miércoles, 17 de diciembre de 2014

Paz, campo y educación en el siglo XXI

Publicado en El Espectador, Diciembre 18 de 2014
Columna después de las ilustraciones

Sin debate público, llega de La Habana una visión retrógrada del desarrollo, oportunamente cuestionada por un influyente académico. 


En los años treinta, el joven campesino coreano Chung Ju Yung emigró pero su padre lo obligó a regresar. Aguantó unos meses, se fue para Seúl, y el papá volvió a llevárselo. Se escapó de nuevo, montó un taller y al finalizar la guerra rehabilitó vehículos abandonados por las tropas. Su negocio Hyundai -“moderno” en coreano- es hoy un gigante que por sí sólo explica parte del crecimiento de ese país. Gumercindo Gómez, boyacense, viajó adolescente a Bogotá, trabajó en fundición, granito, carpintería y tapicería. Aprendió de colchones y con el primero ganó el doble de lo invertido; en un viaje internacional rompió los de los hoteles para ver cómo estaban hechos. Con ese conocimiento su empresa fue creciendo hasta Colchones El Dorado. Contemporáneo de Yung, también con oposición familiar, mi papá abandonó su pueblo para trabajar en Bogotá y pagarse los estudios de bachillerato e ingeniería. 


Las historias de personas hechas a pulso no se hacen públicas en Colombia, pero todos conocemos algunas que ilustran lo obvio: salir de pobre exige huir de la pobreza y el éxito llega por donde nadie imaginaba. Hace décadas los expertos le recomiendan al campesino esperar a que cambie el mundo en lugar de irse en un bus. Los negociadores habaneros dictaminaron que la paz exige desarrollo rural, a cualquier costo. Alfredo Molano sentencia que “a los exguerrilleros el Estado debe garantizarles empleo. La mayoría son campesinos que podrían volver a trabajar el campo, pero no como empleados de los palmicultores o de los cañeros sino como propietarios libres. Es allí donde pueden acceder a una vida digna, integrarse a la economía y conservar sin armas su fuerza política”. 


Ofuscan esas visiones tan bucólicas del campo, reforzadas por la desconfianza con la agroindustria, siempre sospechosa de los vicios de la compañía bananera de Macondo. José Antonio Ocampo, director de la Misión Rural, menciona agroempresas ejemplares: Factoría Quinoa, “comercio sostenible en nutrición”, de gente vinculada a la Universidad de los Andes y Pacífico Snacks de una empresaria con posgrado, que “conquistó el mercado de platanitos en Holanda”. Estas firmas surgidas sin subsidios ni reformas, muestran que la educación ya es crucial para el desarrollo del campo. El invento para alargar la vida de las baterías con hilo de araña no contaminante, que debe estar en la mira de inversionistas y le dio reconocimiento mundial a Gladis Aparicio, una palmireña de origen humilde con doctorado en física, confirma que hoy la innovación depende de las universidades. 


En la Reforma Rural acordada en La Habana, la palabra tierra aparece 73 veces, comunidad 60 y educación 12, igual que subsidio; empresa y universidad tienen 3 menciones. La obsesión es la parcela propia, cultivada en familia, con ayudas estatales y apoyo comunitario. Cindy Caicedo, de las FARC, cuenta que sus padres campesinos “querían darnos estudio a todos pero (les fue imposible sostener) a sus cuatro hijos y además verlos llegar a la Universidad”. A Cindy se le propone dejar las armas para volver al entorno de donde sus progenitores soñaban sacarla. 


Con los diálogos revivió un modelo de desarrollo dirigista y reaccionario, que desprecia el mundo empresarial, desdeña la iniciativa individual, subvalora la educación y perjudica a las mujeres, perpetuando el atraso. El profesor James Robinson se desmarcó de la manada para sugerir que el problema agrario se puede dejar marchitar, dándole prioridad a la educación. La recomendación del marchitamiento es factible y ejecutable por cualquier burocracia, inepta o corrupta: lo que toca es no hacer. En el fondo, racionaliza el statu quo. Mientras en La Habana los diálogos agrarios se dilatan ad infinitum, el país real busca debatir, ejecutar y evaluar alternativas para educar en el siglo XXI, sin interferencia de comandantes desinteresados por el tema. Incluso para modernizar el campo, es hacia la educación y la innovación que se deberían orientar los recursos y esfuerzos, como empiezan a hacer empresas agroindustriales con altísimo capital humano.    


PS. Deplorable que una periodista de la talla de María Elvira Bonilla idealice la trayectoria y respalde las pretensiones del comandante Pablo Catatumbo, ofreciéndole caja de resonancia. No llega a la “apología” que el gobierno Santos buscó criminalizar pero encaja en el “enaltecimiento y justificación” del código penal español. Que una reconocida figura mediática española empatice en público y funja de vocera de un etarra es literalmente inconcebible.














REFERENCIAS


Betancourt, David (2014). "Cuatro estrategias para cerrar la brecha rural" Entrevista con José Antonio Ocampo, ape.com.co, Mayo 29

Bonilla, María Elvira (2014). "Un encuentro con 'Pablo Catatumbo'". El Espectador, Diciembre 14


Caicedo, Cindy (2014) “Por qué ingresé a las filas de las FARC-EP”. Mujer Fariana, Noviembre 1

Easterly, W. (2013). The tyranny of experts. Economists, dictators and the forgotten rights of the poor. Nueva York, Basic Books.


Estrada, Juliana (2014). "Caleña conquista el mercado de platanitos en Holanda". La República, Marzo 26. 


Medina, Luis Fernando (2014). "¿Cómo Modernizar a los Modernizadores?". El Espectador, Diciembre 15


Molano, Alfredo (2014). "Espejo chiquito". El Espectador, Marzo 29

Posada Rivera, Fabio (2014). “La mejor inventora del mundo es colombiana”. El Espectador, Octubre 22

Robinson, James (2014). "¿Cómo modernizar a Colombia?". El Espectador, Diciembre 13.