Publicada en El Espectador, Marzo 3 de 2022
Cada año la entrega del premio Nobel de Economía lanza al estrellato mediático a algún profesor, casi siempre de universidad gringa, del que nadie ajeno al ambiente académico de esa disciplina había oído hablar antes. Esta vez el turno fue para David Card.
La especialidad de este economista experimental es el salario mínimo y, según el jurado que lo galardonó, su principal mérito consiste en haber revolucionado “la investigación empírica en economía” algo que, para profanos, merece bastante menos que su antecesora del 2019 Esther Duflo.
Aunque Card le lleva sobrada ventaja a ciertas estrellas del firmamento económico-farandulero por tener sólido polo a tierra, foco específico de interés y trabajo empírico con atención a la calidad de los datos y no solo a la pirotecnia estadística, en las entrevistas que ha concedido defrauda la falta de alusión al asunto crítico que inevitablemente atañe al salario mínimo: la inmigración ilegal. Es ese el tabú y lunar monumental de la profesión económica en países desarrollados.
Las opiniones del último Nobel son, por supuesto, menos ortodoxas y tremendistas que las de su gremio. “El impacto negativo sobre el empleo de una subida del salario mínimo, de haberlo, es mucho menor de lo que se solía creer”. Con poca modestia recuerda que, contra la corriente, eso lo sabe hace tres décadas: “los últimos estudios sobre la subida del salario mínimo vienen a decir lo mismo que nosotros descubrimos hace ya mucho tiempo: que las subidas siguen sin tener un gran efecto sobre el empleo”. Card se cuida de aclarar que no es el único que descubrió eso. Con disculpas por no hacer la correspondiente arqueología bibliográfica, a mediados de los ochenta, cuando en el Departamento Nacional de Planeación coordiné el refrito anual del documento para la negociación del salario mínimo, recuerdo varias referencias de estudios rigurosos para ciudades gringas que llegaban a la misma conclusión. Una colega que por aquella época trabajaba en Anif había hecho trabajo artesanal para un resultado similar en Colombia que obviamente no hizo público.
Lo que debe intuir pero también calla el ahora célebre salariominimólogo, es que su premio parece más una jugada política del comité sueco que un reconocimiento tardío por un hallazgo revolucionario. Basta traer a colación el Nobel de Paz a JM Santos para anotar que detrás de este certamen académico hay siempre una intención política e ideológica. No es simple coincidencia que la entrega de este premio a un economista tan manilargo con la remuneración de referencia del mercado laboral formal ocurra precisamente cuando en Alemania una coalición de socialdemócratas, verdes y liberales haya acordado una subida del 25%, casi 20 puntos por encima de la inflación, ni que los gobiernos de varios países desarrollados, tras la crisis sanitaria y económica, “se estén aplicando a fondo en subir el suelo salarial para garantizar unas mínimas condiciones materiales de vida para los peor pagados, especialmente en las grandes ciudades”.
La amplitud salarial como respuesta al Covid es transparente para el mismo Card. “La pandemia ha sido la primera crisis en la que no ha habido un gran debate en torno a lo que había que hacer: todo el mundo se puso de acuerdo en que había que regar de dinero la economía… como si los conservadores se hubiesen quedado dormidos y callados durante meses”. Le faltó reconocer que esa situación de excepción también pudo tener algo que ver con su medalla.
Es precisamente al buscar distanciarse de los conservadores sin siquiera mencionar a los trabajadores que no reciben ninguna remuneración legal porque las leyes de inmigración no lo permiten donde patina y decepciona la supuesta sabiduría y experticia de este premio Nobel.
“Las diferencias de ingresos resultantes de cualquier forma de discriminación, como raza o género, son minúsculas comparadas con las brechas que causan las fronteras nacionales”. Esta contundente frase no es de economista sino de periodista. Refugiados y emigrantes de todo el mundo, que luego mutan a ilegales, confirman que para no ser pobre conviene alejarse de la pobreza. El libre desplazamiento ha permitido evitar otros males: guerra, dictadura, fundamentalismo, crimen, enfermedades. El turno ahora es para quienes huyen de Putin desde Ucrania.
Dentro de las fronteras nacionales, los flujos migratorios sólo han sido restringidos por regímenes totalitarios. En la sociedad globalizada la función arbitraria y regresiva de impedirlos la cumplen leyes de inmigración de países democráticos, cuyos políticos deploran la pobreza y la desigualdad, critican el despotismo y monitorean el respeto por las libertades y los derechos humanos universales. Eso sí, siempre intra-muros, respaldados por un amplio abanico de cínicos sin fronteras que se mueven a sus anchas por el mundo y, misteriosamente, por la disciplina que promovió y logró imponer la movilidad internacional de todos los factores, menos la de seres humanos con salario inferior al mínimo.
REFERENCIAS
Card, David (2005). “Is the New Immigration Really So Bad?”. Dept of Economics, UC Berkeley, Working Paper,
Fariza, Ignacio (2022) "Las condiciones laborales llevan 40 años siendo malas". El País, Febrero 13
Harford, Tim (2008). “What Is Income per Natural?”, Slate Abril 19
Rubio, Mauricio (2014). Cínicos sin fronteras, El Espectador, Abril 14