martes, 16 de julio de 2024

Mélonchon no ha charlado nunca con la diáspora venezolana

 Publicado en El Espectador, julio 18 de 2024


Cuando el Nuevo Frente Popular (NFP) las elecciones legislativas francesas, Jean Luc Mélonchon se sintió primer ministro. Su entusiasmo sería efímero. Poca gente confía en su militarismo y chavismo démodés. 




“El presidente debe llamar al NFP a gobernar” anotó pidiendo la renuncia de Gabriel Attal quien sería luego elegido líder del grupo parlamentario de Macron para volver a postularse, intentar repetir cargo y “proteger a los franceses de los extremos”. 


Lo que considera extremista de izquierda un tecnócrata macronista era predecible: inyectarle a la economía nuevas ayudas para todos, buscar la salida de la Unión Europea, reducir la edad de jubilación a los 60 años, incrementar sustancialmente el gasto público, “aumentar los salarios de los funcionarios un 10% e imponer la gratuidad de los medios de transporte”.


Pero algunas ideas de Mélenchon son poco ortodoxas para la gauche. “Pacifista pero no mucho. La Francia Insumisa (LFI) y la guerra” tituló un artículo el diario izquierdista Révolution Permanente durante la campaña para las elecciones al Parlamento Europeo el pasado junio. La paz fue tema central del discurso de LFI. “¡Si no quieren la guerra, voten Insumisos!” era un lema en contra de la escalada militarista, defendiendo un cese al fuego en Gaza y promoviendo una conferencia de paz entre Ucrania y Rusia. Pero le quedaba difícil esconder “un programa de guerra, a favor del desarrollo del ejército francés, la creación del servicio militar obligatorio y otras medidas adaptadas a la agenda militarista” europea.


La actitud de Mélenchon ante los militares y, en particular, su propuesta de restablecer el acuartelamiento forzoso de jóvenes no es fácil de entender.  Para las presidenciales del 2020, como ferviente defensor del servicio militar obligatorio, Mélonchon propuso restablecerlo. Ya en 1997, cuando la Asamblea Nacional abolió esta obligación, él se opuso. Dos décadas después, como diputado, incluyó esa iniciativa en su programa. Aunque en 2020 como candidato a la primera magistratura admitió que habría insumisos en desacuerdo, afirmó que “en mi opinión, la defensa popular pasiva y armada sigue siendo una necesidad”. En la misma entrevista, como matizando el descache, agregó que los mismos reclutas podrían realizar tareas pedagógicas dentro de la policía. “Esto cambiaría la visión de la población y sus prácticas internas. Allí el racismo y la violencia disminuirían. Cuando los hijos del pueblo están en algún lugar todo cambia”, aseguró.


Esta insólita visión encaja poco en un pensamiento por lo general anti castrense. Basta recordar el reciente desplante de Gustavo Petro al nuevo jefe de Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Militares rompiendo todos los protocolos. O, en otro contexto, la decisión del gobierno catalán, hace unos años, de excluír uniformados en la celebración navideña, para que “los niños no los vieran”. La alcaldesa Ada Colau aclaró entonces que buscaba una ciudad desmilitarizada, un verdadero “espacio seguro para que los menores no perciban nada relacionado con la Fuerza Pública”.


A pesar de su militarismo explícito, y de su romántica visión de una policía educadora de Mélenchon no cabe esperar “un apoyo político a una policía activa contra el crimen. No es la prioridad de los insumisos”. Por otro lado, incluso retirados, los militares pueden ser peligrosos por sus ideas. En 2022 Mélonchon convocó a la izquierda para una “marcha por las libertades” y reclamó que se persiguiera penalmente a los autores de una columna publicada en la revista Valeurs actuelles y apoyada por Marine Le Pen pues tenía “intenciones revoltosas y criminales”.


Para el líder de los Insumisos los únicos militares aceptables son de izquierda. Al morir Hugo Chávez en 2013, Mélonchon tuvo sentimientos encontrados. Por un lado tristeza al enterarse del fallecimiento de un “modelo de socialismo” en América Latina. Por otro lado, las reacciones “occidentales e infames” ante ese deceso le generaban rabia. Apesadumbrado trinó: “lo que él es nunca muere”. El caudillo encarnaba la esperanza del nuevo socialismo, lo veía como “fuente de inspiración” por la manera de devolverle la soberanía al pueblo. 


La admiración se había fortalecido con varios viajes a Venezuela desde el 2006. En el último, para la campaña de reelección del 2012, pasaron varios días juntos. Esa visita fue emocionante y pedagógica. Aprendió el slogan “a tomarse el poder” con el pueblo. También constató que la fascinación era recíproca. Chávez proclamó ser “melenchonista”. 


A lo que el insumiso mayor le dedicó poco tiempo fue a charlar con las cerca de 300 mil personas que ya se habían refugiado en Colombia huyendo del chavismo. Aunque una primera oleada había surgido en 2002 con el despido de 20 mil empleados de PDVSA, “solo en 2012 se empezó a hablar de un éxodo masivo. Para ese entonces, según datos de Migración Colombia, 261.343 venezolanos habían cruzado la frontera”.  



REFERENCIAS


Barrera, Catalina (2017). “La diáspora venezolana”. Revista Credencial, Diciembre de 2017


Blanquicet, Jesús Antonio (2024). “¿Quién es el general del supuesto desplante del presidente Gustavo Petro?”. El Tiempo, Julio 11 


Morao, Paul (2024). “Pacifiste, mais pas trop. La France insoumise et la guerre”. RP Dimanche, Marzo 30



OF (2020). “Présidentielle 2022. Jean-Luc Mélenchon veut rétablir le service militaire obligatoire”. Ouest France, Nov 30


Proust, Raphaël (2020). “Tribune de militaires: Jean-Luc Mélenchon veut mener la lutte contre les factieux”. lopinion.fr, Avril 27


Rodríguez, José Carlos (2024). “El espectáculo de la política en Francia”. The Objective, Julio 11

 

Vigoureux, Caroline (2013). “Pourquoi Mélenchon admire Chavez” Le Journal du Dimanche,  Mars 3