Publicado en El Espectador, Diciembre 15 de 2022
Siempre he admirado el laicismo francés, salvo al acercarse Navidad cuando sale a flote una faceta absurda, discriminatoria y débil ante el activismo.
Este año el Consejo de Estado confirmó la prohibición de poner un pesebre en el espacio público de Beaucaire, un pequeño pueblo provenzal. Desde hace varios años este municipio, junto con Béziers, un poco al oeste, desafían la orden de no armar pesebres: sus tercos alcaldes los siguen haciendo. Hace dos años, el Tribunal Administrativo del departamento ordenó que no se instalara ninguna decoración, pero el municipio apeló la decisión alegando que el arreglo no era propaganda religiosa sino una manifestación con “carácter cultural, artístico o festivo”.
Hasta hace pocos años la alcaldía de París exhibía un pesebre frente al ayuntamiento. Fue al comenzar la década pasada que se intensificó la polémica alrededor de los símbolos religiosos. El debate jurídico ha sido intenso. Un tribunal administrativo considera que se trata de algo “desprovisto de cualquier significado religioso cuando se instala temporalmente, por fuera de los lugares de culto durante la época de Navidad”. Otra sentencia aclaró que así sea “reproducción exacta de la escena del nacimiento de Jesus de Nazareth descrita en el evangelio según Lucas y tenga un significado religioso, si es una exposición enmarcada en animaciones culturales organizadas durante las fiestas de Navidad, un pesebre no se puede considerar algo que reivindique los símbolos de la religión cristiana”. Una historiadora resume la situación. Aceptando que es innegable su origen cristiano, “lo cierto es que hace tiempo que ha ido más allá del ámbito religioso. Es una tradición, un rito de fin de año para muchas familias, cristianas o no”.
A pesar de lo anterior, las demandas judiciales contra los pesebres aumentaron. En 2010, por primera vez, el tribunal administrativo de Amiens anuló una decisión del consejo municipal sobre la instalación de un pesebre en la plaza principal de la ciudad. Al año siguiente surgieron controversias en la capital. En 2013 el arreglo en una estación de trenes fue tapado. En 2014 la polémica se intensificó pues la decisión de instalar un arreglo fue impugnada y el conflicto generó sentencias contradictorias que llevaron al primer pronunciamiento restrictivo del Consejo de Estado: se debían respetar "las disposiciones constitucionales y legislativas que garantizan el principio de laicidad”. Se retomaba una ley de 1905, en la que se apoyaron varios gobernadores de departamento para prohibir pesebres en sus municipios. La respuesta fue doble: rechazar la interdicción y aparición de nuevos pesebres en pueblos donde no se hacían. Según una encuesta de diciembre de 2014, el 71 % de la población francesa estaba “más bien a favor” de la presencia de pesebres navideños en edificios públicos.
El movimiento anti cristiano no surgió sólo en Francia. En 2013, en un distrito de Berlín, el gobierno local quiso dar nombres neutrales a las festividades. El mercado navideño pasó a llamarse “Winterfest”. Ese mismo año, en un condado de Australia, un gobierno local prohibió exhibiciones para Navidad o Semana Santa al considerarlas "demasiado ofensivas”. En 2012, el Mercado de Navidad de Bruselas pasó a llamarse "Plaisirs d’Hiver”. Un año antes, en Ontario, Canadá, una escuela pública anuló el espectáculo de Navidad y lo reemplazó por un concierto de invierno en febrero. También en 2013 la Consejería de Educación de la provincia española de Asturias envió una circular a los colegios pidiéndoles eliminar términos excesivamente religiosos como Navidad y Semana Santa para referirse a las vacaciones escolares. Una asociación de padres católicos calificó esto de “ataque estúpido” y vaticinó que la gente seguiría usando los términos de siempre.
A raíz de la iniciativa de algunos profesores de escuelas públicas italianas que cancelaron los villancicos de final de año, los padres de familia protestaron. Entre ellos estaba el presidente de la Confederación de Marroquíes en Italia: “nuestros niños siempre han celebrado la Navidad. Condenamos esta instrumentalización de la presencia islámica”. A pesar de eso, se construyen cada vez menos pesebres en las escuelas y los villancicos fueron reemplazados por "himnos a la paz y la igualdad”. Pero los padres que “valoran la tradición y reivindican sus valores y su identidad” obtuvieron en 2015 la dimisión de un alcalde que quería “descristianizar” las celebraciones de fin de año.
En otras partes del mundo la tendencia es la opuesta. Por el creciente número de estudiantes matriculados en universidades extranjeras, en la China las celebraciones cristianas del fin de año han ganado terreno, a pesar de la férrea oposición del gobierno. En Turquía, donde más del 99% de la población es musulmana se adoptó una variante navideña, la del Noel Baba.
La pregunta que queda abierta es por qué se intensificó la cruzada anti cristiana al iniciarse la década pasada. Mi conjetura para Francia es que en eso jugó un papel el activismo promotor del “matrimonio para todos”.