sábado, 6 de septiembre de 2025

Medios capitalistas serviles, cultura popular e inclusión de minorías

 Publicado en El Espectador, septiembre 11 de 2025

La narrativa de la izquierda posterior a la socialdemocracia es que el capitalismo depredador se apodera de cualquier manifestación cultural para volverla mercancía y, peor aún, mantener al pueblo excluido, sin voz, ni igualdad, ni justicia social, ni paz.


La izquierda intelectual que, además de libros y estudiantes, ha enfrentado un público masivo que exige realismo y no doctrina, siempre tiene cosas interesantes para contar. Así era Gustavo Bolívar, exitoso guionista que probó las mieles del poder político y le gustaron. Terminó amando al líder sin ser correspondido, tal vez por su actitud de empresario pragmático, izquierdista impuro. El dilema entre ideología progre y apego a la evidencia lo ilustró un juicio de opinión televisado que le hicieron en 2013 por una serie que desafiaba mitos sobre el paramilitarismo. “Yo he militado en la izquierda toda la vida, ustedes me conocen”, suplicaba. 


En ese show inquisitorio, con aroma soviético, el acusador menos severo, y el único que había visto todos los capítulos emitidos, era Omar Rincón, analista de la cultura y los medios de comunicación. En una entrevista reciente con Juan David Correa, Rincón revela aspectos de la teoría del sometimiento de los medios al capitalismo. En Latinoamérica, tras las dictaduras militares, se cerraron facultades de sociología y sus profesores buscaron refugio en las de comunicaciones. Así, surgió un paradigma de la cultura y los medios diferente al norteamericano y al europeo. También anota que la “década grande de la telenovela colombiana fue del 84 al 94”. Cita a su maestro Jesús Martín-Barbero, para quien “pasó más país por la telenovela que por lo noticieros de TV… La telenovela colombiana anunció la Constitución del 91… descubrió la diversidad cultural colombiana”. 


Este fenómeno se dio con una TV pública que arrendaba espacios a programadoras privadas. Series como La Potra Saina, Café o Azúcar generaron, según Rincón, una vigorosa agenda cultural. “Un país que tenía en la TV un espejo para mirarse… era un artefacto cultural maravilloso, precisa. Esto ocurría gracias a empresas capitalistas, con incentivos comerciales. Rincón olvidó mencionar Los Pecados de Inés de Hinojosa producida en 1988 por RTI Televisión para celebrar sus 25 años. Esa histórica telenovela histórica,  rompió esquemas  en varias dimensiones. Uno, “marcó la pauta en materia de producción” utilizando técnicas cinematográficas. Su director, Jorge Alí Triana, quería que se exportara y grabó exteriores en varias regiones del país. Dos, “mostró el poder femenino…  Nunca habíamos visto a una mujer asumir su sexualidad con tal potencia y aplomo”. Tres, criticó la hipocresía, abordó tabús. Introdujo “temas como incesto y sadomasoquismo, que nunca habían estado en la televisión”. Cuatro, “(fue) una de las más memorables en la historia… una declaración contra la mojigatería y el pudor”. Sus protagonistas, Amparo Grisales y Margarita Rosa de Francisco, que interpretaban a una tía y su sobrina, fueron acusadas de degeneradas; la primera acabó excomulgada, la segunda terminaría siendo locuaz líder de izquierda. En síntesis, esta telenovela “logró demostrar a un país conservador que el sexo y el placer… forman parte de todo lo que somos como colombianos y seres humanos”. Los comentarios anteriores sobreviven en la web de Señal Colombia, con la etiqueta “Historia LGBT”. Parafraseando a Martín-Barbero, esta serie se le adelantó a la Constitución del 91: descubrió la diversidad sexual. 


RTI (Radio Televisión Interamericana S.A.) la fundaron en 1963, como Sociedad Anónima, Fernando Restrepo y Fernando Gómez Agudelo quien en 1954, de 23 años, siendo director de la Radio Nacional, fue el artífice de la llegada de la televisión al país. No se burocratizó para vivir de un sueldo o donaciones a dedo. Prefirió ser libre y autónomo, tomar riesgos e innovar para ofrecer desde la orilla empresarial entretenimiento con cultura colombiana. Su compañía produjo series como La Mala Hora, Destino la Ciudad, El Buen Salvaje, Candó, Don Chinche… Mezclar a este gigante de la TV, o a las productoras privadas de telenovelas y series, con mercachifles que buscan embrutecer al pueblo para someterlo, más que un simple prejuicio, es una colosal estupidez. 


Volviendo a la entrevista, Omar Rincón menciona la precariedad de la televisión sin colaboración privada, con bodrios que tal vez ni siquiera él veía, como Yuruparí, coproducida por Audiovisuales y FOCINE, estatales, o el profesor Yarumo de la Federación de Cafeteros. Después, sin previo anuncio ni justificación, da el volantín dogmático: “la catástrofe vino con la privatización del 94”. Mostró gran incoherencia con el escenario expuesto previamente: empresarios privados que lideraron el desarrollo de una TV con calidad y enorme audiencia, que visibilizó a las minorías. Y consolidó sin burócratas caprichosos o autócratas una cultura popular lista para exportar, como soñaba Jorge Alí Triana.