lunes, 21 de febrero de 2022

Militares, estudiantes y violencia política

 Publicado en El Espectador, Febrero 24 de2022

El discurso sobre la violencia política en Colombia se consolidó con varias imprecisiones. Una bien burda es que surgió de la lucha campesina por la tierra y que sus principales protagonistas fueron las FARC, supuesta guerrilla precursora tras la confrontación partidista de los años cincuenta. 


Otra inexactitud es que la violencia fue reactiva, una respuesta tras los ataques de las fuerzas militares.  En la Batalla por la Paz, Juan Manuel Santos, artífice del acuerdo con la principal guerrilla rural, anota que “en mayo de 1964 el Ejército lanzó una operación para acabar con el reducto revolucionario en Marquetalia, pero el tiro les salió por la culata. A pesar de su inferioridad numérica, Marulanda y la mayoría de sus hombres lograron escapar al cerco militar. A las pocas semanas, redactaron su Programa Agrario y constituyeron el Bloque Sur, con lo que nació la primera guerrilla revolucionaria de Colombia… En 1966, dicho grupo se constituyó oficialmente como las Fuerzas Armadas Revolucionarios de Colombia, Farc, si bien siempre ubicaron su nacimiento en la fallida operación de Marqetalia”. Fuera del destemplado guiño destacando la astucia de estos héroes perseguidos, lo más lamentable de esta afirmación del nobel es su falsedad. 


Antes, justo tras la llegada de Fidel Castro al poder en Cuba, varios miembros de las juventudes del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) liderado por Alfonso López Michelsen -oligarca bogotano familiar de presidente, como Santos- junto con jóvenes pro-soviéticos del Partido Comunista y futuros maoístas del Movimiento Obrero Estudiantil y Campesino (MOEC) hicieron parte de los muchos universitarios “becados del Gobierno cubano a principios de los años sesenta para estudiar lo básico del comunismo y la revolución”. 


La violencia ejercida por estos insurgentes urbanos estaba lejos de ser inocua y defensiva. Miembros del MOEC acompañaron al médico Tulio Bayer en sus aventuras guerrilleras por la selva. El líder fundador del MOEC, Antonio Larrota, habría sido asesinado en Tacueyó, Valle del Cauca, por sus propios compañeros. El atentado terrorista más sanguinario ocurrió en la Nochebuena de 1961 al estallar una bomba en la sede del Batallón Palacé, Buga, mientras las familias de los militares asistían a un espectáculo de fuegos artificiales. “El ataque causó la muerte de 10 militares y 35 civiles, incluyendo varios niños, y heridas a ciento ocho personas”. El presunto autor del asesinato masivo, Gustavo Nest Barrabás, provenía de una familia comunista. Madre polaca y padre alemán que había infiltrado el batallón como talabartero. Según fuentes militares, en su casa fueron encontrados documentos que lo vinculaban con el MOEC. 



Así, tres años antes del bombardeo del ejército a Marquetalia, que según la intelectualidad capitalina marcó el inicio de la lucha armada campesina por la tierra, el régimen comunista cubano ya había adiestrado en la isla un número considerable de estudiantes universitarios, pertenecientes a la élite del país, en la confrontación bélica con tácticas terroristas dirigidas principalmente contra el ejército sin molestarse por los daños colaterales entre víctimas civiles inocentes, incluso menores de edad, como ocurrió en el ataque al Batallón de Buga. La guerra sucia temprana hizo que el Che Guevara quisiera empezar la revolución latinoamericana en Colombia antes que en Bolivia. 


Además de acciones militares para enfrentar a la guerrilla -campesina, obrera o estudiantil- y a los bandoleros de la violencia partidista, las Fuerzas Armadas consideraron necesario emprender acciones cívicas para “prevenir la formación de nuevos focos o núcleos de antisociales, a fin de obtener y mantener un estado de paz y tranquilidad”.  Los uniformados consideraban que la violencia estaba alimentada por “la creciente tasa de desempleo que se derivaba de la migración forzada de la gente del campo hacia las ciudades, obligándose, por necesidad, a recurrir al pillaje o al robo para poder sobrevivir junto con sus familias… el bajo nivel cultural ligado a las altas tasas de analfabetismo; por la dificultad que los jóvenes tenían para formarse profesionalmente dado el alto costo de la educación”. 



Paradójicamente, mientras los militares argumentaban que la violencia surgía por la falta de oportunidades educativas, quienes sí las tenían, algunos privilegiados y burgueses con formación universitaria, empuñaban las armas o ponían explosivos a nombre del pueblo para tomarse el poder aupados por barbudos también de la élite urbana que pretendieron erradicar a bala la miseria campesina de todo un continente. 


Era el preámbulo, muchísimo más sanguinario, del Mayo 68 francés, que terminó lánguidamente  ese mismo año al llegar el verano. Mientras los proletarios oprimidos “en vez de revolución preferían un plato de lentejas capitalistas… los estudiantes se fueron de vacaciones pero con las maletas cargadas de inquina generacional”. En América Latina, desde entonces, académicos e intelectuales que critican y detestan el sistema lo disfrutan cómodamente mientras campesinos y proletarios votan a la derecha para aumentar sus posibilidades de trabajo y salario. En Colombia, algunos lunáticos aún no condenan la violencia política cuando es à gauche. 


REFERENCIAS


Azcona, José Manuel y Miguel Madueño Álvarez (2021). Terrorismo Sin Límites – Acción Exterior y Relaciones Internacionales de ETA. Comares Historia 


Broderick, Walter J (1977). Camilo Torres. El Cura Guerrillero. Barcelona: Grijalbo


Erriguel, Adriano (2020). Pensar lo que más les duele. Ensayos metapólíticos. Madrid: Homo Legens


Franco Mendoza, Ricardo  (2012) “El Moec 7 de enero, origen de la guerrilla revolucionaria en Colombia”. Tesis de Grado. Bogotá. Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia


Santos, Juan Manuel (2019). La Batalla por la paz. Planeta


Ugarriza, Juan Esteban y Nathalie Pabón Ayala (2018). Militares y Guerrillas. La memoria histórica en Colombia desde los archivos militares, 1958 – 2016. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario 

domingo, 13 de febrero de 2022

El pupilo bogotano del Che Guevara

Publicado en El Espectador, Febrero 17 de 2022

La pazología logró imponer el mito que la guerrilla en Colombia es de origen rural, campesino y defensivo. La realidad es que su germen fue urbano, burgués, estudiantil y camorrista como el famoso médico insurgente argentino. 



En enero de 1959 un apasionado líder estudiantil arengaba a los transeúntes en la Plaza de Bolívar en la capital. Condenaba la “dictadura económica” de Lleras Camargo por decretar un alza del transporte público. Cuando los castristas de la Sierra Maestra continuaban entrando a La Habana, Antonio Larrota, el energúmeno, fundaba el Movimiento Obrero Estudiantil Campesino (MOEC) para encauzar estudiantes “hacia las luchas del proletariado tanto urbano como rural”. Invitaba al pueblo a tomar las armas.


En 1961 Larrota viajó a Cuba de donde importó el foquismo del Che Guevara haciéndole adaptaciones locales, como reclutar bandoleros para convertirlos en revolucionarios. Se le coló Aguililla, conocido matón a órdenes de gamonales políticos y quien según Joe Broderick, acabaría asesinándolo para congraciarse con sus patronos. Habría entregado “en un viejo costal, el cadáver del líder estudiantil”. En Bogotá el movimiento quedó espantado con ese crimen y por mucho tiempo invocó su heroico ejemplo. 


El antecedente del MOEC fue un movimiento de la Universidad Libre con militantes del gaitanismo a los que se unieron estudiantes que contribuyeron a la caída del dictador, como Larrota, quien “se sentía traicionado por el primer gobierno del Frente Nacional ya que una vez derrocado Rojas Pinilla esperaban un nuevo orden constitucional diferente al de 1886”. Se trataba de un líder nato de la nueva clase media bogotana. Estudiante de derecho en la Universidad Nacional, había estado en la URSS donde intentaron atraerlo a la JUCO sin éxito pues él era gaitanista. Su amistad con el sobrino de Rojas Pinilla le permitió contactar al depuesto dictador con quien compartía un rechazo profundo al pacto de Sitges que selló la paz entre liberales y conservadores.  La ocasión se dio con el regreso al país de Rojas para el juicio que le haría el Congreso. La complementariedad fue evidente. “Antonio era un joven fundamentado políticamente, con experiencia agitacional y de probado liderazgo en el sector estudiantil y Rojas, un hombre de Estado, un ex presidente caído en desgracia”. Ambos se oponían al Frente Nacional. 


Gurropín buscaba que durante el juicio en su contra “se desatara algún tipo de reacción popular… con manifestaciones en la calle”. A la oportunidad de ese encuentro se sumaron la victoria castrista en Cuba y el alza en el transporte urbano. 


Al movimiento estudiantil llegaban todo tipo de personas. “Cualquiera se integraba a las tareas agitacionales y ya quedaba matriculado. Por todas partes había grafitis con la sigla MOE….”. Se decía que se trataba de una propaganda de orinales, porque “en cualquier baño público se encontraba una alusión al movimiento…. El ambiente era efervescente entre los jóvenes que cada día engrosaban las filas” atraídos por los enfrentamientos con la policía. El desorden “era un elemento emotivo que los estimulaba cada día para apasionados discursos e incendiarias arengas”.


Según El Tiempo, en marzo hubo “bochornosos desórdenes en la capital” con “destrucción de automóviles y buses y rotura de numerosas vitrinas… no menos de sesenta vehículos fueron inmovilizados”. Latorre y otros líderes estudiantiles pasaron entonces a la clandestinidad. “Empezamos a pensar que esta vaina tenía que terminar como tenía que ser, Revolución Social. Había que tomarse el poder”. Así, optaron “por la acción clandestina cambiando sus nombres por alias, reuniéndose en secreto para darse una estructura orgánica que les permitiera convertirse en una organización político militar capaz de dar inicio a una insurrección popular armada”.


Los líderes estudiantiles decidieron reclutar “a antiguos combatientes y jefes de las guerrillas liberales del 50 para reeducarlos políticamente… algunos de ellos eran campesinos elementales, más motivados por pasiones básicas como el odio y el deseo de venganza que por idearios políticos o alguna sensibilidad social”. También acogieron  “ex militantes comunistas desencantados con la actitud revisionista y pacifista del Partido Comunista Colombiano (PCC)”. 


Entre 1959 y 1962 el MOEC representó la revolución cubana en Colombia, principalmente a través de alguien muy apreciado por el Che Guevara: Larrota. En un viaje que hizo a Cuba acompañado por Raúl Alameda, proveniente del PCC, los dos rebeldes se enfrentaron. El Che, apoyado por Larrota, no quería ir a Bolivia sino a Colombia que “había tenido grupos armados y tenía una tradición de lucha armada”. Alameda se opuso: era prioritario apoyar las labores preparatorias para la insurrección. Alameda terminó peleado con el célebre argentino que quería empezar la revolución latinoamericana en Tacueyó pero que desistió por el desacuerdo irreconciliable entre los dos revolucionarios y se fue para Bolivia. 



A pesar de la oposición de los comunistas, Larrota terminó internándose en las montañas de Colombia. Moriría asesinado por fuego amigo en circunstancias confusas. Después vendría Tirofijo apoyado por la intelectualidad urbana. 


REFERENCIAS


Azcona, José Manuel y Miguel Madueño Álvarez (2021). Terrorismo Sin Límites – Acción Exterior y Relaciones Internacionales de ETA. Comares Historia 


Broderick, Walter J (1977). Camilo Torres. El Cura Guerrillero. Barcelona: Grijalbo


Franco Mendoza, Ricardo  (2012) “El Moec 7 de enero, origen de la guerrilla revolucionaria en Colombia”. Tesis de Grado. Bogotá. Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Historia


Santos, Juan Manuel (2019). La Batalla por la paz. Planeta


Ugarriza, Juan Esteban y Nathalie Pabón Ayala (2018). Militares y Guerrillas. La memoria histórica en Colombia desde los archivos militares, 1958 – 2016. Bogotá: Editorial Universidad del Rosario 

domingo, 6 de febrero de 2022

Niñas en el vestidor masculino

Publicado en El Espectador, Febrero 10 de 2022 


Frecuento una piscina en la que algunos padres entran al vestidor masculino con hijas menores de edad aunque allí siempre haya hombres desnudos, desde verdaderos adonis hasta grotescos barrigones. 


La escena que más me ha impactado fue la mirada morbosa de un viejo verde a una niña en bragas. Aclaro que siempre fui pudoroso y desde el colegio era reacio a desnudarme delante de mis compañeros después de gimnasia. En casa, con mis hijos, la máxima exposición fue andar como Tarzán por la selva.  Pero este asunto supera consideraciones de mojigatería: ¿no es incoherente con el discurso de la generalidad del abuso contra menores la exposición a  la desnudez de varones totalmente extraños? 



Consulté a una amiga terapeuta de jóvenes. También hablé con una psicóloga infantil. Ambas estuvieron de acuerdo en que escribiera una carta a la administración de la piscina señalando que me sentía incómodo compartiendo el vestidor con niñas pequeñas. 


Otra amiga inglesa, abogada y feminista ponderada, me habló de la política del gimnasio al que ella iba en Londres. “Nadie mayor de 8 años debía estar en los vestidores del otro sexo. Siempre pensé que era un límite un poco alto”. Inicialmente, me contó sus impresiones desprevenidas sobre esas experiencias, sugiriendo diferencias importantes por género. “Me avergonzaba la mirada de algunos niños de 7 años que obviamente estaban disfrutando tener mujeres desnudas a la vista. Con una niña pequeña y hombres desnudos, es probable que algunos de ellos sean los que estén disfrutando ver a la niña”. 


Con su lógica legal me recomendó averiguar las restricciones en la piscina. Consciente de meterme en terrenos pantanosos -como la edad razonable para que una menor vea cuerpos de machos desnudos- le dije que era precisamente ese límite arbitrario lo que me suscitaba interrogantes. Me atreví a especular que entre menor sea una niña, menos debe estar expuesta a la desnudez masculina de extraños. 


Le recordé el caso de Wolinski, el caricaturista francés de Charlie Hebdo que se especializó, obsesivamente, en desnudos femeninos. Cuando en una entrevista le preguntaron de dónde venía esa fijación contó que haber estado a los nueve años en un hammam lleno de féminas sin ropas fue definitivo. Le envié el link a una columna en la que criticaba a Maryse, su segunda esposa, a quien Wolinski había conocido en medio de bacanales, por haberse transformado luego en feminista recalcitrante que no soportaba la cosificación que hacía su antiguo amor de las mujeres. 



La mezcla de burla y reproche a la fanática ex del admirador de la belleza femenina convertido en misógino debió despertar en mi amiga cierta solidaridad pues sus comentarios se alinearon al discurso correcto para familias diversas.  “Muchas personas son solteras o divorciadas que tienen que cuidar solas a sus hijos”. Al observarle que eso es importante pero garantizando no causarle daño a menores subió un poco el tono. “Siempre pudiste darte el lujo de una esposa que llevara las niñas a la piscina. Injusto decirle a un padre divorciado que no vaya con su hija a nadar”. 


Por haber especulado que, como pregona el activismo, presenciar una escena chocante en edad temprana puede causar daño o trauma duradero, el ataque ya fue directo. “Un amigo en Londres tenía trastorno bipolar. Tomaba medicamentos pero durante periodos de mucho estrés, sufría episodios maniacos. Tu reacción hacia la niña me recuerda mucho sus crisis. Él quería ayudar a personas que pensaba estaban siendo aprovechadas por el dueño de su apartamento, por su jefe etc….”.


Buscando aclarar mis ideas esperé varios meses después del incidente para escribir esta columna. El avance ha sido precario. Ocasionalmente le pregunto a personas que trabajan en la piscina qué opinan de esa práctica y el único “hecho estilizado” que tengo es que las mujeres con hijas la rechazan sin titubeos. También he corroborado que los hombres que llevan a sus hijas al vestidor son mayoritariamente “modernos” o “progres”: con coleta, tatuajes o piercing. 


Sigo sin entender cómo en un ambiente político tan preocupado por el abuso sexual contra las mujeres, con un #MeToo cada vez más retrospectivo, se pueda considerar irrelevante que una niña observe, mientras su padre la desviste o la viste, penes masculinos de unos, dice la doctrina, violadores potenciales. 


El abuso sexual aparece como otra conducta cuya gravedad dependería de ciertas características del infractor. Varios escenarios de la misma situación, adultos y menores desnudos mezclados en un mismo espacio, provocarían enorme debate y escándalo mediático, como un vestidor de curas y sus alumnos o uno con mujeres trans. 


La reacción de la abogada feminista muestra que para ella, activista ocasional, “pensar es lo que más le duele”. En lugar de reflexionar o enfrentar dilemas mejor adoptar fórmulas ya empacadas, políticamente respaldadas y en boga. Y atacar a quien manifieste dudas. 


martes, 1 de febrero de 2022

Otra Marquetalia

 Publicado en El Espectador, Febrero 3 de 2022


La internacionalización del conflicto colombiano y las relaciones de las FARC con el narcotráfico y el terrorismo fueron ignoradas en las negociaciones de La Habana. 


El santismo ha mantenido ese silencio cuando es evidente que el problema campesino y el símil de guerra civil no bastan para explicar la persistencia de la violencia rural colombiana. 


El 11 de Marzo de 2004 diez explosiones en cuatro trenes madrileños dejaron 193 personas muertas. Se hizo evidente que los flujos irregulares y masivos de inmigrantes eran menos críticos que pocos movimientos de personajes claves, o el contrabando de explosivos, para ataques a gran escala. 


Aunque se sospechaban nexos entre narcotráfico, armas y terrorismo, la vinculación de ETA con la droga siempre fue subestimada. El 11-M mostró un bajo mundo español más complejo que el grupo vasco. La internacionalización de los atentados exigía un enfoque global de la violencia. Apareció el sicario terrorista con quien se subcontrataban ataques masivos contra la población civil. El pago a uno de ellos con hachís mostraba la complejidad del escenario con redes criminales múltiples y muy fluidas.


La Triple Frontera  entre Brasil, Argentina y Paraguay ha sido un núcleo de convergencia mundial del crimen. Unos 10 millones de turistas anuales a las cataratas de Iguazú garantizan un pujante comercio en este lugar. De las ciudades fronterizas, la más importante es Ciudad del Este, fundada por el dictador Stroessner como puerto libre. Con 700 mil habitantes, su economía sobrepasa la del resto del país. En el mundo transacciones cercanas a 15 mil millones de dólares anuales son superadas sólo por Hong Kong y Miami. Al contrabando tradicional se suman falsificaciones, vehículos robados, blanqueo de dinero, drogas y explosivos. 



El quiebre definitivo en seguridad se dio en los noventa con dos ataques terroristas en Buenos Aires planeados desde allí. El 11-S agudizó la inquietud y consolidó la zona como santuario del terrorismo internacional. Surgió como hipótesis que el conflicto armado y la presión a los narcos desplazaron actividades ilegales desde Colombia hacia allá. 


Por años, la presencia de Hezbollah en la Triple Frontera fue evidente. La facilidad para blanquear dinero contribuyó a convertir el lugar, “en punto de encuentro para descansar y hacer negocios”. Allí se encontraban miembros de IRA, ETA y las FARC cuya presencia se empezó a sospechar con el anuncio del cierre de la Embajada Norteamericana en ese país, a mediados de 2001, a raíz de “amenazas creíbles” de esta guerrilla. 


No menos diciente fue un barrio de invasión llamado Marquetalia en Asunción. Recientemente dicho suburbio fue recuperado por las autoridades que cambiaron su nombre y acabaron “el conflicto que envolvió a la ocupación”. En 1999 un terreno de 37 hectáreas fue invadido violentamente por 200 personas “que no poseían tierra propia”. Inmediatamente dividieron lotes y comenzaran a construir viviendas. Los invasores alegaban que los terrenos eran un “aguantadero” de criminales pero allí vivían familias que pagaban cuotas a inmobiliarios fantasmas. La altísima organización de los invasores la refleja el reglamento adoptado, casi castrense, con guardias las 24 horas, prohibición de entrar o salir de los terrenos, cobro de tributos e invasores preparados para enfrentar ferozmente las acciones judiciales de desalojo. Varios medios señalaban que “en Marquetalia llevan a cabo prácticas de terrorismo” vinculándolas incluso con “las acciones de la guerrilla Colombiana de las FARC”. 


Cuando en 2003 un obispo afirmó que “la gente de Marquetalia no es violenta” un periodista reviró que era “un problema de delincuencia, no un conflicto social” e inició una serie de notas sobre el caso con el título “Estado paraguayo debe retomar presencia en territorio liberado”.


Otro indicio de permanencia de las FARC en Paraguay fue el secuestro en 2004 y posterior asesinato de Cecilia Cubas, hija de un ex presidente de ese país, cuyas autoridades insisten en perseguir a Rodrigo Granda como coautor del crimen. “Se les acabó el turismo internacional", declaró un funcionario cuando por una orden de captura de Interpol le negaron su ingreso México a finales de 2021. Granda habría dado asesoría al Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) para el secuestro de Cubas quien apareció muerta tras 5 meses de cautiverio y el pago del rescate. 


La última prueba de la importancia de la Triple Frontera como centro mundial delictivo, e indicio de influencia de las FARC en Paraguay es la importancia de ese pequeño país sin salida al mar en el tráfico internacional de cocaína. Hace un mes fue detenido allí Enrique Balbuena alias Riki acusado de enviar droga a Europa. 


El narcotráfico paraguayo empezó de la mano del EPP que protegía a los productores de marihuana al norte del país. Bajo tutela de colombianos, esta pequeña guerrilla, con varios asesinatos y secuestros, cobraba un impuesto revolucionario. "Va repitiendo a rajatabla el modelo de las FARC", aseguró el director de la Secretaría Nacional Antidrogas. 








REFERENCIAS


ADN (2017) “La otrora conflictiva Marquetalia es hoy barrio de laboriosa gente”. adndigital.com.py, abril 16


Adams, David (2003) “Narcoterrorism needs attention”. Corresponsal del Time para América Latina en St. Petersburg Times, Marzo 10.


AEGD (2001) “Cône Sud – Amérique Latine. Drogue et Terrorisme, securité renforcée” en Lettre Internationale des Drogues, Nº 2 Nov 2001. Association d’Etudes Géopolitiques des Drogues. 


AEGD (2002) “Le «narcoterrorisme» à la rescousse de la «guerre à la drogue»” en Lettre Internationale des Drogues, Nº 10 Jul-Ago 2002. Association d’Etudes Géopolitiques des Drogues.


Azcona, José Manuel y Miguel Madueño Álvarez (2021). Terrorismo Sin Límites – Acción Exterior y Relaciones Internacionales de ETA. Comares Historia 


DW (2021). “México detiene a exlíder FARC a petición de Paraguay”. DW.com Octubre 20


EE (2019) “Timochenko ofrece disculpas a España por sujeto que usó camiseta de ETA”. El Espectador, May 31


EP (2019). “Un exguerrillero de las FARC luce camiseta de ETA y provoca el fastidio”. El Periódico, Junio 1


Hoy (2022). “Presunto jefe narco es hijo de exdiputado que quiso liberar uso de marihuana”. Diario Hoy, Enero 10


INFOBAE (2021). “El secuestro y asesinato de Cecilia Cubas, por el que Rodrigo Granda tiene circular roja emitida por Paraguay”. Infobae, Oct 20


IC (2022). “Landlocked Paraguay Becoming Major Cocaine Link to Europe”. Insight Crime, Enero 12


LI (2014). “Guerrilla paraguaya repite "a rajatabla" modelo de las FARC”. La Información, Sep 8


Napoleoni, Loretta (2004). Yihad. Cómo se financia el terrorismo en la Nueva Economía. Barcelona: Urano


SAS (2016). Perfil Social y Proceso de Formación e Integración del Barrio “26 de Febrero” Ex Marquetalia. Secretaría de Acción Social


Seri, Guillermina (2003). “On Borders and Zoning: The Vilification of the Triple Frontier.” 2003 meeting of the Latin American Studies Association Dallas, Texas. 


Smith, Davidson (1991). “Terrorism and the rule of law: dangerous compromise in Colombia”.  Canadian Security Intelligence Service (CSIS) publication. 


Steinitz,  Mark S (2002). “The Terrorism and Drug Connection in Latin America’s Andean Region” Policy Papers on the Americas, Volume XIII, 3, Center for Strategic and International Studies (CSIS).