Publicado en El Espectador, julio 13 de 2023
Un resultado no buscado del apoyo europeo y la OTAN a Ucrania contra la invasión rusa es que ha permitido distinguir la izquierda moderna y democrática de la dogmática con devaneos totalitarios.
Jens Stoltenberg, actual secretario general de la OTAN nació en Oslo en 1959 en el seno de una familia “acomodada y muy comprometida políticamente”. Su padre fue varias veces ministro por el partido laborista, diplomático y alto comisionado para los refugiados. Su madre, decidida feminista, impulsó varias leyes a favor de la igualdad entre hombres y mujeres.
Stoltenberg, también laborista, fue dos veces primer ministro. En 2011 su popularidad se disparó entre el electorado tras la dura respuesta de su gobierno a dos ataques terroristas que dejaron 76 muertos. “No van a destruir nuestra democracia. Somos una nación pequeña y orgullosa. Nadie nos silenciará con las bombas. Nadie nos disparará para callarnos”. Se hacía difusa la figura del joven izquierdista que tiraba piedra contra la embajada norteamericana. Cuando fue propuesto para dirigir la OTAN con el apoyo de Angela Merkel, Obama, Cameron y Hollande, los halcones de Washington consideraban que había sido blando con los autores del ataque.
También como primer ministro, el diligente funcionario mostró gran capacidad negociadora al resolver con su homólogo ruso Vladimir Putin un viejo diferendo fronterizo. Su actitud hacia el invasor de Ucrania cambió definitivamente con la adhesión rusa de Crimea a principios de 2014. Fue ese el punto de quiebre hacia el fortalecimiento de la respuesta militar.
Cuando una serie de protestas condujeron a derrocar al presidente de Ucrania, Viktor Yanukóvich, aliado de Rusia, Crimea se dividió entre partidarios de la Union Europea y pro rusos. Según el Kremlin, el mismo Yanukóvich había solicitado una intervención que restaurara el orden. Después se supo que a lo largo de febrero del 2014 Putin había enviado miles de soldados a las bases rusas en Crimea. Muchos “voluntarios” civiles también se trasladaron. Al final de ese mes, con la instalación de puestos de control en dos cruces por carretera entre Rusia y la península la anexión se hizo evidente. La autoridad en esos puntos era confusa. “Algunos vestidos como el ejército, otros como la policía, algunos con camuflaje sin insignia nacional. Varios lucían ropa civil”. A mediados de marzo se organizó un referendo según el cual más del 95% de los habitantes de Crimea apoyaban la incorporación a la Federación Rusa que Putin oficializó tres días después. Un corresponsal de la BBC anotó que se trataba de la invasión más suave de todos los tiempos, “terminó antes de que el mundo exterior se diera cuenta de que había comenzado”.
La comunidad internacional recibió dicha anexión express como una clara violación de la soberanía ucraniana y del derecho internacional. Putin reviró que varias encuestas de opinión, secretas y sin fechas, mostraban una clara mayoría a favor de unirse a Rusia.
Desde Colombia, Fernando Dorado, analista político de Rebelión, sentencia que la guerra de Ucrania, fortalecida por las derechas neo y protofascistas europeas, “es un síntoma más de la crisis societal y civilizatoria que vivimos y que se utiliza por los grandes poderes capitalistas como instrumento de miedo y control”. Para eso, silencia que los principales líderes socialistas europeos han apoyado de manera inequívoca el envío de armas a Ucrania. Felipe González, tras anotar que “Putin parece más Hitler que Stalin”, agrega que quienes “dicen ser pacifistas, niegan el derecho fundamental a defenderse”. En la misma tónica, Rodríguez Zapatero señala que “es inevitable ayudar a la defensa ante una invasión ilegítima”. Desde Francia, François Hollande opina que “solo habrá una salida al conflicto cuando se logre que Rusia fracase sobre el terreno”. Antonio Costa, el socialista que unificó la izquierda portuguesa, anota que Putin ya reveló “un nivel de peligrosidad suficiente para estar preocupados” y por ende se debe seguir apoyando a Ucrania para "conquistar la paz de forma justa y duradera”.
Además, sin explicar por qué eso le incumbe, Dorado se pregunta por las fuentes de financiación de la campaña, “Aguanta Ucrania”, para con ligereza acusar a Sergio Jaramillo y publicistas cercanos de hacer parte de la oligarquía colombiana, siempre “aliada incondicional (y entreguista) tanto del imperio británico como del estadounidense”. Con bastante chauvinismo agrega que los pueblos latinoamericanos sí han defendido su soberanía a lo largo de la historia.
Los tentáculos del equipo de publicistas del Alto Comisionado para la Paz de Juan Manuel Santos habrían llegado hasta la misma Ucrania en donde para la Feria del Libro de Kiev se diseñó un maravilloso poster: “ni una palabra y lo dice todo”. Parapetadas detrás de un enorme e inexpugnable volumen, varias personas aguantan y repelen el ataque de bombas, aviones o tanques de guerra.
¿Por qué quienes han aceptado el lúgubre principio de todas las formas de lucha se incomodan tanto con algunas variantes de la defensa?
REFERENCIAS
Ara (2022). “Felipe González defiende el envío de armas en Ucrania”. Septiembre 30
BBC (2022). "Rusia y Ucrania: qué pasó en Crimea en 2014". BBC Mundo, Feb 26
Dorado, Fernando (2023). “¿Qué hay detrás de la campaña «Aguanta Ucrania»?”.Rebelión, Julio 8
Navarro, Beatriz (2023). “El arquitecto de la OTAN moderna”. La Vanguardia, Julio 9