jueves, 31 de julio de 2025

Los restos de intelectualidad petrista y las bodegas

 Publicado en El Espectador, agosto 7 de 2025

Una de las primeras “Conversaciones pendientes” de Juan David Correa fue con Margarita Rosa de Francisco, quien confirmó su apoyo al Gobierno del Cambio. Anotó que Colombia “tiene que seguir empujando esa transformación… no hay vuelta atrás… Hay un odio de clase profundo contra Gustavo Petro”. Criticó su pasado reciente: “la alcaldía de Petro, que fue lo peor”. La célebre petrista enmudeció el día del consejo de ministros televisado: “sí, señoras y señores. Fue doloroso ver esa reunión. No tengo mucho más que decir. Me voy a llorar. Adiós”. Ante Alfredo Saade jefe de despacho, silencio ensordecedor. 


Semanas después, Ana Bejarano reprochó “las atribuciones que se han tomado ciertos funcionarios y el presidente”. Desde entonces, sigo el podcast de Correa. Constato su dificultad para invitar intelectuales que sean de izquierda -ese es un filtro-  y todavía petristas.


Con Carolina Sanín, fugaz admiradora del candidato Petro, evitaron hablar del presidente. En Octubre de 2023 ella lo calificó de “odiador", "vergüenza diplomática" y antisemita por sus declaraciones sobre Medio Oriente. En marzo de 2025, en su monólogo La Misa Negra, Sanín afirmó que “es hora de que, en defensa de la sensatez, aceptemos con firmeza que Petro se volvió loco”. 


Desde antes de charlar con Correa, Juan Carlos Botero es antipetrista (columnas, X). En agosto de 2023 escribió que “al iniciar su mandato, (Petro) tenía dos maneras de proceder. Una difícil y responsable; otra fácil y poco seria. Por desgracia, escogió la segunda…”. Su descontento aumentó. “Si crees que el creciente asalto a la institucionalidad colombiana… es inofensivo o está justificado, eres parte del problema”. La última columna describe un panorama catastrófico. 


De lejos, la conversación más placentera e instructiva para mí fue con Rubén Mendoza, cineasta que no conocía. Se destacan en él virtudes escasas en la izquierda colombiana: modestia, pragmatismo, creatividad, apertura mental, atención a los detalles, compasión genuina y sentido del humor. Observa minuciosamente la realidad para entenderla, sin dogmas que la encasillen. Su ópera prima, La Sociedad del semáforo, sobre un reciclador malabarista en las calles de Bogotá no solo fue aclamada por la crítica sino que ha encantado a audiencias muy jóvenes. Su nueva película la está haciendo con su hija de 11 años. Sobre cómo financiar la actividad, menciona el meollo de la distribución, controlada por pocas empresas. Correa mete la cuña del monopolio estatal como solución. Realista y ajeno al activismo, Mendoza no hizo comentarios, ni habló de Petro.


El polo opuesto del cineasta es Luciana Cadahia académica argentina experta en “filosofía política, estética, populismo y teoría crítica”. Ha sido profesora en seis universidades de distintos países y actualmente divide su tiempo entre Santiago de Chile como profesora universitaria y el Cauca como maestra. Tiene algunas publicaciones académicas sobre Colombia, casi todas en la misma revista. La más citada es la reseña de un libro homónimo, publicado años antes en Argentina. El marco conceptual parte de “Foucault, con Hegel, Schiller, Agamben y Esposito, para analizar su relevancia desde la perspectiva latinoamericana”. Considera clave la dimensión cultural de la “herida colonial” y cómo seguir “habitando la paradoja señorial”: élites que fingen defender instituciones para perpetuar la exclusión social y evitar el uso público de la palabra. Anota que las formas correctas de comportarse y hablar mantienen al pueblo alejado de los debates. Parte de su evidencia para Colombia son los escritos del siglo XIX de Soledad Acosta de Samper. 


Con semejante bagaje, Cadahia ha cultivado certezas sobre el país y el petrismo: “para la tradición bolivariana, independentista y emancipatoria, Venezuela y Colombia son los países más importantes”; definirán lo que ocurra este siglo. Prejuiciada y pendenciera, sentencia que Ana Bejarano Ricaurte, cuyo segundo apellido es el del prócer “en átomos volando”, “suda clasismo por todos lados”. Implícitamente asimila al anfitrión y parte de sus invitados a castas señoriales que le niegan voz al pueblo. 


Las mejores reflexiones sobre el clasismo son de Levy Rincón quien reconoce ser bodeguero. Lástima su añeja y dogmática visión de Colombia; peor aún, que exalte tan abiertamente el resentimiento. Critica al Pacto Histórico por haber abandonado a Francia Márquez y responsabiliza a Petro de ese distanciamiento… Agrega que “la izquierda de este país también es clasista y es racista y es homofóbica y es machista”. Anota que una élite intelectual no le permite hablar en foros públicos por falta de estudios. Correa reacciona y le sugiere no generalizar (como Cadahia). La propuesta de Levy contra el clasismo es insuperable: “desclasarse”. Muchos burgueses caleños van a conocer cómo vive la gente en barrios marginales en una especie de safari: “ay, mirá, los pobres comen eso, mirá cómo rumbean, mirá, son más alegres que nosotros”. Aunque se queden a vivir, no duran. Siempre tienen la opción de volver al nido protector. 


REFERENCIAS


Conversaciones pendientes, Juan David Correa


Margarita Rosa de Francisco


Ana Bejarano


Carolina Sanín


   Entrevista a Gustavo Petro

   Monólogo en Cambio


Juan Carlos Botero


Rubén Mendoza


Luciana Cadahia


Levy Rincón