jueves, 12 de marzo de 2015

Crimen pasional o sexista

Publicado en El Espectador, Marzo 12 de 2015


Darwin, C. R. (1871). The descent of man, and selection in relation to sex
London: John Murray. Vol 1 & 2. 1st edition. Versión digital



















Hace unos meses un grupo de periodistas resolvió que “el crimen pasional no existe”.


Se quejan por la presentación mediática de los asesinatos de pareja e invitan a sus colegas a no emplear más ese término pues hace pensar en "lo que nos abruma", en lo accidental, en los amores traicionados y en "asesinos a pesar de sí mismos". Para ellas, tales crímenes no son más que “una de las numerosas manifestaciones de la violencia ejercida por los hombres sobre las mujeres”.


Este es otro ejemplo de ideologización y simplificación doctrinaria de uno de los fenómenos sociales más complejos. Lo que estas pasionarias le piden a la prensa es tratar los homicidios de pareja como actos racistas. Ciertos hombres odiarían a las mujeres y buscarían rebajarlas, explotarlas sexualmente, golpearlas y asesinarlas allí donde se encuentren: en las calles, en las empresas, en su habitación o en la cocina. Estas periodistas le piden a la prensa no pensar más y reducirlos a una sola y única explicación tan burda como contra intuitiva, el odio sexista. Sin embargo, el crimen pasional es una categoría más abierta y fascinante. Permite relacionar las formas actuales de vida en pareja con el homicidio, algo sobre lo que la sociedad se niega ferozmente a reflexionar. Oponer a los individuos entre ellos, explicar las fallas de las relaciones de pareja con el odio que los hombres les tendrían a las mujeres es bastante fácil. Si ese grupo fuera menos perezoso y más audaz, buscaría mostrarnos que no es el sexismo sino el amor lo que causa los odios más asesinos.


Los párrafos anteriores debieron estar entre comillas. Son de Marcela Iacub, jurista, ensayista e investigadora feminista, y los tomé de su columna en Libération, el influyente periódico que unos días antes había publicado el manifiesto contra el crimen pasional.


En la misma tónica de las periodistas francesas, la Corte Suprema de Justicia acaba de sentenciar que la persecución de tres años que Alexánder Ortiz, celoso enfermizo, le hizo a Sandra Correa, madre de su hija de 8 años, para matarla de una puñalada, no fue un crimen pasional sino un feminicidio, un “homicidio contra una mujer por razones de género”. A pesar del escenario del asesinato -una habitación del motel Romantic Suites de Medellín- del acoso permanente, de las borracheras para insultarla, de las amenazas con que sólo “sobre su cadáver” podría conseguir otro hombre, y de haberse entregado voluntariamente a las autoridades después de asesinarla, el máximo tribunal consideró que la motivación del agresor era la discriminación y la dominación: “no es una historia de amor, sino de sometimiento de una mujer por un hombre que la considera subordinada”.


La sentencia de la Corte anuló otra del Tribunal Superior de Medellín que había reducido la pena original contra Alexander de 23 años, por homicidio agravado, a sólo 18 porque el asesino “dio muerte a su pareja por cuestiones pasionales relacionadas con los celos que sentía”. Los celos como atenuantes de una agresión son un arcaismo que por años contribuyó a la impunidad de tales ataques. La disculpa de la “ira e intenso dolor” introducida por y para hombres, fue tan desacertada como sería una reducción del castigo para homicidios motivados por otra pasión, la venganza. Pero una cosa es rechazar los celos como elemento para suavizar las penas y otra bien distinta desconocer su importancia como motor de reacciones siempre molestas, dañinas, peligrosas y a veces mortales. Una costosísima secuela de la terca insistencia en desdeñar la naturaleza humana es hacer aún más difícil la prevención de esos ataques. El irracional afán de posesión y sometimiento de algunos hombres no va dirigido contra el género femenino. Se centra en una sola mujer, la que los enamoró, casi siempre la madre de sus hijos. Ignorar una dolencia no ayuda a superarla y es una irresponsabilidad silenciar por razones políticas un trastorno que es grave en ciertos casos.


Ya en el 2009 Alexánder había intentado matar a Sandra con un cuchillo y “después de apuñalarla tuvo el descaro de instalarse nuevamente en su casa, contra la voluntad de ella”. De nada hubiera servido entonces el burdo dictamen de la Corte sobre su conducta. Por el contrario, si la celotipia no estuviera tan absurdamente vetada del diagnóstico de la violencia de género, si Darwin y las neurociencias no inspiraran tal desconfianza, si unos panfletos no silenciaran clásicos de la literatura, tal vez un acompañamiento psiquiátrico, psicológico, incluso farmacológico del victimario, hubiese contribuído a evitar esa muerte que trágicamente ocurrió en el recinto habitual de los amores furtivos, y pasionales.


REFERENCIAS


ET (2015). "El crimen que la Corte no declaró como homicidio sino como feminicidio". El TiempoMarzo 9

Iacub, Marcela (2014). "Crime passionnel ou sexiste ?". Libération,  Décembre 5


González, Karina (2015). “Corte dicta primera condena sobre caso de feminicidio”. El HeraldoMarzo 10


Jimeno, Myriam (2004). Crimen Pasional. Contribución a una Antropología de las Emociones. Bogotá: Universidad Nacional. Versión digital


Prenons la Une * (2014). “Le crime passionnel n’existe pas”, LibérationNovembre 24

* Colectivo de mujeres periodistas que luchan por la representación justa de las mujeres en los medios


Rubio, Mauricio (2012). "Si  no eres mía, no serás de nadie". La Silla VacíaMarzo 6