lunes, 30 de noviembre de 2020

Racismo, misoginia y otras taras

 Publicado en El Espectador, Diciembre 3 de 2020

Columna después de los memes





“¿Por qué hemos querido ser tan ciegos?” se pregunta en una implacable columna Alma Guillermoprieto. Con agudeza resume el lamentable paso de Donald Trump por la Casa Blanca.


Lo compara con Hugo Chávez quien “también invadía todos los rincones del pensamiento de los venezolanos”. Anota que ese payaso, aún con célebres admiradores en Colombia, solo lo pudo silenciar la muerte. Según ella, el talante totalitario de ambos residía en creer que las instituciones democráticas “se pueden tumbar a patadas”. 


Recuerda el infame asesinato de George Floyd en Minneápolis por un policía y se indigna de que este hombre haya pagado meses de cárcel por un gramo de cocaína mientras financistas adictos de Wall Street quedan tranquilos. La sorprende que electores norteamericanos no vieran las protestas de Black Lives Matter sino las vitrinas rotas y los saqueos. Concluye que “es el racismo el que generó el monstruo” y evoca el desastre de la esclavitud. 


Todo lo que dice es cierto, pero la renombrada periodista sugiere que el policía asesinó a Floyd por ser blanco, no negro. Queda implícito que un uniformado afrodescendiente habría mostrado mayor compasión por alguien de su color. ¿No es eso racismo puro? Para ir más allá de Trump y sus prejuicios, hay que indagar un mínimo por las razones que llevaron a ese policía específico a mostrar semejante crueldad con un ciudadano. No todos los policías blancos matan negros: es inaceptable y falaz acudir a la tez para explicar comportamientos. La indignación que causó esa muerte no ha debido depender del color de piel de la víctima. Black lives matter no contribuye a superar la tara racista. Los DDHH son universales, All lives matter. 


También es racismo silenciar población blanca, supuestamente privilegiada, que sufre desgracias. Anne Case, profesora emérita de Princeton destaca la ola de suicidios y muertes por sobredosis entre los blancos sin estudios. Por su sostenido aumento desde hace dos décadas, su tasa de mortalidad contrasta con la de cualquier otro grupo, incluyendo los negros de clase trabajadora.  Los 74 millones de votantes por Trump no pueden volverse una masa informe: son una población en extremo compleja, con mujeres insensibles a las denuncias por acoso contra el presidente e hispanos que debieron oponerse a las nefastas políticas inmigratorias. 


Los progresistas que critican al republicano más odiado del mundo lo comparan con Obama, prueba palpable de que la esclavitud no explica bien la realidad actual. Como él, en EEUU abundan ejemplos de personas negras o de cualquier origen privilegiadas en muchísimos aspectos. 


Por su parte, el buenazo de Obama le dió impulso definitivo a las demandas más delirantes del colectivo LGBT, como hombres colados en campeonatos deportivos femeninos, o baños “género neutrales” impuestos en colegios y universidades o la insufrible manía del lenguaje correcto. Tan arbitrarios e insoportables como Trump son esos activismos que buscan controlar minuciosamente todo lo que decimos y creemos. Rafael Gumucio, escritor chileno radicado en Nueva York, cuya hija estudia en escuela pública, se impacienta cuando ella le dice que ya no se llaman latinos sino latinx. Donde la joven ve un entorno de libertad, él siente “la opresión extraña de ser corregido en mi propia casa porque mi forma de hablar ofende, duele y oprime”. No entiende ese racismo, homofobia y transfobia de “las que soy fatalmente portador" y mucho menos “que se admita la fluidez de las identidades sexuales y no también las de la raza”, o sea el mestizaje que caracteriza casi cualquier sociedad contemporánea.


¿El sexo se elige? Se pregunta con tranquilidad un artículo de El País sobre la posibilidad de que el gobierno socialista español elimine cualquier requisito médico para que quien se considere hombre o mujer lo sea legalmente. El colectivo transexual está eufórico: querer ser mujer bastará para que el Estado lo reconozca. Lunáticos y lunáticas apoyan este exabrupto que tumbará todos los avances alcanzados por el feminismo para que varones que no se “sienten” así aprovechen ciertas ventajas y perjudiquen beneficiarias por ser mujeres: misoginia profunda. 


La gran falla de Alma Guillermoprieto radica en silenciar razones de peso para entender millones de personas saturadas de la manera como ciertos sectores progresistas, acérrimos críticos de Trump, afianzaron retóricas que pisotean la ciencia, corroen la democracia, patean instituciones y se entrometen en todo lo que hacemos, decimos y pensamos. Como hicieron Chávez, Castro, Mao, Franco y muchos dictadores.


Ideologías de estirpe marxista acabaron torpedeando su médula conceptual. “Ya no somos capaces de soportar la complejidad de la historia” afirma un director alemán de cine que ha indagado las heridas mal cicatrizadas causadas por el nazismo en su país. Esa anotación cae como anillo al dedo a las diversas militancias que además de ignorar la ciencia invaden cualquier terreno para sacar adelante su fanatismo, tal como hace ese detestable populista de derecha. 



https://elpais.com/opinion/2020-11-21/ee-uu-y-sus-elecciones-explicados-con-13-anos.html

Case, Anne & Angus Deaton  (2020) Deaths of Despair and the Future of Capitalism. Princeton University Press

https://www.efe.com/efe/usa/sociedad/obama-comprometido-con-derechos-de-las-personas-lgbt-en-dia-contra-homofobia/50000101-2928045

https://elpais.com/sociedad/2020-11-20/el-sexo-se-elige-depende-de-a-quien-pregunte.html

https://elpais.com/opinion/2020-11-13/por-que-hemos-querido-ser-tan-ciegos.html

https://isr.umich.edu/news-events/insights-newsletter/article/obamas-election-reduced-perceptions-of-racism-but-boosted-opposition-to-race-related-policies/

https://www.elespectador.com/opinion/una-puerta-que-se-abre/

https://www.mirror.co.uk/sport/other-sports/cycling/transgender-cyclist-accuses-woman-defeated-20702168


viernes, 20 de noviembre de 2020

Adicción sexual masculina

Publicado en El Espectador, Noviembre 26 de 2020

Columna después de mos memes




Como desprecian la ciencia, las neofeministas jamás entenderán la sexualidad masculina. Insistir en que está totalmente determinada por la cultura patriarcal solo profundizará su confusión con impulsos autoritarios para alterar masculinidades. 

En los años sesenta, Natalia Bekhtereva, neuróloga rusa, estimulaba eléctricamente el tálamo de pacientes con Parkinson. Algunos reportaron experiencias placenteras. Una mujer tuvo un orgasmo y quedó enganchada: “empezó a frecuentar el laboratorio para averiguar por la próxima sesión”.

Años antes Robert Heath en Tulane University lograba efectos similares con corrientazos auto administrados. Un gay con electrodos en el cerebro disfrutó la descarga más de mil veces, hasta “una abrumadora euforia”. Fue desconectado a pesar de sus enérgicas protestas. Algún lunático constitucionalista propondría que la estimulación placentera del cerebro sea un derecho fundamental conexo al libre desarrollo de la personalidad. Pero tales experimentos ahora están prohibidos.Tal vez hasta con animales.

La sexualidad humana es peculiar, pero comparte con otras especies un detonador cerebral del goce. A mediados del siglo pasado se descubrieron en el cerebro unos centros de placer, cuya estimulación es intensamente gratificante. Si un ratón aprende a auto estimularse con una palanca, morirá de hambre, “nadará fosos, saltará vallas, o cruzará rejillas electrificadas para alcanzarla”. Como las drogas, este sexo directo es adictivo. El ratón manipulará su amada palanca hasta quedar exhausto. 

La variante actual del corrientazo es un estímulo visual. Con sólo un computador o celular se puede tener goce sexual. Con la avalancha de porno en Internet, es inevitable pensar en los roedores obsesionados con un mando. Ahora son nubes de hombres que, enviciados con un ratón, estimulan su cerebro de manera más novedosa e intensa que cualquier sultán turco polígamo. La pornoweb es para cualquier macho un séptimo cielo, rico en coreografías y atenciones femeninas. El cerebro sexual masculino es tan sensible a lo visual, y tan obsesionado con la variedad, que se come el cuento de que tiene a su disposición un harem virtual. Las mujeres, sexualmente más sofisticadas y cerebrales, se creen menos semejante idiotez. 

La dinámica de esa adicción es similar a la de las drogas. El estímulo es tan vigoroso que puede deteriorar el cableado entre neuronas y requerir dosis crecientes de excitación. Si a la escalada se suman otras emociones –sorpresa, disgusto, desprecio, miedo, vergüenza- el enganche es más sólido. Por eso las escenas porno son cada vez más duras y estrambóticas.  Algo similar le ocurre a los poderosos mujeriegos que parecen volverse adictos al sexo excéntrico y brusco. 

Para una novela, Tom Wolfe gastó años observando estudiantes en los campus. En un pasaje, uno de ellos llega al dormitorio.

-       ¿Alguien tiene porno? 

-       Arriba hay revistas para una mano

-       Ya desarrollé tolerancia a las revistas, necesito un video

No se sabe de usuarios dispuestos, como los ratones, a sacrificarse por una nueva experiencia. Pero sí de algunos que dejan de responder a los estímulos básicos tradicionales. La moda de hombres jóvenes asexuados podría provenir de un exceso de porno precoz. Si un desnudo con sonido es suficiente al principio, después se aburren con algo tan soft. Paralelamente, pierden interés sexual en sus parejas. La realidad de una mujer sin dotes de gimnasta, cadencia felina o corsetería de lujo puede implicar disfunción eréctil. La adicción al sexo virtual puede llevar a preferencias inimaginables en el ámbito doméstico. Si en la red la última faena fue con una cougar, su hija embarazada y el yerno trans con azotes del mayordomo sado, cualquier polvo tradicional parecerá insípido.

La incidencia del trastorno está lejos de conocerse. Tratar de prohibir ese comportamiento tan privado e íntimo sería no sólo inocuo sino torpe. La canasta de adicciones potenciales es en extremo variada, empieza en el azúcar y el cigarrillo, y sería un despropósito entregarle otro jugoso negocio a las mafias. 

El autocibersexo sofisticado no atrae a las mujeres. Las usuarias de porno de cualquier edad son muchas menos que los hombres y la frigidez por saturación de estímulos virtuales suena a chiste flojo. Ellas también se inician sexualmente cada vez más jóvenes, están conectadas y tienen celular, pero lo utilizan para otros menesteres. Pueden ver lo que les antoje pero les interesa menos. Como las farmaceúticas que no han encontrado el equivalente femenino del Viagra, los productores XXX buscan sin éxito la veta porno que atraiga mujeres. La demanda femenina ni se acerca a la varonil.

Natalia Bekhtereva  siguió siendo una científica respetada hasta su muerte en 2008. Le hubiera sacado plata a muchos hombres vendiéndoles fotos de las sesiones con la paciente enamorada de los electrodos. Nunca debió molestarse en leer las sandeces sexuales propuestas por neofeministas que siguen esperando al nuevo hombre, ese que buscaron soviéticos, chinos o cubanos, pero ahora educándolo con “enfoque de género”. Se quedarán mirando un chispero y tendrán que consolarse entre ellas. 



REFERENCIAS

Doidge, Norman (2007). The Brain that Changes Itself. Penguin Books

Komisaruk, Barry, Carlos Beyer & Beverly Whipple (2006). The Science of Orgasm. Baltimore: The Johns Hopkins Univerity Press

Moan, C.E., & Heath, R.G. “Septal stimulation for the initiation of heterosexual activity in a homosexual male”. Journal of Behavior Therapy and Experimental Psychiatry, 3, 23-30, 1972 citado por http://wireheading.com/robert-heath.html

Rubio, Mauricio (2011). "Sexo sin rodeos, directo al cerebro". La Silla Vacía, Nov 21

Valenstein, Elliot (1973). Brain Control. A critical Examination of Brain Stimulation and Psychosurgery. NY: John Wiley & Sons 

martes, 17 de noviembre de 2020

Infidelidades complejas

 Publicado en El Espectador, Noviembre 19 de 2020

Columna después de los memes

Historia real con nombres cambiados para proteger  identidades 






Martín tiene la gama más amplia de intereses intelectuales que conozco.  Ha acumulado varios de los doctorados disponibles en Bogotá. Con las mujeres le pasa algo parecido: le interesan todas. Y no quiere desprenderse de ninguna de las que se enamora.


Lo dejé de ver unos años y al volverlo a encontrar estaba casado y tenía una hija con Ángela. Además, estaba ennoviado con Liliana. Cada una sabía de la otra y Martín no ocultaba su arreglo: lo hacía público mostrando orgullosamente dos argollas en su anular. Ese doble compromiso nunca le impidió seguir haciendo levantes. 


A Jorge lo conocí por Martín. Él también tiene inquietudes que van desde la etología hasta la filosofía moral, pasando por la inteligencia artificial. El flirteo y el romance eran temas recurrentes de nuestras charlas de almuerzo, adobados con selección sexual de las especies. Lo gracioso era que Martín usaba esas discusiones para legitimar sus impulsos mientras que Jorge les daba un sentido terapéutico. Le permitían prever que cualquier devaneo sería más efímero que su amor por Laura, su novia de varios años. Esas charlas eran un buen contraejemplo al error recurrente que explicar implica siempre justificar. 


A diferencia de Arturo, otro amigo Casanova que trataba de reclutarme para el poliamor, Martín no hacía proselitismo ni con Jorge ni conmigo. Se acomodó a nuestra vocación de fidelidad, aunque ocasionalmente echara sus cuñas: “siempre hay que tener dos mujeres de respaldo. Jamás es bueno ofrecer monogamia que no nos han exigido: eso es ser lambón”.


Hace un par de años Ángela decidió volver a su ciudad natal, para instalarse allá con su hija. Estar lejos de ellas le dio duro a Martín, que siempre fue un padre dedicado. Decidió ir a acompañarlas en las fiestas navideñas. Liliana no debió quedar contenta con esa decisión, mucho menos cuando la estadía se prolongó por todo el mes de enero.


Al volver a Bogotá Martín encontró una insólita sorpresa: Liliana se había ennoviado con Valeria. “Me creía un experto en mujeres, pero jamás en mi vida había aprendido tanto sobre ellas” me confesó angustiado. “Lo único que tengo claro es que no quiero involucrarme con las dos. Fuera de eso, no tengo ni la menor idea qué va a pasar”.


El dilema que enfrentaba Martín no era menor, y así se lo expresó a Valeria en un cruce de correos que tuvieron después de un incidente que rozó los celos, cuando ellas dos planearon un viaje de fin de semana. Para Valeria, la situación tampoco era trivial. “Martín, mi manera de acercarme a Liliana no se desamarra de tí. Llegará el día que tu le pedirás que se aleje de mí y ella por amor a tí y respeto a mí  lo haga”. 


No se sabe qué decir ante una situación tan enredada. Mucho menos esbozar cualquier sugerencia o recomendación para alguno de los personajes envueltos. Antes de que Martín compartiera conmigo ese cruce de correos yo había alcanzado a pensar, recordando alguno de nuestros almuerzos darwinistas con Jorge, en los bonobos y en las particulares alianzas sexuales entre las hembras de esa promiscua especie de primates, que son las que les permiten neutralizar políticamente a los machos, polos opuestos de los dominantes chimpancés. También había imaginado que si hubiera más feministas abiertas a la etología y menos mojigatas, como Camille Paglia, ya habrían diseñado seminarios, talleres y cursos de “sexo y política” inspirados en las bonobos y no en las académicas de sociedades puritanas. Para mí es transparente, pues somos amigos cercanos hace años, que lo único que ha logrado poner a Martín a pensar en serio en la cuestión de la infidelidad es el romance de Liliana con Valeria. Que, además, como lo muestra el civilizado cruce de correos, tuvo la ventaja de no generar situaciones de celos masculinos algo que casi siempre termina con violencia.


Una amiga, cuya aversión a los cuernos parece grabada en las neuronas, no desaprovechó la oportunidad para sacar moraleja de la historia. “Nada más sencillo y factible que el arreglo monogámico tradicional con compromiso de fidelidad. Es la única forma de poder pensar en otras cosas”. Jorge coincidiría y aportaría para sustentar la conclusión varios estudios. Dándole vueltas al asunto, pienso que el paso que dio Liliana al ennoviarse con Valeria fue su manera de tomar una especie de seguro sentimental contra el recurrente coqueteo de Martín. Ante la realidad de un mercado de parejas que, con el tiempo, se reduce para ellas mientras que se amplía para ellos, siempre son útiles algunas medidas preventivas. Sobre todo cuando, crucial evento de la historia, Liliana quedó esperando un hijo de Martín. Tiempo después, me cuenta él, la madre de su segundo retoño “se agotó de su novia... Algunas mujeres son extremadamente cansonas”.

lunes, 9 de noviembre de 2020

Secuelas del feminivirus

 Publicado en El Espectador, Noviembre 12 de 2020

Columna después de los memes






Si el patriarcado controlaba a las mujeres manipulando su sexualidad, por ejemplo obligándolas a ser madres desde jóvenes, académicas puritanas acabaron imponiendo una represión aún mayor. 

Carolina Sanín, escritora, anota que las mujeres “quedan teniendo la edad de ocho años durante el resto de la vida. Trancadas y truncas. (una tarea) es convencer(las) de ser adultas… que la feminidad no es infantilidad… Mientras las mujeres sigan indulgiendo en las maneras de una preadolescencia filial y perpetua, no se presentará ninguna alternativa posible al patriarcado”.

En generaciones anteriores la norma era “virgen hasta el matrimonio”. La recién casada se entregaba enamorada al hombre de su vida. Previamente, para desactivar el deseo sexual asociado a la menarquia, oblicuamente se sugería que esas sensaciones intensas, vergonzosas, eran reflejos pueriles, fiebre de juventud, no el verdadero amor que llegaría incluso después de un matrimonio arreglado. 

Al atávico susto al embarazo, el feminismo mojigato gringo logró sumarle el pánico a la violación, el disgusto, asco, por cualquier avance sexual masculino, el desprecio por la seducción y, en últimas, la prevención y desconfianza para enamorarse porque eso pone a la mujer en manos de machos que engañan, dominan y hacen daño. Del miedo al sexo se pasó a una idealización tal de las relaciones que los hombres comunes provocamos desconfianza, pavor. De cualquier desacuerdo o pelea somos, por principio, culpables de la peor ralea: ¡el violador, maltratador, abusador, explotador, eres tú! 

El discurso tóxico se aprende ahora off campus: lo asimilaron medios, políticos, ONGs, influencers, estrellas de cine, cantantes y público en general. La igualdad se volvió fábula: conductas dañinas consideradas maltrato masculino son aceptadas, aplaudidas, en mujeres. Algunas, conozco varias, más victimarias impunes que víctimas, disfrutan sus prerrogativas de muchos derechos pero sin deberes. Son egocéntricas, caprichosas y quejetas. Nadie las cuestiona: un subliminal y contagioso feminivirus alcanzó inmunidad de rebaño contra el sentido común. 

Por la sensualidad que mostró Ana, mi hija menor, al alimentarse por primera vez del pecho de su madre, con un placentero ronroneo que aún conserva cuando disfruta lo que come, intuí que sería seductora y, además, entendí que esa capacidad era innata, no aprendida. Innumerables anécdotas confirmaron mi pronóstico. El gran desafío al criarla ha sido doble: en contra del postulado ideológico que veta flirteo y seducción como debilidades femeninas, convencerla de que no desaproveche esa habilidad para relacionarse con los hombres pero, también, que estudie seriamente: no debe convertir tal ventaja en la única herramienta para manejar su vida, y mucho menos para ganar dinero. Objetivo tácito ha sido no frustrar ni sabotear la que presentí sería una sexualidad rica y descomplicada. “Ojalá no quede embarazada muy pronto” bromeé con frecuencia mientras ella crecía reafirmando su innata coquetería, haciendo explícita la prioridad de ser madre y repitiendo que cuando llegara un príncipe azul no dudaría en abandonar la casa para irse con él: “así es la vida”, sentenciaba.

Ana se interesó desde muy pequeña por mis inquietudes, lecturas, teorías y conjeturas sobre las parejas. Su darwinismo espontáneo aún es inmune al discurso culturalista que se impuso al extremo de considerar fascista la noción científica de factores hereditarios. Percibió intuitivamente las diferencias de sexualidad y estrategias de emparejamiento no solo entre hombres y mujeres sino entre las mismas chicas. Asimiló la discrepancia básica entre Mafaldas y Susanitas -como ella- pero descubrió que una opción infalible con algunos chicos es “hacerles creer que soy una Mafalda”.

Recientemente  manifiesta su desacuerdo con el discurso correcto. Cuando le advertí que tendrá profesoras asegurándole que la belleza femenina es irrelevante para conquistar chicos reviró incrédula: “¿en serio piensan eso?”. Tampoco podía creer que la Bella Otero sedujera monarcas sin ser muy hermosa. “Ese arte no es tan simple”, le aclaré. 

En materia sexual le recomendé evitar enredos, ser siempre monógama, pero tener varias experiencias secuenciales antes de embarcarse en una relación de largo plazo con hijos. Le expliqué que por ser de otra época jamás me atrevería a sugerirle una edad para acostarse por primera vez. Sobre ese inicio habla con su hermana mayor. Ante las incómodas y arriesgadas experiencias de algunas amigas, hace poco anunció: “todavía no sé cuándo tendré sexo; pero será en una cama y con preservativo”.  

El debate entre feministas francesas y anglosajonas a raíz del #MeToo se replica en la actitud de las adolescentes de ambos orígenes hacia los hombres. Ana y sus amigas no viven obsesionadas con el violador, mucho menos entre sus compañeros de colegio. Saben prevenir abusos, conocen qué calles no frecuentar y tienen conciencia del peligro de mezclar alcohol con sexo. En síntesis, son más frescas y pragmáticas que asustadas e idealistas. Están poco intoxicadas por el neofeminismo sororo y antivaronil que infantiliza a las mujeres más que cuando sólo cuidaban su virginidad. Al sentirse informadas, seguras, libres y responsables de sus actos, tienen menos embarazos precoces. Voilà! 


https://www.guttmacher.org/journals/psrh/2001/11/differences-teenage-pregnancy-rates-among-five-developed-countries-roles#:~:text=Results%3A%20Adolescent%20childbearing%20is%20more,for%20births%20to%20younger%20teenagers.

lunes, 2 de noviembre de 2020

La Bella Otero: seducción y poder (II)

 Publicado en El Espectador, Noviembre 5 de 2020

Columna después de los memes






Después de su romance con la Bella Otero, William Vanderbilt, su último millonario norteamericano, se fue con otras cocottes a París mientras ella dio el salto a la realeza europea. El primer noble en caer fue Alberto de Mónaco, quien le montó apartamento en París para aliviar su impotencia. Lo reemplazó Nicolás de Montenegro sin lograr exclusividad pues tuvo que compartirla con Leopoldo II. Después vinieron el Sha de Persia y el zar Nicolás II. Ya cuarentona, la Bella volvió a España para desflorar a Alfonso XIII, de apenas 19 años quien nunca la olvidó y la hizo su amante oficial años después. Guillermo II de Prusia, Kaiser alemán, fue duro al principio pero aprendió a ser dócil y generoso. 

Arruinado y desconsolado, Ernest Jurgens, el promotor que la descubrió en Marsella, terminó suicidándose. Se calcula que siete hombres más acabaron su vida por ella. Según un biógrafo español, cuando la Otero coincidió en un tren con un cura, hablaron en gallego y al despedirse emocionada ella besó su mano. El prelado recordaría ese momento como el más ardiente de su vida.

El dominio de esta seductora sobre los hombres fue considerable. Logró que le mantuvieron una opulencia babilónica. Les extrajo lo que, literalmente, le dio la real gana. Se calcula que sus ingresos totales sumaron 25 millones de dólares de la época, o sea unos 4.000 millones de hoy. Un príncipe ruso le envió en una ocasión una fortuna con una nota: “arruíname, pero no me dejes”. Esa era su especialidad: conquistarlos, explotarlos y dejarlos. A los cincuenta años, le seguía llegando mensualmente dinero de un benefactor anónimo.

Su poder no era sólo extractivo. A sus enamorados los mantenía a raya. En una ocasión se salió del teatro porque su acompañante miró a otra mujer. “Cuando se tiene el honor de estar con la Bella Otero -le explicó- nadie más existe”. La escena de su cumpleaños número 30, celebrado por cinco monarcas, muestra que logró controlar en sus amantes el instinto masculino más tenaz y violento, los celos. Volvió añicos esa manía varonil de pretender posesión exclusiva de la mujer amada. Ahí estuvieron reunidos varios machos alfa rivales, mansitos, casi como hermanos, tal vez cantándole en coro el happy birthday. No eran adolescentes inexpertos: algunos de ellos fueron legendarios tiranos, crueles y arbitrarios. A Leopoldo II de Bélgica, que asistió a la cumbre, se le considera responsable de la muerte de varios millones de congoleños. Si en esa mujer no hubo capacidad, no sólo de extraer riqueza sino de acumular poder real, efectivo, aplastante, difícil entender qué es o cómo se logra eso. “No nací para ser domesticada”, repetía. En alguna ocasión le dijo a su amiga y protegida Colette que “un hombre se posee no en el momento en el que se le abren las piernas sino cuando se le tuerce la muñeca”.

Felix Mesguich, uno de los primeros directores de cine, cuenta en sus memorias que “estaba rodando, cuando, pronunciada con energía, resonó en mi oreja esta frase: ¡Hey! Ahí abajo, ¡trata de recoger bien el final!”. La Bella Otero, estrella de la película, también dirigía al operador. La escena luego fue considerada una ofensa para la armada rusa y censurada.

¿Cuál era su secreto? Muchos que la vieron, aún de lejos, la recordaron toda la vida. Para los periodistas que la entrevistaron, o los artistas que hicieron su retrato, o los magnates que dilapidaron capitales por tenerla en la cama, la respuesta es simple, pero todavía misteriosa. Maurice Chevalier habría dicho “escriba SEXO con mayúsculas cuando hable de la Otero. Eso emanaba de ella. Me gustaría haberla conocido mejor. Fue la mujer más peligrosa de su tiempo”.

Con sus congéneres fue solidaria. Patrocinó a varias, incluyendo a Colette, y a una colega que entrenó y casó con un lord. Percibía que sus habilidades empoderaban a las mujeres. Al final, le faltó prudencia financiera y la arruinó su debilidad por el juego. Su deficiente educación le pasó factura. Una amistad con una mujer preparada le hubiera permitido a la Bella Otero evitar la quiebra y, tal vez, emprender programas a favor de las mujeres, como han hecho en la historia varias cortesanas. Alguna vez advirtió que si ganaba el jackpot en Montecarlo financiaría una academia de prostitutas. “Habría una gran variedad de cursos, las posibilidades son infinitas”. Aún arruinada, seguía visitando el Casino. Cuando le exigían pagar la cuenta acumulada, lograba que algún levante pasajero la saldara.

De haber nacido un siglo más tarde, tal vez Agustina Otero no hubiese podido llegar más allá de algún refugio para redimir víctimas de la explotación sexual. O sea, de la que fue su verdadera, fructífera y magistral vocación con los hombres más poderosos: manipularlos, someterlos y abandonarlos.

REFERENCIAS

Lewis, Arthur (1968). La Belle Otero. A Biography. New York: Pocket Books

Posadas, Carmen (2002). La Bella Otero. Planeta-De Agostini. (2002)

Prioleau, Betsy (2003). Seductress. Women Who Ravished the World and Their Lost Art of Love. Penguin

 Tournier, Paul (2003). Las cortesanas. Barcelona: Manontropo

http://biografiasiniestras.blogspot.com/2010/05/la-bella-oter0.html

https://www.lavozdegalicia.es/noticia/cultura/2015/04/02/bella-otero-estrella-primera-victima-censura-cine/0003_201504G2P33991.htm

https://www.elidealgallego.com/articulo/coruna/reportaje-mujer-mas-bella-mundo-salio-valga-deslumbrar-paris/20180929210843385621.html

https://www.cibercuba.com/noticias/2019-10-04-u199370-e199370-s27315-bella-otero-bailarina-espanola-inspiro-jose-marti

https://ramonchao.wordpress.com/2011/03/16/la-bella-otero-el-manuscrito-encontrado/

https://www.elcorreogallego.es/hemeroteca/mujer-bella-mundo-AFCG320918