viernes, 27 de marzo de 2020

Epidemiología política: cuarentena ¡NO!

Publicado aún no se dónde ni cuando
Manifiesto después de las gráficas





El coronavirus incrementó vertiginosamente el afán de intervenir la vida privada y los negocios. El voluntarismo es epidémico, delirante. Pero existen opciones distintas a cerrarlo todo.

La crisis disparó el entusiasmo por revolcar el neoliberalismo. Soñando con Edenes y Arcadias, se aplaude un drama plagado de daños. Se aprecia “la hora del teatro familiar” mientras llega “una civilización por la que valga la pena vivir y morir”. En pleno posconflicto brota resentimiento: “el trance ha desnudado las purulencias de un modelo económico”. Se alaba el triunfo del estatismo redentor: “nunca antes habíamos mirado todos hacia el Estado, demandándole no sólo acciones sino indicaciones de cómo proseguir”. La pretensión pedagógica es ambiciosa: “todos los países del orbe están urgidos a adoptar un nuevo modelo económico”. Para oportunistas, Covid-19 es una disculpa: promueven su ideología, no un debate político. Que se alcancen a percibir señales de que una eventual secuela de las medidas es acabar con el capitalismo debería ser suficiente para reflexionar y evaluarlas mejor.

Dinamarca y Suecia, sociedades poco neoliberales, optaron por caminos opuestos ante la epidemia. La primera cerró fronteras, escuelas, restaurantes y cafés, prohibiendo reuniones con más de 10 personas. Un epidemiólogo universitario no oculta su entusiasmo. “Soy un fanático. Tenemos un gobierno muy valiente que ha respondido rápidamente y de manera dramática, aunque las consecuencias sean graves para la economía”. El académico ni se molesta en respaldar su opinión con una curva de contagio. Su argumento escueto es un viejo refrán.

Suecia adoptó otra estrategia. Las fronteras se cerraron parcialmente, las escuelas permanecen abiertas, no hay cuarentena obligatoria, tampoco clausuraron comercios o espacios públicos. El tamaño de las reuniones permitidas es amplio. En síntesis, casi business as usual con recomendaciones que la población acogerá o no voluntariamente. Las inusuales decisiones se tomaron después de que la Agencia de Salud Pública aumentara la calificación del riesgo a “muy alto”, con 36 muertes por el virus. La  independencia de la agencia es reconocida. Según Anders Tegnell, su director, “todo se ha vuelto demasiado político. El cierre de fronteras es el ejemplo clásico. Durante la pandemia de 2009 hubo consenso en que cerrar las fronteras nunca funcionará”. Cuando los vecinos escandinavos anunciaron su aislamiento del mundo, Tergell declaró que  esa decisión no tenía base científica. Su posición ecléctica concuerda con críticas a las costosas decisiones adoptadas bajo enorme incertidumbre. Donde se ha logrado controlar la epidemia, como en Vo' Euganeo, Italia, ha sido gracias al seguimiento focalizado de la población contagiada. Testimonios históricos como el de Typhoid Mary, portadora asintomática del virus, apuntan en la misma dirección. Por el contrario, el cuento chino de que allá contuvieron la epidemia con medidas autoritarias ya está seriamente cuestionado. Corea controló la epidemia sin medidas draconianas de encierro. La histeria salubrista alcanzó a hablar de 100 mil nuevos casos diarios en China. Fueron menos de 90 mil en total.  

No sorprende que sea desde Suecia que llegan realismo y sentido común. Con instituciones socialistas y liderazgo estatal de la economía, están a años luz de quienes añoran un Nirvana inexistente mientras aplauden la destrucción de fuentes de trabajo, riqueza e impuestos sin importarles la ruina del sector informal ni la financiación de hospitales. El Estado sueco optó hace décadas por no expropiar capitalistas sino aliarse con ellos; protege la producción de la que dependen los impuestos y el gasto social.

En Colombia, quienes no celebran la quiebra masiva porque enseñan economía tomaron una posición pusilánime. Sin siquiera debatir las medidas que asfixiarán el aparato productivo y en particular al segmento informal, proponen “una transferencia monetaria inmediata” para la gente afectada. No hace falta una especialización en finanzas públicas para saber que esos tiempos se miden en meses, años, mientras la emergencia es cuestión de días. En el barrio Egipto de Bogotá hay crisis alimentaria. En otras ciudades las protestas de mototaxistas ya empezaron. La crema tecnocrática propone estudiar cómo “establecer las personas que serían beneficiarias de este programa” (!) para luego “determinar la estrategia para implementarlo” (!!) y por último “evaluar las implicaciones fiscales de dicha medida” (!!!). En lugar de este anteproyecto de política ficción, una academia realmente responsable concluiría que 23 millones de personas en peligro de pasar hambre por la cuarentena hacen que esa opción sencillamente no sea viable. Sobre todo cuando la incertidumbre en la tasa de mortalidad es asombrosa: entre 1/100 y 1/2000. A pesar de eso, la directora del INS estima para el país "4 millones de contagiados y casi el 80% con síntomas leves". Oficialmente, la catástrofe sanitaria en Colombia dejará un número de personas afectadas más de seis veces superior al total observado hasta el momento en 199 países. 

El municipio más boyante del país presentó el esbozo del programa “Bogotá solidaria en casa” sin saber cuánto durará. El DANE tratará de suministrar información a otras entidades para mitigar el impacto de la emergencia. Ambos afanes dejan clara la precariedad un Estado Social de Derecho sin seguro de desempleo, que requiere financiación. A pesar de la Constitución del 91, Colombia no es Dinamarca, ni Francia, ni Italia, ni España. El control de daños tendrá que aterrizar: salud prioritaria pero sin hundir un capitalismo incipiente ni agravar la situación ya angustiosa de 6 millones de familias informales. Es lo que hay, un dato más para el algortitmo de los modelos de simulación epidemiológica.

Qué gran paradoja sería que una burocracia municipal inexperta, apenas calentando motores, y una clase política siempre sospechosa de corrupción, aupadas por una oposición surrealista y secundadas por una academia que por la paz entregó su capacidad para criticar decisiones públicas cruciales tuvieran que señalarle a la tecnocracia sueca, usualmente sensata, eficaz y sensible, que está manejando irresponsablemente el coronavirus.

REFERENCIAS

Attanasio, Angelo (2020) “Coronavirus en Italia: el pueblo que logró contener la expansión del virus con un experimento único en el mundo". BBC News Mundo, Marzo 24

Baratier, Edouard. (1962) “Une ville devant la peste, Orvieto et la peste noire de 1348”. Paris S.E.V.PE.N. 

Beauchamp, Zack (2020). “The myth of authoritarian coronavirus supremacy”. Vox, March 26

Blogeconomía (2020). "Transferencia monetaria inmediata para los informales". La Silla LLenaMarzo 24

Carroll, Rory (2020). "Typhoid Mary: the super-spreader before the term even existed". The Guardian, March 10

De la Torre, Cristina (2020). “Claudia: habemus mando”. El EspectadorMarzo 24

Delgado Gómez, Paula (2020). “La carrera por direccionar las ayudas del Estado en tiempos de coronavirus”. El Espectador, Mar 27

EE (2020) “¿Quiénes recibirán las ayudas del programa ‘Bogotá Solidaria en Casa’?”. El EspectadorMar 25

ET (2020). "‘Estimamos 4 millones de contagiados y casi el 80% con síntomas leves". El Tiempo, Marzo 27

García-Peña, Daniel (2020). “Pandemias varias”. El EspectadorMarzo 24


Gómez Pinilla, Jorge (2020). “El amor en los tiempos del co… ronavirus”. El Espectador, Marzo 25

Harford, Tim (2020). “Why it’s too tempting to believe the Oxford study on coronavirus”. Financial Times, March 27

Infobae (2020). “La advertencia de un académico y epidemiólogo de Stanford sobre el coronavirus”. Marzo 17

Ioannidis, John P.A. (2020) “A fiasco in the making? As the coronavirus pandemic takes hold, we are making decisions without reliable data”. Statnews, March 17

López de Mesa, Julián (2020). “La fábula de María Tifoidea”. El Espectador, Marzo 26

Ospina, William (2020). “El año que vivimos peligrosamente”. El EspectadorMarzo 22


Milne, Richard (2020). “Sweden bucks global trend with experimental virus strategy”. Financial TimesMarzo 25

Petro, Gustavo (2020). Análisis sobre el Coronavirus en Colombia. YouTube

Rothschild, Nathalie (2020). “Sweden Is Open for Business During Its Coronavirus Outbreak”. Foreign PolicyMarch 24

Sridhar, Devi (2020). “Without Mass Testing, the Coronavirus Pandemic Will Keep Spreading”. Foreign Policy, March 23

The Local (2020). “Why is Denmark's coronavirus lockdown so much tougher than Sweden's?” March 20

VVAA (2020) “Intervenciones no farmacológicas para la contención, mitigación y supresión de la infección por COVID-19”. Universidad de Antioquia – UNED – Marzo 28




lunes, 23 de marzo de 2020

Academia, burocracia, informalidad y virus

Publicado en El Espectador, Marzo 26 de 2020
Columna después de las gráficas





La prevención de esta epidemia causará estragos que nadie sabe cómo mitigar.

En estos días de encierro recordé los asuetos forzados por huelgas o paros cuando niño. Súbitamente me interesaban las noticias. Con total inconsciencia económica rezaba para que la emergencia continuara. La noción de desabastecimiento, actualmente generalizada, nunca empañó esos descansos como lo hacía mi mamá al volver del mercado anunciando que dejaría de comprar mantequilla por lo cara.

Con matices tipo negociar la mesada o lidiar aspavientos por la matrícula, en la universidad mantuve cierta despreocupación por la economía real, a pesar de estudiarla en una reputada facultad. Cuando participé en un proyecto sobre vivienda compartida en el barrio Kennedy me pidieron algo inusual: hacer trabajo de campo. Con narcotráfico incipiente, los nuevos ricos llamativos eran esmeralderos en su emblemático Dodge Demon. Como encuestador visité una casa con dos de esos vehículos parqueados al frente. El propietario anotó orgulloso que no arrendaba habitaciones y al preguntarle por sus ingresos respondió: “ponga cualquier pendejada… un salario mínimo”. Ese inesperado contacto con el bajo mundo mermó definitivamente mi confianza en la visión del país desde la academia.

Enfrenté otras paradojas. Colosales fortunas ilegales, ya vox populi, torbellino cambiario, exorbitantes precios inmobiliarios, se tapaban con eufemismos como “ventanilla siniestra”, una lavandería oficial de divisas. La manía de ignorar la economía ilegal persistió hasta nuestros días: fue un error garrafal del proceso de paz y ahora debe estar anaranjada.   

Aunque se hablaba constantemente de empresas privadas, mercados eficientes y unas pocas instancias de intervención estatal, la facultad formaba la tapa burocrática. Era mal visto que estudiantes con buenas notas se emplearan en el sector privado. Tocaba renunciar al egoísmo ensalzado en clases de micro y trabajar por el país, en el Banco de la República, Planeación o algún otro selecto trampolín para estudiar en el exterior y volver a empezar la carrera. Seguí el manual del uniandino pilo y viajé becado a los EEUU para hacer doctorado en economía.

Antes de la tesis, que ni siquiera empecé, sufrí por primera vez en mi vida la complejidad, dureza y opacidad de la realidad económica colombiana. Experiencias y dilemas de amigos delinearon la Y que enfrentaba. Perseverar en la profesión con subsidio familiar para pagar un alquiler o, salto al vacío, montar un negocio que permitiera vivir decorosamente, sacrificando plácidas horas de biblioteca. Bajo ese escenario, debía someterme a una clientela caprichosa, nómina, impuestos, arriendo… y depender de una caja registradora implacable. Opté por diversificar y seguir las dos pistas, que con altibajos logré mantener. Pronto entendí que con esa maniobra de supervivencia buscaba compensar, sin exilarme, el impacto devastador de la economía subterránea sobre los salarios formales. Después emigraríamos motivo conflicto armado.  

Volviendo a la cuarentena, a pesar del gusto por jugar cartas a media tarde, ahora me resulta imposible compartir la dicha de mi hija por capar colegio durante varias semanas. El impedimento no es mi formación profesional sino el sello indeleble de pequeño comerciante en Chapinero. Saber que pocos días sin ventas bastan para quebrar un negocio y constatar que unas autoridades obcecadas por permisos y licencias son insensibles a ese drama fueron certezas que me marcaron para siempre. Por eso abomino alcaldadas como el día sin carro, la ley seca o manifestaciones que perturben la rutina comercial. Además, al enfrentar precios totalmente disparatados, o insólitos proveedores, pude experimentar que la economía ilegal permea los negocios colombianos mucho más de lo que se reconoce oficial y académicamente. Es lo que muestran hace años guionistas perspicaces de TV.

Análisis preliminares de la crisis hechos en democracias maduras, con instituciones sólidas, comunidades científicas de punta y opinión pública informada sobre las decisiones apresuradas con datos epidemiológicos deficientes ilustran lo que puede ocurrir en Colombia. Faltan datos, muchas cuentas, pragmatismo, liderazgo político y observación minuciosa en el terreno, porque lo que viene es inédito, totalmente incierto. Solo se sabe, como en el cuento, que algo muy grave va a pasar en este pueblo.  


Artesanos, cuentapropias, empleadas domésticas y microempresarios informales serán damnificados económicos del virus sin la adecuada comprensión de la crema burocrática e intelectual que con teletrabajo mantiene sus ingresos. Unos reforzarán lo que mejor saben hacer, mandar. Otros mantendrán invariables tanto su exigencia de mayor gasto público, que esta vez sí será ágil y transparente, como su angustia inercial por la miseria rural, aunque allí el riesgo de contagio sea menor y la subsistencia esté garantizada. Ante el colapso del rebusque y la informalidad urbanos, las mafias extenderán sus tentáculos. Élites iluminadas que salvan el país con restricciones y prohibiciones, sumadas a una oposición, también de raigambre cristiana, que busca culpables de catástrofes o genocidios es precisamente el entorno que aprecian quienes llevan décadas explotando mercados negros, contrabando y sobornos adobados con miedo.

REFERENCIAS

Alternativa (1975). "Esmeraldas: botín político". Informe Especial, Nov 10 a 17

Castillo, Fabio (1987). Los  Jinetes de la Cocaína. Bogotá: Ediciones Periodísticas. Versión Digital 

Cuevas, Angela (1991) “Ventanilla Siniestra”. El TiempoDic 2

Ioannidis, John P.A. (2020) “A fiasco in the making? As the coronavirus pandemic takes hold, we are making decisions without reliable data”. Statreports, March 17

LL (2020). “Drug trafficking is still rife, despite the containment regulations”. Languedoc LivingMarch 24

Pacheco, Daniel (2020). “Coronavirus en un país pobre”. El EspectadorMar 17

Petro, Gustavo (2020). "Mi posición sobre las medidas tomadas por el gobierno en contra del Coronavirus". Twitter

Ruiz-Navarro, Catalina (2020) "De la pandemia a la catástrofe": El Espectador, Marzo 19 de 2020

jueves, 19 de marzo de 2020

Feministas arrogantes, infames

Publicado en El Espectador, Marzo 19 de 2020
Columna después de las gráficas



Al afrontar circunstancias extremas, las personas se muestran como lo que realmente son. El coronavirus exacerbó en influyentes feministas una arrogancia e irresponsabilidad que ya bordeaban la infamia. 

En una columna reciente, Catalina Ruiz-Navarro reveló que para militantes aguerridas el fin justifica los medios. Avaló la destrucción del patrimonio, público o privado, con la falacia de que la única violencia nosciva es contra las personas. Anunció el fin de las manifestaciones pacíficas. “Hay un error gigantesco en creer que hay formas de protesta buena y formas de protesta mala”. Lo alegre, inofensivo y folclórico no sirve: toca incomodar, hacer daño, que las oigan, que por fin se entienda que la vida de las mujeres importa más que el amoblamiento urbano.

El mensaje es una clara invitación para que cualquier secta lunática convencida de su justa causa destruya lo que se le antoje, donde más le duela al capitalismo: torres de energía, puentes, carreteras. Siempre que no agredan a nadie, tales acciones no deben estigmatizarse como atentados o vandalismo pues son expresiones legítimas de rabia, meras “intervenciones deliberadas”, como las de mexicanas encapuchadas sobre “vidrios, monumentos, estaciones de autobús, con palos, piedras, bombas de pintura, de humo y bengalas”. En su delirio posconflicto cita desafiante una pinta callejera, “lo vamos a quemar todo hasta destruir su indiferencia”.

Poco después de esa apología de antologia, las feministas españolas salían masivamente a las calles para protestar. Reiteraban su condición de víctimas. Bajo gobierno socialista y un gabinete mayoritariamente femenino, recordaban la infinidad de pesadillas -violencia machista impune, doble jornada, desigualdad laboral, familia heteronormativa, acoso callejero, micromachismos- que agobian a las mujeres en España para horror de sus congéneres en el resto del mundo.

Había también un punto en la agenda política de Irene Montero, ministra de la igualdad: presionar la aprobación de una polémica Ley de Libertades Sexuales. Con una tarea pendiente tan trascendental, era irrelevante que la sacrificada servidora pública tuviera ya síntomas de contagio.

El gobierno socialista no consideró riesgosa esa manifestación de 120 mil personas a pesar de que la instancia europea encargada de seguir la pandemia ya hubiera recomendado “evitar actos multitudinarios” donde se registraran contagios locales, ni que Madrid cumpliera desde varios días antes las condiciones en las que ese organismo “cuestiona la conveniencia de celebrar estos actos e incluso desaconseja a la población acudir a ellos”. Mucho menos importó que la oposición señalara la irresponsabilidad de permitir las marchas. La pusilanimidad de Pedro Sánchez y su gabinete feminista fue monstruosa. “Los preparativos para los eventos siguieron con normalidad y sin ninguna información específica dirigida a la población”.

Con la zarina de la igualdad, que llegó contagiada a las marchas donde estornudó sobre otras asistentes, la también ministra socialista Carolina Darias resultó positiva en un examen que le hicieron a todo el gabinete con celeridad excepcional para un sistema médico tan colapsado que ya dejaba de hacerle la prueba a mucha gente afectada.

A principios de 2019, Pablo Iglesias, vicepresidente del gobierno, líder de Unidas Podemos y esposo de Montero, alardeaba que él, por ser feminista, “follaba mejor”. Tan espectacular adhesión pública a la militancia potenció sus prerrogativas. A pesar de vivir con una mujer contagiada, Iglesias se saltó la cuarentena, asistiendo sin ninguna protección al consejo de ministros. Los protocolos contra el contagio no son para seres moralmente superiores, comprometidos con la lucha por la equidad y los derechos de todas y todos.

Sánchez y su séquito sólo se dignaron declarar emergencia sanitaria cuando la situación era tan desesperada que en hospitales españoles ya se empezaba a hacer el triage: ese momento crítico de las guerras en que toca sacrificar a los heridos más graves para salvar a quienes tienen chances de sobrevivir. Tras la indefectible protesta siguió el salto al vacío y las cifras del contagio se dispararon.

La arrogancia y el convencimiento de que rescatar a la humanidad de un capitalismo voraz y una masculinidad tóxica exime de obligaciones, llevaron a esa casta iluminada a desconocer sus errores, que resultaron mortales, literalmente. Ojalá que tras la catástrofe viral la política y las militancias queden por fin depuradas de la soberbia, hipocresía e infamia que las contaminaron, además de la charlatanería y deshonestidad mental. En esta pandemia, China e Italia muestran más hombres infectados que mujeres, en la tercera edad la mortalidad masculina es el doble, pero nos advierten que ellas serán las más afectadas, por la desigualdad de roles.

Jia Tolentino, escritora millennial inusitadamente influyente, a años luz de Camille Paglia, pero con un sentido común inexistente entre fundamentalistas advierte que “la autosatisfacción debería hacer sonar las alarmas en el feminismo”. Igualmente destacable es su perogrullada para la búsqueda de racionalidad y democracia en los debates sobre género: “es importante instigar el desacuerdo como una condición fundamental para un discurso sano”.



REFERENCIAS

Barbancho, Javier (2019).: "Los hombres feministas follan mejor". Entrevista a Pablo Iglesias. Resumen. El Mundo, Ene 9

Bonnet, Piedad (2020). "Los nuevos fundamentalismos". El Espectador, Mzo 15

Domínguez, Iñigo (2020). “Diario de cómo un virus paró un país”. El País, Marzo 15

Gómez Urzaiz, Begoña (2020). “La autosatisfacción debería hacer sonar las alarmas en el feminismo” – Entrevista con Jia Tolentino. El País Semanal, Mzo 7

Güell, Oriol (2020). “Las marchas del 8-M se celebraron en contra del criterio de la agencia europea”. El País, Marzo 13

Gupta, Alisha (2020) “Why Women May Face a Greater Risk of Catching Coronavirus”. The New York Times, Mzo 12

López, Marcos (2020). “Pablo Iglesias se salta la cuarentena y provoca un jaleo en el Consejo de Ministros”. La Nación Digital, Marzo 14

Rabin, Roni Caryn (2020). “Why the Coronavirus Seems to Hit Men Harder Than Women” The New York Times, Marzo 2

Rizzi, Andrea (2020). “Pusilanimidad y magnanimidad en los tiempos del cólera”. El País, Marzo 14

Ruiz de Almirón, Víctor (2020). “Las ministras Montero y Darias y Abascal, contagiados por coronavirus”. ABC.es, Marzo 15


Ruiz-Navarro, Catalina (2020). “Hasta que nuestras vidas importen más que las piedras”. El Espectador, Mar 12

Statista (2020). “Distribution of Coronavirus cases in Italy as of March 12, 2020, by gender” March 13









domingo, 1 de marzo de 2020

El coronavirus y mi hija

Publicado en El Espectador, Marzo 5 de 2020
Columna después de las gráficas






Los asuntos familiares están plagados de confusiones sobre su alcance, persistencia, beneficios y costos no siempre privados. 



Ana, mi hija adolescente, vivió desde pequeña obsesionada por las epidemias. A los 4 años quería saberlo todo sobre la peste negra. Coleccionaba ilustraciones y mapas. Cuando viajábamos a cualquier ciudad europea preguntaba cómo habría sido en el medioevo. Siempre me pareció insólita esa curiosidad precoz pero me parecía una buena disculpa para aprender historia y geografía. 

Hace unos meses, con la misma certeza que antes mostró para decidir que quería ser actriz, cantante y luego periodista, afirmó “voy a ser epidemióloga”. Celebré sin reparos esa elección. Me alegró su vocación no solo sólida y temprana sino desligada del dinero y las aventuras lucrativas que la apasionan, como comprar ropa de segunda y venderla por internet con pingües ganancias. Le comenté que yo sabía algo del oficio pues había trabajado con profesionales de esa disciplina empírica, rigurosa, con poca cháchara e impacto social positivo. 

La inesperada elección profesional resultó efímera. Semanas después, Ana concluyó que realmente quería era trabajar con una epidemióloga que le advirtiera qué sitios, alimentos o personas evitar para permanecer sana y saludable. La joven desprendida y altruísta desvelada por la salud pública destapó una faceta egocéntrica más acorde con sus habilidades comerciales y su generación. 

La crisis del coronavirus exacerbó el desasosiego epidemiológico. Cotidianamente Ana señalaba precauciones y lugares a dónde no ir para estar a salvo. Por primera vez en su vida apreció nuestra casa rural, lejos de ciudades invadidas por turistas, donde hasta podríamos sembrar tomates. Lamentó no poder ir a muchos lugares que soñaba conocer. 

La semana pasada, llegó de su colegio una circular en la que, siguiendo instrucciones del Ministerio de Educación, solicitaban a quienes hubiesen viajado recientemente a países afectados abstenerse de visitar las instalaciones escolares durante 14 días. 

Coincidencialmente, una tía muy compinche con Ana volvía en esos días de un periplo por el Asia y se había programado un encuentro familiar el fin de semana a unas tres horas de donde vivimos. Sin sonrojarse, la sobrina cuasi activista mantuvo inalterados los planes de ágape. Incluso festejó la posibilidad de faltar dos semanas al colegio. El romántico escenario de una hija previniendo enfermedades y que sin ayudas estatales redondearía sus ingresos con negocios esporádicos se desvanecía, transformándose en empleo capitalista tradicional. Afortunadamente, la discutible cita con la amenaza viral dependía de mis servicios como chofer. En esta ocasión, la pereza de tres horas ida y vuelta por carretera fue férrea aliada de mi quijotesca defensa de la coherencia entre intenciones y acciones. 

Toda la familia, rara vez tan de acuerdo en asuntos pedagógicos, criticó mi decisión. “Eres demasiado severo, es apenas una adolescente”. Sigo sin entender por qué el gusto por el brócoli o mantener ordenado el cuarto se deben aprender desde la infancia pero evitar ser buchipluma, tener fuerza de voluntad y mantener la palabra no. Recurrí a Edward Banfield y su ensayo sobre el “familismo amoral” en una aldea italiana en los años cincuenta para reafirmar mi decisión de no alcahuetearle a Ana que “la familia es más importante que un virus”, como sostuvo impávida antes de soltar otra cursilería: “si de todas maneras nos vamos a morir, ¡mejor morir juntos!”. 

Las reflexiones de Banfield, pertinentes para Colombia, justifican intervención parental focalizada y temprana. “En una sociedad de familistas amorales, nadie defenderá los intereses de la comunidad a no ser que le convenga privadamente hacerlo. En otras palabras, la esperanza de ganar a corto plazo será el único motivo de preocupación con los asuntos públicos”.

Más que reconocer la importancia de la familia, me declaro defensor de dicha institución. Al estudiar pandillas y prostitución adolescentes tomé conciencia de las muchas dificultades y riesgos que menores de edad enfrentan al escaparse de la casa. La criminología de jóvenes es inequívoca: civilizar y transmitir valores en el hogar debe hacerse cuanto antes. Observar cómo ingleses, franceses o belgas educan a su prole, en contravía al fofo principio del libre desarrollo de la personalidad, apunta en la misma dirección.

Pero el discurso profamilia está plagado de dilemas. Y no solo porque así se transmiten prejuicios, fobias o monstruosidades como el abuso sexual: serias amenazas sociales, por ejemplo corrupción y crimen organizado, están ancladas en estructuras de parentesco sólidas, perversas, amorales, que anteponen el clan familiar al interés colectivo. “Todo por los carnales, güey”, pregona un capo mexicano en Netflix. El sur de Italia, entorno del pueblito estudiado por Banfield, resultó fértil en mafias.

Por su descache, le puse a Ana una tarea bien escuelera: argumentar por escrito cómo y cuándo toca obstinarse hasta que una adolescente aprenda a ser ciudadana seria, responsable, sensible a los asuntos públicos. En últimas, mínimo ese resultado le debe una familia a la sociedad.



REFERENCIAS

Banfield, Edward (1967). The Moral Basis of a Backward Society. Free Press

Rubio, Mauricio (2016). "Familias extensas y solidarias". El EspectadorAgo 24