Publicado en El Espectador, abril 3 de 2025
Frente a la extrema violencia del M-19 antes de su reinserción se impuso el silencio o, aún peor, la fábula de la lucha armada por la paz. Tal disparate requirió el apoyo de una élite intelectual progre que ahora se arrepiente de haber puesto en el poder al último Aureliano: era mejor Francia, alcanzan a decir.
Ignorando a quienes aún justifican los ataques mortales del ELN, existe una facción de la izquierda que no da el paso elemental de condenar la violencia del M-19, ni admite que ese mutismo cómplice es incompatible con la Paz Total, la democracia y el respeto a la dignidad humana. Algunos infames predican que tales minucias ya no importan, que los héroes cumplieron “a cabalidad su paso a la vida civil”. Semejante falta de compasión, congruencia y sindéresis viene de lejos y está bien respaldada, totalmente decantada.
El progresismo alcahueta con la violencia política lo ilustran bien las discretas e influyentes periodistas que tuvieron desde un apasionado romance hasta una relación amorosa estable con los máximos comandantes del M-19 contribuyendo al blanqueo de su imagen. Esa memoria idealizada ha permitido a Gustavo Petro exhibir en actos públicos la bandera del grupo insurgente que cometió crímenes atroces, sin un ápice de consideración por las víctimas. Tal actitud es inadmisible, incluso delito, en las democracias serias. En la celebración del partido FARC por la liberación de Jesús Santrich en 2019, la camiseta con el símbolo de ETA de un asistente bastó para que el embajador español en Colombia protestara formalmente y Timochenko pidiera disculpas.
El testimonio de una “novia del Eme”, Laura Restrepo, es invaluable por lo involucrada que estuvo en el proceso de paz con el M-19, primero bajo la administración de Virgilio Barco y luego con Belisario Betancur. La (re)lectura de su ensayo “Historia de un entusiasmo” que inicialmente fue “traición”, es útil para entender el persistente enredo entre rebeldes y criminales, sobre todo en Gustavo Petro, presidente pendenciero que glorifica las guerras del grupo que lo formateó políticamente.
Mi Verdad de Alberto Giraldo, relacionista público del Cartel de Cali, no identifica a la “veterana periodista” que él conocía de tiempo atrás y lo buscó para apoyar financieramente a Antonio Navarro como cabeza de lista `por AD M-19 para la Asamblea Constituyente. Se puede suponer que es Laura Restrepo pues en ese momento ella había sido pareja, por varios años, del guerrillero convertido en político. Incluso convivieron en el exilio.
La escritora ha silenciado esa relación amorosa pero Navarro, despechado, prefirió dar detalles. En Mi guerra es la paz, fuera de machacar el oxímoron de las armas pacíficas, le cuenta a Juan Carlos Iragorri cómo la conoció en 1984. “Yo estaba con unos compañeros cuando vimos aterrizar el helicóptero en el que venía la Comisión de Paz. (Al) recibirlos se armó una balacera entre el Ejército y el grupo de Iván Marino que bajaba por una colina. El helicóptero tuvo que despegar nuevamente mientras los mandos militares daban la orden de parar el fuego. Al volver se bajaron Bernardo Ramírez, Horacio Serpa y Monseñor Darío Castrillón. Y Laura”. Los insurgentes les advirtieron que era peligroso acercarse para hablar con el ejército. Improvisaron una bandera blanca y cesó la balacera. “En ese momento vi que Laura tenía frío, así que saqué de mi morral una chaqueta camuflada y se la presté”. Difícil imaginar un gesto más galante en medio de tanta adrenalina fértil para el romance. Poco después, en Bogotá, “nos volvimos novios. Cuando sufrí el atentado en Cali estuvo conmigo, y luego nos fuimos a México y a Cuba”. El mismo Navarro cuenta que “estuvimos tres años juntos”. Hasta que ella le anunció “o te vas de la casa o me voy”. Él empacó y se fue. La relación “fue muy intensa. Nos conocimos en un tiroteo, luego vino el atentado y después el viaje a México. Cuando llegó la rutina ella me botó”.
Haberlo botado no impidió que después, para ser constituyente bien votado, ella, según el “loco Giraldo”, le diera una mano con recursos non sanctos. Esta situación desafía un dogma intelectual de la izquierda en Colombia: no mezclar al delincuente político que lucha por cambiar la sociedad y al criminal común que sólo busca enriquecerse. Con el primero, predican, se debe dialogar para acordar las necesidades insatisfechas del pueblo. Al segundo, un insensible mercachifle, se le debe aplicar el código penal. Esa peculiar teoría no ha impedido, ni impide actualmente, que visionarios o su séquito negocien, con contrabandistas, narcos, corruptos o mafiosos de diversas especialidades, contribuciones desinteresadas para el proselitismo electoral. Así, líderes bienintencionados lograrán el verdadero Cambio con justicia social. Continua
REFERENCIAS
Dutton, Donald & Arthur Aron (1974). "Some evidence for heightened sexual attraction under conditions of high anxiety". Journal of Personality and Social Psychology, Vol 30, nº 4, 510-517. Versión digital
Giraldo, Alberto (2005).Mi verdad. Planeta pp. 91 a 93
Navarro Wolff, Antonio y Juan Carlos Iragorri (2004). Mi guerra es la Paz. Planeta
Restrepo, Laura (2005). Historia de un entusiasmo, Aguilar
Rubio, Mauricio (2011). “Ejemplos del Síndrome de Esto-Es- El-Colmo”. Blog personal, Nov 6
Rubio, Mauricio (2011). “Un legado del M-19: el síndrome de Esto-Es-El-Colmo”. La Silla Vacía, Nov 8
Rubio, Mauricio (2019). “ETA, FARC y Cía”. El Espectador, Junio 1