lunes, 13 de mayo de 2024

Cuba, un país pequeño con dictador violento, mesiánico y entrometido

Publicado en El Espectador, 16 de mayo de 2024


Fidel Castro fue un insurgente profesional, obsesionado por derrocar regímenes de muchos países. Los estrepitosos fracasos nunca lo desanimaron.


“La audacia caudillista de Castro parió el fenómeno de la espada purificadora cubana… la revolución por la violencia y el asesinato político constituían su credo… Un tinte de mesianismo y una simbólica búsqueda de identidad en el Tercer Mundo lo llevaron a exportar la revolución”.



El comunismo romántico del Che Guevara cautivó élites intelectuales, estudiantiles, sindicales y políticas en África y América Latina. A eso se sumó una teología apocalíptica para apuntalar el discurso anti-sistema. A pesar de apoyar el movimiento de países no-alineados que rechazaban el imperialismo de los EEUU y la URSS, Castro entró a formar parte del bloque soviético, gran potencia militar.  


Su afán por entrometerse en asuntos internos ajenos empezó antes de tomarse el poder. En 1948 integró un grupo que partió hacia República Dominicana para derribar a Leonidas Trujillo quién, a su vez, se empeñó luego, aliado con el mismo Castro, en derrocar a Batista. “Las armas utilizadas en el Levantamiento de Santiago de Cuba (noviembre de 1956) han sido suministradas por el dictador de Santo Domingo… emisarios de Trujillo habían conversado con Fidel en México y aportado armas y dinero para la expedición del Granma”. 


Ese mismo año encabezó una representación estudiantil a la IV Conferencia Panamericana de cancilleres interrumpida por el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y el bogotazo. Al despedirse de su futura esposa, Mirta Díaz Balart, Castro le habría dicho que “iba a empezar una revolución en Colombia”. Con 21 años, ya era conocido por la policía como un gánster habanero a órdenes de Emilio Tró, líder de la Unión Insurreccional Revolucionaria, una “organización que creía febrilmente en la violencia como método”.


La primera incursión del régimen castrista en el exterior fue en Panamá, poco después del triunfo revolucionario. A principios de abril de 1959, en la Serranía del Tute, hubo un alzamiento de jóvenes panameños para derrocar al gobierno. El 12 de ese mes “una docena de hombres enmascarados atacaron el puesto de la Guardia Nacional en Boquete para robar municiones y retirarse a las montañas, con dos guardias como rehenes”. Dos días después, en el poblado de Salud, “cuatro revoltosos armados de metralletas capturaron a un guardia, lo desarmaron y lo obligaron a servirles de guía”. Esa misma tarde, en Colón, “una bomba molotov, causó confusión entre los residentes y comerciantes”. En dos semanas, el movimiento fue desarticulado y el gobierno anunció que era inminente “una invasión de mercenarios extranjeros”. 


El 19 de abril, la agencia France Press confirmaba la advertencia del ejecutivo. Un rebelde anunciaba que grupos armados invadirían Panamá “desde varios puntos del hemisferio”. La madrugada de ese mismo día, 82 cubanos y 2 panameños habían salido de Batabanó, Cuba, en el buque Mayaré con “37 ametralladoras, 32 carabinas y rifles, diez granadas de mano, 17 pistolas y revólveres y seis equipos portátiles de radiocomunicación”. Su misión era liberar a Panamá de una dictadura tan infame como la de Batista en Cuba. Enrique Morales, hijo de un magistrado de la Corte Suprema de Justicia lideraba el movimiento. Había abandonado sus estudios de derecho para dedicar su vida a la revolución. Trató de desembarcar con armas y municiones en un pequeño bote salvavidas que se hundió, ahogándose con otros ocupantes. Era el único que conocía bien la misión y el terreno. El cubano César Vega, que nunca había estado en Panamá, quedó a cargo de la invasión que falló por todos lados. “Los rebeldes de Tute se habían adelantado. La salida del buque de La Habana se había atrasado. Un cargamento de armas se había hundido en la bahía. Al intentar levantar el cargamento, los ayudantes de Arias lo habían delatado”. En una rueda de prensa, uno de los cubanos capturados admitió que en Panamá “no habían encontrado un régimen de dictadura. Nos habían pintado las cosas de otra forma”. El presidente Ernesto de la Guardia, en efecto, tenía poco que ver con Batista. 


La intención era repetir el esquema de la revolución cubana: rebeldes armados en el monte que provocan un levantamiento popular. Tras el fracaso, los cubanos se tomaron Nombre de Dios, un pueblo pesquero de mil habitantes. El gobierno mandó a la zona cerca de 300 efectivos de la Guardia Nacional pero también denunció la invasión ante la OEA que mandó una comisión para evitar un derramamiento de sangre. Los mercenarios acabaron rindiéndose y fueron devueltos a Cuba. En la playa panameña “algunas mujeres lloraron mientras agitaban sus pañuelos en señal despedida”. Desde los EEUU, donde estaba de visita, Castro se lavó las manos calificando la operación de "vergonzosa, inoportuna e injustificada". Continúa. 


REFERENCIAS


Benemelis, Juan (2002). Las guerras secretas de Fidel Castro. Downtown Book Center


Bermúdez, Ángel (2029). "Cómo fueron las intervenciones armadas impulsadas por Cuba en América Latina". BBC News Mundo, Marzo 29


Guardia, Mónica (2019). “Panamá, la invasión de 1959”. La Estrella de Panamá, Sep 22


Guardia, Mónica (2019). “Ernestito de la Guardia: un estadista, una época complicada”, Estrella de Panamá, Julio 21

sábado, 4 de mayo de 2024

19 de abril: macabras coincidencias, lamentables discrepancias

 Publicado en El Espectador, mayo 9 de 2024

Cuando Gustavo Petro celebró su aniversario y el del M-19, calló que en esa misma fecha, hace 48 años, fue hallado el cadáver de José Raquel Mercado, sindicalista secuestrado, torturado y asesinado por dicho grupo.


Ese mismo día España recordaba que el 19 de abril de 1995 José María Aznar sufrió un atentado de ETA. “El comando Madrid hizo estallar al paso del vehículo blindado un coche bomba con 40 kilos de amosal” informó El País. La nota aclaraba que, por la sofisticación del carro, más las dificultades del escenario, ETA no utilizó “su habitual sistema de mando a distancia por radio”. 



En 1984, también por el 19 de abril, un miembro de ETA anunció en Colombia que su organización asesoraría en materia militar al M-19. Ambos grupos citaron clandestinamente a varios periodistas en Armero y anunciaron "un programa de ayuda entre organizaciones guerrilleras de Europa y América Latina”. Esto ocurría tras la firma de los “Acuerdos de La Uribe” entre la administración Betancur y las FARC. Luego se creó la Comisión de Diálogo y en agosto se firmó el cese al fuego con el M-19. Ese año de diálogos, en un “proyecto colaborativo” coordinado por Manuel Piñeiro Barba Roja desde Cuba, el M-19, el MIR chileno y ETA secuestraron en Panamá al banquero Sam Kardonski. Tras pagar 7 millones de dólares, el 18 noviembre de 1985 -justo después de la toma del Palacio de Justicia- lo liberaron en Quito.


Por el liderazgo del M-19 entre la insurgencia y la promoción castrista de la guerrilla transnacional, es razonable pensar que el M-19 le abrió camino a ETA en Colombia. Vendrían luego las FARC a quienes los vascos contactaron con rebeldes irlandeses. La médula de la tripleta IRA-ETA-FARC habría sido el C4, una variedad de explosivo plástico estable y muy maleable que sólo se activa con detonador. Más potente que el TNT, lo usan los militares de varios países. De hecho, fue utilizado para la retoma del Palacio. Según la inteligencia británica, el C4 entregado al IRA por ETA venía de las FARC que tenían mayor acceso que sus socios a material militar clandestino. Lo cambiaban por tecnología para fabricar bombas, como la utilizada en el atentado al Club del Nogal. 


El otro gran beneficiario de la expertise de ETA en explosivos fue Pablo Escobar. Testimonios de su entorno coinciden en señalar al etarra Miguel como instructor de la letal tecnología. Popeye lo describe como “ordenado, meticuloso y muy profesional. Nada de mujeres ni de bebidas. Actúa como un científico”. En la Hacienda Nápoles Pinina y Cuco habrían aprendido a construir carros bomba, empezando con un Buick modelo 65. Después vendrían otros vehículos y, además, “collares bomba, perros bomba, bicicletas bomba y hasta muertos bomba”.  


La investigación sobre el atentado a Aznar de 1995 estuvo a cargo de la recién creada Unidad Territorial Antiterrorista de la Policía Judicial. En julio de 2021 se hizo público en España que “agentes antiterroristas colombianos participaron en ejercicios prácticos contra ETA durante los años 80 en Euskadi”. Así, parte del Comando de Operaciones Especiales de la Policía Nacional colombiana recibió formación de la Guardia Civil que “les instruyó en técnicas de combate contra el terrorismo”. La idea era replicar un centro de adiestramiento antiterrorista similar al español. Uno de los agentes formados allí moriría después durante la toma del Palacio de Justicia. 


Los paralelos entre ETA y el M-19, o entre los organismos de seguridad y los grupos paramilitares que los persiguieron, no van más allá. Es en el tratamiento político y mediático de tales organizaciones armadas, y de las víctimas del terrorismo, que se han dado y persisten discrepancias entre ambos países tan monumentales como lamentables. 


Así lo ilustra la desfachatez con la que Petro celebró otro aniversario de lo que parece ser su verdadera alma mater, pidiendo que trajeran la bandera teñida de sangre del movimiento. “No les gusta que la saquemos, pero no va a estar debajo de los colchones”. El día de los trabajadores ratificó esa glorificación del estandarte, que “no se esconde, se levanta” esta vez al lado del tricolor nacional. 


Existe un abismo entre la procacidad de Petro y la actitud española hacia el daño causado por el terrorismo o el respeto hacia sus víctimas. En 2008 el Tribunal Supremo confirmó una sentencia de la Audiencia Nacional que condenaba a un año de prisión a dos jóvenes por ondear una bandera con el anagrama de ETA. En las recientes elecciones vascas, el candidato de EH Bildu, segunda fuerza política de Euskadi, provocó tremendo escándalo: aunque pidió disculpas a las víctimas de ETA, no hizo explícito que había sido una banda terrorista. Abundan ejemplos del rotundo rechazo a la violencia política que llevaron a convertir en delito enaltecerla.



REFERENCIAS


Albín, Danilo (2018). “González y Aznar pagaron a países de África y América Latina a cambio de controlar a deportados de ETA”. PúblicoEnero 25


Benemellis, Juan (2002). Las Guerras Secretas de Fidel Castro. Downtown Book Center. Versión Digital


EP (1984) “ETA asesorará en materia militar al M-19 colombiano, según Radio Caracol”. El País, Abr 22


González Yuste, Juan (1984). “González agradece a los países latinoamericanos que reciben a 'etarras'”. El PaísFeb 4


Kertzman, Fanny (2019). “El verdadero origen de la relación Gilinski-Gustavo Petro”. Las2Orillas, Feb 1


LEDP (sf) "Sam Kardonski: el millonario negocio del secuestro". La Estrella de Panamá. Publicando Historia


Matiz, Laura Sofía (2022). "El M-19 sí asesinó a José Raquel Mercado". La Silla Vacía, Abril 8


Morris, Steven (2001). “IRA's links with Farc and Eta revealed”. The Guardian, Aug 25


Restrepo, Javier (sf). "Sólo se trató de dinero". Kienyke


Rubio, Mauricio (2019). "ETA, Farc y Cía". El Espectador, Junio 6, Blog personal


Tovar, Julio (2015). “¿Quién fue el etarra que enseñó a Pablo Escobar a utilizar explosivos?”. ABC.esAgo 2


VA (2012). “Acuerdos del cese al fuego entre 1984 y 1986 con las FARC, el M-19, el EPL y la ADO”. Verdad Abierta, Noviembre 2012