lunes, 7 de diciembre de 2020

Llegar antes de tiempo

 Publicado en El Espectador, Diciembre 10 de 2020

Columna después de los memes



Una aflicción varonil que afecta a las mujeres, además de poco estudiada, es atípica en Colombia.

Apenas bachiller, el estreno sexual de Camilo fue fugaz. Ella, como Mrs Robinson, era casada con hijos. Tras los preliminares en cine, fueron al grano en la incomodidad de un carro y repitieron a los pocos días. Ambas veces la faena duró segundos y Camilo nunca entendió nada. Años más tarde, con una novia, la celeridad y descoordinación mermaron. No es el único de mis amigos cuyo incontrolable acelere cedió con la práctica. 

El esposo de Marcela tuvo menos suerte. “Desde novios nunca quedé satisfecha. Pensaba que era por hacerlo a escondidas, cuando se descuidaban mis padres y hermanos. Pero me casé y seguimos en las mismas”. Ignorando casos como este, mis recuerdos y los de amigos, siempre creí que llegar antes de tiempo era una contrariedad de primíparos.

Me sorprendió encontrar que el ritmo masculino en el sexo no es tan simple como aprender haciendo.  De acuerdo con la encuesta sobre sexualidad hecha hace más de una década, 13% de los hombres colombianos manifiesta padecer eyaculación precoz. De esta cifra tan baja sorprende, sobre todo, el perfil por edades de los acelerados. El 21% de los sesentones reporta sufrir apresuramientos. Para los menores de 24 años, la proporción es apenas del 7%. Claramente hay jóvenes mentirosos o inconscientes del problema. Una amiga que siempre le preguntó a sus parejos veloces cuál era el apuro me dice que ninguno de ellos, algunos ya maduros, aceptó tener problemas y mucho menos hablar de eso. 

Entre expertos, hay desacuerdo al definir esta afección. En los cuarentas, Alfred Kinsey, zoólogo obsesionado por la sexualidad, observó que 75% de los americanos tenían su orgasmo en dos minutos. Propuso que eyacular antes se considerara prematuro. Entre fanáticos del cronómetro, se impuso como medida el IELT, -sigla en inglés del “Tiempo de Latencia de Eyaculación Intravaginal”- y se definió precoz cualquier lapso inferior a un minuto. Con la liberación femenina, el IELT promedio aumentó, con grandes variaciones regionaless. Una muestra de 500 hombres en cinco países arrojó que varía entre 0.1 y 52 minutos, con una media de 6. Las diferencias geográficas son enormes, siendo los turcos, por ejemplo, mucho más veloces que los flemáticos ingleses. Las británicas tienen más suerte, o know-how, que las mediterráneas. Sea como sea, este tema crucial para el bienestar de las mujeres no es común en la literatura feminista. 

Hay quienes insisten que la definición debe ser subjetiva, estar basada en falta de control y darse con malestar en la pareja. Para Masters y Johnson, era problemático si él llegaba al climax antes que ella en más de la mitad de sus encuentros. La prevalencia basada en percepción subjetiva, como los datos colombianos, es del orden del 30% a nivel mundial. A estos resultados se llegó encuestando cerca de 14 mil varones en 29 países. Por lo antotado atrás, la subestimación podría ser considerable. 

A diferencia de Colombia, internacionalmente la cifra no varía mucho entre mayores de 24 años.  Ante estos datos, surge la inquietud de si los colombianos se están desempeñando satisfactoriamente en la cama, o si lo que tienen son unos estándares de pacotilla. También queda la duda de si los cincuentones criollos son más veloces que los jóvenes –algo atípico en el mundo- o es que sus parejas son más sofisticadas y conscientes de su derecho al sexo con orgasmo, un supuesto heroico dada la mojigatería reinante basada en el igualitarismo.

En la red abundan curanderos. Sugieren causas que aún conllevan el mensaje que prácticas pecaminosas -masturbación, pornografía, sexo a escondidas, o iniciación en burdel- predisponen a la desdicha. Un  paciente de un centro de terapia virtual confiesa que su problema surgió por onanismo restringido. “Desde pequeño, por falta de espacio en casa, estaba obligado a dormir en una habitación con dos hermanos. Me masturbaba en la ducha y tenía que apurarme para dejarle agua caliente a los demás”. Ante este testimonio surge el temor de que, a la colombiana, analistas progres planteen que la eyaculación precoz es otra desafortunada secuela de la pobreza. 

Así pensaba Kinsey, para quien el problema básico era la falta de educación. Según él, la clase obrera siempre llegaba antes de tiempo y sólo la élite culta se las arreglaba para “aplazar el gustico”. La encuesta mundial corrobora que la educación es un buen antídoto contra los polvos express. Pero los datos de la encuesta colombiana muestran que en el país del Sagrado Corazón la incidencia del trastorno es más elevada en los estratos altos. 

En un país tan machista nadie discutirá esta dolencia. Los hombres porque no saben ni aceptan que la padecen y las mujeres porque al hacerlo estarían exponiendo al amor de su vida. Continúa


DATOS PARA COLOMBIA


ENCUESTA  “Cómo viven los colombianos su sexualidad”. Caracol Radio, El Espectador, y Canal Caracol


REFERENCIAS

 

Bering, Jesse (2010) “Not so fast … What´s so premature about premature ejaculation ?”. Scientific American, Nov 15.



Bullough, Vern (1976). Sexual Variance in Society and History. Chicago & London : The University of Chicago Press


Ciftci, Halil,  Abdurrahman Altindag, Murat Savas, Ercan Yeni & Ayhan Verit (2010). “Enuresis in childhood and premature ejaculation in adult life: An enigmatic similarity” International Journal of Psychiatry in Clinical Practice, Vol. 14, No. 1 , pp. 3-7

 

Hartmut. Porst, Francesco. Montorsi, Raymond C.. Rosen, Lisa. Gaynor, Stephanie. Grupe, Joseph. Alexander (2009). “The Premature Ejaculation Prevalence and Attitudes (PEPA) Survey: Prevalence, Comorbidities, and Professional Help-Seeking” European Urology, Volume 51, Issue 3, Pages 816-824

 

Hong, Lawrence (1984). “Survival of the Fastest: On the Origin of

Premature Ejaculation”  The Journal of Sex Research, Vol 20 Nº 2, pp 109-122

 

Kinsey, Alfred, Wardell Pomeroy & Clyde Martin (1948). Sexual Behavior in the Human Male. Philadelphia : W.B. Saunders


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