domingo, 25 de abril de 2021

Sexología experimental (II)

 Publicado en El Espectador, Abril 29 de 2021



Las nuevas sexólogas recomiendan superar la noción, burda y arraigada, de que la naturaleza sexual femenina es como la masculina pero más reprimida. 


La evidencia contra ese credo igualitario es mucha y muy variada para seguir afirmando que el deseo y el sexo son sólo resultado de la cultura patriarcal. Desde las poluciones nocturnas o la frecuencia en la masturbación, hasta la diferencia entre violador y víctima, pasando por la concordancia entre la excitación objetiva y la subjetiva, la manera como se adapta el cuerpo a los estímulos sexuales, el tener orgasmos muy rápido contra el no poder alcanzarlos, la iniciativa usual para hacerlo en parejas establecidas, la disposición al sexo con extraños o a pagar por servicios sexuales, son demasiadas las manifestaciones de diferencias entre ellas y ellos, físicas, psicológicas y fisiológicas como para ignorarlas en aras de postulados políticos.


Lo que excita a los hombres es simple, más o menos universal, y guarda estrecha relación con sus preferencias sexuales manifiestas. En las mujeres, el deseo sexual es menos específico: responden inconscientemente tanto a lo que dicen preferir como a un amplio y muy personal repertorio de estímulos eróticos. Además, la respuesta corporal puede ser extremadamente corta, casi automática. La nueva sexología sugiere que se trata de un mecanismo protector que, por ejemplo, lubrica los genitales para reducir la posibilidad de heridas o infecciones durante el coito, incluso si este es forzado. Al parecer, el cuerpo femenino se auto protege contra cualquier posible ataque sexual. Al respecto, brillan por su ignorancia los jueces penales responsables de condenar violadores. 


La variedad de situaciones o personas que pueden excitar a una mujer es tal que el arcaico sistema de clasificación de las excentricidades sexuales –las llamadas parafilias- está lejos de poderlas clasificar de manera pertinente. En todas las categorías tradicionales, netamente varoniles, las mujeres aparecen sub representadas. Aún no se tiene una idea aproximada de cuales serían las casillas relevantes para el inventario de posibles fuentes de placer en las mujeres. Incluso la idea de clasificarlas podría ser un prejuicio masculino para describir un deseo que frecuentemente es maleable. El desafío se complica pues, según Meredith Chivers, el sistema de reacción femenino es más pasivo que proactivo, algo del tipo, “propóngame a ver”.


En defensa del desprestigiado piropo, estas investigadoras plantean que podría ser provechoso. El simple hecho de ser deseada es un poderoso detonante de la pasión femenina. Hay mujeres que, como si dijeran "lo mío es el strip-tease", se ponen a mil  excitando a varios hombres simultáneamente.  Estas observaciones plantean un dilema peculiar pues van en contra de la idea, predominante desde la liberación sexual femenina, de que la mujer controla por completo su deseo, sin depender de los demás.


Los resultados del arrechómetro femenino dejan claro que algunas mujeres se excitan corporalmente sin ser conscientes de estarlo. La explicación tradicional apuntaría a la represión y al doble estándar educativo que no las deja manifestar lo que sienten. Esta visión simplista ya no convence. La sexualidad femenina es mucho más compleja y depende no sólo de estímulos visuales sino de un conjunto más variado de circunstancias y, sobre todo, con un rol más determinante del cerebro. Es precisamente por eso que en distintas épocas y culturas la sexualidad femenina ha podido ser manipulada más fácilmente que la masculina, mucho más simple, primaria e instintiva.


Han surgido imaginativas iniciativas comerciales para medir la excitación femenina. Una diseñadora italiana patentó ropa interior femenina fabricada con fibras sensibles al calor, que cambia de color y permite detectar el tibio, tibio, caliente. También se ha propuesto un termómetro labial para allá abajo.


De todas maneras, el medidor femenino de la excitación está lejos de alcanzar su potencial. Sólo para los sensores, la tecnología va rezagada con respecto a los juguetes sexuales. Aún no se cuenta con un dispositivo como el satisfyer para ese órgano clave que es el clítoris. Cuando se disponga de un periférico idóneo, tal vez deberá ir conectado no a un receptor de impulsos eléctricos sino a un escáner de resonancia magnética. Los laboratorios como el de Chivers también podrían incluir, además de porno clips, un abanico de estímulos como poesía, música, aromas, atardeceres, promesas, ayuda con las tareas domésticas, buen vino, regalos, baile, boleros, y hasta algún “vayamos vayamos proooonto” del Oso Libidinoso de Les Luthiers.


Los adelantos en las técnicas de medición confirmarán que las mujeres no son como varones reprimidos que necesitan liberarse. De la misma manera, sin más tecnología que el PPG de Freund, habría que empezar a aceptar que los hombres, aunque básicos y predecibles, no somos mujeres obsesionadas con el sexo clamando por mayores dosis de castidad. Las estigmatizadas, ubicuas y siempre listas ganas masculinas podrían reinterpretarse positivamente como detonantes y buenas promotoras del deseo femenino.


REFERENCIAS


Angier, Natalie (1999). Woman, an intimate geography. New York: Virago



Bergner, Daniel (2009). “What Do Women Want?”. New York Times, January 22, 2009

http://www.nytimes.com/2009/01/25/magazine/25desire-t.html?pagewanted=1&_r=1


Chivers, Meredith, Gerulf Rieger,Elizabeth Latty & and J. Michael Bailey (2004) “A Sex Difference in the Specificity of Sexual Arousal”. Psychological Science, Volume 15, Number 11, November 2004 , pp. 736-744(9)

http://www.canyons.edu/faculty/labriem/Psych230/SexDifferencesInSpecificitySexualArousal.pdf



Chivers, Meredith (2005) “A brief review and discussion of sex differences in the specificity of sexual arousal”. Sexual and Relationship Therapy Vol 20, No. 4, November.


Chivers, Meredith  & J. Michael Baileyb (2005). “A sex difference in features that elicit genital response”. Biological Psychology, Volume 70, Issue 2, October, pp. 115-120 http://www.indiana.edu/~sexlab/files/pubs/ChiversBailey2005.pdf


Chivers, Meredith, Michael C. Seto,  Martin L. Lalumière, Ellen Laan & Teresa Grimbos (2007). “Agreement of Self-Reported and Genital Measures of Sexual Arousal in Men and Women: A Meta-Analysis”. Arch Sex Behav (2010) 39:5–56


Newitz, Annalee (2009). “Seven (Mostly) Scientific Devices for Measuring Sexual Arousal”. http://io9.com/#!5214130/seven-mostly-scientific-devices-for-measuring-sexual-arousal


Perry, John D (sf) “A Pictorial History of Insertable EMG Sensors”. http://www.incontinet.com/picthist.htm



lunes, 19 de abril de 2021

Sexología experimental

 Publicado en El Espectador, Abril 25 de 2021

Un aspecto lamentable de la llamada “teoría de género” es que ignora los avances en el conocimiento científico de las diferencias entre la sexualidad femenina y la masculina. 


En los años cuarenta un sexólogo checoeslovaco, Knut Freund, fue contratado por el ejército. Su encargo era filtrar a quienes mentían declarándose homosexuales y así evadían el servicio militar. 


Para detectar falsos gays, Freund diseñó un artefacto conocido como PPG -Penil Plethysmograph- o pletismógrafo de pene: adaptó un nuevo terminal a un instrumento usado para medir cambios en el volumen de un órgano. En colombiano, el recursivo aparatejo se podría denominar arrechómetro varonil.



Desde su concepción, la función del instrumento ha sido simple: medir los flujos sanguíneos del pene de un varón expuesto a estímulos sexuales. Se registra con precisión la intensidad de la excitación del sujeto ante imágenes o sonidos evocadores. Al principio no se entendió bien el afán por sofisticar un procedimiento como “a ojo de buen cubero” que podía dar suficiente información. Se pensó que era un capricho de militares.


A pesar de ser más revelador –a simple vista es difícil detectar si una mujer está excitada- la versión femenina del aparato tardaría varias décadas. Un inventor gringo pensó que con algo como un tampón o consolador con electrodos –un sensor de presión sanguínea y otro de actividad muscular- conectado como periférico a un receptor similar al del PPG se podría registrar con adecuadamente el grado de excitación femenina. Nació entonces el VPG, pletismógrafo vaginal, o arrechómetro femenino. Los primeros prototipos se hicieron manualmente, con moldes plásticos para limar cualquier aspereza. Tras la epidemia del herpes se impusieron los sensores desechables y sólo hace unos años se logró fabricar industrialmente un implemento a la vez privado –la misma usuaria lo coloca- e higiénico, que se esteriliza después de cada uso. 



Quienes trabajan con estos medidores, han definido la excitación objetiva como la que mide el arrechómetro allá abajo. La excitación subjetiva es la que, paralelamente, van registrando con un teclado de computador voluntarios y voluntarias que reciben estímulos eróticos varios. Un poco como quien juega a frío, frío, tibio, caliente, tibio, caliente, muy caliente. Los acicates visuales y auditivos utilizados en los experimentos son tanto o más diversos que los disponibles en sitios de porno: sexo heterosexual, homosexual y bisexual, masturbación de ellos y de ellas, hombres y mujeres desnudos en la playa o en el gimnasio, e incluso parejas de bonobos, el peculiar primate cuyas hembras no paran de tocarse y tener sexo.


Radicado en Norteamérica, gracias a su filtro para impostores Freund terminó siendo una autoridad en homosexualidad y pedofilia. Una de sus alumnas, Meredith Chivers, cuarenta y tantos años actualmente, es la más reconocida dentro del grupo de sexólogas experimentales que utilizan estos instrumentos y están revolcando la disciplina. Su afán por entender lo que quieren y sienten ellas, y por compartir ese conocimiento, se inició temprano, en su colegio católico. En concreto, fue durante una de esas clases que ponen a volar la imaginación erótica, la de religión, cuando para satisfacer la curiosidad de sus compañeros adolescentes, la futura sexóloga no tuvo reparo en hacerles un mapa detallado de la geografía íntima femenina. Más tarde, un impulso definitivo a su carrera, según ella, se lo daría de carambola el mismo Freund, por cascarrabias. Ante la típica pregunta sobre por qué en clase les hablaba tan poco de lo que les pasa a ellas, bastante molesto el reputado gayólogo respondió: “¿Y quien soy yo para saber lo que sienten las mujeres, si yo soy hombre?”.


Uno de los principales hallazgos de Chivers ha sido que la descoordinación entre la excitación subjetiva y la objetiva es mayor en las mujeres que en los hombres. En los experimentos, las mentes femeninas van por un lado y, según los aparatos, lo que ocurre en los genitales va por otro. Los varones son más escuetos y predecibles. Los que dicen ser heterosexuales se excitan con parejas mixtas, con lesbianas y con mujeres desnudas. Pero no los conmueven las escenas de gays. Con los hombres homosexuales ocurre al revés. En ambos casos, lo que registra el arrechómetro coincide con lo que reportan que están sintiendo, desde frío hasta super caliente. 


Para las mujeres, en forma independiente de la orientación sexual declarada, el arrechómetro se activa con casi cualquier escena de pareja –él con ella, ella con ella o él con él- así como con hombres o mujeres en solitario e incluso a veces con los bonobos. Por otro lado, es más frecuente que un registro de excitación objetiva intensa ocurra simultáneamente con una percepción de “no está pasando nada, frío, frío (bostezo)”. En síntesis, como sabemos desde kinder, la sexualidad femenina es bien distinta de la masculina. Hetero, homo, bi o trans, mujeres y hombres nacen, no solo se hacen. Continúa.


REFERENCIAS


Angier, Natalie (1999). Woman, an intimate geography. New York: Virago



Bergner, Daniel (2009). “What Do Women Want?”. New York Times, January 22, 2009

http://www.nytimes.com/2009/01/25/magazine/25desire-t.html?pagewanted=1&_r=1


Chivers, Meredith, Gerulf Rieger,Elizabeth Latty & and J. Michael Bailey (2004) “A Sex Difference in the Specificity of Sexual Arousal”. Psychological Science, Volume 15, Number 11, November 2004 , pp. 736-744(9)

http://www.canyons.edu/faculty/labriem/Psych230/SexDifferencesInSpecificitySexualArousal.pdf



Chivers, Meredith (2005) “A brief review and discussion of sex differences in the specificity of sexual arousal”. Sexual and Relationship Therapy Vol 20, No. 4, November.


Chivers, Meredith  & J. Michael Baileyb (2005). “A sex difference in features that elicit genital response”. Biological Psychology, Volume 70, Issue 2, October, pp. 115-120 http://www.indiana.edu/~sexlab/files/pubs/ChiversBailey2005.pdf


Chivers, Meredith, Michael C. Seto,  Martin L. Lalumière, Ellen Laan & Teresa Grimbos (2007). “Agreement of Self-Reported and Genital Measures of Sexual Arousal in Men and Women: A Meta-Analysis”. Arch Sex Behav (2010) 39:5–56


Newitz, Annalee (2009). “Seven (Mostly) Scientific Devices for Measuring Sexual Arousal”. http://io9.com/#!5214130/seven-mostly-scientific-devices-for-measuring-sexual-arousal


Perry, John D (sf) “A Pictorial History of Insertable EMG Sensors”. http://www.incontinet.com/picthist.htm




domingo, 11 de abril de 2021

Borracheras, sexo casual y violaciones

Publicado en El Espectador, Abril 15 de 2021

 





La infantilización de las mujeres por el feminismo llevó a la absurda situación de considerar víctimas incluso a quienes voluntariamente se emborrachan para tener sexo.


La historia de muchas supuestas violaciones en campus universitarios norteamericanos es que una estudiante encartada con su virginidad decide intoxicarse hasta perder el sentido para iniciarse sexualmente con algún desconocido igualmente borracho. Con la resaca se arrepiente del lamentable encuentro y luego denuncia a su fugaz compañero de cama por haberla forzado. 


La confusión del abuso sexual con el romance frustrado se inició hace décadas en las fraternity houses con tufo, pesadeces y lagunas mentales. Siguió con profesores universitarios enamorados a los que la nueva inquisición acorrala y se generalizó con el #MeToo. Las verdaderas víctimas de depredadores sexuales camuflados de tutores se difuminaron en un mar de inmadurez, pusilanimidad y mala fé.  


“Él se aprovechó de mí, yo estaba muy borracha, pero le dije que no quería tener sexo, eso lo recuerdo bien. No sabía cómo parar, mi conciencia me decía que me fuera pero no podía, me encontraba muy mal… ya no recuerdo si fue él quien lo propuso o fui yo quien lo hice para que me dejara en paz”. 


La declaración es de una actriz española que acusa a un director de cine por haber abusado sexualmente de ella. El modus operandi del malhechor era escalofriante. Acechaba a las vícitimas “usando el interés profesional de ellas en el cine como excusa. Les pedía su teléfono y empezaba a escribirles con muchísima insistencia, prometiéndoles la oportunidad de participar en alguna película o rodaje, y hablaba de todos sus conocidos para mostrar el poder y la influencia que tenía en el gremio”. No contento con una correspondencia plagada de tentaciones, el fascineroso las invitaba a tomarse unos tragos y luego “se aprovechaba del estado de alicoramiento de las mujeres para forzarlas a tener relaciones sexuales”.


La patética situación no es atípica ni anecdótica. En los EEUU se encontró una estrecha asociación entre la asistencia a fiestas duras y los chances de tener sexo con desconocidos. Entre estudiantes que beben, quienes se iniciaron antes de los 13 años “en comparación con quienes nunca bebieron hasta los 19 años o más muestran dos veces más chances de tener relaciones sexuales no planificadas y 2.2 veces más probabilidades de hacerlo sin protección debido al consumo de alcohol”.


En norteamérica 4.7% de las mujeres reportan haber sido violadas. Cerca de las tres cuartas partes de ellas lo fueron estando borrachas. “Las que tenían menos de 21 años, residían en casas de hermandades, consumían drogas, habían bebido mucho en la escuela secundaria y asistían a universidades con alta incidencia de consumo excesivo de alcohol mostraban mayor riesgo de violación mientras estaban intoxicadas”.


No es fácil encontrar estudios similares para otros países y se puede temer que en algunos lugares la militancia los tenga vetados, pero existe información alternativa sobre la obvia asociación entre borracheras y contacto físico deplorable. En España, por ejemplo, el mapa por provincias de delitos y agresiones sexuales muestra que tales ataques son más frecuentes en donde hay “turismo de borrachera”, como en las islas Baleares, a donde llegan hordas jóvenes de toda europa a rumbear sin descanso por varias noches. 


Allí, una niña de 14 años “asegura que fue violada en un piso por seis adolescentes de entre 15 y 17 años. Una amiga suya la intimidó para someterla a las exigencias del grupo”. La misma menor contó en su denuncia que “habían intentado que se prostituyera horas antes en un bar donde varios varones mayores de edad le ofrecieron dinero a cambio de mantener relaciones sexuales”.


En temas sensibles para los que el fanatismo masacró el sentido común y desconoce la capacidad de agencia femenina, nadie más refrescante que Camille Paglia, quien aborda el problema de las borracheras juveniles recordando que las rumbas para intoxicarse contribuyeron al aumento en la percepción de violaciones en los campus universitarios. Critica la prohibición de vender alcohol a menores de edad anotando que tienen acceso a sustancias más dañinas para drogarse. Vincula esas prohibiciones al avance de las mafias y destaca “los efectos civilizadores del consumo temprano de alcohol como reemplazo de la fiesta enloquecida de los no iniciados”. 


Para las conductas que requieren autocontrol, como ingerir licor o tener sexo, cualquier joven, hombre o mujer, necesita educarse si quiere hacerlo responsablemente. Entre más temprano, mejor. El alcohol es crucial en la mayoría de incidentes de date rape, una realidad que las obsesionadas con culpar al macho por todas las desgracias femeninas desconocen descaradamente. Así, criminalizan cómplices de juerga tan irresponsables como sus compañeras para encubrir lunáticas que ya no esperan príncipes azules pero que embriagadas exigen encuentros sexuales fantásticos, con romance, magia, música celestial y hadas madrinas. Deberían ensayar alucinógenos. 



https://quillette.com/2017/06/28/laura-kipnis-camille-paglia-redefinition-sex/

https://www.eldiario.es/cultura/director-productor-cine-luis-maria-ferrandez-mujeres_1_7185123.html

https://www.elespectador.com/opinion/seis-denuncias-de-acoso-contra-el-cineasta-espanol-luis-maria-ferrandez/

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3880831/https://violenciagenero.org/noticias/mapa-delitos-y-agresiones-sexuales-provincias

https://elpais.com/economia/2020/01/16/actualidad/1579206678_643225.html

https://elpais.com/sociedad/2020/01/15/actualidad/1579092416_530281.html

https://elpais.com/sociedad/2020/01/13/actualidad/1578939268_384456.html

https://elpais.com/sociedad/2020/01/18/actualidad/1579360822_245439.html


domingo, 4 de abril de 2021

La Saeta de Serrat

 Publicado en El Espectador, 8 de Abril de 2021



La Pascua es una de las festividades más celebradas en occidente. Mezcla elementos paganos y religiosos que anticlericales e intolerantes en algún momento querrán estigmatizar. 


La fecha se asocia al domingo de Resurrección, siendo clara su relación con  el cristianismo. Sin embargo, su origen es mucho más antiguo: corresponde al momento en que el pueblo judío emprendió el éxodo desde Egipto hacia la Tierra Prometida. Durante la última cena, Jesús y sus apóstoles conmemoraron la Pascua judía como se hacía en esas fechas recordando la liberación del pueblo hebreo. 


La Pascua anglosajona se remonta a la fiesta primaveral en honor a Easter, diosa teutónica de la luz y la primavera. El huevo y la liebre eran los símbolos de Istar, la diosa babilónica del amor, la belleza, la vida, la fertilidad, la sexualidad. 


Gracias a una amiga seguidora asidua de las procesiones de Semana Santa en Sevilla pude ver este año tan atípico el extraordinario video del Ballet Inma Cortés que quiso “bailar en la oscuridad de la noche y la soledad, sin público, acompañadas únicamente por La Saeta de Joan Manuel Serrat, invitando al recogimiento”.


Confieso avergonzado que a pesar de que hace más de medio siglo oigo con frecuencia, aprecio y repito este poema de Antonio Machado convertido en canción nunca me detuve a averiguar el significado de Saeta, “copla que una persona dedica a las imágenes de las procesiones”. 


“¿Quién me presta una escalera para subir al madero, para quitarle los clavos a Jesús el Nazareno? … ¡Oh, la saeta, el cantar, al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar! ¡Cantar del pueblo andaluz, que todas las primaveras anda pidiendo escaleras para subir a la cruz! ¡Cantar de la tierra mía, que echa flores al Jesús de la agonía, y es la fe de mis mayores! ¡Oh, no eres tú mi cantar! ¡No puedo cantar, ni quiero, a ese Jesús del madero, sino al que anduvo en el mar!”


Hoy por hoy, la Saeta de Serrat es una de las canciones más conocidas de la música popular española. El célebre cantante la compuso y dio a conocer en 1969 en su disco “Dedicado a Antonio Machado”. El éxito fue enorme y contribuyó a la difusión en España e Hispanoamérica de la obra del poeta sevillano. Hay decenas de versiones y su música se ha incorporado como marcha procesional a la Semana Santa sevillana desde la década de los noventa.


El contrasentido es evidente. a pesar de que el poema original “es una censura expresa de la saeta y de la Semana Santa como expresión de una religiosidad popular que el poeta no comparte” la canción también se percibe como una pieza “que exalta la religiosidad popular hasta el punto de que se ha incorporado al acervo de las marchas procesionales religiosas”.


Aún más paradójico resulta que el socialista hijo de anarquista, juglar exilado del franquismo por protestar contra la represión de la cultura catalana y otros abusos de la dictadura sea el autor de una obra musical que ahora hace parte del severo ritual católico que antecede a la Pascua. Como todo artista serio y verdaderamente comprometido no solo con la estética, sino con la defensa de los derechos, la igualdad y la lucha contra la tiranía, Joan Manuel Serrat distingue ideario político de tradiciones y, al igual que el poeta, respeta la fe de sus mayores, así no la comparta.


Mi reacción al quedar conmovido por la puesta en escena de una danza con música de Serrat, con invitación al recogimiento espiritual y religioso, fue recordar a Camille Paglia, tal vez la feminista contemporánea más lucida y sensata.  “Dios es la mejor idea del ser humano” es la frase con la que quisiera ser recordada esta fascinante intelectual atea, pragmática, y azote de la militancia idealista que agradece haber sido educada por una familia tan católica como versada en historia del arte, un conocimiento poco apreciado por diversos activismos.


“La mujer debe ser maternal y no culpar al hombre por todo” o “Madonna. Finally a real feminist” son ejemplos de frases provocadoras de esta pagana que defiende la eutanasia, el suicidio, la pornografía, la prostitución y el consumo de drogas, o que se declara “firme partidaria” del aborto a pesar de reconocer que es un asesinato. Vivió doce años con una artista, se enamoró de una cantante brasileña casada con otra mujer, pero no soporta el activismo LGBT, ni a las académicas que desconocen las ventajas de una civilización sin cuyas bases no podrían reflexionar, ni escribir, ni vivir; cuyo fanatismo les impide considerar matices o dilemas. 


Volviendo a Serrat, catalanista que arriesgó el pellejo criticando al franquismo, resulta insólito que ahora sea vilipendiado por una militancia inmadura, soberbia e inculta que no le perdona su independencia del independentismo más cerrero.