sábado, 2 de diciembre de 2023

La infancia de la corrección política

 Publicado en El Espectador, Diciembre 7 de 2023


De manera errónea se asimilan las expresiones cautelosas para no ofender a ciertos grupos a una extensión del marxismo, pero su origen se podría vincular a la gran guerra 1914-1918. 


En el centro de esa confusión está Antonio Gramsci cuyas ideas, empaquetadas en el llamado marxismo cultural, invadieron las universidades norteamericanas y el comunismo europeo en los sesenta. También contribuyó al desacierto la Escuela de Francfort, corriente académica cuyos miembros de origen judío, como Herbert Marcuse y Eric Fromm, abandonaron la Alemania nazi para refugiarse en EEUU. 


El movimiento contracultural norteamericano posterior fue una reacción a la guerra de Vietnam, pero la corrección política, ese “antitradicionalismo militante, negación del pasado y entronización del subjetivismo, es producto del trauma (causado por) la Primera Guerra Mundial”. 



Stefan Zweig anota que “toda una generación de jóvenes había dejado de creer en los padres, en los políticos y los maestros; leía con desconfianza cualquier decreto, cualquier proclama del Estado. La generación de la posguerra se emancipó de golpe, brutalmente, de todo cuanto había estado en vigor hasta entonces y volvió la espalda a cualquier tradición, decidida a alejarse de todos los pasados… Por el simple gusto de rebelarse se rebelaban contra toda norma vigente”. Hasta el punto que en el sistema educativo los alumnos “controlaban a los maestros e invalidaban los planes de estudio porque debían y querían aprender sólo aquello que les venía en gana”. 


Esa total liberación y superación del pasado opresor surgió a raíz un insólito entusiasmo inicial seguido por el súbito y espantoso polo a tierra que impuso la guerra más sangrienta de la historia. “Nunca olvidaré las multitudes guerreras que entraron en Downing Street mientras el Gabinete deliberaba sobre la alternativa de paz o guerra... multitudes de jóvenes manifestaban a favor de la guerra contra Alemania” declaró el Primer Ministro británico en Agosto de 1914. 


Testimonios similares se tienen de Berlín, París, San Petersburgo o Viena en dónde hordas juveniles se reunían eufóricas para celebrar la declaración de hostilidades entre países supuestamente civilizados. Incluso el activismo progresista dio ese paso. Emmeline Pankhurst, destacada sufragista, “después de una notable y muy radical campaña por los derechos de las mujeres, que incluyó huelgas de hambre, incendios provocados y roturas de ventanas, pasó de un programa reformista a un nacionalismo reaccionario de extrema derecha tan pronto estalló la guerra”.


La sorpresa fue mayúscula puesto que Europa estaba más integrada que nunca en comercio, comunicaciones y transporte. La democracia ya era el eje en la mayoría de las constituciones. Se creía que en un continente tan interconectado era impensable una confrontación bélica, y mucho menos que se recibiera con entusiasmo. “En aquellas primeras semanas de guerra de 1914 se hacía cada vez más difícil mantener una conversación sensata con alguien. Los más pacíficos, los más benévolos, estaban como ebrios por los vapores de sangre” recuerda Zweig. 


Se esperaba que la guerra durara poco y para Navidad las familias se reunieran como siempre. Pero el crecimiento económico previo con gran avance tecnológico militar “convirtieron aquel conflicto bélico en una larga y colosal matanza”.


Un giro también inesperado fue que los entusiastas de la guerra no pudieron sobrellevar el traumatismo posterior. Se declararon engañados por el sistema tradicional manipulado por ancianos. Buscaron chivos expiatorios para tranquilizar conciencias y emprendieron la reacción contracultural en la que germinó la corrección política tras el armisticio. La incapacidad para asimilar el desastre se tradujo en amnesia selectiva. Los promotores del ánimo belicoso mutaron a víctimas. “Esta renuncia a asumir las consecuencias de sus actos… constituye el primer episodio de una afección exclusiva de Occidente que es consustancial a la corrección política: la infantilización”. El júbilo se transformó en una cascada de reacciones pueriles y una desenfrenada manipulación de la realidad. 


La contracultura surgida décadas después de otra guerra, la del Vietnam, fue una sofisticación de este primer episodio de deformación de los hechos y evasión de responsabilidades que reemplazó la conciencia de clase por la identitaria cuya principal característica es no haber logrado decantar la coherencia interna, por exceso de minucia y complejidad. 


Se impuso la noción de que para garantizar derechos se deben tener en cuenta las diferentes identidades que, por efecto de la interseccionalidad, adolecen de “innumerables ejes de división: raza, sexo, clase, sexualidad, identidad de género, religión, salud mental, tamaño corporal…” y un infinito etcétera.  


Así, la corrección política adquirió una dinámica propia que es “intrínsecamente incoherente (pues) genera de manera constante nuevas reglas contradictorias entre sí… Estas reglas, lejos de desaparecer gradualmente, se dividen y multiplican en un proceso de mutación sobre el que la sociedad apenas tiene control”. Todos, todas, todes, todXs… acabamos sufriendo la nueva policía de la moral, las costumbres y el lenguaje. Entretanto, los conflictos, guerras y violencias, siguen estallando, aunque ya prácticamente nadie los celebre.


REFERENCIAS


Benegas, Javier (2020). La Ideología Invisible. Claves del nuevo totalitarismo que infecta a las sociedades occidentalesMadrid: Disidentia 


Konrad, Maximilian (2015). "The European War Enthusiasm of 1914 en Lakitsch, Reitmair, Seidel (eds.) Bellicose Entanglements 1914 – The Great War as a Global War, Wien 15-42.


Maloy, Terje (2018) "Propaganda in World War I, an Illustrated Account". Midt i Fleisen, Nov 12


Wasserman, Moisés (2023). "Identidades: atrás como cangrejo". El Tiempo, Dic 1


Zweig, Stephan (sf). El mundo de ayer. Memorias de un europeo. Acantilado