Columna después de las ilustraciones
De La Habana viene un barco cargado de: ideas trasnochadas con refrito de fórmulas fallidas contra la violencia, pero provechosas para comandantes y burócratas.
La capital cubana es un museo al aire libre, con edificios históricos en ruinas e inmensos carros gringos tan viejos como el conflicto colombiano. Norman Foster quedó fascinado con ese ambiente, una “decadencia detenida en el tiempo que sólo puede encontrarse en la isla”. Un fotógrafo suizo anota que “los edificios son los mismos, y las calles no han cambiado mucho. La ciudad está detenida”.
En un entorno tan “vintage” los comandantes se amañaron y rumian ideas viejas para cambiar el país. La Reforma Rural Integral es el recetario para igualar el nivel de vida del campo con el urbano, supuesto requisito para la paz. Algo cambió el discurso desde que se alzaron en armas: ahora aceptan la globalización, renuncian a la confiscación de latifundios y reviven el plan de desarrollo “Para Cerrar la Brecha” que hace cuatro décadas buscaba “la provisión de infraestructura, crédito, asistencia técnica y servicios sociales” para reducir el conflicto rural.
El ambiente retro también embriagó a los negociadores oficiales que pretenden despertar un país aletargado, vacunándolo contra la violencia con la infructuosa receta del Plan Nacional de Rehabilitación. Ante un auditorio bogotano, con la modestia de un prócer, Sergio Jaramillo anunció “la mayor transformación imaginable en la historia de Colombia”. Fue locuaz en planes colosales cuya implementación y costo desconoce –como reducir la pobreza más rápido que Brasil- pero evadió inquietudes básicas. Supuso que caerán todas las violencias sin siquiera estimar el número de frentes que seguirán jardiniando y traficando. Consideró irrelevante discutir la situación de la mujer en ese mítico campo reformado, o justificar el papel accesorio de la educación. No habló de comercialización agropecuaria, ni de paperos, cebolleros, lecheros y otros intermediarios sensibles al bienestar campesino. Dio por descontada la idoneidad de las autoritarias y retrógadas FARC para un proyecto político y económico de tal envergadura, sin importarle que aún como narcotraficantes tienen poco que mostrar: un trabajo reciente de Daniel Rico revela que son lo más mediocre, burocratizado y corrupto de esa actividad colombiana tan exitosa. Sin siquiera ser narcos competentes, sus aportes al modelo de desarrollo del campo no irán más allá de lo concerniente a sus propiedades. Un impacto predecible de la reforma rural será la valorización de las fincas de los comandantes terratenientes que, a diferencia de los narcos tradicionales, exigen apoyo estatal para que sus ahorritos ilegales rindan.
El Comisionado no explicó por qué instituciones disfuncionales o corruptas operarán adecuadamente en regiones apartadas controladas por nuevos gamonales duchos en extorsión. Desestimó las dificultades para ejecutar ambiciosas obras públicas en un país que apenas aprende a hacer carrreteras y cuya capital fue recientemente saqueada por contratistas. Jaramillo se estancó en el mito fundacional fariano y para aliviar la situación campesina expuso su plan de Desarrollo Rural Integrado como dirigiéndose a universitarios idealistas de los setenta, o a planificadores centrales cubanos. Voluntarismo puro, y añejo como el mejor ron.
Fuera del dudoso impacto pacificador sobre mafias y violencias urbanas, hay una cuenta que falla en los pre acuerdos. Subestiman el poderoso atractivo de las ciudades sobre los guerrilleros jóvenes y, aún más, sobre las combatientes que huyeron del machismo de sus hogares y veredas, a donde no querrán ni arrimarse. Estos segmentos mayoritarios de la guerrilla, con dificultades para reintegrarse y menos ahorros que los comandantes, están mal representados por una delegación de guerreros sexagenarios. Con sólo tenerlos en cuenta, los diálogos serían más pertinentes, factibles y acordes con el país de hoy.
Al menos se podría chequear si lo que se discute en la mesa le incumbe a las bases de la guerrilla. Algunos datos sugieren que no. Pocos desmovilizados han vuelto a su lugar de origen y sólo el 15% están dedicados a actividades agropecuarias. Esta realidad debería inspirar programas pragmáticos de educación y reinserción laboral en la economía existente, pero el “reformismo burgués” le importa poco a unos comandantes rústicos enriquecidos, asentados en otra época, o a unos burócratas obsesionados con la planeación estatal agropecuaria y la asignación de recursos a dedo. Paseando en taxi Cadillac por el Malecón, oyendo a Celina y Reutilio, sueñan con refundar un país que creen tan estancado como sus ideas y la decadente capital cubana.
Foster, Norman (2014). Havana. Autos & Architecture. Ivoryress. Reseña
LSV (2014). "La paz no es algo que ocurre, es algo que hay que construir". SI o NO El Poder de los Argumentos. La Silla Vacía, Octubre 8
Young Nigel (2014). “Un museo al aire libre” – Fotos. El País, Octubre 9