domingo, 1 de junio de 2025

Escribir mal y pensar mal. El precario humanismo de Gustavo Petro

Publicado en El Espectador, junio 5 de 2025 


Transmitir por escrito ideas y argumentos coherentes es un desafío monumental. Hay que transformar un menjurje de percepciones, intuiciones, teorías, dudas, incertidumbre, emociones… en una secuencia lineal comprensible. Un discurso es aún más arduo. Mucha gente opta por leerlo. 


Escribir requiere paciencia, perseverancia y mucho trabajo. No hay atajos. “Lo que quiero contar, lo hago escrito, solito en mi cuarto, y con mucho trabajo. Es angustioso pero sensacional.. Vale la pena; es como un parto”, dijo Gabriel García Márquez (GGM). “La literatura no se aprende en la universidad, sino leyendo y leyendo a otros escritores”, recomienda.


Fuera de GGM, es imposible encontrar citas literarias en los discursos y trinos de Petro presidente. Lástima que no tomase en serio los trucos del oficio de su influencia suprema. Ha confirmado con creces que no aprendió a escribir, y menos a hablar sin ofender. Así lo ilustra un adefesio, tomado al azar entre muchos igualmente deplorables: “no hay luces en los campos porque nadie vive allí. De día son potreros donde hay una vaca, dos vacas, cebús, generalmente”. Esta perla es un grave yerro político cuando se pretende transformar el país, y el mundo. 


“Se escribe y se habla como se piensa” sentenció Piedad Bonnett desesperanzada con los trinos de Petro. “Quien escribe mal, piensa mal” confirma en Atemporal Mario Jursich, autor de versátiles, eruditos y amenos posts que luego selecciona y agrupa en libros. No se presenta como editor, ni escritor, ni poeta. Su tímido perfil en X se limita a “sobre todo, leo”. Recuerda que el dominio del lenguaje en política es tan importante que en Colombia “cinco presidentes eran gramáticos de profesión” y que muchos más  fueron destacados periodistas. 


En su autobiografía, Petro enfatiza haber sido “lector ávido” con “mucho amor a la lectura” desde niño. Pero son escasas las referencias a literatura o escritores específicos. Con su máximo inspirador alardea haber asistido, décadas después, al mismo colegio “al que había sido enviado, hacia los años cuarenta, GGM y en dónde descubrió, alelado, a los clásicos del Siglo de Oro español y leyó a Verne, Hugo, Salgari o Dumas”. Parecería que el futuro Nobel contribuyó, por ósmosis cultural asincrónica, a la tarea muy personal de asimilar buena literatura. 


Varias anécdotas de esas memorias desafían las pretendidas bases humanistas de Petro. Cuando, adolescente, “comenzó a interesarme la historia… libros sobre Roma, Grecia e historia universal me permitieron profundizar sobre diferentes épocas. Me sumergí de lleno en ellos convirtiéndome en el mejor estudiante de historia”. No dejó las novelas “quizá muy avanzadas para mi edad”. A su “estrecha relación con la lectura” le sacó provecho: “muchas veces pude corregir a los profesores o adelantarme a lo que iban a decir”. Así, “empecé siendo el primero del curso todos los meses y nunca dejé de serlo”. Esa temprana soberbia, su pretensión de ser el mejor, no encaja con los principios humanistas de igualdad, empatía, mutuo respeto y permanente deseo de aprender.  


Otro incidente, más petulante e inverosímil, ocurrió en las elecciones de “aquel 19 de abril” de 1970, cuando el aventajado Gustavo cumplió 10 años. “Ese día las matemáticas me llevaron a sumar y restar, a hacer quebrados y reglas de tres, incluso hasta sacar raíces cuadradas, de las que ya sabía un poco. Quería hacer un experimento con las elecciones. Copié los datos que daba Radio Todelar del conteo de las mesas, departamento por departamento, en una libreta. Todos mis cálculos daban que iba a ganar Rojas”. Al día siguiente el ganador anunciado no era el que ese estadístico precoz, un pipiolo, había pronosticado. “Ese fraude significó muchas cosas para Colombia. Por supuesto, el surgimiento del M-19, a dónde yo iba a militar, pero creo que sublevó y colmó la paciencia de miles de jóvenes que ya estaban sintonizados con los vientos de cambio que se habían iniciado en los años sesenta, con la Revolución cubana”.


Así, el precario humanista estropea con propaganda sus memorias. Corrobora que jamás ha sido, ni será, un periodista idóneo. Contamina el relato con ideología y reivindica la violencia insurgente por una trampa electoral, sin duda ilegal pero menos costosa para el erario que los chanchullos endémicos, tal vez crecientes, que él tolera con la intermediación del plusmarquista de tales prácticas. Lo más intragable y antidemocrático es padecer esa pertinaz corrupción con ataques incendiarios a la Constitución del 91, la de la juventud y el M-19, que hasta incluye propuestas de GGM. “Una cosa es embarrarla por falta de experiencia; otra, muy distinta, tener años de duquesa y no saber mover el abanico” (Dixit Jursich). 


REFERENCIAS


Acevedo, Andrés (2024). “El amante de Laureano, el auge del café y la República Liberal”. Entrevista a Mario Jursich, Atemporal, #139


CG (2017). “12 frases de Gabriel García Márquez sobre el oficio de escribir”. Centro Gabo, Sep 17 


Lizarazo, María Paula (2021). “El adiós de García Márquez a la Constituyente”. El Espectador, Julio 3


Petro, Gustavo (2021). Una vida, muchas vidas. Planeta