Publicado en El Espectador, Marzo 27 de 2014
En las separaciones o crisis de pareja,
es común buscar reemplazo escarbando el pasado.
Al divorciarse, una amiga visitó
sistemáticamente a todos sus amores de juventud. Un reencauche cercano se
tramitó en dos minutos en un aeropuerto; otro requirió más papeleo pero surgió
fulminante con una mirada en una fiesta. Los aniversarios de grado son fértiles
en replays. En uno de ellos, sin saber a qué horas, unos novios de colegio
mandaron al diablo sus respectivos matrimonios. Aparte del viejo adagio “donde
hubo fuego, cenizas quedan”, no abunda teoría sobre el fenómeno, pero es
posible ensamblar unas conjeturas.
En la estrategia reincidente podría
estar envuelto el olor corporal o, mejor, el recuerdo de aromas juveniles. Como
las huellas dactilares, tenemos un olor que nos caracteriza y nos distingue de
todas las demás personas. Esa impronta olfativa está asociada con el sistema
inmunológico. Las mujeres -más que los hombres y sobre todo durante la
ovulación- son sensibles a los olores masculinos que transmiten información
sobre la compatibilidad genética para la descendencia. Se trata de un mecanismo
evolutivo inconsciente que ayuda a evitar perfiles inmunológicos similares y así
ampliar la gama de enfermedades que la eventual prole podrá enfrentar.
El olfato, uno de los sentidos menos
estudiados, está muy vinculado con las emociones. En ambos casos las señales se
procesan de manera casi dicótoma: agradable para acercarse, desagradable para
alejarse. El romántico flechazo podría describirse más acertadamente con un “me
huele que es este”. Rachel Herz, bióloga y psicóloga especialista en el olfato,
cita a una colega: “al minuto de olerlo supe que me casaría con él”. Un
experimento realizado en Inglaterra con camisetas impregnadas de sudor mostró
que sí existe relación entre los olores masculinos que les gustan a las mujeres
y la compatibilidad inmunológica.
Un nervio vecino al del olfato, que ofrece
vínculos privilegiados con zonas cerebrales ligadas a las emociones, también
podría estar involucrado en los reencauches. Por ese canal circulan las
feromonas, gruesas moléculas que llevan información sobre la situación ante los
demás y, en particular, sobre la disponibilidad sexual. Si las hormonas ayudan
a coordinar los órganos del cuerpo, las feronomas actúan sobre la interacción
con otras personas. Son como la división de asuntos exteriores de las
emociones. En los animales controlan detalladamente las relaciones. Definen
rango social, territorio y estado civil. Manipulándolas se puede castrar
químicamente a un hamster o hacer que un pez eyacule. En los seres humanos,
apenas se empieza a entender cómo y dónde se entrometen. El trabajo precursor fue
de una psicóloga que investigaba la coordinación del ciclo menstrual entre
mujeres que cohabitan. A diferencia de las moléculas odorantes, pequeñas y
volátiles, en la transmisión de las pesadas feromonas no interviene solamente
el olfato. Las sospechas sobre mecanismos de difusión incluyen el simple tacto,
compartir la ropa o el beso chupado con labios, lengua y narices involucrados.
En los noviazgos, el olor corporal y
las feronomas serían los responsables del test de compatibilidad, ese examen de
química inapelable que se pasa o no se pasa con las percepciones iniciales del
aroma y los primeros besos. Los episodios amorosos entre ex novios sugieren que,
una vez expedido, el certificado de afinidad no caduca. El aroma masculino
cambia con el tiempo, y no para bien. Según Herz son comunes en las terapias de
pareja los alegatos de mujeres que ya no soportan el olor de su compañero. La edad
afecta negativamente la sensibilidad olfativa y la transmisión de feromonas. En
síntesis, esa colaboración que, sin saberlo, recibimos de los sentidos y los
instintos en la compleja decisión de emparejarnos no dura toda la vida. Puede
ser útil la precaución, poco onerosa, de mantener actualizada la agenda con las
coordenadas de quienes van aprobando el examen de química. En caso de crisis,
la ventaja de esa lista será obvia: más vale bálsamo conocido que tufo por conocer.
La bióloga Winifred Cutler le está sacando provecho comercial a a la química corporal. Fabrica dos perfumes con feromonas, Athen 10:13 para ellas y 10X para ellos, con aroma de sudor. Ella pregona que aumentan el éxito sexual. Se piensa que una de las secuelas indirectas de la vinculación de las mujeres al mercado laboral, la pubertad más temprana de las jóvenes, se podría explicar por un ambiente hogareño con mayor proporción de feromonas masculinas. No es la única en la nueva industria de ayudas para conquistar con los olores.
REFERENCIAS
Herz, Rachel (2007). The Scent of Desire. Discovering Our Enigmatic Sense of Smell. William Morrow
Vincent, Lucy (2006). Comment devient-on amoureux?. Paris: Odile Jacob
Tavakoli-Far, Nastaran
(2014). “Chemistry of love: Using pheromones to find your match”. BBC
World Service, Marzo 27
Vincent, Lucy (2006). Comment devient-on amoureux?. Paris: Odile Jacob