar". Semana.com, Ago 28 



jueves, 21 de noviembre de 2019

Clima, egoísmo y acción colectiva

Publicado en El Espectador, Noviembre 21 de 2019
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El cambio climático ya llegó. La temperatura seguirá subiendo, muy pronto el calentamiento será de 2 ºC, el doble del actual, y todo el mundo se adaptará.

“Sólo la voluntad política y colectiva podrá paliar una crisis climática ya inevitable… el agravamiento dependerá de nosotros… la responsabilidad es completamente nuestra”, afirma David Wallace-Wells, periodista norteamericano autor del libro "Cinco errores sobre el cambio climático". El gran desatino, según él, es la falta de claridad sobre la magnitud y dinámica del problema, una opacidad impuesta por el excesivo poder de políticos y beneficiarios de nuestra indiferencia. 

Difícil compartir esa visión que deforma la esencia del asunto: la impotencia gubernamental para alterar comportamientos individuales con métodos distintos a la persuasión, que no ha funcionado. El periodista, de origen anglosajón e individualista, muestra cierta ingenuidad sobre la mecánica de la acción colectiva que rara vez surge de manera espontánea y normalmente debe ser inducida, incluso impuesta, por leyes o mandatos. Los consensos no se dan silvestres y requieren sólido liderazgo político. El mismo periodista reconoce que “los actos individuales no salvarán el planeta”.

Naciones Unidas estima que para evitar un calentamiento catastrófico habría que disminuir las emisiones de carbono a la mitad de aquí a 2030, lo cual requeriría “una movilización equiparable a la de la II Guerra Mundial a partir de ahora mismo”. La comparación con un costosísimo esfuerzo militar refleja bien la monumental labor de coordinación requerida. 

El mismo día y en el mismo medio de la disgresión sobre armonización automática de conductas de Wallace-Wells apareció un artículo sobre cómo las autoridades chinas limpiaron el aire de Pekín: “a golpe de decreto”. En 2018 la industria de purificadores mostró una caída del 28% por “los cielos notablemente más azules”. Las imágenes del temible invierno de 2013 con máscaras para paliar una contaminación que batió records históricos son cosa del pasado. Esa emergencia ambiental hizo que el gobierno “diera un puñetazo sobre la mesa” y le declarara la guerra a la polución. Llovieron medidas nacionales, provinciales y locales. “Cierres de fábricas, nuevos estándares para los vehículos, draconianos planes invernales para las calefacciones… Todo reforzado con una fuerte subida de multas e inspecciones para asegurar el cumplimiento”. Uno de los principios consagrados en la Constitución Comunista desde 2017 es la “civilización ecológica”. Los resultados saltan a la vista. El último año fue el menos contaminado de épocas recientes.

El constraste con la India, en dónde el problema sigue agravándose, es marcado. La escritora Pallavi Aiyar, corresponsal en Pekín durante 15 años, anota que “el sistema multipardidista, federal y democrático es menos eficaz a la hora de poner en práctica las medidas que el sistema de partido único de China”. Su opinión sobre las dificultades para adoptar ciertas reformas de manera democrática es contundente: “las soluciones no se ajustan a los ciclos electorales y la contaminación no ha empezado a atraer votos”. A pesar del acertado diagnóstico, la misma escritora se enreda en cuanto a las causas: piensa que al no haber estado sometidos a un régimen comunista, “los indios tienen menos conciencia de comunidad que sus vecinos chinos”. Como Wallace-Wells, prioriza la educación y el cambio cultural sobre las prohibiciones con sanciones.  

Un insólito sustituto que progresivamente se implantó para afectar la politica pública son las manifestaciones callejeras. A sus 81 años, Jane Fonda, “actriz de puño en alto” ha sido detenida cuatro veces en un mes por sus arengas contra el cambio climático. Su activismo se inició tras interpretar a una prostituta. Ahí entendió “el feminismo y la urgencia de protestar contra las injusticias sociales”. Marchar con pancartas volvió a estar de moda, ahora contra amenazas variadas y difusas, estigmatizando al Estado, a la política, exigiendo derechos, rechazando obligaciones y diluyendo responsabilidades, nueva variante del egoísmo. 

“Nos ven como una amenaza porque estamos teniendo impacto” afirma la célebre adolescente sueca Greta Thunberg. Con amplia caja de resonancia mediática, la han comparado al “parrhesistaes” que en la antigua Grecia le recordaba la verdad a los poderosos. De hecho, la joven estuvo en la Cumbre de Davos cantándole la tabla a la élite política y económica global. “Alguna gente, algunas compañías, saben exactamente qué valores invaluables han estado sacrificando para continuar haciendo cantidades inimaginables de dinero, y creo que muchos de ustedes están aquí hoy ".

Produce ternura la pretensión de que este discurso tendrá algún impacto sobre multinacionales que han eludido y burlado a las democracias más poderosas del planeta, o sobre los miles de millones de egoístas que diariamente ponen su grano de arena para que la temperatura global siga aumentando. La férrea burocracia china, aún menospreciada por economistas del desarrollo, debió sonreír ante tal idealismo, regodeándose por la facilidad con que sus empresas títeres conquistarán mercados no intervenidos, dizque guiados por una mano invisible. 

REFERENCIAS

Gosálvez, Patricia y Esther Sánchez (2019). “La contaminación aún no atrae votos”. El PaísNov 10

Harris, Chris (2019). “Jane Fonda and Sam Waterston Arrested on Capitol Steps in Climate Change Protest”. People, Oct 18

J.P. (2018) “How China cut its air pollution”. The EconomistJan 25

Laborde, Antonia (2019). “Jane Fonda, actriz de puño en alto”. Ideas, El PaísNov 10

Martínez, Ángel (2019). “Nueva Delhi : vivir en una ciudad en la que se respira veneno”. El PaísNov 10

Morón, Lola (2019). “Cambiar para sobrevivir, la otra gran lección de Greta Thunberg”. El País SemanalNov 10

Rubio, Mauricio (2019). "China incomprendida". El Espectador, Ago 9

Seoane, Andrés (2019). “David Wallace-Wells: Los actos individuales no salvarán el planeta”. El CulturalOctubre 1

Smith, Ali (2019). “They see us as a threat because we’re having an impact”. The GuardianJuly 21

Vidal Liy, Macarena (2019). "En Pekín el aire se limpia a golpe de decreto". El PaísNov 10

Wallace-Wells, David  (2019) "Cinco errores sobre el cambio climático". El PaísNov 10

WEF (2019). “I want you to panic: 16-year-old issues climate warning at Davos”. World Economic Forum, Jan 25

viernes, 8 de noviembre de 2019

Mujeres farianas, de Marquetalia a la Paz

Publicado en El Espectador, Noviembre 14 de 2019
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Inicialmente, en las Farc casi no había guerrilleras. Durante los ochenta aumentaron y rejuvenecieron. Desde el Cagúan se diversificaron tanto que sería un desatino ignorar sus diferencias.

Cuando Jacobo Arenas llegó a Marquetalia en 1964 para informar del ataque a la región, “52 campesinos y dos mujeres” de la autodefensa campesina decidieron evacuar. Según testimonios recogidos por Arturo Álape, “en el grupo móvil éramos 27, incluyendo tres mujeres”. Con tales superávits masculinos, se entiende que rondaran prostitutas. Arenas menciona “mujerzuelas de mala muerte” que creían enviadas por el ejército. Tirofijo habla del desequilibrio por sexos y del peligro de espionaje con los amoríos fugaces. 

En los setenta, con cuadros urbanos, todavía hay poquísimas combatientes. Jaime Bateman, fundador del M-19 y mujeriego empedernido, tuvo que controlarse en las Farc.  Con semejante escasez femenina, “se desesperan los que no tienen compañera”. Por eso las relaciones debían ser monógamas y estables: “no puede permitirse la infidelidad”, predica cual cura acuartelado: sería “facilísimo que un comandante ejerza privilegios sexuales o que una guerrillera que pase de hamaca en hamaca la liquiden”. Las relaciones furtivas con campesinas eran imposibles porque las familias se quejaban de que “las muchachas no podían salir solas”. Bateman no lo cuenta, pero seguramente visitaban burdeles pueblerinos. 

Según datos de la Memoria Histórica, el enganche de menores empezó veinte años después del nacimiento de las Farc. En la visita que Alma Guillermoprieto, periodista mexicana, le hizo a Tirofijo en 1986, la sorprendió su escolta, “conformada básicamente por mujeres jóvenes… los comandantes estaban envejeciendo, (pero) guerrilleros y guerrilleras eran de una juventud asombrosa”. 

Otro quiebre del reclutamiento ocurrió en el Caguán. Las Farc alcanzaron gran prestigio por su poderío económico, un amplio territorio donde se movían a sus anchas sin persecución militar y el plantón al presidente Pastrana al iniciarse los diálogos. Las solicitudes de ingreso crecieron tanto que saltaron los filtros: entraron campesinos, infiltrados y hasta delincuentes. El imán fue poderoso: en San Vicente “niños, niñas y jóvenes solicitan (a distintas autoridades) que intercedan para su ingreso a las FARC”. Con orgullo, Tirofijo proclamaba “tenemos una norma: reclutamos de 15 años en adelante”. 

Según una reinsertada, “cuando llegué a la guerrilla, era indispensable pertenecer a una familia conocida. Pero en el despeje, los reclutadores iban a zonas cocaleras, donde había cientos de raspachines y andaban en moto, con buenas camisas, jeans, lociones… En las discotecas, ya borrachos decían: ¿por qué no ingresan a la guerrilla? Allá tienen de todo, van a vivir muy bien”. Simultáneamente, los burdeles eran visitados por guerrilleras armadas hasta los dientes y ataviadas con muchas joyas que atraían insólitas reclutas para la tropa femenina. 

Entrevistada cuando lanzó en Argentina el libro sobre su cautiverio, Ingrid Betancourt anotó que "en general las guerrilleras ejercieron antes la prostitución, por lo que ven las FARC como un ascenso". Según Luis Eladio Pérez, también secuestrado, “la guerrilla recluta mujeres que han sido prostituidas casi desde niñas, y para ellas ser guerrilleras representa una opción de vida”. Lejos de cultivos de coca, una secuestrada anotó en su diario que de las siete mujeres del frente una había sido prostituta; sospechaba de otra que “tiene su caleta decorada con hebillas, moños, esmaltes, maquillaje y maripositas” y cuya torpeza como combatiente era evidente. 

Eladio Pérez quedó desconcertado cuando lo llevaron al Caquetá para agruparlo con otros rehenes. “La guerrilla mandó muchachas bien chuscotas. No sé si eran guerrilleras o prostitutas pagadas para que entretuvieran el puesto de policía”. Su confusión persistió con el trueque de favores por sexo de las rangueras, “guerrilleras que tienen amores o se asocian con los guerrilleros de cierto rango (que) se pueden dar el lujo de comprarles un detalle”. Así, la mujer que había vendido sexo en zona cocalera antes de ser fariana, que se sentía “superior a las demás”, competía con jóvenes reclutadas vírgenes en regiones campesinas. Esas otras relegadas bien podrían ser Rosas Blancas que luego desertaban. 

Las prepagos de narcos, paramilitares o esmeralderos eran aventuras efímeras, paralelas a la familia. Pero en las Farc una ranguera sexualmente experimentada no sólo obtenía beneficios económicos sino que podía enamorar al comandante y organizarse. Una secuestrada, rehén por varios años, me contó que el comandante del frente donde estaba satisfacía todos los caprichos de la compañera, una ranguera orgullosa de su poder sobre él. Ante tales escenarios, es tentador especular sobre el papel que pudieron jugar algunas farianas en la firma del Acuerdo. 

El ingenuo supuesto habanero de una guerrilla campesina que soñaba volver al terruño se derrumbó con las disidencias. Falta destacar la influencia que tuvo sobre los mandos medios el pujante comercio sexual alrededor de la coca. Tal vez el Nobel de la Paz debió ser compartido con damiselas cuya existencia niegan muchas feministas.


REFERENCIAS

Álape, Arturo (1994). Tirofijo: los sueños y las montañas. Bogotá: Planeta

Arango, Carlos (1984). FARC Veinte Años. De Marquetalia a La Uribe. Bogotá: Ediciones Aurora

Álvarez-Correa Miguel y Julián Aguirre (2002). Guerreros sin sombra. Niños, niñas y jóvenes vinculados al conflicto armado. Bogotá: ICBF, Procuraduría General de la Nación


Arenas, Jacobo (sf). Diario de la Resistencia de Marquetalia. Verisón digital.

Betancourt, Ingrid (2012). No hay silencio que no termine. Bogotá: Punto de Lectura

Castrillón Pulido, G. Y. (2014). 2¿Víctimas o victimarias? El rol de las mujeres en las FARC. Una aproximación desde la teoría de género”. OPERA16, pp. 77-95.

EC (2016) “Guerrilleras de las FARC de Holanda y Francia anhelan aportar a la paz de Colombia”. El Comercio, Sep 20

Guillermoprieto, Alma (2008). Las guerras en Colombia. Bogotá: Aguilar

Lara, Patricia (1982). Siembra vientos y recogerás tempestades. Bogotá: Planeta

Lara, Patricia (2000). Las mujeres en la guerra. Bogotá: Planeta

LN (2019). “Una exguerrillera, la asesora de Paz de Gorky”. La Nación, Nov 8

Londoño, Luz María y Yoana Nieto (2006). Mujeres no contadas. Procesos de desmovilización  y retorno a la vida civil de mujeres excombatientes en Colombia 1990-2003. Medellín: La Carreta Social

López, Andrés y Juan Camilo Ferrand (2009). Las Muñecas del Cartel. Bogotá: Editorial la Oveja Negra

Moreno, Andrés (2008). “Cómo es … el sexo en la guerrilla”. Revista SoHoJulio

Pérez, Luis Eladio y Darío Arizmendi (2008). Siete años secuestrado por las FARC. Aguilar

RVV (2016). “Mujeres Guerrilleras. El Retorno a la vida civil, camuflados y botas por vestidos y tacones”. RealVen Videos, Sep 13

Rodríguez, María Carolina (2008). Diario de mi cautivero. Bogotá: Norma

Rubio, Mauricio (2013). "No llores por Tanja, Colombia. Mujeres en el conflicto armado". Documento de Trabajo, Fundación Ideas para la Paz, FIP, Abril

___________________ (2014) "El sexo en la guerrilla visto desde la barrera". El Espectador, Julio 24

___________________(2018). "Nadia Murad y la Rosa Blanca". El Espectador, Oct 11

Rueda, Zenaida (2009). Confesiones de una guerrillera. Bogotá: Planeta

Salvatierra, Pedro (2001). Confesiones de un secuestrado. Crónicas del Sumapaz. Bogotá: Intermedi


Sergent, Jean Pierre y Bruno Muel (1966). “La Colombie (1966) Guérrilleros du Rio Chiquito”. Documental, Ina. Versión digital 

domingo, 3 de noviembre de 2019

Prepagos forzadas: otro mito por la paz

Publicado en El Espectador, Noviembre 7 de 2019
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Las disidencias en las Farc no son la única secuela del narcotráfico minimizada por el Acuerdo de Paz. La prostitución, cuya magnitud, ubicuidad y dinamismo son evidentes en Colombia, también fue silenciada. 

En cualquier guerra, desde la antigüedad, los ejércitos han estado preocupados por el sexo de la tropa casi tanto como por su alimentación. Han sometido esclavas sexuales pero también han contado con oferta voluntaria de visitadoras o soldaderas. En la mesa de La Habana se edulcoraron curtidos guerreros hasta el punto de desvincularlos del pujante mercado del sexo colombiano, que fue impulsado por distintas mafias, no tanto de traficantes como de solventes demandantes.

El idealismo es insuficiente para explicar ese desatino. Además del activsimo, fue determinante la obsesión santista por la imagen internacional. Autoridades norteamericanas, europeas y sobre todo suecas, empeñadas en que todo el planeta siga su ejemplo y criminalice clientes del sexo pago, jamás hubiesen respaldado diálogos con usuarios tan asiduos de la prostitución como los narcos, indudables inductores al oficio. Un jefe negociador nadaísta tuvo que tragarse un Acuerdo sexualmente hipócrita.  

Con 35% de hombres que reportan haber pagado por sexo, Colombia es lider mundial en prostitución. Es insensato ignorar una actividad utilizada por combatientes de distintos bandos y civiles de todos los estratos, que atrae  turistas y exporta servicios al Caribe, Latinoamérica, Europa, Golfo Pérsico, China, Japón... Ese oficio, con larga tradición en el país, es bien peculiar: no lo manejan rufianes ni chulos sino redes de mujeres independientes, como la Madame cartagenera recientemente detenida. Una élite intelectual cooptada y propensa a cualquier falacia por la paz avaló la fábula que la guerrilla más vieja del mundo permaneció siempre al margen de otra industria colombiana tan asociada al conflicto y tan destacada internacionalmente como la cocaína. La molestia con guionistas de TV que visibilizaron prepagos va en la misma línea de diferenciar a los románticos rebeldes de los narcos. Un iluminado se preguntaba si una serie no “entorpecía, ideológicamente, el proceso de paz que avanza en La Habana”. 

Laura Ardila y Yineth Bedoya, periodistas serias, describieron sin tapujos la prostitución en zonas de conflicto, dándole lecciones de profesionalismo a la historia oficial. En 1992 Florencia, Caquetá, era la “capital favorita de las trabajadoras sexuales”. Por el narcotráfico “no había dios o ley diferente a las Farc”. Mujeres de todo el país atendían comandantes guerrilleros que a veces les pagaban con coca,  el famoso “polvo por polvo”. Cual policías de muchas urbes del mundo, los matones preferían tirar sin pagar. “Los raspachines pagan lo que se les pida y hasta dan regalitos. Con los otros -militares, guerrilleros y paramilitares- es diferente; toca dárselo gratis, y como ellos son la autoridad...” anota Yadira. 

Un bogotano que se sentía “trabajando en el paraíso” alrededor de una base antinarcóticos escribía hace una década desde San José del Guaviare: “los prostíbulos están llenos de muchachitas divinas del Eje Cafetero”. Hay testimonios de jóvenes contratadas para servirle a la guerrilla, incluyendo escorts venezolanas .llevadas desde la frontera a campamentos donde por varias semanas atendían por turnos cortos a la tropa y de noche al comandante. Pagaba la organización, como en las Casas de Consuelo japonesas o en los planes de Pantaleón para sus visitadoras. 

Una etnografía del Grupo de Memoria Histórica sobre el comercio sexual en El Placer, Putumayo, desafía, desde el nombre de la localidad, la visión parcializada del informe final Basta Ya que solo menciona prostitución forzada. Este minucioso trabajo de campo muestra que a veces, incluso en una guerra, puede haber oferta sexual voluntaria. 

En la zona cocalera controlada por la guerrilla, un sitio concurrido era la fuente de soda. “Se vendía licor y se bailaba. Los clientes eran hombres civiles o armados atendidos por mujeres jóvenes. Muchas de ellas llegaron a la zona como raspachines, cocineras o empleadas de servicio en fincas cocaleras o laboratorios… Encontraron en las fuentes de soda lo que necesitaban, trabajando allí como meseras. Para  algunas, este lugar se convirtió en la entrada al mundo de la prostitución”. Según un comandante, era la “universidad” donde las jóvenes aprendían el oficio. “Las peladas comienzan a trabajar en las fuentes de soda, ya empiezan a compartir con los pelados que salían… No eran trabajadoras declaradas, sino más que todo reservadas”.

Para prostitutas establecidas, menos “solapadas” que las meseras, el escenario tampoco concuerda con la esclavitud sexual. “Llevábamos las mujeres allá, iban sesenta o cuarenta... Se armaban carpas, se mataban dos o tres animales y se preparaba la comida ahí. Bailaban, se bañaban y hacían sus necesidades”. En ese ambiente tan festivo era inevitable establecer contactos, incluso reclutar mujeres bonitas, arriesgadas y decididas para la guerrilla. Es eso, precisamente, lo que observaron personas secuestradas mantenidas varios años como rehenes en los campamentos de las Farc. 




REFERENCIAS


Ardila Arrieta, Laura (2008). “Ellas eran prostitutas y vencieron la guerra”. El EspectadorSep 20


Bedoya, Jineth (2002). "Las damiselas del conflicto", El Tiempo, Agosto 26



Gómez Córdoba, Gustavo (2008). “Trabajando en el paraíso”, El EspectadorAgosto 6



Rubio, Mauricio (2013). "El interpretador, la izquierda y el juicio al guionista". El EspectadorNov 28

_______________ (2014). "Entre mamagallistas, trascendentales y condescendientes". El EspectadorNov 6

_______________ (2016). "Las prepago de las Farc". El EspectadorAbril 21

_______________(2018). "Visitadoras prehispánicas". El EspectadorNov 18

Ramírez, María Clemencia (2012) Coord. El Placer. Mujeres, coca y guerra en el Bajo Putumayo. Informe del Centro de Memoria Histórica. Versión Digital