sábado, 13 de diciembre de 2025

Frambuesas con veneno, investigación forense y Efecto Cenicienta

 Publicado en El Espectador, diciembre 18 de 2025



En abril de 2025, en una casa bogotana, tres colegialas cocinaban galletas. Les llegó una caja de frambuesas achocolatadas como regalo. A la mañana siguiente se sintieron mal, fueron hospitalizadas y dos de ellas murieron en pocos días. Las necropsias revelaron “intoxicación aguda por talio”, un metal incoloro, sin sabor y veneno letal. Zulma Guzmán, principal sospechosa del envenenamiento, salió del país y desde Argentina explicó a sus amistades: “me acusan porque tuve una relación clandestina con el papá de una de las niñas”. La hipótesis sobre el móvil del asesinato tomó forma: “un crimen de venganza, planeado con método y ejecutado con un tóxico que tarda en mostrar síntomas”. Dos años antes, investigaciones forenses rastrearon la muerte de la madre de una de las niñas asesinadas: atribuida a un cáncer, también aparecieron rastros de talio.


Desde los años setenta, Martin Daly y Margo Wilson, psicólogos evolutivos canadienses, investigaron las relaciones familiares y la violencia de pareja con perspectiva darwinista. En 1988 publicaron The Truth about Cinderella donde plantean que, para menores, la probabilidad de sufrir maltrato o abuso físico grave por parte del padrastro o la madrastra es muchísimo mayor que por progenitores con vínculo biológico. Un estudio de los homicidios infantiles en varias ciudades norteamericanas mostró que el riesgo de ser asesinado así era 70 a 100 veces superior que ser víctima del padre o la madre biológica.


En su trabajo más conocido, Homicide, Daly & Wilson corroboraron que los celos masculinos, centrados en el sexo, difieren de los femeninos, sensibles a la pérdida de atención y compromiso, al desvío de recursos. También con datos para EEUU encontraron que casi siempre es el hombre quien mata a la mujer o al rival. La psicología evolutiva también ha planteado que la violencia masculina es no sólo más común sino que se basa en fuerza física, impulsiva, espontánea, con golpes o armas. Como Zulma, las mujeres recurren a métodos indirectos y discretos, por ejemplo envenenamiento, premeditado y minuciosamente preparado. 


La evidencia de la psicología evolutiva apunta en la misma dirección que multitud de refranes. “A hijastro y a perro viejo, palo y rejo… Madrastra, ni de cera ni de pasta”. El estereotipo negativo abunda en cuentos infantiles: además de Cenicienta, Blanca Nieves, Pulgarcito y Harry Potter. En la mitología griega Hera, esposa de Zeus, madrastra de Heracles, le envía de bebé serpientes para matarlo. Tiro, hija de Salmoneo e hijastra de Sidero, es maltratada cruelmente y obligada a tareas serviles. En Roma, la saeva noverca (madrastra cruel en latín) acude al envenenamiento o la persecución para beneficiar a sus propios hijos. Ovidio y Virgilio describen madrastras que mezclan venenos, como el acónito, para eliminar hijastros y asegurar la herencia para sus propios descendientes. En Ecuador según la leyenda, Umiña, hija de un cacique, es abandonada en el mar por su madrastra, que también mata al padre. En Macondo y en la literatura latinoamericana no se destaca esta figura malvada tal vez por la altísima tasa de hijos por fuera de matrimonio que terminaban abandonados o criados por la abuela materna, pero rara vez por una madrastra, que es una importación de Europa, donde hubo alta mortalidad materna con segundos matrimonios. La situación de Zulma, amante de un hombre casado, es equivalente a la de madrastra, sin vínculo genético con la hija de él.

 

En cualquier caso, la psicología evolucionista destaca la importancia de la tradición oral transmitida entre generaciones para la supervivencia. En buen romance, postula que la sabiduría popular conoce mejor la naturaleza humana, y su adaptación a un entorno específico, que algunas disciplinas académicas obsesionadas con el deber ser. Es encomiable que la investigación forense en Colombia reitere, con este envenenamiento “por venganza”, no estar restringida por planteamientos anti evolucionistas de diversos activismos que, en las últimas décadas, llegaron al extremo de vetar los celos, o algunos arreglos familiares, como factores de riesgo de la violencia de pareja. Un cambio definitivo en la jurisprudencia fue la sentencia T-967/14 con la que la Corte Constitucional  destacó el vínculo de los celos con las agresiones de pareja. Para entonces, el dictamen de Medicina Legal había destacado, ante un caso de ataques recurrentes, “un funcionamiento celotípico machista”. 


La persistencia e irrelevancia de análisis intelectuales y académicos las ilustra una “experta” entrevistada por una emisora sobre las frambuesas envenenadas. “Muy complejo entender la sofisticación… no es lo mismo el sicario de la moto… Es una mujer inteligente y preparada… con acceso a información… hay algo que se llama el criminal de cuello blanco”. Resultó profunda la huella de la violentología de las “causas objetivas”: no ver más allá de la pobreza como factor de riesgo.