sábado, 22 de febrero de 2025

Del aniquilamiento total del enemigo a la guerrilla humanitaria

 Publicado en El Espectador, Febrero 27 de 2025


Con otro relato alucinante, Gustavo Petro engalanó aún mas la narrativa sobre el M-19. Transformó el asesinato de soldados despiadado y a traición en compasión digna de monjas misioneras.    


“El ser humano necesita una segunda oportunidad, por eso (en el M-19) no había fusilamiento de gente que infiltraba el ejército. Los cogíamos, los cuidábamos, les decíamos lo malo que era infiltrar, bueno, y se iban a su casa” afirmó el ex comandante Aureliano en su célebre Consejo de Ministros. 


Al dejar a sus enemigos, los militares atendidos por profetas de la paz eran nuevos eslabones en la cadena de afectos de esa filantrópica organización armada. “El soldado herido era curado por la mujer más bonita de la guerrilla del M-19. ¿Por qué? No porque fuéramos machistas, sino que ese soldado podía curarse más rápido, porque empezaba a sentir el amor ahí mismo”. 


No hace falta detallar los muchos crímenes graves cometidos por esa guerrilla bajo la dirigencia del venerable Jaime Bateman Cayón. Basta enumerar los más atroces, dejando de lado la Toma del Palacio de Justicia ocurrida después de su muerte. Una prueba temprana del talante despótico del grupo fue el asesinato en 1976 de José Raquel Mercado, líder sindical secuestrado, sometido a "juicio popular" y luego ejecutado por traición a la clase obrera. Durante años, el M-19 secuestró víctimas diplomáticas, de grandes empresas o celebridades. En 1980 con el asalto a la embajada de la República Dominicana, tomó rehenes durante 61 días.  Una acción con nefastas secuelas fue el secuestro de Martha Nieves Ochoa en 1981, que llevó a la creación del movimiento paramilitar "Muerte a Secuestradores" (MAS) y, paradójicamente, a la estrecha colaboración con Pablo Escobar y, después, con otros narcos y paramilitares. De algunos ataques horripilantes nunca hablaron. 


Alfaro Vive Carajo (AVC) fue un clon del M-19 que operó en Ecuador entre 1980 y 1991. De origen urbano, con líderes universitarios oligarcas, robaron la espada del general Eloy Alfaro, montaron audaces golpes espectáculo y, asesorados desde Colombia, introdujeron allí los secuestros de impacto. 




Santiago Kingman, uno de los fundadores, era profesor universitario en Quito y hacía parte del M-19. Con 19 años, Patricia Peñaherrera, su novia, fue invitada por Bateman a guerrear en Colombia. “Nos propusieron un viaje al frente Sur en el Caquetá. Era para tres meses. A mí personalmente me encantó. No hubo discusión política, ni que para dónde van, ni cuál es el cuento sustancial del M-19. Nada de eso, sino más bien la relación, el vínculo, la manera de concebir la vida guerrillera, la cháchara… todo eso me pareció chévere y me fui quedando”. La sedujo el sancocho nacional.  


Estuvo en Cuba de donde volvió para ser jefe de las fuerzas especiales del M-19. “Hice una especialización que me costó casi mi personalidad” confiesa en un documental hecho en 2007 por la periodista Isabel Dávalos sobre AVC basado en entrevistas a varios de sus integrantes reinsertados, arrepentidos y aburguesados.  


La principal actividad de ese grupo élite era el asalto a unidades militares. “Nos infiltrábamos ocho o diez personas en un cuartel y los atacábamos desde adentro, utilizando técnicas vietnamitas. Es como unos movimientos de gato que vas haciendo a lo largo de la noche y en el día te escondes en unos huecos preparados con anticipación… de noche avanzas hasta que llegas”. El último asalto en el que participó y resultó herida “fue un ataque a las fuerzas vivas, a los soldados del ejército. Entrábamos a que todos mueran, era el aniquilamiento total, le llamaban ellos. Y eso significa un combate muy, muy terrible… Muy duro, muy doloroso, porque cuando llegas las personas también están formadas para reaccionar militarmente con fusiles, granadas, explosivos y eso se volvió algo terrible, un incendio, volaban los techos, las sillas, las camas, las personas. Sí, tengo el recuerdo de que es como un infierno... creo que un ser humano no está capacitado para vivir la guerra así”. 


Aunque en la entrevista con Isabel Dávalos Patricia Peñaherrera no hace explícito que luchaba con Carlos Pizarro, en las fotos y videos suministrados a la periodista aparece el Comandante Papito con su boina o su sombrero recientemente reconocido como patrimonio cultural de la nación. 


Se puede estar o no de acuerdo con la teoría de que para superar los traumas de un conflicto se debe recordar lo ocurrido, para no repetirlo. Pero no es  razonable, ni decente, ni contribuye a la paz, callar eventos brutales y sanguinarios buscando dignificar las motivaciones asesinas durante una guerra sucia. Menos aún cabe aceptar que desde la presidencia de una democracia en situación lamentable de seguridad se pretenda enaltecer la memoria de una organización causante de tantas infamias. 


REFERENCIAS


Dávalos, Isabel (2007). “AVC, Del Sueño al Caos”. YouTube

Parte 1, Parte 2, Parte 3, Parte 4


Entrevista a Patricia Peñaherrera. Parte 2  a partir de 2:10



Osorio, Camila (2024). “El sombrero de la discordia: Petro prende una controversia sobre los símbolos del M-19”. El País, Junio 23