Publicado en El Espectador, Octubre 10 de 2019
Copia de la columna después de las gráficas
La violencia
sexual en el conflicto colombiano fue priomordialmente reclutamiento de
menores, abusos dentro del grupo y abortos forzados que, a regañadientes y a
pesar de Victoria Sandino, apenas empieza a mirar la JEP. Autorizado oficialmente
para abordar un tabú del Acuerdo, creyendo aportar luces, ignorando de nuevo a
la Rosa Blanca e innumerables denuncias y críticas, un pazólogo anota con
cierto cinismo que es “un crimen del que nadie habla”.
Copia de la columna después de las gráficas
La historia oficial del conflicto tiene elementos foráneos que, sumados
al arcaísmo de las “causas objetivas” de la violencia, opacan la “verdad,
justicia y reparación”. Además, enredarán la reinserción.
Dos doctrinas importadas son “la violación como arma de guerra” y la
esclavitud sexual asociada a tal agresión. Testimonios con enfoque cross-country, muy común en trabajos
académicos cuantitativos, sirven para contrastarlas con la realidad colombiana.
Un escenario infame de prostitución forzada inducida con violaciones fue
el engranaje que el alto mando japonés estableció durante la segunda guerra
mundial para atender a sus tropas con mujeres asiáticas. Aunque inicialmente
hubo prostitutas japonesas voluntarias, ante la rápida expansión militar
reclutaron a la fuerza jóvenes en varios países.
En 1995, Mun, coreana obligada a atender burdeles militares nipones,
contó su historia a Juliette Morillot, escritora francesa. Se trataba de una
política oficial y abierta, no la estrategia implícita “que se ejecuta como
parte inherente de repertorios de dominio”, que saca de la manga el Grupo de
Memoria Histórica (GMH) para Colombia. Al colegio de Mun se presentaron cuatro
japoneses, dos policías militares, para “captar voluntarias”. Como el señuelo
de promesas laborales no funcionó, recurrieron a la fuerza. A Mun la raptó un
coreano que acompañaba a los japoneses. Varias de sus compañeras fueron
secuestradas por policías.
No hubo escrúpulos por la edad o actividad de las víctimas. El grupo de
Mun era de colegialas, varias prepúperes y una menor de 11 años. “Cuando
bajamos al puerto cualquiera hubiera pensado que se trataba de una excursión
escolar. Algunas venían todavía en uniforme”. Les insistían que trabajarían como
meseras, por lo que debían vestirse de manera especial. Un oficial las acompañó
a escoger sus atuendos. En la violación con la que comenzó
su nueva vida participó incluso un médico del ejército, que se quedó con la
menor de ellas. Pronto las degradaron. “La primera semana de mi encierro,
recibí más de veinte soldados por día. No tenía sino algunos minutos después de
cada uno para lavarme y ya el siguiente empujaba la puerta. Después el ritmo se
aceleró y con el paso del tiempo me di cuenta de que los oficiales venían
menos y los reemplazaron soldados rasos. Más rústicos. Más jóvenes. Pero menos
exigentes. Les temía menos que a los de mayor grado pues no esperaban nada
distinto que mi pasividad y llevarlos a un placer que no duraba más de algunos
segundos para montarse y evacuar. Los oficiales, por el contrario, querían
atenciones. Algunos, tal vez nostálgicos de las geishas de su país, hubieran
querido verme bailar o cantar. Servirles vino. Partían decepcionados por
la pobreza de mis talentos y como, con la fatiga, el brillo de mi belleza y la
atracción de lo nuevo no tardaron en desdibujarse, los oficiales pronto me
dejaron de lado a cambio de las nuevas cosechas más frescas de Corea”.
Aún se debate la magnitud
de la prositución para militares japoneses. El historiador Yoshiaki Yoshimi
estima en dos mil el número de centros y hasta en doscientas mil las mujeres
que con engaños, compra o rapto llegaron de Corea, China, Taiwan, Filipinas e
Indonesia para atender en las casas de consuelo –comfort houses- con las
que pretendían reducir la incidencia de violaciones, controlar la transmisión
de venéreas y recompensar a la tropa por los largos períodos en el frente. El
término comfort es la antítesis de
las deplorables condiciones en las que estas esclavas sexuales atendían
soldados japoneses, que se referían a ellas como baños públicos. El
impacto sobre las violaciones fue mínimo. Un militar declaró que “las mujeres
gritaban, pero no nos importaba si ellas vivían o morían. Éramos soldados del
emperador. Tanto en los burdeles militares como en las aldeas, violábamos sin
titubeos”.
Algunos trabajos sobre el
conflicto colombiano casi sugieren que los actores armados, sobre todo los
paramilitares, fueron un ejército nipón en pequeña escala. En Basta Ya, informe final del GMH, no sólo
se ignora el vigoroso comercio sexual jalonado hace años por el narcotráfico,
sino que se machaca el guión militante que esa actividad es siempre forzada e
inducida por violaciones generalizadas y sistemáticas de mujeres enemigas, como
en Corea. Una etnografía del mismo GMH sobre la prostitución en el Putumayo
contradice esa visión doctrinaria burda. Con minucioso trabajo de campo,
lamentablemente silenciado, se muestra que no siempre, ni siquiera en una
guerra, la venta de sexo es obligada.
REFERENCIAS
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Iris (1997). The rape of Nanking.
The forgotten holocaust of World War II. New York : Penguin Books
GMH (2013). ¡BASTA YA! Memorias de Guerra y Dignidad. Informe General del Grupo de Memoria Histórica. Bogotá, Imprenta Nacional
GMH (2011). Mujeres y Guerra. Víctimas y Resistentes en el Caribe Colombiano. Bogotá: Taurus - Pensamiento
Laverde Palma, Juan David (2019). “Relato de un crimen del que nadie habla: el aborto forzado en las Farc”. El Espectador, Oct 6
Ramírez, María Clemencia (2012) Coord. El Placer. Mujeres, coca y guerra en el Bajo Putumayo. Informe del Centro de Memoria Histórica. Versión Digital
Rubio, Mauricio (2013). "Casas de consuelo y fuentes de soda". El Malpensante, Nº 147, Nov
______________(2013). "Las violaciones como arma de guerra". El Espectador, Nov 14
______________ (2018). "Nadia Murad y la Rosa Blanca". El Espectador, Oct 6
______________ (2019). "Activismo y Memoria Histórica". El Espectador, Mar 7
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Moon,
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Military prostitution in U.S. – Korea Relations. New York: Columbia
University Press
Morillot,
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rouges de Shanghai. Les Presses de la Cité
Ramírez, María Clemencia (2012) Coord. El Placer. Mujeres, coca y guerra en el Bajo Putumayo. Informe del Centro de Memoria Histórica. Versión Digital
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