lunes, 27 de marzo de 2023

Las malas amistades de Petro

 Publicado en El Espectador, Marzo 30 de 2023

Hasta ahora Gustavo Petro parece haber gobernado respetando la Constitución y las leyes, sin beneficiarse indebidamente de la cosa pública. Ojalá de todas sus amistades se pudiera decir lo mismo. 


Un caso llamativo es el independentista catalán Xavier Vendrell, personaje “de dudoso pasado y aún más inquietante presente” a quien el presidente otorgó la nacionalidad colombiana. La movida, rodeada de misterio, suscita muchos interrogantes. 


A finales de octubre de 2020, Vendrell fue detenido como presunto organizador de las violentas manifestaciones del año anterior en Cataluña e impulsor del procés que llevó al exilio o a la cárcel a varios líderes independentistas. En el referéndum del 1 de octubre de 2017 -declarado ilegal por el Tribunal Constitucional- y en la preparación previa fue crucial su participación. Se le considera pieza clave en la estrategia de manifestaciones violentas y fue el cerebro detrás de la manipulación de urnas para la votación irregular. “El procés y la organización del referéndum se hicieron al ritmo que marcaba Vendrell”.


Su pasado de agitador profesional se remonta a la época de Tierra Lliure, grupo del terrorismo separatista catalán. Aunque en principio Vendrell hacía parte del brazo político, no del ala militar, y que luego impulsó el abandono de la lucha armada para la transición al movimiento independentista parlamentario Esquerra Republicana (ERC), Vendrell confesaría después que en marzo de 1989 y junio de 1991 participó en atentados con bombas. Al archivarse la investigación por esos ataques fue nombrado secretario de Organización y Finanzas de ERC. Allí empezaría su carrera política como secretario de la vicepresidencia de la Generalitat. Siguió como consejero de Gobernación y luego como diputado. “La logística del referéndum lleva el sello inconfundible de él y su equipo. La estrategia de ocultamiento de las urnas… es copiada de la que llevaba a cabo cuando, siendo miembro de Terra Lliure, se movía con facilidad entre Cataluña y el sur de Francia. De su paso por ERC le quedó una impresionante agenda para mover a gente… Y de la clandestinidad le quedó la impronta de una altísima capacidad de organización milimétrica de todas sus acciones”.




Desde los inicios, su actividad política estuvo respaldada por negocios alrededor de una Fundación que agrupaba una red de sociedades mercantiles en los campos más variados: impresión y publicación, comunicaciones, TV, transportes, promoción inmobiliaria… Así, después de un tiempo como “servidor público”, aterrizó en el entorno empresarial, esta vez dentro del sector salud ligado a la burocracia estatal. 


Fue durante su etapa en la Gobernación que Vendrell estableció contacto con quien sería alcalde de Bogotá. “Conocí a Petro hace muchos años, por un amigo común… Coincidimos cien por cien en nuestra ideología, en nuestra forma de entender el mundo. Él era alcalde electo no posesionado. Desde entonces, siempre estuve a su lado”. Le dio su apoyo cuando la Procuraduría lo inhabilitó por el cambio de modelo de recogida de basura en Bogotá. “En el 2013 en la Plaza de Bolívar ahí estaba con él cuando la derecha lo intentaba hundir”, aclaró en una entrevista. 


Vendrell creó la consultora Barcelona Export Group. También impulsó la Cámara de Comercio Colombo Catalana que llegó a presidir. Ha diversificado sus negocios con una enfoque rentista. “Logró posicionarse como intermediario de las empresas catalanas con Colombia. Cualquier negocio que se quisiera hacer en Bogotá no tenía éxito si no iba de la mano de Vendrell”. En pocos años consolidó un monumental imperio económico en el país. 


A pesar de su indudable éxito como empresario, “Xavi no puede abandonar la política porque la lleva en la sangre”. En 2018 asesoró a Petro en su candidatura a la presidencia no sin antes invitarlo a observar el referéndum independentista.


Para tranquilizar malpensados sobre su nacionalidad colombiana express, Vendrell aclara que no huye de la justicia española por investigaciones sobre “tráfico de influencias y desvío de fondos”. Simplemente quiere hacer contratos en Colombia para “poder trabajar por este país”. Con humildad anota ser tan sólo “un enlace entre el presidente y el pueblo”. Aunque habría estado involucrado en los Petrovideos de la última campaña presidencial, que explicarían la solidez de sus vínculos con el primer mandatario, aclara que su relación es técnica. “Voy a trabajar con el gobierno porque presenté un proyecto que se llama Campo Digno, para impulsar cooperativas en las que se asocien las familias campesinas y generen riqueza”. 


A tan loable propósito no ayuda que su relación con el campo haya sido tan esporádica. Su verdadera especialidad sería el capitalismo urbano, rapaz y con dinero estatal. “Si quieren pleitear que pleiteen, y como me hinchen mucho los huevos les enviaré a un colombiano y les daré dos hostias a cada uno” dijo acerca de una licitación que ganó una entidad pública catalana de su entorno. No sorprende que haya quien lo llame “el duro de la camorra indepe”. 













lunes, 20 de marzo de 2023

Guerra, paz y braguetas

Publicado en El Espectador, Marzo 23 de 2023 


La aparición de un elemento característico de la indumentaria masculina occidental tuvo poco que ver con las necesidades fisiológicas. 


A mediados del siglo XV un costumbrista parisino volvía a casa atravesando un barrio universitario. Le indignó que muchos jóvenes, no sólo estudiantes, habían abandonado el tradicional vestido o la túnica que décadas atrás garantizaban el pudor y la dignidad. Ahora usaban largas medias pegadas a las piernas que mostraban demasiado, “como nunca lo hicieron… se ve la forma de su culo y sus genitales”. 



No era la primera vez que una moda escandalizaba. Por lo general, cuando llegan períodos de paz y prosperidad las costumbres se relajan y surge un desmedido apetito por los placeres corporales. Décadas antes, durante una pausa de la Guerra de Cien Años, la corte de Carlos VI, alegre y despreocupada, disfrutaba frecuentes bailes de disfraces mientras la burguesía se enriquecía. París tuvo una edad de oro comercial e intelectual tan intensa que fue denominada la “nueva Atenas”. Con hábitos más ligeros, la moda se hizo caprichosa y extravagante. 


Un cambio fundamental fueron las medias o mallas que los varones llevaban pegadas al cuerpo. Cada vez más visibles, subieron hasta las nalgas y destacaron la forma de las piernas. Los buenos artesanos se esforzaron por mantenerlas bien pegadas al cuerpo. En la parte superior, al llegar a la pelvis, estaba el desafío de unir de manera resistente y elegante las prendas de cada pierna. La simple costura entre los dos tubos de tela era antiestética y frágil. Se optó por una pieza triangular, amarrada a cada una de las mallas, que permitía no desvestirse para menesteres sanitarios. Este pequeño artefacto tenía además la ventaja de destacar los atributos masculinos. Se popularizó y provocó la “irresistible ascensión de una viril afirmación del sexo”. 



Mientras el fin de la guerra permitía pensar en una verdadera reconstrucción, cuando la demografía se había recuperado de la espantosa peste y los burgueses se dedicaban a enriquecerse, las viviendas se embellecían, arte y literatura florecían, las costumbres cambiaron. “La sexualidad se reafirmaba y la moda la subrayaba. Los hombres querían ser seductores, viriles y se vestían con ese objetivo”. Las mallas de las piernas subieron, se sofisticaron, sus colores se multiplicaron, a veces distintos para cada pierna. El pequeño triángulo amarrado en la parte superior, que era de quitar y poner, fue el audaz antepasado de la bragueta masculina. 


El cuerpo ganó importancia, “el espíritu se libera de los grilletes del pasado y el sexo se expresa alegremente. Tanto que algunos hablan del siglo XVI como el siglo en celo”. Para los hombres, ya no se trataba de sugerir o invitar a adivinar sus formas y atributos sino de anunciar, destacar y valorizar.  


La nueva forma de vestir se expandió con rapidez. Sólo quedaron por fuera los clérigos, profesores de universidad y representantes de la justicia ejerciendo funciones. Todos conservaron túnicas y togas. La bragueta, que ha debido servir para reforzar el pudor, se convirtió poco a poco en “el símbolo de la sexualidad triunfante”.


A esa tendencia contribuyó que algunos empezaran a usarla para guardar allí pañuelos, monedas e incluso “frutas que se dejan madurar para ofrecerlas tibias en un gesto al borde del erotismo”. Así, la bragueta se convirtió no sólo en un accesorio de moda sino en “patente de vigorosa virilidad y arma fatal de seducción”.



En España, el poder de la Iglesia mantuvo a raya el erotismo en la innovación del vestido masculino. En 1726, el Diccionario de Autoridades definía la bragueta como una “abertura y división que se hace en el medio de las bragas, o calzones, por la parte anterior y superior, para poderlos vestir, y para otros precisos usos de la naturaleza”.


A pesar de lo anterior, sí hubo en la península un vínculo, bastante peculiar, entre la bragueta y la función reproductiva. Allí la hidalguía se otorgaba por concesión real o por herencia. Una clase peculiar de favorecidos por privilegios tributarios o por impago de deudas fueron  los “hidalgos de bragueta", un título recibido por “aquellos ciudadanos que tuvieran al menos 7 hijos varones”.  La prole debía ser fruto de un matrimonio legítimo con la misma mujer. La medida, tanto demográfica como casta, surgió a principios del siglo XVII para enfrentar el despoblamiento castellano que a su vez era un rezago del calamitoso siglo en el que el Imperio Español se vino a pique perdiendo Flandes tras la guerra de los ochenta años. 


En el “Hidalgo de Bragueta”, Alfredo Iriarte describe las vicisitudes de unos bogotanos de principios del siglo XX que buscaban “en los excesos o en el absurdo un camino para vivir el día a día” en una ciudad mojigata. Esos cachacos embraguetados eran también consecuencia de guerras endémicas con sus frágiles y fugaces paces. 

martes, 14 de marzo de 2023

La sexóloga y los camaradas católicos

 Publicado en El Espectador, Marzo 16 de 2023


Hace unas décadas, el lugar más imprevisible del mundo para que surgiera alguien que revolucionara la sexualidad era Polonia. Eso logró Michalina Wisłocka una médica feminista cuyo conocimiento, audacia y sentido común mantienen pertinencia. 


“En el lejano oriente el sexo se considera una forma de arte. El sexo complementa el amor… ¿Hay algo más hermoso que el éxtasis del ser amado?”. Con estas frases de cajón, un incansable y romántico viajero, que sería su segundo y gran amor, empezó a seducirla alrededor de una fogata en un campamento de verano donde ella, ya reconocida, había sido invitada para dar charlas y atender pacientes como sexóloga. También fue en aquella ocasión cuando, según la película que se hizo sobre ella, empezó a trabajar en su libro más famoso y leído, “El Arte de Amar” que, publicado en 1976, terminaría vendiendo más de 7 millones de ejemplares con 13 reediciones.   


Nacida en 1921, Michalina se doctoró en ciencias médicas a mitad de siglo especializándose en infertilidad y anticoncepción, un terreno totalmente vetado por la influyente Iglesia católica de su país. Las historias de sus pacientes fueron la materia prima de su obra, un “manual” con una lista de posiciones y métodos para la plena satisfacción sexual. “Porno suave para que las parejas casadas dejen de pelearse. Se venderá, pues el Ministerio de Relaciones Interiores estará satisfecho de que la gente tenga sexo en lugar de gritarse” aseguraba uno de los pocos funcionarios de la burocracia cultural que apoyó la obra. 




Divulgado inicialmente por entregas en una revista femenina, sólo tomaría forma de libro cuando la autora se enteró de la muerte de su amante por la esposa, también amiga de ella, quien le acababa de confesar que conocía las infidelidades de él pero no le importaban. “Haga lo que haga, sólo me quiere a mí”. 


No era su primer amor compartido. Junto a su esposo, el biólogo Stanislaw Wislocki, Mishka mantuvo un complejísimo triángulo amoroso con Wanda, una amiga de juventud que terminaría embarazada y dando a luz un par de mellizos que por varios años hicieron pasar como hijos del matrimonio. Finalmente, la supuesta tía se aburrió de la trieja y decidió irse con uno de ellos para rehacer su vida y buscar pareja exclusiva. 


La actitud hacia la sexualidad durante el período comunista fue ambivalente con el doble rasero que caracterizaba a la sociedad polaca de la época. Había separación formal de Iglesia y Estado pero ambas instituciones mostraban “una dinámica cooperativa de interdependencias antagónicas”. La fortaleza de la Iglesia provenía de su influencia secular sobre la educación. Así se había convertido en el “guardián de la identidad polaca, la cultura y los valores morales cristianos tradicionales”. No menos importante era su papel con los sacramentos, obras de caridad y custodia de registros que le daban gran autoridad moral. Para la caída del bloque socialista el clero era un actor político determinante.


La vida y la obra de Michalina Wisłocka reflejan las dificultades y contradicciones entre la visión socialista de la vida familiar y el matrimonio secular moderno. Están también presentes las contradicciones entre los asuntos de pareja tradicionales -no solo bajo la perspectiva católica- y los roles de género. En la práctica, la fusión de la ideología comunista y la tradición católica resultó peculiar y desafiante tanto para el desarrollo de una educación sexual integral como para el ejercicio de la medicina. Es curioso, por ejemplo, que la investigación sexológica sobre el transexualismo se desarrollara independientemente de las ideologías dominantes. Ya en los años setenta se llevaban a cabo cirugías de reasignación de sexo financiadas por el estado.


La primera biografía de Michalina, escrita por Violetta Ozminkowski, se publicó en 2014 con un título provocador: “El Arte de Amar de una Mujer Escandalosa”. La película está basada en esa obra y tuvo éxito inmediato. Junto con la reedición de 2016 del trabajo original fue muy discutida en la prensa en el contexto de la llamada "escuela polaca de sexología". Varios especialistas consideraron que el trabajo de Wislocka era aún válido y vigente. Esta opinión ha sido criticada por quienes se creen más de vanguardia alegando que el libro está “considerablemente desactualizado, promueve los roles de género convencionales y debería ser tratado simplemente como un documento de la época en la que fue escrito”. 


La impresión que deja la película es la de una sexóloga dedicada con pasión a sus pacientes, obsesionada por resolver sus problemas concretos y poco preocupada por cambiar el mundo con doctrinas. Una de sus escasas inquietudes generales fue inculcar en las mujeres la preocupación por el sexo placentero, concentrándose en la mecánica para alcanzar el orgasmo, incluso guiando a su pareja. Algo similar hicieron las feministas hace unas cuatro décadas antes de perder terreno ante el enfoque de género asexuado.

martes, 7 de marzo de 2023

Paz Total: zanahoria y garrote

 Publicado en El Espectador, Marzo 9 de 2023


“Abrazos, no balazos”, el plan de López Obrador para lidiar con criminales en México fracasó. La mano dura de Bukele en El Salvador tampoco funcionará. La Paz Total deberá combinar prevención con represión. 




En Latinoamérica, algunos gobiernos, como el mexicano y el colombiano, “han adoptado una visión romántica de la política de paz. Esta visión ignora los profundos incentivos que muchos tienen para ser violentos y confía que la gentileza del Estado hacia éstos los llevará a transitar a prácticas pacíficas”. La frase, con la que es difícil no estar de acuerdo, es de Javier Mejía Cubillos, un lúcido y original violentólogo joven colombiano, quien agrega que hay violencias distintas, en crueldad y duración, que sería iluso pretender eliminarlas todas y por lo tanto puede ser deseable optar, de manera focalizada, por la que menos haga daño para disminuir las más letales. Concluye que “la pacificación de la humanidad no ha sido producto de una serie de epifanías en las que los violentos reconocen lo valiosa que es la paz. La innovación institucional ha sido el gran motor detrás de la reducción de la violencia entre humanos en el largo plazo, y quizá la más importante de todas estas innovaciones ha sido el aumento de la capacidad represiva del Estado”. 


Es fácil prever tanto la lluvia de críticas a esta visión provenientes de la izquierda como el nutrido aplauso desde las toldas de la derecha. Nayib Bukele, por ejemplo, pésimo historiador, estaría tentado a invitar a Mejía a visitar sus nuevas cárceles en las que según el joven caudillo y sus admiradores se estarían gestando las nuevas instituciones represivas latinoamericanas. 


Como el tema de la violencia y su adecuado control siempre se contamina por la posición ideológica de quienes lo discuten puede ser útil ilustrar las diferencias de enfoque con una disciplina menos politizada, como la medicina. De manera desordenada, casi caótica, los “saberes médicos” que se enseñaban en varias universidades francesas desde la Edad Media correspondían a intervenciones drásticas, incluso agresivas, en el cuerpo de los pacientes, tanto con versiones primitivas de los fármacos como con cirugías. 


La aparición de la salud pública preventiva fue bastante posterior, enmarcada en el gran movimiento de la “medicina social” a principios del siglo XX, siguiendo los trabajos de Louis Pasteur y sus discípulos. Es de Perogrullo afirmar que es preferible, individual y socialmente, prevenir una enfermedad letal, como un cáncer, que enfrentarla después con medidas, tardías y extremas, como quimioterapia o cirugía, cuando ya está desarrollada. Pero esa afirmación no puede llevar a la conclusión apresurada que si no se tomaron medidas tempranas y oportunas ya no hay nada que hacer. 


Con los comportamientos criminales y violentos sucede algo similar. Es evidente que se deben y se pueden prevenir desde la infancia con inculcando valores y buenos hábitos, pero ¿qué hacer cuando esa tarea quedó pendiente? ¿Qué tratamiento le debe dar una sociedad a criminales activos, experimentados y reincidentes? 


Ningún demócrata en su sano juicio debería alegrarse con las escalofriantes escenas de jóvenes mareros salvadoreños semidesnudos, tatuados, rapados y arrastrándose cuerpo a cuerpo en una macabra coreografía teatral montada por Bukele. Además del evidente atentado contra la dignidad y los derechos humanos de los encarcelados, es probable que abunden allí las detenciones arbitrarias. Lo más irónico para quienes ven en estas cárceles el preámbulo de un sistema penal idóneo es que muchos de esos jóvenes delincuentes son resultado de los excesos del sistema carcelario norteamericano, que un buen día decidió deportar a Centroamérica el exceso de pandilleros detenidos por delitos menores relacionados con la droga.  


Igualmente nefasta para las instituciones democráticas fue la fofa y coja respuesta del gobierno de la Paz Total ante el ataque de campesinos en el Caguán, que incluyó un policía degollado y decenas de secuestrados mal denominados “retenidos”. Todo terminó con la complacencia oficial por la vía dialogada para darle fin al impasse y el silencio más absoluto sobre los responsables de los graves crímenes que allí se cometieron contra la autoridad. 


Entre Bukele y la Paz Total, que entre un diablo y escoja de acuerdo a la ideología con la que fue formado. En ambos casos, con diferente escala y distintas víctimas afectadas, se están cometiendo injusticias que acabarán pasando factura. Sobre todo por tratarse de países con larga tradición de violencia homicida, dónde muchos grandes capos fueron reclutados desde niños por organizaciones criminales expertas no sólo en hacer de la ilegalidad un lucrativo negocio sino en el arte de aplicar impunemente justicia por su propia mano. Si con esos pocos individuos hace tiempo falló la prevención, una democracia que pretenda ser viable no puede darse el lujo de ignorar la represión prevista en la ley.


REFERENCIAS


Mejía Cubillos, Daniel (2023). “La violencia como camino hacia la paz”. Forbes, Colombia


Le Mestre-Simon, Claudine (1984). “Les origines de la médecine préventive universitaire en France de 1920 à 1940”. Société Française d’histoire de la Médecine