martes, 3 de noviembre de 2015

Baja del soldado Micolta, ¿chao racismo?

Publicado en El Espectador, Noviembre 5 de 2015





La renuncia por presiones legales de un humorista que, disfrazado de recluta negro y con acento afrovalluno, se burlaba de todos revela la faceta fundamentalista del combate al racismo. 


Tras esa baja, seguirán Piroberta el gay, don Jediondo, pastusos, costeños y, por qué no, los gallegos. Tal vez se revisen infamias de Jaime Garzón o Les Luthiers, como el adelantado Don Rodrigo pregonando que su negra es tocada por todo el mundo. El abogado Ray Charrupi, de Chao Racismo, líder de la cruzada contra el humor, cuenta orgulloso que su padre entuteló a la Negra Nieves, personaje de tira cómica. Es la misma dinámica perversa de la justicia penal colombiana que, impotente ante lo peligroso, se ensaña con lo indefenso. El expediente de perseguir burlas y caricaturas lo adoptarán solícitos políticos o magistrados, y hasta militares ridiculizados por Micolta.


Se requiere una doctrina peculiar para establecer vínculos entre los chistes y la requisa policial arbitraria al ebanista negro Carlos Angulo, o el racismo de empleadores, arrendadores y porteros de restaurantes o discotecas que se “reservan el derecho de admisión". Sería más eficaz que Micolta se burlara de los discriminadores reales y dañinos. Cuesta creer que los derechos de una minoría se protegen saboteando lo que no les gusta a sus más educados y autodenominados representantes. 


La primera vez que sentí la susceptibilidad con las burlas a terceros fue como estudiante en los EEUU. En una fiesta, dos académicas fungiendo de etnógrafas nos pidieron a un amigo y a mí una muestra de humor colombiano. Echamos unos chistes de pastusos y logramos adaptar al inglés uno de boquetos. No supimos qué decir ante la reprimenda por desconsiderados. He sido inmigrante sudaca y jamás me ofendí con las chanzas sobre el país de la coca ni mucho menos pensé que fueran causa de nuestros males. Tengo amigos pastusos, o con familia de allá, que echan los mejores chistes de sus coterráneos. Por muchos años recopilé y difundí burlas a los economistas. Me ha pasado al reunirme con Tito, un amigo madrileño cincuentón con síndrome de Down, que en medio de la charla surja un contrapunteo -él remedando mis dichos bogotanos y yo imitando su hablado- que se cierra con dos carcajadas y un fuerte abrazo. La próxima vez que lo vea, ¿deberé pedir supervisión de algún Charrupi que proteja a Tito? 


Es insostenible el criterio que propone Charrupi: “la ofensa la califica el ofendido”. ¿Cuál de ellos? ¿El más sensible? ¿El resentido? ¿El que asume por iniciativa propia la vocería? “Ojo con el humor”, advierte el jurista porque cualquier chiste “reproduce estereotipos”. ¿Quién vigila que eso no ocurra? ¿La élite culta e iluminada?  Charrupi tiene armado un discurso convincente sobre la importancia de la inclusión con dignidad. Pero pela fácilmente su cobre mesiánico y autoritario: es él quien sabe lo que se debe decir o no, hasta cómo pedir perdón. Su organización nació como reacción no a un incidente grave como el del ebanista Angulo sino a una pifia trivial de una revista de farándula: la tristemente célebre foto de las matronas caleñas con dos empleadas negras de fondo. El montaje era tan racista como clasista, una tara más difícil de asociar con las burlas. La vivienda popular en barrios elegantes propuesta por Petro generó más alarma y drama que chistes. Esa discriminación silenciosa, hipócrita y soterrada, se reproduce en Colombia sin mamadera de gallo en la calle, centros educativos, oficinas, hogares y familias. Con la doctrina de Chao Racismo, Dioselina Tibaná, el embolador Heriberto de la Calle, el portero del Edificio Colombia y el Chinche serían responsables de esa lacra.  


Podría tener algo de sentido controlar las burlas en el entorno escolar, donde realmente hacen daño. Pero antes de llenar los patios de recreo con policías de lenguaje, dichos y apodos incluyentes, valdría la pena centrarse en la discriminación madre: el clasismo inherente a la privatización de la educación. Eso no es ningún chiste.


El impacto negativo del humor y las burlas es menos evidente que las secuelas de la dictadura de lo correcto: voluntarismo, negación de la realidad que incomoda, asfixia del debate y persistencia de los problemas. En las universidades norteamericanas, donde nació la supuesta lucha contra la discriminación basada en censurar cualquier asomo de burla, ya es común el asombro de profesores ante alumnos que exigen no abordar en clase ciertos temas, ni leer autores ofensivos como Mark Twain, que pueden herir sensibilidades. “El malestar emocional se considera equivalente al daño físico, y todas las lesiones deben ser remediadas", anota una profesora. Y el racismo, como el gringo, ahí. 





PRUEBAS REINAS PARA JUICIOS POST-MORTEM
Sindicado : Rabinovich, Daniel
( a partir del 15:50)

Sindicado : Garzón, Jaime
Racista, clasista y misógino

REFERENCIAS

2Orillas (2015) “Tumbaron al sargento Micolta de Sábados Felices”, Las Dos Orillas, Oct 30

CR (2015). ““El Soldado Micolta tendría que desaparecer”. Comunicado a la Prensa y Opinion Publica en General. Chao Racismo, Facebook, Oct 30



Rodríguez Garavito, César (2015). “Negro, una requisa”. El Espectador, Sep 17

Rubio, Mauricio (2014) “El Alcalde Petro y las casitas donde duelen”. El Espectador, Nov 12

Schlosser Edward (2015). “I'm a liberal professor, and my liberal students terrify me”, Vox, June 3