Publicado en El Espectador, mayo 15 de 2025
Las dos entregas (1ª, 2ª) con el inventario de desplantes y transgresiones de Gustavo Petro desde que tomó posesión, hecho público por quien fuera su Canciller causó escándalo. Como cabía esperar, Leyva fue aplaudido por la oposición y enfáticamente rechazado por la guardia pretoriana. Para Cielo Rusinque mostró “hipocresía, falta de rigurosidad intelectual, moralismo oportunista y orfandad de poder”. Gustavo Bolívar anotó que no era la primera vez que “intenta tumbar un presidente”.
A la derecha, Juan Carlos Echeverry sorprendió con su reacción a la primera misiva: “La carta de Leyva es una bajeza que desdice de un ministro de Estado. Si no tiene nada serio que decir, hágale el favor al país de quedarse callado”. Ante la segunda comunicación, guardó prudente silencio. La situación ya era bastante más delicada.
Vladdo reaccionó al Leyvagate con una columna: Cartas bomba. Para quien no se molestó en criticar, ni siquiera comentar, el violento espectáculo de la espada de Bolívar, con el grito de Libertad o Muerte, el calificativo de bomba para comunicaciones anunciadas previamente, y entregadas al destinatario siguiendo los procedimientos legales, es mínimo desacertado. El tremendismo del título, que banaliza la violencia terrorista, es fatal en una sociedad que aún la sufre, y no es el único desatino de ese escrito. Hay otro más sutil pero igualmente deplorable: ir en contravía de lo que se sabe sobre diagnóstico y prevención de la violencia contra las mujeres, en Colombia y en cualquier democracia.
El raciocinio de Vladdo contra Leyva puede resumirse con citas literales. Desde la primera carta, “me dio la impresión de que.. se trataba de una denuncia extemporánea. Me preguntaba por qué… resolvió continuar en el Gobierno… Si los hechos denunciados eran ciertos, se trató de un acto de complicidad inaceptable… En (ciertos) párrafos… pasaba a regañarlo y a hacerle recriminaciones… se quejaba de la imposibilidad de comunicarse”. Con la segunda “va más allá al decirle que la enfermedad lo invadió y le pide que renuncie… Yo vuelvo y me pregunto si todo era tan desagradable, ¿por qué se quedó tanto tiempo?… Más aún, si tenía cómo sustentar sus acusaciones, ¿por qué no hizo en su momento las denuncias correspondientes?…. ¿por qué se demoró tanto para (hacer públicas) esas irregularidades?”.
El primer yerro del argumento es que las infracciones o agresiones implicarían un riesgo constante, que no evoluciona ni aumenta. El segundo es que cualquier irregularidad, por leve que sea, debe denunciarse a la primera oportunidad; emprender una bitácora de excesos del agresor, que puede ser útil para acudir después a las “autoridades competentes”, sería falta de lealtad. Tercero, que las infracciones, incluso las agresiones o amenazas, no dejan víctimas. Garrafal error cuando quien embiste tiene bien pulida la fábula que todo lo que él hace beneficia a la parte afectada.
Un contexto en el que los supuestos implícitos de Vladdo han perdido vigencia y, por el contrario, se consideran nefastos, reaccionarios, es la violencia contra las mujeres. Esta observación es irónica con Vladdo, cuya especialidad ha sido defender los derechos femeninos y a cuya popularidad contribuyó su personaje Aleida, una mujer sin boca, callada para siempre. Como él quisiera a Leyva.
En Colombia, menos del 10% de las mujeres víctimas de violencia doméstica la denuncian. En España, a pesar de campañas como Tolerancia Cero, uno de cuyos lemas es “la primera agresión nunca es la última, a la primera, ¡denuncia!”, la proporción de víctimas que acuden a las autoridades para reportar violencia doméstica ronda el 20%. En promedio, tardan casi nueve años para hacerlo. Tan sólo el 6% de las denuncias son puestas por alguien distinto a las mismas mujeres.
Sobre las cartas de Leyva que enmarcan el violento discurso del 1 de mayo, más grave que cualquiera de los incidentes relatados en las misivas, se debería pensar en un drama teatral con la democracia como víctima. El victimario, que dejó de ser simple infractor, sería Aureliano, intoxicado, atormentado y amenazante. El papel del ex canciller correspondería al subordinado del atacante que por un tiempo guarda silencio, por conveniencia o cualquier otra razón. Ante tal escenario, el mensaje de Vladdo es un despropósito.
Según Mauricio García, desde la izquierda moderada, Petro es “heredero ambivalente del M-19... redime la guerra contra las élites (y) a medida que sus frustraciones se acumulan, el lado belicoso gana terreno”. En la misma línea Gonzalo Sánchez anota “Presidente se niega a entender que no fue elegido por ser M-19… Es muy difícil convocar la paz con símbolos y palabras de guerra”.
¿Qué sugerirá Vladdo que haga la ciudadanía indefensa y estupefacta ante ese llamamiento a la conflagración? ¿A quién se le mandan cartas? ¿Se puede denunciar?
REFERENCIAS
Penagos, Juan Pablo (2025). “Gustavo Bolívar ataca a Álvaro Leyva tras su nueva carta al presidente Gustavo Petro” El Tiempo, Mayo 13
ONU Mujeres (2024). “Datos y cifras: violencia contra las mujeres”. unwomen.org, Nov 25
Rodríguez, Mario Alejandro (2025). “Exministro de Hacienda Juan Carlos Echeverry arremetió contra Álvaro Leyva tras acusar a Petro de drogadicto”. Infobae, Abr 24
Valdés, Isabel (2025). “Más de 500 mujeres denuncian por violencia machista cada día en España”. El País, Marzo 31
Vladdo (2025). “Cartas Bomba” El Tiempo, Mayo 6