Una vertiente de la historia del conflicto estableció que los paramilitares eran esencialmente depredadores de tierras, enmascarando su naturaleza retaliadora.
La venganza también dio origen a algunos grupos guerrilleros. El caso más emblemático es el frente Carlos Alirio Buitrago del ELN. Parte de su historia empieza por la época de la anterior visita papal. En el templete eucarístico, el sacerdote Bernardo López recibió en persona la bendición de Paulo VI. Abogado, López se enroló en el seminario de vocaciones tardías de la Ceja. Asimiló el mensaje del Concilio Vaticano II, reforzado por la Teología de la Liberación: acercar la Iglesia a los pobres y oprimidos. Siguió de cerca el recorrido de Camilo Torres y se vinculó a Golconda, un grupo de sacerdotes revolucionarios.
En la vereda Santa Rita de Cocorná vivían Manuel Buitrago, Herlinda Martínez y sus diez hijos. Hacían parte de una comunidad cristiana de base, solidaria entre vecinos que practicaban la ayuda mutua. Estudiaban la Biblia en grupo y lo hacían “desde la mirada del pobre”; consideradan pecado incumplir el mandato de amor al prójimo. Mercaban al por mayor con fondos de la cooperativa. El párroco Bernardo López coordinaba acciones ayudado por tres misioneras españolas.
Tras cuatro años en Cocorná, la arquidiócesis de Barrancabermeja le ordenó a López salir de la zona por razones de seguridad. Así como atrajo fervientes feligreses, acumuló enconados enemigos: comerciantes, terratenientos y ganaderos que veían en él un “comunista ensotanado”. La comunidad sabía que nada sería lo mismo sin López. Al desconcierto se sumaban rumores sobre ganaderos molestos con el trabajo comunitario en las veredas; también se mencionaban grupos armados impulsados desde Puerto Boyacá para limpiar la región de comunistas.
Entre los opositores al padre López estaban cuatro Masetos –herederos de los vengadores del MAS- que llegaron una tarde a la finca de Manuel Buitrago preguntando por él. Lo esperaron, tomaron limonada, pero como “labores así deben ejecutarse rápido para evitar el riesgo de ablandarse” le pidieron a los tres mayores y a dos amigos que salieran para hablarles y le ordenaron a los niños quedarse. A los pocos minutos estalló el traqueteo.
Cuando Manuel volvió “los vimos a todos en filita, conforme venían, así los rafaguiaron y así cayeron; eso quedaron el uno con la cabecita en los pies del otro, en pura filita". Herlinda estaba “acurrucada con cinco hijos en la oscuridad de un cafetal sintiendo que en cualquier momento le iban a disparar”. Manuel ni siquiera pudo llorar. La gente de la vereda empezó a llegar a la mañana siguiente. “No todos se entregaron a una congoja resignada y fatalista, también hubo quienes expresaron una honda conmoción de rabia”. Las autoridades vinieron, trataron de no hacer demasiadas preguntas, llenaron los formularios de rigor y autorizaron llevarse los cadáveres. La velación parecía un mercado nocturno, con cientos de personas.
Bernardo López volvió para celebrar la “eucaristía exequial”. Un arzobisbo calificó la matanza de acto villano y oró para que “se restablezca la paz en la región”. Al salir del cementerio, Herlinda pidió papel y lápiz para contarle a la comunidad “cómo fue la muerte de mis hijos, de mi hermanito… cómo se los llevaron para la raíz de un árbol donde los prendieron a tiros y los dejaron tirados por el suelo". Emigró con su familia a Barrancabermeja.
Cuando Gustavo Buitrago, su hermano Rigoberto, y cuatro hombres más volvieron a Santa Rita con fusiles terciados “traían a cinco mártires entre sus motivos para tomar las armas”. Fue fácil reclutar jóvenes convencidos de la lucha de clases, la liberación del pueblo -las enseñanzas del cura López- pero, sobre todo, furiosos por la masacre. Hábilmente, el ELN los acogió fundándoles su propio frente en la región, para combatir a los Masetos.
Hace unos años, un reinsertado de las Farc señalaba que “antes lo teníamos claro, la gente luchaba por un pueblo, en contra de la pobreza, por lo que fuera. Ta ta ta, por miles de razones. Pero ahora no tenemos claridad de por qué sucede esta guerra. La guerra ahora solo va de venganza en venganza, así funciona esta guerra”.
La visita de un papa sencillo hizo tambalear el piso ideológico de mentes progres y laicas. Valdría la pena aclarar si contra las venganzas lo que se espera es perdón cristiano, y si algo tan íntimo y personal se puede volver colectivo con una organización tan poco arrepentida y provocadora que homenajea a su más sanguinario comandante. La gente sólo aguanta la falta de justicia estatal cuando espera una alternativa divina, un vacío que definitivamente no llenará la JEP, tan idealista e improvisada. Ese audaz experimento, para muchos un esperpento, plagado de incógnitas, en medio de semejante crispación política, hasta podría revivir ánimos de venganza ya aplacados.
Gómez Juan Alberto (2012). "Entre tarde y noche". Historias de Asfalto