sábado, 7 de septiembre de 2019

Prostitución de menores


En Septiembre de 2018, dos Lauras, adolescentes de 16 años de clase media alta, se volaron de sus casas de Bogotá y la Sabana. Estuvieron cuatro días desaparecidas hasta que gracias a un tiquete de bus que compraron para Guatapé, en Antioquia, las autoridades pudieron encontrarlas en un restaurante campestre, muy tranquilas almorzando. Por el seguimiento de llamadas en el celular de una de ellas se piensa que estaban jugando con la red Momo, un juego viral “donde delincuentes se aprovechan de los niños, los extorsionan y los obligan a cumplir retos macabros”. Al devolverlas sanas y salvas, la policía aclaró que "nadie las estaba obligando ni engañando".

Adolescentes voladas de su casa almorzando en Guatapé, Antioquia

En muchos lugares del mundo, un factor de riesgo crítico para que una menor de edad termine involucrada en la prostitución es, precisamente, dormir fuera de la casa sin permiso de su familia. Al agotarse los pocos fondos monetarios con los que emprende la aventura, buscar dónde quedarse y cómo sobrevivir, normalmente aparece alguien que ofrece refugio a cambio de algo. Si es una gallada o pandilla, o si la joven ya conoce gente familiarizada con la vida de calle, la probabilidad de terminar vendiendo servicios sexuales aumenta exponencialmente. La dinámica no es nueva. En 1994, Marcela, bogotana de 14 años, contaba que “yo me escapé de la casa porque estaba embarazada. Entonces busqué a una prima que trabaja en las calles y me dijo que eso era un buen negocio. Que lo único que había que hacer era subirse a los carros y dejarse hacer lo que los tipos quisieran. Mi mamá no sabe nada. Si se entera, me mata".

En un análisis de las maras centroamericanas con encuestas de autorreporte, encontramos que escaparse de la casa antes de los 13 años multiplica por diez la probabilidad de que una joven se prostituya. El simple hecho de vivir en un barrio en donde operen pandillas juveniles multiplica por cerca de tres esos chances a cualquier edad. El efecto parece tan pertinente que mis contactos del bajo mundo universitario capitalino me señalaron alguna vez que el barrio estrato 5 de donde provenían muchas prepagos que despachaban desde el campus también tenía fuerte presencia de bandas, formadas por futuros ejecutivos que al llegar a casa por las tardes se ponían la chaqueta negra de cuero para salir a pelear con cadenas y manoplas. 

Otro camino culebrero que pueden tomar las  jóvenes es el de los juegos virtuales que, como el Momo, facilitan la extorsión. La foto íntima de celular demasiado explicita, a veces ofrecida como ingenua prueba de amor, es susceptible de convertirse en dolor de cabeza y despeñadero hacia conductas cada vez más sensibles que agudizan la vulnerabilidad. La imagen o video que desencadena el chantaje no siempre es consensual, puede resultar de una violación. Ese habría sido el ardid utilizado por el ex oficial de la Armada capturado hace unos meses en Cartagena. Violador serial, tatuaba a las niñas que caían en sus garras. Hillary, de 19 años, quien supuestamente lo ayudaba a conseguir nuevas víctimas, anota que años atrás “él me dio a beber un jugo y no recuerdo nada más. Cuando desperté, me mostró videos y fotos donde yo aparecía teniendo relaciones con él. Me chantajeó y tuve que tatuarme su nombre en árabe”. Dejando claro que no se trataba de trata, en una de las audiencias del proceso la Fiscalía enfatizó que el pedófilo actuaba solo y “no le interesaba el lucro. Su personalidad era controladora, sistemática y obsesiva”.

Raúl Romero ex militar pedófilo


Las primeras incursiones en el comercio con el cuerpo también pueden ser pequeños trueques, por ejemplo por minutos de celular, o para cancelar deudas acumuladas con el tendero o el carnicero del barrio. Está por último la invitación que, de frente y sin titubeos, a veces les extendien a menores de edad para que se vuelvan prepagos. Tal era el procedimiento utilizado por un condenado a más de 10 años por un Juzgado Penal de Medellín: creaba falsos perfiles en facebook haciéndose pasar por representante de una agencia VIP con clientes extranjeros.

Tal vez por no hacer parte de la población marginada, desprotegida y abandonada por el Estado, con las Lauras nadie se molestó en recoger información adicional, ni siquiera sobre lo más obvio: ¿por qué se volaron? A pesar del extraño pasatiempo en el que al parecer estaban metidas, ninguna autoridad o medio de comunicación encendió las alarmas de proxenetismo y trata de menores para explotación sexual. Tranquilidad total, estaban de turismo. 

En el candente debate actual entre abolicionistas y trabajadoras sexuales ha quedado silenciada una dimensión de la prostitución cuyo diagnóstico es crucial y se debe refinar para diseñar intervenciones: la vinculación de menores de edad al mercado del sexo. La magnitud del fenómeno no es despreciable. Para la “Caracterización de personas que realizan Actividades Sexuales Pagadas” de 2017 se hicieron en Bogotá cerca de tres mil encuestas; el 15.6% de las personas entrevistadas recuerdan que se iniciaron en el oficio antes de los 18 años.  

El escenario manufacturado por el feminismo radical, que toda la prostitución es forzada, resulta particularmente noscivo para menores de edad. En Colombia, con educación precaria, machismo crudo y un nefasto legado de los narcos y otras mafias, prevenir la prostitución precoz voluntaria debe ser una prioridad como es un enorme desafío; insistir en explicaciones limitadas a la coerción o el engaño es una terca y costosa ingenuidad, un verdadero hara kiri. Es indispensable examinar los riesgos, no solo de abusos, violaciones y raptos sino, sobre todo, de intercambios discrecionales de dinero o regalos por sexo. Es fundamental discutir abiertamente las consecuencias de dejarse chantajear para impedir a tiempo una escalada irreversible. Con ese objetivo en mente, ayuda bastante poco limitar el discurso a misterioras mafias que esclavizan mujeres. Es un desatino buscar disuadir adolescentes de negociar con su cuerpo  hablándoles sólo de víctimas y traficantes, cuando el reclutamiento lo harán personas conocidas o parientes.

La vinculación al comercio sexual puede empezar, como revelan los testimonios, por muchas vías que en su mayoría son voluntarias. La mencionada encuesta de Caracterización indaga sobre cómo se enteraron las personas del sitio donde “iniciaron la actividad sexual pagada”: 78% responden que por amistades o familia, 7% por avisos de periódicos o internet y solamente un 0,5% consideran haber sido engañadas. 

Suena a tecnicismo, pero una prueba irrefutable del poder del feminismo y de su desastroso efecto sobre el diagnóstico de la prostitución es la última Encuesta Nacional de Demografía y Salud: mientras que a los hombres se les preguntó si alguna vez pagaron por tener sexo, para las mujeres la única pregunta fue “¿ha sido forzada a tener relaciones sexuales por dinero?”. En otros términos, si no se trata de esclavitud sexual, lo correcto es no saber nada. Mientras tanto, los clientes locales, europeos y gringos, ahí: atraídos por el mercadeo de adolescentes tropicales a cargo del periodismo amarillista dizque preocupado por la trata de mujeres.  


REFERENCIAS

El Espectador (2018) “Condenan a 21 años de cárcel a Raúl Romero, exmilitar pedófilo que violaba niñas en Cartagena”. Redacción Judicial, Oct 16

Montaño, John (2018). “Los expedientes sobre la doble vida del excapitán abusador de menores”. El TiempoOct 17

Rubio, Mauricio (2007). De la pandilla a la mara. Pobreza, educación, mujeres y violencia juvenil en Centroamérica. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. Versión digital
  
Rubio, Mauricio. (2014). "La pandilla proxeneta : violencia y prostitución juvenil en Centroamérica". URVIO - Revista Latinoamericana De Estudios De Seguridad, (4), 59-71

Semana (1994). "Las niñas de la noche". Marzo 7

Semana (2018). “"Nadie las estaba obligando ni engañando": Policía sobre niñas que aparecieron en Guatapé”. Sep 27