Publicado en El Espectador, Mayo 4 de 2021
La pandemia disparó el descontento popular. Sin calibrar los riesgos, algunos intelectuales atizan un estallido social sin precedentes.
La desigualdad y el escepticismo con los gobiernos y las grandes empresas son monumentales. La gente protesta indignada, los fanatismos reclutan adeptos y la polarización se dispara. Ante una crisis política, económica y sanitaria nunca vista, algunos pensadores que podrían contribuír a calmar los ánimos juegan con candela. De manera irresponsable e improcedente, insultan a un oponente político con liderazgo e influencia sobre casi la mitad de la población colombiana.
El cordón sanitario es como se conoce la barrera que evita el contagio de una enfermedad infecciosa. También se usa para medidas contra la expansión de una ideología indeseada, como las políticas hacia la Unión Soviética incluso antes de la Guerra Fría. Fue el ministro francés George Clemenceau quien acuñó el termino en 1919 cuando exhortó a los países recién separados de la URSS a frenar el comunismo. Esa alianza la denominó cordón sanitario. En política se usa a menudo la misma metáfora para la negativa de los partidos convencionales a pactar con grupos considerados extremistas.
Ante la pueril enemistad observada en Madrid entre Rocío Monasterio de Vox y Pablo Iglesias de Unidas Podemos, y la eventual alianza del primer partido con Isabel Díaz Ayuso del PP, surgió la duda de si es legítimo y eficaz aislar a los partidos ultras con cordones sanitarios.
La respuesta no es simple. “No veo posible aislar a la extrema derecha. Sus ideas están ya en el corazón de muchas sociedades”, anota el politólogo Cas Mudde. “Hay que debatir con ellos: sería una perversión politica hacerles el vacío” agrega su colega Ignacio Sánchez Cuenca. Es precisamente al aislarlos que “se alimenta esa pulsión antisistema que les da tantos votos” concluye un profesor de políticas en Cornell. Si estas dosis de realismo son pertinentes cuando la extrema derecha, a pesar de su considerable avance, sigue siendo minoritaria, a veces marginal como Vox, parecería prudente tenerlas en cuenta en Colombia, donde la derecha ha estado cerca, o por encima, de la mayoría de votantes.
En materia de tolerancia, sentido común y astucia política, algunas voces pensantes del país están décadas atrás de la metáfora del cordón sanitario: ni se molestan en dar razones para no dialogar, ni negociar, con la derecha. Su discurso no ofrece argumentos: sigue anclado en la estigmatización de enemigos irreconciliables. No ha habido aislamiento suficiente para las cloacas de redes sociales.
Julio César Londoño, escritor, crítico literario y columnista, afirma que “nadie ignora que la línea gruesa de la reforma (tributaria) fue dictada por Uribe y que los detalles los precisó el minhacienda Carrasquilla; ambos bailando al son de la batuta de Sarmiento, claro, y desoyendo las recomendaciones de los gremios y los partidos e incluso las observaciones de la comisión internacional de expertos”. Como autor de ensayos de divulgación científica con los que se ha ganado varios premios, Londoño podría tener un mínimo de rigor para manejar la evidencia.
Tras esbozar en un párrafo una propuesta fiscal diseñada por él y anotar que la bomba de tiempo colombiana no ha estallado gracias a diversas revoluciones criminales, el intelectual aporta su grano de arena al artefacto a punto de explotar. “La pandemia es un catalizador que multiplicó por mil la presión de la caldera. Para rematar, el líder número uno del país es un pirómano delirante y el número dos es una bomba él mismo”.
En la misma línea pendenciera, con mayor formación científica y responsabilidades académicas, José´Fernando Isaza funge de cuentista para insultar de frente al lobo feroz que desvela obsesivamente a todo el rebaño de la izquierda colombiana. Su imaginativo relato ocurre en Raglas, capital de Navid. El Consejo de Gobierno busca preservar las buenas costumbres y la salud de los habitantes del reino. El heredero del trono dice: “tenemos que combatir la producción de sustancias que afecten la salud, estimulen las reuniones que puedan desestabilizar el reino o alienten prácticas que puedan incomodar a la Virgen, nuestra patrona. Si es necesario, recurriremos a la fuerza… Si atacamos los medios de producción de estas dañinas sustancias, nos enfrentaremos a una gran oposición de los dueños, (que) han sido generosos en donaciones al reino. Mucho mejor fumigar campos de hoja de coca, a sus campesinos y fuentes de agua, pues viven lejos de nuestros castillos y son apáticos”.
Si personajes cultos, respetados y económicamente establecidos rehúsan servir de ejemplo, promover el diálogo, la reflexión y la tolerancia para dar rienda suelta a un surrealismo político explosivo, mejor ni pensar en su eventual impacto sobre estudiantes llenos de hormonas, angustiados por su futuro en una sociedad corrupta y clasista devastada por la pandemia. Difícil precisar quiénes necesitan un cordón sanitario que proteja a los demás.
https://elpais.com/politica/2019/11/26/actualidad/1574783537_176785.html
https://www.elespectador.com/opinion/el-paro-y-los-hijosdalgo/
https://www.elespectador.com/opinion/prioridades/