domingo, 13 de diciembre de 2020

Llegar antes de tiempo (II)

Publicado en El Espectador, Diciembre 14 de 2020
Columna después de los memes




Como muchos “asuntos de género”, el acelere sexual masculino se debe diagnosticar rigurosamente, contar con evidencia y el estado del arte en neurociencias antes de recurrir a medidas drásticas inspiradas por la charlatanería.  


El interés por la ejaculatio praecox apareció en Europa a finales del s. XIX. Los psicoanalistas argumentaron que se trataba de la manifestación adulta de un exceso de narcisismo durante la infancia. Aunque desde los años cuarenta se reconoció que podía haber factores tanto psicológicos como fisiológicos, los tratamientos se centraron en la técnica del estrangulamiento (squeeze) propuesta por Masters y Johnson. La percepción de que se trataba de un comportamiento aprendido en los afanes juveniles, que se transforma en hábito y luego en ansiedad persistió hasta cuando empezaron a utilizarse drogas psicoactivas. Desde hace un par de décadas, con el reconocimiento del rol crucial de los receptores de serotonina, se abrieron paso las teorías con base neurológica.


En lugares tan alejados como Brasil y Turquía, se ha encontrado mayor propensión a la eyaculación precoz entre quienes se orinaron hasta tarde en la cama. Una investigación hecha con gemelos finlandeses sugiere que podría haber factores hereditarios. Los biólogos y psicólogos evolucionistas han sugerido que se trata de un rasgo adaptativo -lo denominan survival of the fastest- y recuerdan que entre los primates ese atributo se asocia con menor agresividad. Se ha observado que el IELT -sigla en inglés del “Tiempo de Latencia de Eyaculación Intravaginal”- es siempre menor que sus primos cercanos, el OELT (sexo oral) o el MALT (masturbación). En síntesis, como para cualquier asunto que involucre órganos, cerebro y entorno, el menú de causas es extenso y variado. Consecuentemente, los remedios propuestos también son muchos.


Encabezan la lista de curas las que se mercadean por internet. Allí hay esencialmente de dos tipos: las terapias manuales o psicológicas, individuales o de pareja y, por otro lado, los fármacos. Las multinacionales están empeñadas en encontrar la fórmula mágica que compita con las pastillas azules para la disfunción eréctil que revolucionaron el sexo en la tercera edad. Se han ensayado incluso métodos de estimulación magnética.


Existe la creencia de que la marihuana ayuda a la buena cadencia en el sexo. Se dice que una de las razones por las que Gamal Abdel Nasser quiso abolir la circuncisión parcial de clítoris que se practicaba en Egipto fue controlar el tráfico de cannabis. Las mujeres víctimas de ablación requerían un ritmo más pausado e invitaban a sus parejos a consumir hashish antes de hacerlo. Obviamente, los fanáticos de la guerra contra las drogas reviraron con firmeza. La evidencia científica que ofrecen, un estudio realizado entre australianos, es casi graciosa. Se descubrió que los consumidores empedernidos de hierba, los que se traban a diario, son un desastre en la cama y también, algo que se sabe desde el colegio, que los marihuaneros tienen más sexo que los nerdos.


Los remedios colombianos para el orgasmo prematuro van de lo inocuo a lo drástico. La frutoterapia recomienda “consumir medio aguacate con una cuchara sopera de panela y otra de germen de alfalfa”. La cura más radical fue sin duda la adoptada en 1999 por Wilmer Gómez un campesino de San Pedro, en la Sierra Nevada. A sus 23 años, no había podido “mantener un contacto sexual con una mujer porque con sólo tocarla me sobrevenía la eyaculación y eso me mantenía muy mal”. Lo peor eran los fines de semana, cuando bajaba de parranda con sus amigos al pueblo y no podía “intimar” con ninguna prostituta. Desesperado, cortó por lo sano y se extirpó los testículos.  “Decidí castrarme como lo hago con los animales porque creía que con esto me iba a curar”. A diferencia de Abelardo, quien fue castrado por acostarse con Eloísa, su joven discípula, a Wilmer nadie le colaboró.


No todos los casos de descoordinación son tan desesperados como el de este drástico campesino. Pero se sabe que la eyaculación precoz es, en el mundo, la principal queja de los hombres sobre su vida sexual. Aunque a las feministas el tema parecería no interesarles, esta dolencia podría ser la causa silenciada de muchas supuestas frigideces. Sorprende que este eunuco nacional haya generado tan pocos comentarios. Tal vez porque no encajaba del todo en el discurso contra el patriarcado. A decir verdad, tranquiliza que el caso no recibiera más atención. Como visitante asiduo y frustrado de burdeles pueblerinos, el de Wilmer podría haber sido tomado por el prohibicionismo más radical como ejemplo de lo que se debería hacer para atacar la prostitución: castigar al cliente. La fábula en boga es que los hombres son totalmente responsables de las decisiones de algunas mujeres infantilizadas por iluminadas que afirman, sin conocerlas ni hablar con ellas, que las congéneres que venden sexo son necesariamente víctimas de la trata. 




REFERENCIAS
   
Bering, Jesse (2010) “Not so fast … What´s so premature about premature ejaculation?”. Scientific American, Nov 15. http://www.scientificamerican.com/blog/post.cfm?id=not-so-fast--whats-so-premature-abo-2010-11-15 Bullough, 

Vern (1976). Sexual Variance in Society and History. Chicago & London : The University of Chicago Press 

 Ciftci, Halil,  Abdurrahman Altindag, Murat Savas, Ercan Yeni & Ayhan Verit (2010). “Enuresis in childhood and premature ejaculation in adult life: An enigmatic similarity” International Journal of Psychiatry in Clinical Practice, Vol. 14, No. 1 , pp. 3-7  

 Hartmut. Porst, Francesco. Montorsi, Raymond C.. Rosen, Lisa. Gaynor, Stephanie. Grupe, Joseph. Alexander (2009). “The Premature Ejaculation Prevalence and Attitudes (PEPA) Survey: Prevalence, Comorbidities, and Professional Help-Seeking” European Urology, Volume 51, Issue 3, Pages 816-824

 Hong, Lawrence (1984). “Survival of the Fastest: On the Origin of Premature Ejaculation”  The Journal of Sex Research, Vol 20 Nº 2, pp 109-122   Kinsey, Alfred, Wardell Pomeroy & Clyde Martin (1948). Sexual Behavior in the Human Male. Philadelphia : W.B. Saunders .