martes, 28 de junio de 2022

Por qué Petro no será como Chávez

 Publicado en El Espectador, Junio 30 de 2022


Lo que el chavismo hizo con Venezuela no podría replicarse, así un gobernante con esa ideología se lo propusiera. El mundo cambió. 


Sin contar la favorable situación petrolera, hubo otros factores, como las supersticiones y la debilidad por la magia, que fueron aprovechados por el régimen castrista para “sembrar de santeros las oficinas públicas, los ministerios y los estamentos militares” del vecino país. 



A finales de 2012 cuando Chávez recibía un tratamiento contra el cáncer que acabaría con su vida, la televisión oficial transmitía “los rezos de los chamanes indígenas del Amazonas”. Una ceremonia santera fue mostrada en directo desde La Habana. 


El ex vicepresidente de operaciones de Aeropostal anota que con Chávez “aumentaron las relaciones con Cuba y la aerolínea tuvo que inaugurar dos vuelos a La Habana. Los militares me pedían pasajes como favor personal: iban a iniciarse en la santería”. La empresa contaba con unos 400 trabajadores en el aeropuerto de Caracas. “En menos de un año la mitad comenzó a vestir ropa completamente blanca y a mostrar los collares santeros”. También abrió oficina en Cuba con seis trabajadores, tres devotos de la santería. 


Durante años, el rumor de que en Miraflores se practicaban ceremonias peculiares fue persistente. Los ritos tenían un componente político. “Militares y personal de seguridad asistían a las citas con santeros internacionales, acudían a sus bailes pero también hacían consultas secretas”. Desde un hotel en la ciudad de Maracay los sacerdotes “lanzaban mensajes políticos, interpretaban la nueva realidad nacional y hacían vaticinios”. 


A Chávez los santeros le habían asegurado que cuando Simón Bolívar estuvo en Haití el prócer Alexandre Pétion, su aliado en la defensa de los esclavos, lo había iniciado en el vudú. En pocos años la santería cubana se extendió de la élite gubernamental a sectores populares familiarizados con lectura de cartas, invocación de muertos y espiritismo. La santería se volvió “religión oficial del chavismo” explica Germán Ramírez, un santero que organizó durante décadas la fiesta anual en honor a Santa Bárbara-Changó y que ganó privilegios en las Fuerzas Armadas. Cada año, la celebración se hacía en el Círculo Militar de Caracas. Asistían ministros, altos mandos y empresarios que disfrutaban banquetes y artistas como Oscar d’León, Fania All Stars o Celia Cruz. 



Quienes presenciaron los rituales de iniciación de Hugo Chávez señalan que era hijo de Changó, “espíritu guerrero, dueño de los truenos, al que se le atribuye la fuerza y la virilidad”. Su fama superó el ámbito castrense. Policías y abogados santeros buscan que Changó sea su padrino. Quienes realizan operativos peligrosos lo invocan, “le piden que los haga invisibles frente a los malandros y muchos de ellos dan fe de que las peticiones son efectivas”. Si se encomiendan, salen ilesos.


Por ser efectiva, la deidad, extendió su popularidad al bajo mundo. Un negocio de figuras de santos, vírgenes, velas, cirios e imágenes de Chávez creció continuamente desde principios de este siglo, en especial entre empleados públicos, “donde la santería penetró en casi todos los escalafones”. Buscan ascender en su trabajo, además de “atraer dinero y contra la envidia”. Eso sí, mantienen la esencia del discurso socialista. 


En algunos barrios, Changó fue reemplazado por el “malandro Ismael” con su “gorra girada de medio lado, una pistola visible en la cintura y un cigarro de marihuana en la boca” que lo distinguen del resto de santos. De él se sabe que fue un delincuente abatido hace 30 años cuya tumba se convirtió en lugar de peregrinación a donde acuden malandros a pedirle ayuda antes de algún robo o asesinato por encargo. Está rodeado de 13 malhechores y de una mujer a la que se atribuye la protección a las víctimas de violencia doméstica. 


Noel Márquez, músico, cultor -que adora o da culto- y presidente de la Fundación Grupo Madera, ha liderado el activismo a favor de Chávez, con quien compartió abiertamente la santería. Tocaron juntos y en la última edición de Aló Presidente el comandante se presentó como maraquero del grupo. Los tambores son considerados sinónimo de santería y espiritismo pues “con sus repiques se llama a los muertos”. Márquez, insurgente desde los años de guerrilla urbana anota que “el 90% de la música del Caribe va de la mano de la religión y la creencia dominante es la santería”. 


Los acuerdos con el régimen castrista tuvieron amplias repercusiones. Incluso Nicolás Maduro, quien se presentaba como agnóstico y ateo, admitió luego ser “un hombre profundamente cristiano” inducido por “su guía político y espiritual, Hugo Chávez”


Sin ofrecer detalles, Cuba acepta que ha ofrecido entrenamiento y asistencia militar en Venezuela. Por el contrario, destaca el "ejército de batas blancas", unos veintidosmil médicos y enfermeras que apoyan el sistema sanitario en barrios marginales pobres bajo el programa social ‘Misiones’.





REFERENCIAS


Placer, David (2017). Los Brujos de Chávez. La magia como prolongación de la política. La Hoja del Norte



martes, 21 de junio de 2022

García Márquez y el dictador

 Publicado en El Espectador, Junio 23 de 2022

Una de las experiencias más insólitas e incongruentes de GGM fue convivir tranquilo  durante varios años con la dictadura franquista.  


En el otoño de 1967, en un vehículo alquilado, entraron a Barcelona el novelista estrenando estrellato, su esposa Mercedes Barcha y sus dos hijos. Poco después, a esa ciudad llegarían muchos escritores latinoamericanos. 


“Era un recuerdo mítico. Fuimos por Carmen, lo admito, como tantos otros”. Carmen Bacells, agente literaria, era “administradora única para toda clase de asuntos financieros”. Así, la razón para soportar la dictadura franquista fue bien pedestre: plata. “En México es buen negocio trabajar y mal negocio escribir. La idea es acumular en países de moneda fuerte y gastar en países de moneda débil. Qué barbaridad: a este paso no haremos mucho como escritores, pero llegaremos lejos como financistas” le escribió GGM a Vargas Llosa. Además, era “la última ciudad de Europa donde mi mujer podrá tener una Bonifacia … ustedes tienen que cargar solos con la cruz de un hijo en Londres”.



El escritor peruano recuerda que, a pesar de Franco, “autores de toda América Latina llegaban con el sueño de triunfar. Aquí estaban las editoriales que permitían llegar a públicos más amplios que los pequeños sellos en nuestros países de origen”. Carlos Fuentes confirma “el meollo del asunto… Todos lo sabíamos: había que pasar por Barcelona”.


Carmen Bacells no era sólo agente. Conocía muchos atajos. En 1975 auditaba en Buenos Aires las ventas de libros y constató un desfalco. El editor le dijo. “Vamos a arreglarlo a la catalana, ¿cuánto quieres?”. Ella logró sacarle una buena suma y desde entonces “Gabo tiene muy claro que yo me ocupo de todas sus cuestiones económicas”. También sabía cómo evitar controles. Algunos editores “firmaban sus contratos con él a través de una sociedad anónima, Macondo Copyright, con sede en Suiza”, en aquel entonces paraíso fiscal.


Barcelona era una ciudad extremadamente clasista. “Había dos grupos claros de gente, ganadores y perdedores. Los primeros, herederos morales del franquismo, se reunían en lugares públicos, ufanos; entre los segundos, la gente estaba a disgusto, conspiraba en la clandestinidad, en casas. Las iglesias eran los únicos lugares públicos que acogían reuniones de perdedores”.


Según la dueña de una exclusiva tienda había tres condiciones para quedar excluido de los ganadores más peculiares, la gauche divine. Uno, ser proletario de verdad; dos, ser “frívolo de vuelta” y tres “carecer de elegancia”. Para Joan Manuel Serrat, eran “los holgazanes más trabajadores de España” y no podías pertenecer a su círculo “si no te gusta la mujer de tu mejor amigo”. 


Para GGM, vecino de un exclusivo barrio con hijos en costosos colegios privados, “aquella fue una etapa muy fructífera y enriquecedora para mí. Al principio me asombraba de que en plena dictadura franquista pudiera haber una libertad cultural bastante amplia pero pronto comprendimos que aquel espacio de libertad se lo habían ganado, día a día, los escritores, los artistas, los periodistas, todo el pueblo catalán”. Vargas Llosa hablaba de los últimos coletazos del franquismo, una dictadura blanda. Un periodista reconocía lo poco que hacían: “no luchábamos, éramos antifranquistas  pasivos y podíamos manifestarlo sin problemas, aunque no publicarlo”.


Era pura ficción. Había incomodidades palpables del régimen dictatorial sobre la vida cotidiana. Los libros eran revisados por censores. Varias esposas de escritores compartían ginecólogo, un liberal que burlaba prohibiciones importando por correo contraceptivos desde Londres. A menudo enfrentó problemas porque la policía interceptaba los envíos. Francia era lugar de peregrinaje obligado cada cierto tiempo. “Vimos El último tango en París en Perpignan, ciudad a la que a menudo íbamos también con los niños”, anota GGM. “Cada tres meses visitábamos París, para ponernos al día” puntualiza Mercedes.


GGM permanecía allí con cierta condescendencia. “Había una especie de destape clandestino que a los que veníamos de fuera, y conocíamos mundo, nos parecía una cosa muy atrasada”.  Cuando su amigo Plinio Apuleyo Mendoza lo visitó en Barcelona le sorprendió reencontrarse con un “Gabo famoso, rodeado de gente que lo adoraba y con la que él se aburría, estaba enormemente aburrido y hastiado de toda aquella celebridad”.


Ya lo carcomía la pasión por la política. La fama era horrible “porque te quita tiempo para tu vida privada y para escribir” pero por otro lado podía utilizarla “para darle un uso político”, en un sentido peculiar e intenso. Por su elegante piso “desfilaron guerrilleros de todos los movimientos y países latinoamericanos conocidos”.


Paradójicamente, a GGM el miedo le entró con la incertidumbre asociada al final del franquismo. Gonzalo García Barcha recuerda que en septiembre de 1975 sus padres “decidieron que era mejor no regresar a Barcelona porque no sabían cómo sería la situación tras la muerte de Franco, que estaba agonizando. Tuvieron miedo a la inestabilidad”. 


Qué ironía. La gauche divine a veces le teme a la democracia. Se siente más tranquila con un viejito dictador, aunque a veces se aburra.   



Avén, Xavi (2019). Aquellos años del Boom. Debate




lunes, 13 de junio de 2022

Izquierda moderada y violencia política

 Publicado en El Espectador, Junio 16 de 2022

El sainete de la campaña para la segunda vuelta presidencial, que no alcanza a ser discusión política, recuerda lo que ocurrió antes del plebiscito del 2016 para refrendar el Acuerdo de Paz.


Concretamente, una intelectualidad visceralmente izquierdista, incluso la menos pendenciera, subestima e irrespeta a quienes no votan como ella. Por el Sí entonces, por Petro ahora. 


Al ingeniero Rodolfo Hernández no han logrado estigmatizarlo como títere de Álvaro Uribe. Con poca vergüenza, para desprestigiarlo manufacturan falacias y hacen maromas mentales que alcanzan la mala leche. Edulcoran sus prejuicios con amabilidad y supuesto rigor. 


Movida graciosa fue el volantín del chavista confeso, William Ospina, a las huestes del ex alcalde empresario Hernández en un gesto audaz que al menos refleja apego al sabio principio del ensayo y error. A Piedad Bonnet la sorprendió que “un escritor que desde hace años reflexiona con pasión sobre el destino del país, sea ahora asesor y posible ministro de Rodolfo Hernández”. Después lamenta que su admirado amigo respalde a un político que está “en la orilla opuesta de lo que los rusos llamaron la intelligentsia”. Ese es, precisamente, el sitio donde toca estar ante la posibilidad, así sea remota, de un politburó encabezado por un narcisista mesiánico que no tolera la menor crítica. Ospina, mejor historiador que la Bonnet, sabe cómo acabaron bajo el estalinismo intelectuales independientes y comprometidos con el pueblo ruso. 


Antes de divagar sobre Edward Said, Antonio Gramsci, Julien Benda, J.P. Sartre, Václav Havel, que deben quitar más votos de los que ponen, la Bonnet  suelta un dardo con ponzoña:  “William se equivoca al asociarse con un personaje tan primario y violento”. Esta provocadora e insensata afirmación es reveladora. Por una parte porque utiliza a la ligera el término violento contra quien básicamente ha sido criticado por malhablado y grosero. La llamada “violencia verbal” no siempre tiene que ver con groserías e improperios, usuales en algunas regiones del país, como Santander, donde nació, estudió e hizo su carrera Hernández. 



Por otro lado, es claro que el inesperado finalista necesita pulirse en buenos modales, protocolo y mesura al hablar si pretende ocupar el primer cargo público colombiano. Así, difícil imaginar para él un instructor o coach más idóneo que William Ospina. La cultísima Piedad Bonnet debería estar de plácemes porque su entrañable amigo podría domesticar y civilizar a un eventual presidente. Pero no, opta por lamentar que el escritor se acerque al demonio. ¿Debería aislarlo, estigmatizarlo? Así es la élite educada que pregona inclusión, tolerancia y apertura a las regiones pero en elecciones actúa cual caverna y recomienda no meterse con provincianos mal hablados. Si ganara el ingeniero, rechazarían a la primera dama con cualquier disculpa. 


De manera similar, como si se tratara de una rasgo inmodificable de Hernández, Mauricio García Villegas diserta “contra la grosería”. Al comparar a los políticos tradicionales que “hablan con frases de cajón y afirmaciones anodinas” con quienes lo hacen “sin filtro, insultando y vociferando a diestra y siniestra”, o sea los ramplones, lanza una afirmación de antología: “los costos sociales de la grosería son más altos que los costos sociales de la hipocresía”. 


No aclara la metodología para cuantificar las secuelas de ser negociante o hacer política “a lo cachaco” o “como en Macondo”. Para sustentar su prejuicio ideológico en los comicios -si vota a la derecha debe ser bobo o perverso total- García advierte que “en un país con serios problemas de convivencia, en el que con demasiada frecuencia la gente se mata porque se odia, institucionalizar la vulgaridad puede ser muy peligroso”. Remata con una puya envenenada e irresponsable. Si “se pasa con demasiada facilidad de la ofensa verbal a la muerte, no deberíamos elegir a un botafuego como Hernández”. 


Bajo este peculiar esquema argumentativo, el Proceso 8.000 que desbarajustó al país por un cuatrienio, no fue tan grave, era simple hipocresía: ¿cuál elefante? El impacto nefasto del narcotráfico habría sido peor en Medellín que en Cali pues Escobar era un guerrero patán mientras que los Rodríguez Orejuela, decentes y diplomáticos, firmaban pactos en Recoletos.



Mostrándose ecuánime, García señala las objeciones que le tiene al otro candidato: dogmatismo, arrogancia, falta de honestidad intelectual e incapacidad para trabajar en equipo. Silencia los llamados de Petro al sabotaje, al bloqueo forzado de vías y actividad económica que fueron incendiarios pero afortunadamente sin improperios. Así, anuncia que votará por él. Esa decisión no atentaría contra la paz. El pasado de guerrilla, secuestro, Palacio de Justicia, indulto, amnistía, hipocresía y mentiras está impoluto, sin rastros de grosera violencia, esa que se vuelve trascendental en elecciones. 


¿No sería más honesto y parsimonioso anunciar el voto a favor de Petro por ser de izquierda en lugar de insistir que la gente que no lo quiere en la presidencia, precisamente por eso, es tonta? Alguien debe empezar a dar ejemplo para respetar adversarios políticos. 





Piedad Bonnet, Los intelectuales y el poder

Mauricio García, Contra la grosería 

lunes, 6 de junio de 2022

Quiero cansarme contigo

 Publicado en El Espectador, Junio 9 de 2022


A pesar de todo, el desprestigiado arreglo de pareja monogámica y heterosexual sigue siendo mayoritario. 


Un paradoja contemporánea es que los activismos que promueven causas colectivas y rechazan el egoísmo como motivación coinciden con un auge jamás visto del individualismo y el culto al bienestar personal, con plena libertad de elegir como pregonaba Milton Friedman, apóstol del neoliberalismo.


En este contexto, un resultado interesante de la encuesta sobre la percepción del amor y las relaciones afectivas en España publicada en El País es que con plena autonomía e independencia para decidir, la mayoría de las personas “se decanta por vivir un amor exclusivo, monógamo y bajo el mismo techo, es decir, lo mismo que eligieron nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos” bajo la rígida influencia familiar que coartaba las decisiones individuales. 



Carmen Ruis Repullo, experta en asuntos de género, anota que el feminismo radical “ha trabajado para deconstruir una idea del amor romántico, una trampa para las mujeres”. A pesar de esto, tanto ellas como ellos evalúan sus prioridades y restricciones en forma casi idéntica. En particular, hombres y mujeres prefieren una pareja “heterosexual, monógama, conviviente y estable”. 


Así, la doctrina según la cual toda relación sentimental presupone un vínculo de dominación heredado del patriarcado no corresponde con lo que muestran los datos españoles más recientes. Solamente una de cada cinco personas, las más jovenes, cree ser más feliz sin pareja. La monogamia, poco apreciada por la doctrina, es el arreglo más atractivo para la inmensa mayoría de las personas (95%). Además, los hombres lideran, de lejos, la preferencia por esquemas alternativos como las parejas abiertas o el poliamor. 


Los arreglos monogámicos son sorprendentemente estables: en promedio han durado más de veinte años. La terapia para lidiar con problemas es casi siempre iniciativa femenina salvo cuando el conflicto ha surgido por una infidelidad. “La encuesta corrobora que ellas son más monógamas y estrictas sobre lo que consideran una infidelidad y ellos más laxos y bastante más infieles”. Que esto ocurra en todas las culturas, aún más que en la judeo cristiana, muestra la huella de la biología. 


A pesar de los esfuerzos por inflarlas numéricamente, las orientaciones no heterosexuales representan una proporción baja de la población. Tan sólo 3.7% de las personas se declaran homosexuales, 9.2 bisexuales y un nimio 0.8% transexuales. El peso de las nuevas generaciones es determinante: tres de cada diez jóvenes se declaran no heterosexuales.


Convivir juntos es la elección del grueso de parejas españolas. Solo 10% de ellas optan por no cohabitar y en esa negativa el liderazgo es femenino. Además, la diferencia aumenta con la edad. Las mujeres “preferirían mucho más no compartir techo con su pareja que los hombres (13% contra 7%)”. Y las que rondan los sesenta años, “rechazan tres veces más la convivencia que los hombres de su generación”.


En la decisión de convivir median múltiples factores siendo determinante el económico. “Es más fácil elegir el amor monógamo y duradero cuando se sabe que se tiene una opción de salida o cuando el espacio para la convivencia es más cómodo”. 


No sólo los datos españoles desafían el escenario diverso pregonado por el activismo. Varias series de TV, a cuyos guionistas les interesa más aumentar audiencia con realismo que ganar adeptos con dogmas, muestran que la sociedad desarrollada, individualista y libre como nunca, solo ha abierto “una pequeña rendija a otras formas de amor”. Para la muestra un botón español: Cuéntame, que ya parece para toda la vida. 


En la serie sueca Bonus Familjen, un adolescente astuto y pendenciero escucha al director de su colegio hablando por teléfono con su esposa: está molesto porque alguien se quedará más tiempo del previsto en la casa. Creyendo que se trata de la situación común para su familia recompuesta -problemas asociados a la custodia compartida- el joven le pregunta si hablan del hijastro.

  • No, se trata del novio de mi esposa, aclara el rector
  • ¿Su esposa tiene un novio que vive con ustedes?
  • Si, tú eres joven y aún no entiendes algunos arreglos que aceptamos los adultos porque son normales
  • Usted tiene solo dos opciones: echar de la casa a su mujer o darle un puñetazo al novio. ¡Yo haría ambas cosas!

Fuera de este golpe contundente a la peregrina idea de que las triejas son arreglos razonables e inocuos, la serie concebida en Escandinavia, líder global del progresismo, muestra el cuidado y esmero de los personajes por sacar adelante su pareja actual. La rutina, los hijos, el oficio y el trabajo pesan. El agobio, el cansancio, surgen a menudo. Pero el hilo conductor recuerda a Lola, protagonista de una comedia de Javier Gomá, cuando le pregunta a Tristán, su marido: ¿quieres cansarte conmigo?. Es imposible evitar cansarnos, pero sí podemos decidir con quién y cómo lo hacemos.