martes, 4 de julio de 2023

Cantar y bailar para unir

 Publicado en El Espectador, Julio 6 de 2023



La mezcla de música, canto o baile de distinto origen es una de las formas más eficaces de superar la discriminación y otras desgracias. 


Supe de la cantante Buika por casualidad, gracias a la aplicación Spotify que tras una lista personal sugiere canciones asimilables a lo que se acaba de escuchar. Acompañada al piano por Chucho Valdés, era una de las mejores versiones que había oído de Sombras, el pasillo ecuatoriano con letra de la mexicana Rosario Sansores, cuyo poema “Cuando tú te hayas ido” es la base de la canción. Al buscar otras piezas cantadas de esa rica mezcla de razas y culturas me encontré con una variedad inusual de autores, todos interpretados de manera extraordinaria: desde Charles Aznavour y La Bohème hasta Un mundo raro de José Alfredo Jiménez pasando por Breaking Down the Door y dos conocidas coplas andaluzas, Ojos Verdes y mi Niña Lola. 


El perfil de Buika también estaba lleno de sorpresas, que empezaban con un chisme: ya no vivía en trieja con el  guitarrista Abraham Moughrabi músico de reggae y con una novia suya, África Gallego, solista de Mojo Project.  Estuvo varios años contenta con el poliamor y en una entrevista aclaró que era trisexual. En 2011 se estableció en Miami, donde vive con su hijo, que heredó la vena musical. 


Desde joven, María Concepción Balboa Buika ha hecho lo que le apetece. “La libertad es un concepto innegociable en su vida”. Sus padres, de Guinea Ecuatorial, huyeron del régimen represivo de Teodoro Obiang y se establecieron en Palma de Mallorca, donde Buida nació hace cincuenta años. Su padre fue político y escritor prolífico, literalmente: dejaba hijos por doquier. "La mitad de mis siete hermanos son de mujeres distintas, no de mi madre, Honorina”. Cuando Buika tenía nueve años el señor Balboa se largó y abandonó a su familia en la miseria. La futura cantante vivió entre drogadictos, prostitutas y “familias de raza calé” que la adiestraron en el arte del flamenco. Las dificultades cotidianas reforzaron su sensibilidad. Su segundo libro de poemas, ilustrado con fotografías suyas se titula, “A los que amaron a mujeres difíciles y acabaron por soltarse”. Una casa discográfica acabó descatalogando su disco “La niña de fuego” por considerar que algunos textos e ilustraciones eran “demasiado explícitos sobre el sexo”. En su octavo disco “Vivir sin miedo” la mayoría de canciones ya son de su autoría. Es clara la influencia de sus ancestros africanos mezclada con reggae, rhythm and blues, soul, gospel y por supuesto flamenco. Buika considera que por muchos años estuvo “jodida pero contenta”. Cuando le insinúan que a veces se le ha ido la mano responde tranquila, “canto para no volverme loca”. 


Guinea Ecuatorial es una de las antiguas colonias españolas más ignoradas, detrás de Cuba o Filipinas. Silvia Yang, también originaria de allí y más conocida como Afropoderossa por su activismo en redes sociales, explica que “hay un borrado de la presencia negra en España. En Andalucía no era un lujo tener (personas) esclavizadas en casa”. 


Esa opinión la comparte Raúl Rodríguez, guitarrista y antropólogo español, al señalar que “en la Sevilla del siglo XVI el 15% de la población era negra”. Datos como ese le confirmaron su temprana intuición sobre las raíces africanas del flamenco. Por mucho tiempo, de este misterioso género musical se destacó básicamente su origen en los bajos fondos. Según un viajero inglés del siglo XIX “la escena del baile es generalmente el barrio de Triana… cueva de toreros, contrabandistas, pilletes y gitanos”. 


En su tesis doctoral, Rodríguez mostró que esta música también “tiene una pata en América Latina y otra en África”. El pensaor viajó durante 10 años por esos dos continentes buscando el “caribe afroandaluz”. También se asoció para su último disco con Sirio Kouyaté, artista senegalés residente en Sevilla proveniente de una familia de trovadores. No contento con observar, Rodríguez inventó el tres flamenco, instrumento de 12 cuerdas, “mezcla de guitarra jonda y tres cubano” que le construyó un luthier andaluz. Así mezcló “el son, la guajira y las músicas de los cultivos americanos con los tanguillos gaditanos, los cantes de trilla o los fandangos de Huelva”.  


En este elaborado mestizaje musical, al lado del flamenco andaluz que invita a bailar, “se oye África y se huele el caribe”. Eso sí, queda intacto “ese pesimismo vital tan propio del flamenco… Un sentido trágico de la vida que no se expresa con languidez, sino con brío”. 


Al iniciar la velada La canción de concierto en Cuba en la librería Byron de Barcelona, la soprano cubana Yadira Ferrer, mestiza, presentó a la pianista japonesa Chiko Tanaka que la acompañaba. Para profanos, sonaba tan bien como Teresa Gómez. Anotó Ferrer que, también con su amiga, han interpretado repertorios japoneses. “Aquí estamos, hermanadas por la música”. Es eso lo que logra, con berraquera mayúscula, la inclasificable Buika. 



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