Publicado en El Espectador, Agosto 16 de 2018
Columna después de los memes
NGE (2016) "Colón y los Reyes Católicos": National Geographic España, Mayo 20
Roca Barea, María Elvira (2017). Imperofobia y Leyenda Negra. Biblioteca de Ensayo Siruela
Stark, Rodney (2016). Bearing False Witness. Debunking Centuries of Anti-Catholic History. Templeton Press
Columna después de los memes
Al criticar
el anti-clericalismo, Rodney Stark, que no es católico, precisa que defiende la
historia, no a la Iglesia. Su libro “Bearing False Witness” se inicia con un
grabado del neerlandés Theodor de Bry (1528-1598) en el que un conquistador
español alimenta a sus perros con niños aborígenes; en otro, un verdugo le
prende fuego a doce indígenas colgados, “algo típico de la propaganda
anti-hispana y anti-católica de la época”.
El conflicto
entre España y la Europa
protestante, paralelo a guerras de religión que cobraron milliones de vidas,
estuvo alimentado por acusaciones de ingleses y holandeses contra los españoles
por “depravación inhumana y horribles atrocidades”. La Leyenda Negra es una
campaña de desprestigio sobre la intolerancia religiosa hispana y la falta de
civilización frente al resto de Europa. Un corolario es que España y la Iglesia
trajeron sólo desgracias al Nuevo Mundo.
Con la caída
del Imperio Romano y el auge inicial del cristianismo habría empezado un oscuro
mileno en el que la Iglesia construyó “una gran barrera contra el progreso del
conocimiento”. El término oscurantismo fue acuñado por Petrarca y retomado por
Voltaire para afirmar que durante esa época “el barbarismo, la superstición y
la ignorancia cubrieron la faz de la tierra”. Para Rousseau, Europa vivió esos
siglos en una condición “peor que la ignorancia”. Todos esos prejuicios serían
asimilados y reforzados por la Ilustración y el liberalismo. El Romanticismo,
con su fascinación por el Edad Media y “el lado irracional de la existencia”,
se encargaría no de rebatir la Leyenda Negra sino de reforzarla con el mito del
buen salvaje.
Para Stark,
una gran imprecisión fue denominar bárbaros a quienes reemplazaron el Imperio
en el norte de Europa. Muchos de ellos eran veteranos del ejército romano
instalados en pujantes centros manufactureros con activas rutas de comercio. En
250 d.c. la ciudad de Hëlgo, cerca de Estocolmo, era un foco fabril donde se
producían herramientas de hierro, armas, joyas de bronce, adornos de oro y
cerrajería. Muchas ciudades estaban bastante desarrolladas gracias a
importantes avances tecnológicos. Fue durante el oscurantismo que Europa dio el
gran salto adelante que la distinguió desde entonces del resto mundo.
La
calificación de barbarie y atraso fue promovida por una élite anticlerical poco
interesada en algo distinto a la divagación, la literatura y la cercanía al
poder. La menor atención prestada a filósofos como Platón y Aristóteles no fue
apreciada por la vanguardia pensante. “El factor más importante en el mito del
oscurantismo fue la incapacidad de los intelectuales para entender, o al menos
apreciar, las tuercas y tornillos de la vida real”, anota Stark. Así, “las
revoluciones en agricultura, armamento, energía no humana, transporte,
manufactura y comercio no fueron reconocidas. Lo mismo pasó con el progreso
moral”: la esclavitud, generalizada en la época romana, desapareció durante la
supuesta decadencia europea gracias al cristianismo. Los promotores del mito
oscurantista pasaron por alto los avances en música, arte, literatura,
educación y ciencias. “Cualquiera que crea que la era que presenció la
construcción de la Catedral de Chartres, la invención del parlamento y la
universidad fue oscura debe ser retardado mental o a lo sumo profundamente
ignorante”, resume un medievalista.
La
historiadora María Elvira Roca Barea considera una ironía que al llegar la
Ilustración a España “acabó con esa maravilla que fue el Siglo de Oro”.
Califica el influjo foráneo de “letal, helador, la literatura se congeló”. El
pretencioso estilo importado por los borbones era la antítesis de lo que había
sido la cultura española. “No se puede imaginar un Lope de Vega o un Cervantes
en un salón. Esa gente iba por libre en la vida, sin ninguna vinculación con
los círculos de poder, lo cual les mantenía la lengua muy suelta, las críticas
feroces, los sonetos de cachondeo total”, anota la historiadora.
La Leyenda
Negra afectó la percepción de la Conquista y Colonia en América Latina. Una
élite ilustrada, después ideologizada, confundió el afán de evangelización con
una aventura de tierra arrasada o un negocio multinacional. A pesar de los
muchos desaciertos y excesos, fue un esfuerzo permanente de aprendizaje,
asimilación y respeto de creencias, dialectos y costumbres. El inmenso legado
está ahí. Una serie de negociaciones y pactos a medida que los españoles
avanzaban les permitió adaptarse, tolerar, convivir y mezclarse con los
aborígenes. “Pactos que se hicieron con los Mapuches, los Totonacas, los Muiscas,
los Payos, con los Ópatas… Se pactó y se hicieron alianzas que duraron siglos”,
recuerda. El idealismo intelectual importado de Europa desprestigió, sesgó y
opacó una de las experiencias más contundentes e interesantes de mestizaje de
seres humanos y culturas en la historia. Ese pasado, nuestra esencia, debe
estudiarse mejor de lo que se ha hecho porque “la verdad es la verdad, y merece
ser conocida” remata la Roca.
REFERENCIAS
NGE (2016) "Colón y los Reyes Católicos": National Geographic España, Mayo 20
Roca Barea, María Elvira (2017). Imperofobia y Leyenda Negra. Biblioteca de Ensayo Siruela
Stark, Rodney (2016). Bearing False Witness. Debunking Centuries of Anti-Catholic History. Templeton Press