Publicado en El Espectador, Enero 5 de 2023
El surrealismo de algunas pretensiones activistas ya es tan delirante que toca dejar de preocuparse, esperar a que broten los monumentales enredos asociados a tantas contradicciones y enfrentarlas con irreverencia.
Hace unas semanas, al renovar mi Documento Nacional de Identidad (DNI) español le pregunté al funcionario encargado de atenderme cómo podría hacer para cambiar el “Lugar de Nacimiento” que aparece allí puesto que el verdadero -Bogotá, Colombia- me ha traído por varios años múltiples obstáculos e incontrovertibles discriminaciones. Sin agobiarlo con las trabas que implicaba llegar a cualquier aeropuerto con un pasaporte automáticamente asociado a actividades ilegales, le mencioné los enredos que, como ciudadano con doble nacionalidad, seguía enfrentado por la mención de mi origen geográfico en el DNI. Le recordé, por ejemplo, la negación de una cuenta bancaria en el Banco Sabadell y el bloqueo de otra en el Santander, así como el agresivo cateo de un policía vestido de civil en la frontera con Francia.
El amable burócrata tuvo paciencia para explicarme que se trataba de un “dato histórico” que la totalidad de los países habían acordado utilizar desde hace muchos años sin que actualmente se comprendiera bien su utilidad. No quise abusar de su amabilidad comparando la rigidez de esa seña de identificación con la inaudita flexibilidad que el activismo más cerrero, el LGBTetc, ha logrado imponer para la casilla “Sexo” del mismo documento.
El 22 de diciembre, el Congreso de Diputados español aprobó el proyecto de ley “para la Igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI”, que fue remitido al Senado para su aprobación final. Uno de sus puntos más polémicos ha sido la “autodeterminación de género” que permitirá escoger lo que aparece registrado oficialmente en una de las casillas del DNI sin engorrosos “informes o pruebas”. Bastará “un sistema de doble comparecencia, sin tutelas médicas ni judiciales”. Si la persona tiene 16 años, “podrá comparecer y hacer el cambio por sí misma, sin nadie más involucrado; si tiene entre 14 y 16, tendrá que ser asistida por sus tutores; y si tiene entre 12 y 14, se podrá hacer vía jurisdicción voluntaria”. La ley garantiza los derechos de las personas nacidas en el extranjero para cambiar documentos expedidos en España si en su país no pueden hacerlo. Ya quisiera cualquier emigrante tener tantas facilidades para elegir algo más trivial.
El afán internacional por combatir la discriminación a través de la facilidad para cambiar el sexo registrado es notorio. El estado mexicano de Oaxaca aprobó una ley con la que las personas jóvenes pueden elegir su identidad a partir de los 12 años. En Colombia, el artículo 89 del proyecto de reforma del código electoral que avanza en el Congreso contempla que la corrección del componente sexo de los menores de edad en el Registro Civil de Nacimiento podrá tramitarse a partir de los cinco años. Ojalá a los progenitores no les exijan fotocopia ampliada al 150% de su cédula de ciudadanía: sería discriminación por conexidad.
Entre las razones aludidas para aprobar la Ley Trans en España se menciona que este país “ha caído en materia de diversidad en los últimos años” una anotación que no concuerda con la información disponible. Por otro lado, se ha adoptado y amplificado sin ningún filtro la observación de que, en los EEUU, 2021 fue el año más mortífero para las personas transgénero y no binarias: 45 de ellas fueron asesinadas “desproporcionadamente mujeres y niñas transgénero negras y morenas, que enfrentan violencia brutal, discriminación y acoso”, como aclaró Joe Biden en el Día Internacional de la Memoria Transgénero.
Lo que no aclaró el presidente norteamericano para los políticos progresistas que en el mundo buscan afanosamente eliminar trámites para el registro oficial del sexo a edades cada vez más tempranas es cómo esta alcaldada reducirá las muertes violentas de la población beneficiaria.
Volviendo a la renovación de mi DNI español, me atrevo a proponer una medida bastante más sencilla e incluyente: poder elegir el lugar de nacimiento en los documentos de identidad. Es amplia la lista de eventuales beneficios por alterar ese “dato histórico” que para muchos se convierte en pesada carga, verdadero estigma plagado de obstáculos y discriminaciones. Mujeres iraníes nacidas en Estambul, adolescentes rusos que vieron la luz en Praga, jóvenes gambianos procedentes de Montpellier, nómadas que cambian su origen con cada pasaporte…. las posibilidades son infinitas. ¿Perjudicados? Reaccionarios, xenófobos y burócratas o sindicalistas nostálgicos de un mundo no globalizado.
Si de evitar muertes se trata, las 45 personas LGBTetc norteamericanas asesinadas en 2021 son una ínfima proporción de los 4.404 migrantes africanos muertos ese mismo año al intentar llegar a España en patera. Muchos de ellos tal vez sí estuviesen con vida de haber podido elegir el lugar de nacimiento en su documento de identidad.