miércoles, 29 de octubre de 2014

Un joven gay mal conectado con su familia

Publicado en El Espectador, Octubre 30 de 2014





REFERENCIAS


Haas, Ann y otros (2010). “Suicide and Suicide Risk in Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender Populations: Review and Recommendations”. Journal of Homosexuality. Volume 58, Issue 1. Versión digital

Herrera, Natalia (2014). “Las pruebas de Sergio” , El Espectador, Septiembre 7

miércoles, 22 de octubre de 2014

Los gays se suicidan más

Publicado en El Espectador, Octubre 23 de 2014



El celo excesivo de los medios con la presunción de inocencia produce absurdos como “presunto homicidio” para una muerte con arma de fuego, pero ocasionalmente la cautela desaparece.


En el caso del joven gay que se suicidó en un centro comercial, la prudencia y la cordura se esfumaron para el linchamiento mediático de la directora de su colegio. Transformando con saña “factor de riesgo” en “causa determinante”, los nuevos torquemadas profirieron condena sin atenuantes ni presunciones. Las pruebas se volvieron redundantes y lo complejo se simplificó a la brava. La turba sentenció que fue un suicidio inducido, virtual homicidio, del cual la madre ausente también es víctima: de la discriminación que mata, del colegio, del Estado y de todos los intolerantes que provocamos ese salto al vacío. 


La realidad es que la orientación sexual de Sergio Urrego podría explicar mejor su muerte que muchos “presuntos culpables” juntos. En los EEUU, con autopsias psicológicas se han reconstruido las preferencias sexuales de algunos suicidas. Esos datos, suponiendo que las personas homosexuales constituyen el 3% o 4%  de la población, muestran una proprorción de suicidas gays tres veces superior a la de heterosexuales. Un trabajo realizado en Dinamarca reveló que para las parejas homosexuales registradas como hogar, la probabilidad de morir por suicidio puede cuadruplicar el promedio. El mayor riesgo se concentra entre los gays, ocho veces más propensos a suicidarse. Las parejas de lesbianas casi no difieren del resto. 


En varios países se ha observado un vínculo entre homosexualidad y tentativas de suicidio. Encuestas a adolescentes gringos han mostrado que la incidencia de intentos de suicidio entre LGB es hasta siete veces superior a la del resto. Además, la orientación sexual predice mejor las tentativas de hombres que de mujeres. Un meta análisis de estudios internacionales con jóvenes llega a la misma conclusión. Para adultos, persiste el fenómeno: en marcado contraste con la población heterosexual norteamericana, en la que los intentos de suicidio femeninos son tres veces superiores a los masculinos, los de gays son más frecuentes que los de lesbianas. En Colombia, donde por cada mujer que se suicida lo hacen cuatro hombres, la participación de los gays en el total podría ser mayor. 


En general, la propensión al suicidio se asocia con desórdenes mentales, algo que también se observa en los gays. La elevada frecuencia de intentos de suicidio homosexual se da con depresión, ansiedad y consumo de sustancias, y esa asociación es más marcada en hombres que en mujeres. Hay acuerdo en que parte de la explicación de los desajustes mentales y las tendencias suicidas tiene que ver con los prejuicios, el estigma y la discriminación pero no se sabe si tiene más peso el rechazo familiar, el de los compañeros, el social o el institucional. Además, varios elementos indican que son muchos los factores de riesgo del suicidio diferentes a la homofobia. El más protuberante es que los suicidas heterosexuales son mayoritarios. Sin interés político nadie atribuye irresponsablemente un suicidio cualquiera a una causa precisa, de manera contundente, con base en informaciones de prensa. Las diferencias de suicidios y tentativas entre gays y lesbianas, que enfrentan discriminación similar, no se explican por esa razón. La persistencia en la proporción de gays que intentan suicidarse ha permanecido constante por décadas, sin que se perciba un efecto de la mayor aceptación de la homosexualidad. La información danesa confirma que hay algo más complejo que la discriminación: siendo uno de los países más liberales y tolerantes, las parejas gays socialmente aceptadas muestran tasas superiores de suicidio. 


Nadie pensó en las consecuencias del juicio público a las directivas del Gimnasio Castillo, que no son más que “presuntos corresponsables con participación indeterminada” en el trágico suceso. Cualquier colegio se preocupará ahora por tener un manual de convivencia aprobado por Colombia Diversa. Pero también es probable que haya calado el mensaje que el suicidio de un alumno gay debe evitarse a toda costa, incluso refinando mecanismos de admisión y aprobación de pruebas académicas. Pensando en los 300 adolescentes que se suicidan cada año en el país, entre los cuales debe haber quienes salieron del armario y no soportan algunas manifestaciones de rechazo, difícil concebir una invitación más tentadora que ese “Sergio vivirás por siempre” en las redes sociales para dar ese paso definitivo hacia el paraíso. 


REFERENCIAS


Cifuentes, Sandra (2014). "Comportamiento del Suicidio en Colombia, 2013". Forensis


Haas, Ann y otros (2010). “Suicide and Suicide Risk in Lesbian, Gay, Bisexual, and Transgender Populations: Review and Recommendations”. Journal of Homosexuality. Volume 58, Issue 1. Versión digital


Herrera, Natalia (2014). “Las pruebas de Sergio” , El Espectador, Septiembre 7


King, Michael et.al (2008). “A systematic review of mental disorder, suicide, and deliberate self harm in lesbian, gay and bisexual people”. BMC Psychiatry 2008, 8:70. Versión digital


Remsfedi, Gary, James Farrow & Robert Desisher. "Risk factors for Attempted Suicide in Gay and Bisexual Youth". Pediatrics, Vol 87 Nº 6, June. Versión digital



miércoles, 15 de octubre de 2014

Santos y Uribe: el policía bueno contra el malo

Publicado en El Espectador, Octubre 16 de 2014

El policía bueno y comprensivo que aparece después del malo –antipático, agresivo y amenazante- es una estrategia para ablandar el ánimo de los delincuentes. Las revelaciones de Daniel Coronell sobre los intentos del gobierno Uribe por negociar no sorprenden y encajan en ese esquema. 


La actuación de Luis Carlos Restrepo como policía bueno sí fue deplorable. Sobre todo por la informalidad con la que manejó recursos públicos para concederle a un oscuro personaje contratos por más de mil millones de pesos con el objetivo de “lograr el aumento de la producción agropecuaria y facilitar condiciones para alcanzar la paz social” en diez municipios o corregimientos bajo influencia fariana. 


Coronell ve la paja en el ojo del tombo bueno uribista pero no la viga en el del actual: la ligereza con la que se está cocinando el futuro gasto de descomunales recursos para la misma finalidad de esos contratos. En el posconflicto no serán diez localidades por una suma que parecerá irrisoria, sino amplios territorios por una buena tajada presupuestal. Restrepo se consiguió y despilfarró mil millones, pero sólo con la “Reforma Rural Integral” los policías buenazos de Santos le anuncian al contribuyente una factura muy superior, por varios billones, para lo mismo: la esperanza de enderezar la economía campesina, reducir la pobreza rural y así lograr la paz. Es un “traque, Mandrake” bastante más oneroso.


Hubiera sido un buen gesto de Coronell darle crédito a Uribe por recurrir al policía bueno, aunque eso implicara reconocer que el sainete preelectoral “guerra o paz” era propaganda reeleccionista. Los acercamientos de Restrepo contradicen el cuento de diferencias irreconciliables entre uribistas y Santos frente a las negociaciones. Es cuestión de matices, de definir a gusto las condiciones para que un policía bueno finiquite una guerra que ganaron los policías malos. Esa victoria que la izquierda niega la hacen evidente Timochenko exilado, muchos meses de comandantes ibidem en La Habana, el flujo de desmovilizados con historias de horror sobre la vida actual en la guerrilla, la comparación con las exigencias subversivas en negociaciones anteriores y el motor urbano del país funcionando normalmente. Las críticas al proceso de paz no siempre son un clamor para que vuelva el policía malo que, con menos bombo, ha seguido ahí. Pueden reflejar preocupación porque a los policías buenos se les vaya la mano en zanahorias o que conciban el posconflicto con una visión demasiado ingenua y costosa. Ya hay indicios en esa dirección. 


Resulta absurdo que las negociaciones sigan salpicadas por enfrentamientos personales entre líderes –o escuderos o seguidores- por prejuicios, orgullos heridos o impulsos viscerales. El calificativo de camorreras puede ser fuerte, pero las últimas columnas de Coronell sí son gratuitamente provocadoras, y no contribuyen a la reconciliación. Fuera del aplauso de la fanaticada, es confuso lo que pretende con ellas; imposible que piense que así va a lograr que Uribe se calle.  Si a las víctimas se les pide que perdonen a sus verdugos, los formadores de opinión ya deberían pasar la página y mirar hacia adelante. El proceso de paz requiere uribismo, adicional al de Pinzón el malo. Para ratificar con voto popular los acuerdos, porque a estas alturas a los amañados en La Habana les sentaría un ultimátum, por lo menos para cumplir el cronograma


REFERENCIAS


Coronell, Daniel (2014). "El enlace secreto entre Uribe y ‘Catatumbo’". Semana, Octubre 4

Coronell, Daniel (2014). "... Y traque, Mandrake". Semana, Octubre 11

Jaramillo, Sergio (2014).  En SI o NO, El Poder de los Argumentos,  La Silla VacíaOctubre 8


miércoles, 8 de octubre de 2014

Violencia machista, violencia política y reconciliación

Publicado en El Espectador, Octubre 9 de 2014





Yuri Cantillo tenía nueve meses de embarazo cuando recibió una tremenda paliza de su compañero Samir Yepes. Después de denunciarlo desistió, lo perdonó y volvió a su lado. 


“Él se arrepiente, como también me arrepiento yo, es el padre de mis hijos. Tengo fe en Dios”. Para ella el dilema fue tenaz. “Todo el mundo comenzó a decirme que lo metiera preso, pero yo no quiero ver crecer a mis hijos sin su papá”. Entre la lluvia de críticas por su decisión, una periodista la regañó al aire. “¿Cómo es posible que usted pueda volver con él? ¿No piensa en su dignidad y en su condición de mujer? ¿Se ha asesorado de una especie de psicólogo, alguien que pueda orientarla?”. Pocas personas fuera de la suegra, un cura o un hermano evangélico debieron pedirle a Yuri que perdonara a su agresor. Difícil entender por qué la reconciliación es humillante, indigna y contraproducente para una mujer golpeada por el padre de sus hijos, que le pide perdón, y virtuosa para secuestrados o familiares de asesinados por guerrilleros, que no se arrepienten.


El paralelo entre la violencia de género y la política es inusual, pero ilustra las confusiones que abundan en la segunda. La agresión de Samir contra Yuri es un incidente diáfano que impide perder el norte mientras el conflicto es opaco y las negociaciones para acabarlo aún más. Varios ingredientes fastidiosos del proceso se hacen evidentes con esta comparación. Ventilar recuerdos amargos con la pretensión de que la violencia no se repetirá, la médula de la memoria histórica, es algo como “mujer, cuenta cómo y por qué te golpearon para que ningún hombre lo vuelva a hacer”. Sin justicia ni arrepentimiento las memorias pueden hacer daño; en violencia de pareja eso se denomina revictimizar. La poco transparente selección de víctimas para llevarlas a La Habana ante sus verdugos rozó esa frontera. No quedaron claros los beneficios, pero sí los momentos “tensionantes” para quienes jugaban de visitantes. Bajo los estándares de la violencia de pareja, el tratamiento a las víctimas en la mesa de negociaciones ha sido lamentable. 


Para Yuri, Samir “no fue culpable de lo que pasó. Yo también tuve culpa ahí, yo le falté al respeto a él”. En sintonía con estas declaraciones, por la paz se ha promovido una empalagosa campaña tipo “todos somos Yuri”. La peregrina idea es que cualquier colombiano es corresponsable del conflicto, que algo debió hacer: desde financiar paras, colaborar con militares abusivos o votar por políticos corruptos hasta comprar contrabando, discriminar minorías o ser intolerante con sus vecinos. Tamaño desatino acaba siendo la variante mixta y armada de la tesis de Liliana Rendón que si los hombres golpean a las mujeres es porque ellas se lo buscaron. La autoflagelación y socialización de las culpas debe preparar a los contribuyentes, o sea a muchas víctimas, para participar en los 90 billones de pesos de factura del posconflicto, casi dos millones per cápita. Ya las víctimas de las FARC saben que de pronto no habrá sanciones penales, que deben reconciliarse con sus agresores sin esperar arrepentimiento y que pagarán parte de los platos rotos. Ese panorama es peor que la pospaliza de Yuri, quien tiene hijos con su agresor, no quería criarlos sola, creyó en el arrepentimiento, y motu propio admitió algo de culpa para reconciliarse. 


El gesto de Samir no fue espontáneo. Le pidió perdón a Yuri bajo la presión de una denuncia y el clamor de “métanlo preso”, sin acusaciones de godos buscapleitos contra quienes exigían justicia. También fue definitivo que no contara con pantalla mediática, ni con un diálogo sobre sus motivaciones prorrogable a voluntad en un hotel tropical gratuito, ni con una caja de resonancia académica para analizar la responsabilidad de su compañera en la golpiza, por celosa y derrochadora. 


En La Habana, la soberbia de los comandantes ha sido cultivada con esmero. Cual marido celoso, pueden decir cualquier cosa y el coro de incondicionales, cual suegra de mujer golpeada, calla o los apoya con tal de no incordiarlos. Casi parece haber satisfacción porque se discuta y prometa financiar una agenda de reformas que nunca salió adelante con votos, para que la paguen parcialmente las víctimas. 



REFERENCIAS


Caracol Radio (2012). "Yo tuve la culpa de la agresión de mi marido: Yuri Cantillo", Enero 10

EE (2012). "Mujer embarazada agredida por su pareja volvió con su compañero sentimental". El Espectador, Enero 10

EFE (2014). "$90 billones le costaría a Colombia el posconflicto". El Espectador, Oct 7 

ET (2014). "Así vivieron Mendieta y Alan Jara el cara a cara con las Farc". El Tiempo, Octubre 4

Lara, Patricia (2013) "¡Así sí se perdona!". El País.com, Agosto 3