domingo, 28 de junio de 2020

Encierro y conflictos de pareja

Publicado en El Espectador, Julio 2 de 2020
Columna después de los memes






El feminismo incrustado en la burocracia logró imponer la creencia que durante el fenómeno social más excepcional y atípico en décadas la violencia de pareja fue la misma de siempre. 

Extender sin matices una explicación burda –el macho dominante que abusa de la mujer víctima- a una situación tan poco común y desconocida como un encierro prolongado revela pobreza conceptual. Además, lo que se sabe sobre  conflictos en el hogar sugiere que ese guión militante describe mal lo que pudo ocurrir en la epidemia. Hará falta trabajo de campo minucioso para saberlo. Mientras tanto, me atrevo a lanzar conjeturas. 

La propaganda hizo énfasis en la figura del macho amenazante que, no contento con maltratar verbal y psicológicamente a su pareja, la podría golpear. Esta cadena de agresiones ignora una realidad: la violencia física es una característica de los conflictos por celos. El feminicidio, manifestación extrema de los ataques contra la mujer, casi siempre asociado a ese delirio posesivo acumulado por años, no aumentó. Aunque pudo haber peleas recordando infidelidades, si algo desfavoreció la cuarentena fueron las aventuras extra maritales, y por ende la angustia y peleas asociadas. Celoso o celosa vigilantes 24h/24 disminuyeron los chances de ataques a golpes. 

Lo que sin duda debió aumentar fue la violencia psicológica, un concepto reciente, heredado de contextos disímiles como el laboral o educativo. Está menos estudiada que otras violencias, precisamente por su vaguedad. El uso del término se extendió a partir de los noventa, tras la Conferencia Mundial de la Mujer en Pekín en la que el feminismo, a través de la ONU, empezó a dictar políticas y programas basados en el diagnóstco del patriarcado como origen de los problemas femeninos. Una idea básica es que el sistema le enseña a los niños a ser agresivos en un largo proceso que empezaría con los juguetes. A las niñas, por el contrario, se les inculcaría ser pasivas con vocación por el cuidado. Hasta el color azul o rosado de vestidos y decoración importaría.

La definición de violencia psicológica es tan imprecisa que, en las encuestas, es la forma más generalizada de conflicto de pareja. En Colombia, es la única que sufren más los hombres que las mujeres. Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2015, 74% de los hombres reportan haber sido víctimas, contra 64% de mujeres. Para los ataques físicos las cifras respectivas son 22% y 32%. 

Antes del reciclaje activista del término, se reconocía la ignorancia sobre la denominada agresión verbal. Se intuía una asociación con la violencia física, pero sin claridad sobre el sentido causal. Las investigaciones con menores sugirieron hace años que los niños agreden físicamente mientras las niñas lo hacen verbalmente. Posteriormente se estableció que la principal diferencia radica en la violencia directa de ellos versus la indirecta de ellas. También se ha encontrado que la reacción femenina en situaciones de estrés es buscar respaldo social en lugar del impulso, más masculino, de discutir y pelear. Cabe especular que, confinadas en casa sin sus redes de apoyo habituales, las mujeres debieron recurrir al soporte de la sororidad universal, a la retórica feminista. Si además estaban encerradas con estudiantes que defienden esas ideas, quienes habitualmente están por fuera o se escapan de cualquier discusión debieron reforzar el uso del discurso que considera siempre a la mujer, haga lo que haga, una víctima. 

Toda la evidencia disponible, y las quejas activistas, sugieren que el hogar continúa siendo territorio femenino, normalmente muy regulado. Una fuente de conflictos debió ser el intruso incumpliendo con descaro las normas. Quien haya hecho tareas domésticas sabe que la carga más pesada, de lejos, es el cuidado de los hijos menores, agravada en cuarentena con la supervisión del colegio virtual. Lo que rara vez se menciona es que esa mayor responsabilidad maternal no es sólo una imposición del patriarcado, sino también de quienes exigen que la mamá los cuide, con mayor razón si la niñera no está.  

Una experta en educación celebra que, encerrada, la infancia mostrara “su optimismo con forma de arco iris apoyado en la certeza de que todo saldrá bien”. Tanta ternura ayuda poco a la economía hogareña. Es fácil imaginar a la divorciada hiper responsable que se sacrificó para que la familia pasara el encierro con el zángano al que tiene demandado por alimentos. Aliados con ese héroe que imaginan capaz de alcanzar cualquier meta y que, por supuesto, es más divertido pues nunca regaña por las tareas, los niños debieron infantilizar con sueños fantásticos cualquier discusión sobre finanzas y responsabilidades. Difícil concebir mayor viacrucis, indignación y motivo de quejas conducentes a conflictos que hacer oficio sin ayuda, obsesionada por las cuentas, lidiando al kinder con un adulto irresponsable alojado temporalmente para ser atendido y aplaudido sin reservas.


REFERENCIAS


Carmona, Olga (2020). “Los maestros del aquí y ahora nos enseñan a vivir”. El País Semanal, Nº 2282, Junio 21


Rhoads, Steven (2004). Taking Sex Differences Seriously. San Francisco: Encounter Books

Rubio, Mauricio (2012). "Tareas domésticas y llanto infantil". El Espectador, Julio 5 de 2012

_______________ (2018). "Violencia psicológica en la pareja.
Un Análisis con la Encuesta Nacional de Demografía y Salud 2015". Academia 

miércoles, 17 de junio de 2020

Conquista y selección sexual

Publicado en El Espectador, Junio 25 de 2020
Columna después de los memes




Aunque parezca insólito, por el maltrato y el desprecio español hacia ellos, “los indios veían en el conquistador a un dios”. Esta paradoja es aún más desconcertante para las mujeres, particularmente atraídas por los invasores.

Casi la totalidad (94%) de quienes vinieron eran hombres. No eran hábiles trabajadores, ni labriegos, ni artesanos. Las autoridades españolas intentaron ser selectivas con las autorizaciones para viajar al nuevo mundo. Abogados, por ejemplo, al igual que “delincuentes, pillos o pícaros” no podían emigrar por “su afición a los pleitos, su pasión por la trácala y su capacidad de engullir bienes y fortunas en procesos interminables”. Pero la realidad estuvo lejos de los deseos oficiales: en la tripulación de las Tres Carabelas ya venían presidiarios. A La Española llegó “la más escogida colección de gentuza que nunca se juntó: ex soldados, nobles arruinados, aventureros, criminales y convictos”. En una carta al Emperador, Hernán Cortés se quejaba porque “la mayoría de los españoles que han venido aquí son de baja calidad, violentos, viciosos”. Para Miguel de Cervantes, América era “refugio y amparo de los desesperados, iglesia de los alzados, salvoconducto de los homicidas, pala y cubierta de los jugadores”.

Además del lumpen, vinieron individuos con escasos chances de supervivencia en su tierra natal. “Campesinos sin tierra, artesanos sin trabajo, gente sin oficio, segundones perjudicados por el mayorazgo que favorecía al primogénito, marginados o perseguidos”. A ellos se sumaron aventureros y cazafortunas que buscaban conquistar con las armas, o con suerte, “la fama, la honra y la riqueza” que ya no podían conseguir en la Península. Su ambición, como la de cualquier hidalgo de la época, era vivir de manera opulenta sin trabajar.

Funcionarios coloniales se quejaban permanentemente porque campesinos y artesanos al llegar a América se negaban a ejercer sus oficios, para vivir como si fuesen señores. Tras 20 años de experiencia en México, un misionero franciscano anota que “nunca hacen otra cosa que demandar, y por mucho que les den nunca están contentos; a doquiera que están todo lo enconan y corrompen, hediondos como carne dañada, y no se aplican a hacer nada sino mandar; son zánganos que comen la miel que labran las pobres abejas”. Recuerda a muchos políticos colombianos contemporáneos, civiles o armados.

En el nuevo mundo, esta manada de cafres que nunca había visto un cuerpo femenino “sin pesados ropajes ni siquiera en la pintura de la época, monotemática,  obsesivamente religiosa”, encontró gente liberada, mujeres deshinibidas que tenían sexo lúdico y consideraban intrascendente la virginidad. En Cuba, cuenta un cronista, “en la fiesta de boda, la novia fornica con todos los asistentes a la celebración”.

Las mujeres aborígenes prefirieron a los españoles en parte por la intuición de que un hijo mestizo tendría mejores posibilidades en ese mundo de foráneos que, formateados con represión cristiana, reaccionaban impulsivamente ante los atributos físicos femeninos. Su actitud era poco modesta, todo lo contrario: prepotente y soberbia. Fungían de amos y señores. Además, como pareja preferían a sus coterráneas y después a las indígenas de tez más clara.

Miguel Díaz llegó con Colón a la Española y huyó con seis amigos tras una pelea. Fueron acogidos por la cacica Osema, bautizada luego Catalina, quien se enamoró perdidamente de Díaz y tuvo con él dos hijos, los primeros mestizos legitimados en América

Poco después del descubrimiento, muchas mujeres aborígenes se decoloraban la piel para parecer blancas. Un cronista anota que en La Española “como tienen envidia de ver a las mujeres hispanas, toman las raíces del guao y las asan muy bien… las convierten en pasta de ungüento (que) se untan en la cara y el pescuezo… Al cabo de nueve días quedan tan blancas que no las conocerían”.

¿Por qué a las mujeres nativas les gustaban esos hombres tan vagos, sucios, desagradables, prepotentes y violentos que venían de ultramar? Una posible respuesta la ofrece la teoría darwinista de la selección sexual. Nada más visceralmente atractivo para una mujer que un hombre inmune a una plaga que diezma a su grupo. Esta observación es tan universal que aplica a cualquier hembra, de cualquier especie. Las señales –fidedignas o engañosas- de buena salud son el principal criterio para el deseo de apareamiento, incluso por encima del acceso a recursos. Tanto, que muchos animales presentan complejas e inútiles características –como la cola del pavo real- que los incomodan para alimentarse o que atraen depredadores, poniendo en riesgo su supervivencia, con tal de poder enviar el mensaje de que están sanos, vigorosos y transmitirán genes resistentes a las enfermedades.

Así, una razón escueta para explicar la preferencia de algunas mujeres indígenas por la piel blanca al elegir el padre de sus hijos es que se trataba de una señal inconfundible de buena salud, de inmunidad a las epidemias que mataban al resto de la población.


REFERENCIAS


Herren, Ricardo (1991). La conquista erótica de las Indias. México: Planeta


Mörner, Magnus (1967). Race Mixture in the History of Latin America. Boston: Little Brown & Co

lunes, 15 de junio de 2020

Conquista de América y epidemias

Publicado en El Espectador, Junio 18 de 2020
Columna después de los memes



La visión común de la Conquista por los españoles es una fábula que ha contribuído a la mala comprensión de dónde venimos, de nuestro mestizaje.

Una versión de la historia económica de América Latina, las Venas Abiertas de Eduardo Galeano, es el ensayo más popular sobre nuestra dificultad para desarrollarnos. Allí se silencia la principal ventaja de los españoles para conquistar y evangelizar el continente: la viruela y otras enfermedades contagiosas. La hazaña del descubrimiento impulsado por la codicia y el afán de convertir herejes es insuficiente para explicar cómo un puñado de españoles conquistaron una población indígena cien veces superior. El número de aborígenes americanos superaba los cien millones. En 1618, “la población incial de México, cercana a los veinte millones, se había desplomado a cerca de 1.6 millones”. Algo similar ocurrió en el Perú a la llegada de Pizarro en 1531 para conquistar con 168 hombres el imperio Inca con población de varios millones. La viruela llevaba cinco años matando gente, incluyendo al emperador Huayna Capac y a su sucesor.

En 1530 el gobernador de Cuba le escribía al Rey que la “pestilencia el año pasado se habrá lleuado al tercio de los que había”. Torquemada cita epidemias de tifus, que no afectaron a los españoles: una en 1545 ocasionó 800 mil muertes y la de 1575 en la que perecieron 2 millones de indios. El padre Betanzos escribía que “en Tlaxcala mueren ordinariamente, mil indios al día… en este pubelo de Tepetlaoztoc, donde agora estoy, ya pasan harto de catorce mil que son muertos”. La población borinqueña en Puerto Rico, fue diezmada por la viruela.

La desaparición de nueve de cada diez habitantes de culturas tan avanzadas como la azteca y la inca no se puede explicar en términos militares. Para eso se hubieran requerido todas las armas y la pólvora disponibles en ese momento no sólo en España sino en Europa.

Antonio Caballero, en la “Historia de Colombia y sus oligarquías (1498 - 2017)” sentencia que la Conquista fue un “genocidio que despobló hasta los huesos un continente habitado por decenas de millones de personas: en parte a causa de la violencia vesánica de los invasoresy en parte aún mayor por la aparición de mortíferas epidemias de enfermedades nuevas y desconocidas”. Pensé que debía haber una nueva acepción para el vocablo genocidio, pero no, la Real Academia lo define aún como “exterminio o eliminación sistemática de un grupo humano por motivo de raza, etnia, religión, política o nacionalidad”. Dado ese paso, no faltará el lunático que agregue que los españoles vinieron, con premeditación y alevosía, a inocular distintos virus en los aborígenes.

Fuera de las epidemias, otra razón natural que los detractores de la Conquista rara vez mencionan es el mestizaje, “que redujo la población india puesto que cada mestizo que nacía era un indio menos”. Así se dio “el más gigantesco proceso de mezcla racial que ha producido la humanidad”.

Parte de ese mestizaje fue forzado. Como anota Magnus Mörner, “la captura de mujeres fue un elemento más en la esclavización de los indios”. Muchos de los soldados de la Conquista eran veteranos de guerras acostumbrados a múltiples atropellos. “Creíanse caballeros y eran, en realidad, salteadores de caminos… junto al oro, las hembras constituyeron parte principal del botín de guerra”.

Los excesos no fueron exclusividad española. Donde los indígenas no pudieron ser vencidos, como en Chile, “las españolas pasan a integrar los serrallos de los caciques”. Una mujer cristiana fue capturada por un cacique como concubina pero las otras mancebas, “celosas por el favor que recibía la asesinaron y luego dijeron que la había devorado un caimán mientras se bañaba en un río”.

En las sociedades indígenas, las mujeres servían para el intercambio, “las hembras eran objetos que se vendían por interés económico o se regalaban como signo de amistad, para lo cual eran educadas en la más completa sumisión al hombre” anota Ricardo Herren. Vasco Nuñez de Balboa mantuvo estrecha amistad con el cacique Careta, Chimú, quien le entregó a una de sus hijas. “La criatura era de tan corta edad que entró como pupila en la casa de Balboa hasta que se convirtió en una joven hermosa y pasó a los aposentos del conquistador como su principal concubina”. Aún hay rezagos de la infame costumbre de disponer de niñas indígenas como mostró el reciente escándalo con la etnia wayuu.


Fulvia, una aborígen bautizada que hacía parte del harem de Balboa, le salvó la vida denunciando una conspiración contra él. “No será la única india que, por amor y devoción a algún español, no duda en traicionar a los suyos. La misma historia se repite a lo largo de todo el continente”. El burdo guión sobre la Conquista exige matices y correcciones. “La verdad es la verdad, y merece ser conocida”. 



REFERENCIAS

Diamond, Jared (1999). Guns, Germs, and Steel. The Fates of Human Societies. New York: W.W. Norton

Galeano Eduardo (1971, 2004). Las Venas Abiertas de América Latina. México: Siglo XXI. Versión digital

Herren, Ricardo (1991). La conquista erótica de las Indias. México: Planeta

Melo, Jorge Orlando (2017). Historia Mínima de Colombia. El Colegio de México, Turner

Mörner, Magnus (1967). Race Mixture in the History of Latin America. Boston: Little Brown & Co

Rubio, Mauricio (2018). "La leyenda negra". El Espectador, Agosto 16

Sánchez Sorondo, Gabriel (2009). Historia Oculta de la Conquista de América. Madrid: Nowtilus

domingo, 7 de junio de 2020

Paz local y mafias globales

Publicado en El Espectador, Junio 11 de 2020
Columna después de los memes






La falta de pragmatismo de la paz santista está pasando factura y será costosísima a largo plazo.

El gran yerro fue considerar la subversión un asunto campesino, atávico y doméstico, ignorando motores de la guerra modernos como la geopolítica o los mercados transnacionales de armas y droga.

El coronavirus evidenció la profundidad de la globalización, que se extiende al bajo mundo. Así lo ilustra un incidente que parece sátira del parroquialismo habanero: un exfariano colombiano, nacido en Argentina, hijo de un juez, detenido en Bolivia por dar entrenamiento militar a quienes apoyaban a Evo Morales.

Desde los noventa hubo narcotraficantes graduados en escuelas de negocios norteamericanas. Nuestro hombre en la DEA, de Gerardo Reyes, libro tan bien documentado como poco discutido en el país, muestra que la segunda generación de mafiosos seguía guerreando sin haber sufrido estrechez económica ni obstáculos estructurales del campo.

La Gorda, una exitosa ruta de cocaína, fue concebida en Medellín por estudiantes de maestría. Sirvió en los noventa para exportar más de 60 toneladas. Era tan rentable que permitía ayudar a colegas en dificultades, como Cebollita, que tras una incautación desmanteló su organización para instalarse en Chile. Invirtió sus restos, entre otras, en la sede de la embajada norteamericana en Santiago. Huyó tras un escándalo de corrupción que involucró al hijo de Pinochet. Acabó convertido al cristianismo en Miami. Allá residía cuando las Farc le secuestraron un hermano. Acudió a sus antiguos subalternos para un rescate fulminante apoyado por un general del Gaula y sicarios de La Terraza dirigidos por Ramón, lugarteniente de Don Berna.

Ramón tenía una flota de barcos muy apreciada por Amado Carrillo, gran capo mexicano. Junto con otro narco invirtió en negocios legales, se aficionó al vino y tomó clases de historia del arte en Madrid. Allá conocieron a Clemente, financista español que ficharon para expandir su negocio en Europa. Nacido en Barcelona, operaba desde Andorra, tenía buenas conexiones oficiales y ofreció conseguirles la ciudadanía. Inspiraba tanta confianza entre las autoridades que lo invitaban a dar conferencias sobre prevención de lavado. Gracias a él, los colombianos conocieron a Falaz Al-Shaalan, emparentado con el rey de Arabia Saudita. Aunque desconfiaba de Clemente por creerlo informante de la inteligencia británica, acabó apoyando una nueva ruta, con ganancias estimadas en 100 millones de dólares por viaje.

El proyecto más ambicioso de Ramón fue una planta para fabricar cocaína sintética, que podría instalarse en cualquier parte del mundo sin depender de proveedores de coca. Químicos bogotanos trabajaban desde antes esa tecnología. Buscaron cuidadosamente un lugar para el negocio. Descartaron México pues allá les robarían la fórmula y los matarían a todos. Madagascar fue otra opción porque Clemente tenía buenos contactos. Finalmente escogieron la antigua Yugoslavia pues “el caos que se vivía entonces era ideal para instalar un laboratorio”. Adaptaron las caballerizas de un hipódromo donde albergaron a los químicos colombianos. El costo de producción de un kilogramo sería de 3.000 dólares y el precio de venta en Italia diez veces superior. Todo funcionó hasta que los aviones de la OTAN bombardearon la prometedora factoría. La burocracia militar pensó que en esos laboratorios se fabricaban armas químicas.

Los escenarios anteriores serían inverosímiles aún para guionistas de TV que han captado la versatilidad, capacidad de infiltración e interconexiones del crimen organizado latinoamericano. No merecieron comentarios de intelectuales, novelistas y poetas nacionales cuya especialidad es cómo alcanzar la paz o superar epidemias con buenas intenciones y mayor gasto público. Dan cátedra sobre cualquier tema desde política sanitaria hasta teletrabajo achacándole todos los males a los mismos culpables de siempre. Los narcos globales interesan aún menos a la secta académica que se apropió la exclusividad de la memoria histórica y no tendría reparo en etiquetar a Gerardo Reyes de negacionista por no mencionar en su libro despojo de tierras ni desplazamiento forzado con enfoque de género.

La JEP, con autoría intelectual española y apoyo acrítico de burócratas internacionales, ya empezó a preocupar hasta a sus defensores tradicionales. Acabará citando bodrios tipo “el país que proponemos construír”, publicado por las Farc cuando los comandantes, reacios a firmar la paz, se consolidaban como proveedores de traficantes dispuestos a producir cocaína sintética en cualquier rincón del planeta.


Dos décadas después, la pandemia no detuvo ni el uso de estupefacientes ni su tráfico ilegal. “Pensábamos que el negocio iba a bajar, pero no. Han estado alijando de día y de noche. Sin nadie alrededor, han estado muy tranquilos” anota un policía antinarcóticos andaluz. Cabe pensar que dinámicos emprendedores con equipos en coworking y teletrabajo -psicólogos, químicos, neurólogos y expertos en marketing- estén diseñando la droga que mejor se adecúe a la demanda de personas encerradas y angustiadas por perder su empleo a causa de un virus. Para el menudeo a domicilio no les faltarán informales cesantes.



REFERENCIAS

Cañas, Jesús A (2020). “La narcoeconomía echa raíces en el sur de España”. El País, Jun 7

ET (2019) “¿Quién es el 'Argentino', ex-Farc capturado tras protestas en Bolivia?”. El TiempoNov 14

Henao, Luis Felipe (2020). “Los riesgos de la decisión de la "Mata Hari" frente a la JEP”. El EspectadorMar 12

Lozano Guillen, Carlos (2001). FARC el Pais que Proponemos Construir. Editorial Oveja Negra

Ortiz Fonnegra, María Isabel (2020) “Menos coca y más sintéticas, así ha cambiado el consumo de drogas”. El TiempoJunio 6

Pelletier, Éric (2016). “Saisie de cocaïne à Bayonne : les coulisses de l'opération B-521 / 3”. Le Parisien, Dic 3 

Reyes, Gerardo (2007). Nuestro hombre en la DEA. Bogotá: Planeta

lunes, 1 de junio de 2020

Pandemia y vientres de alquiler

Publicado en El Espectador, Junio 4 de 2020
Columna después de los memes


                                              Refrito de Rubio (2016)




En Ucrania, una consecuencia del coronavirus ha sido la larga espera para que adoptantes de otros países recojan los bebés cedidos por madres sustitutas a cambio de remuneración.

La agencia Bio Tex Com ha puesto en línea imágenes conmovedoras de la situación. En una habitación hotelera adecuada como sala cuna, medio centenar de recién nacidos lloran o duermen mientras llegan las familias extranjeras que no han podido venir a buscarlos. Nadie sabe cuándo podrán hacerlo. Todos los nacimientos ocurrieron tras el cierre del espacio aéreo. En total, las autoridades estiman que hay unos cien casos pero si las fronteras permanecen bloqueadas la cifra podría acercarse al millar en unos meses. Las familias, en su mayoría europeas, son de países más desarrollados que Ucrania.

El portal de esta clínica de reproducción asistida no da detalles sobre el perfil de quienes contratan sus servicios. Simplemente muestra fotos de parejas heterosexuales felices por tener descendencia gracias a la subrogación. Para los “donantes” muestran fotos de eventuales receptoras, todas de raza “europeoide” y educación universitaria, que después del parto se esfumarán. En las imágenes, a los bebés los cuidan solo enfermeras.

El mismo sitio web recuerda que Ucrania es uno de los principales centros internacionales de tratamiento de la infertilidad. Se sabe que en ese país los hogares encabezados por parejas del mismo sexo “no son elegibles para ninguna de las protecciones legales disponibles para parejas de sexo opuesto”. En este caso, la explotación de las madres subrogadas es básicamente económica. No siempre es así, a veces viene agravada con machismo y misoginia: mujeres de países pobres al servicio de señoritos gay que pueden darse el lujo de utilizar el vientre de una mujer para alquilarlo y luego abandonarla, literalmente.

El caso más ilustrativo de la infamia de esta práctica ocurrió con un grupo de hombres gay israelíes que, ante la prohibición de alquilar vientres en su país, contrataron madres sustitutas en Nepal. Después del terrible terremoto Gorkha -con magnitud cercana a 8, unas nueve mil personas muertas y 22 mil heridas- los padres y sus hijos fueron evacuados en abril de 2015 por su gobierno a Tel Aviv, dejando en medio del desastre a las madres subrogadas, incluyendo a algunas hindúes que habían sido llevadas allá por las agencias de adopción. Así de inhumana fue la utilización del cuerpo de mujeres marginadas en beneficio de una élite masculina transnacional, una práctica vergonzosa que se impuso con retórica progresista e incluyente.

Las feministas francesas han rechazado enfáticamente lo que consideran una forma velada del servilismo más abyecto. Sylviane Agacinski, por ejemplo, señala que “las formas antiguas de esclavitud y servidumbre nos indignan. Pero que los cuerpos femeninos sean parte de un mercado y se vuelvan mercancía nos deja tranquilos”. Ilustres magistrados y constitucionalistas colombianos ni siquiera se dignaron debatir el asunto cuando avalaron a la ligera la adopción igualitaria, una moda militante internacional bien entroncada en la academia anglosajona. 

Un punto en el que discrepo del feminismo francés es el paralelismo entre los vientres de alquiler y la prostitución, también considerada una forma moderna de esclavitud, a pesar de mucha evidencia en contra.

Los agoreros que ven en epidemias y pestes un castigo divino reconocerán que los vientres de alquiler eran una pecado mayor que el sexo venal. El puntillazo de la epidemia a la costumbre de contratar mujeres de países atrasados para que gesten un hijo ajeno es tal que probablemente no se recupere. Para Colombia, que potencialmente podía satisfacer esa demanda internacional, o ya lo estaba haciendo a la tapada, la naturaleza acabó ajustando un mercado que juristas de vanguardia y activistas impidieron regular.

La prostitución, por el contrario, saldrá no solo inmune sino tal vez fortalecida por la epidemia. Uno, por el eventual efecto carpe diem señalado por Boccacio en el Decamerón para la peste medieval: “se volvieron laxos en sus costumbres y descuidaron sus quehaceres como si esperaran la muerte ese mismo día”. Dos, tras un período de drástica reducción de la actividad por el encierro no hay razón para pensar que personas dedicadas a vender sexo dejen de hacerlo. Se puede incluso prever que entre quienes vean muy deteriorada su situación económica por la crisis y carezcan del capital humano requerido para el teletrabajo se vea ese comercio como una opción. Por último, dadas las características del contagio, “a través de las gotículas que expulsa la persona enferma al toser, estornudar o hablar”, se podrán adoptar protocolos sanitarios sin afectar la esencia del servicio.


En ese nuevo escenario, como las webcamers, muchas prepagos colombianas podrán aumentar su participación en el mercado del sexo internacional. Acostumbradas a atender esmeralderos, narcos, paras, guerrilleros, militares y políticos corruptos, o traficadas desde niñas por minorías intocables, no van a dejarse amedrentar por un insignificante microorganismo.


REFERENCIAS

Agacinsky, Sylviane (2009). Corps en Miettes. Paris: Flammarion

FI (2020) "Plus de 100 bébés nés par GPA bloqués en Ukraine en raison de l'épidémie de coronavirus". FranceInfo, Mai 5

Kamin, Debra (2015). "Israel Evacuates Surrogate Babies From Nepal but Leaves the Mothers Behind". TimeApr 28

Levin, Joe (2015). “Babies Born To Surrogate Mothers In Nepal For Gay Israeli Couples Flown Out From Nepal To Tel Aviv”. Totpi.comApril 28

Rubio, Mauricio (2013). “El meollo de la adopción por parte de parejas gays”. El EspectadorFeb 6

Rubio, Mauricio (2016). "El lunar de la adopción gay". El Espectador, Junio 6


Uprimny, Rodrigo (2013). “Adopción igualitaria y alquiler de vientres”. El EspectadorMar 16