viernes, 22 de abril de 2016

Saber qué consumo


Publicado en El Espectador, Abril 28 de 2016






Arte TV (2016) "Pour en finir avec la guerre des drogues". Abr 19

CM& (2016) "‘La salud pública debe estar en el centro de una política de drogas’: Minsalud". CM& LaNoticia, Abr 20

Hazan, Pierre (2000). “Héroïne sur ordonnance en Suisse”. Libération,  30 nov

Moorhead, Joanna (2013). "My daughter died from taking drugs". The Guardian, Dec 14

OM (2014). "Teenager, 17, admits drugs supply after Martha death". The Oxford Mail, Feb 11


Savary, Géraldine (2001) “Toxicomanie: Passer de la rue aux centres de contact”, Jun 29

lunes, 18 de abril de 2016

Las prepago de las FARC

Publicado en El Espectador, Abril 21 de 2016
Copia de la columna después de las gráficas






Las revelaciones sobre una “compleja red” de prepagos al servicio de las bacrim recuerdan el mismo esquema con narcos, paras o esmeralderos. Y con las FARC.

En 2009, una prostituta contó que la habían contactado unos milicianos. "Me prometieron que ganaría tres millones de pesos libres y que después volvía a Medellín. Nos mandaron en avión, todo a lo full". Según la Fiscalía, no era la única joven reclutada para servirle a combatientes y comandantes farianos.

Hace un año publiqué en El Malpensante la historia de Alondra, una prepago venezolana contratada con varias colegas por las FARC para instalarse un mes en un campamento en la selva. Después del traslado en camión desde la frontera, examen de belleza y prueba VIH, atendían por turnos de 20 minutos a guerilleros en fila y de noche a un comandante; pagaba la organización. Un sistema a destajo como el del ejército japonés con las “mujeres de consuelo” coreanas, o los planes de Don Pantaleón para las visitadoras.

La decana de las guerrillas comprando sexo nunca llamó la atención de analistas obsesionados con el problema agrario e indiferentes a los apuros de la carne. En casi todas las guerras los ejércitos, incluso de fundamentalistas islámicos, han forzado o comprado servicios sexuales. La historia oficial del conflicto ha hecho lo imposible por echarle tierra al asunto. Publicaciones académicas, especialmente bajo este régimen, no han tenido reparo en distorsionar realidades con tal de mantener la buena imagen de los subversivos.

Espero no pasar por guerrerista si anoto que es un desatino ignorar aspectos de la cotidianidad de ese grupo que tendrán impacto en el posconflicto. La colosal fortuna que la revista The Economist sugiere que guardan las FARC no es la única semejanza con otras mafias. También han sido clientes habituales de la prostitución, con tres peculiaridades. Uno, menos lujos. Dos, como no pagan el grueso de los servicios sexuales sino que presionan la rotación de sus mujeres, la demanda no ha sido masiva. Tres, mientras otros capos mantienen esos devaneos en paralelo con esposa y familia, comandantes acostumbrados a campesinas adolescentes e inexpertas, sexualmente iniciadas por ellos, pueden enamorarse perdidamente de una prostituta canchera, bien maquillada y con joyas -como algunas reclutadas después del Caguán- que envía a las demás guerrilleras un mensaje de “empoderamiento” por sus dotes seductoras. La coquetería fariana no es legado de Tirofijo. Pensar que esas vivencias, y el contacto con profesionales como Alondra, no tendrán secuelas para la reinserción femenina es un garrafal error.

Hace un tiempo presenté ante estudiantes universitarios un trabajo sobre mujeres en la guerrilla basado en una encuesta a reinsertados. Les expuse información sobre actividad sexual antes, durante y después de estar en el grupo armado; les mostré cómo, al reintegrarse a la vida civil, las dificultades laborales eran similares entre hombres y mujeres, pero bien distintas para la vida de pareja, particularmente esquiva con ellas; no les hablé de Alondras. Al preguntarles qué posibilidades laborales veían en el posconflicto para ex guerrilleras sin educación, la mayoría consideró probable que terminaran vinculadas a la prostitución. Fue difícil contradecirlos. La supuesta liberación sexual dentro de la guerrilla es vista por combatientes varones como mera diversión pasajera. Quienes no formalizan relación con una compañera de armas, buscan establecer una familia con mujeres sin enfermedades sexuales, ni abortos, preferiblemente vírgenes. Con retórica igualitaria, son tan machistas como los pandilleros centroamericanos que después de la “vida loca” sueñan con una “chavala decente” para tener hijos.


Los clientes más asiduos, generosos y apreciados por muchas prostitutas colombianas son mafiosos. En algún momento, casi todas ellas tienen hijos que, al hacerse jóvenes, necesitan palanca para encarrilarse. Los contactos con el bajo mundo les resultan beneficiosos. Sin ninguna intervención, cabe esperar que algunas guerrilleras dejen las armas para vincularse al comercio sexual, incluso coordinando “complejas redes”. En Colombia, con una población campesina bien machista, la prostitución no es simplemente una opción económica sino un mercado de parejas para mujeres no educadas, “seducidas y abandonadas”; en actividades como la minería o la coca, con alta población masculina, la demanda siempre es dinámica. Aunque las reinsertadas sólo mantuvieran relaciones amorosas esporádicas con compañeros que sigan en el monte, es probable que sus hijos terminen en organizaciones armadas, perpetuando la violencia. Para negociadores, burócratas, expertos, oenegeros y habaneros incondicionales, estas conjeturas son irrelevantes ante la prioridad absoluta de mantener incólume la figura del rebelde que ha luchado por el pueblo y lo seguirá haciendo al deponer las armas. Todo sea por la paz, voluntarista, asexuada y miope.

REFERENCIAS

ET (2009). "Caso de 10 jóvenes 'reclutadas' por Farc y obligadas a ejercer la prostitución investiga Fiscalía": El Tiempo, Mayo 2

Prats, Marta (2012)  "Mi Amiguita, Visitadora de las F.A.R.C.". Guía Geisha

Rubio, Mauricio (2013). "No llores por Tanja, Colombia". Bogotá Fundación Ideas para la Paz, Documento de Trabajo Nº 12 


______________(2013) “El sexo en la memoria históricamente correcta”. El Espectador Nov 6

______________(2014). “En las FARC los hombres son los que escogen”. El Especatdor, Mar 19



_____________(2014). “¿Adictas al sexo?”. El Espectador, Jun 4

_____________(2015). "Las Visitadoras de las Farc". El Malpensante, Abril


Semana (2016) "Las prepago de las bacrim". Semana, Abr 16


Tharoor, Ishaan (2015). “The Islamic State’s horrifying practice of sex slavery, explained”. The Washington Post, August 20


Cómo supe de la Alondra

Buscando en internet “prostitución Farc” me topé con un testimonio detallado sobre las visitadoras. Marta Prats, una escort española que mantiene un blog, conoció en Barcelona a una venezolana, la Alondra, que le contó que había sido llevada a un campamento guerrillero en el 2002. Contacté a Marta para que me facilitara las coordenadas de su amiga y me las dio. Mi interés primordial era averiguar si en las varias semanas que prestó servicios sexuales a las Farc había hecho algún contacto, sostenido una charla, o establecido unos lazos mínimos de amistad con mujeres guerrilleras. La Alondra, que se había instalado en el País Vasco, no respondió mis mensajes, ni contestó mis llamadas. Lo relatado es básicamente lo publicado por Marta Prats en su blog. Me resulta difícil pensar que una catalana pudo inventar esa historia que, además, es coherente con el relato de la joven de Medellín a la Fiscalía 

miércoles, 13 de abril de 2016

Otra defensa del matrimonio igualitario


Publicado en El Espectador, Abril 14 de 2016





-  O sea, como dice Piketty, en este país la desigualdad es tenaz.
 - Con esta sentencia tan democrática, con puro amor, vamos a bajarla un poco, marica.  
- Ojalá que, ya con esposa, la abuela se ponga querida y me vuelva a invitar a la finca
Hablando en serio: ¿no se podrían conseguir testimonios de estrato inferior a seis?
Así dan ganas de agregarle un "Clasista" al "Colombia Diversa"


ET (2016) "Padre habría mordido a su hijo para que 'no sea gay'". El Tiempo, Enero 13

Dorris, Jesse (2015). "Justice Kennedy, Please Don’t Confuse Me With Morrissey". Slate, June 26

Prada, Nancy, Susan Herrera, Lina Tatiana Lozano, Ana María Ortiz (2012). ¡A mí me sacaron volada de allá! Relatos de vida de mujeres trans desplazadas forzosamente hacia Bogotá. Bogotá Humana, Universidad Nacional

Uprimny, Rodrigo (2012). "Elemental, mi querido Watson". El Espectador, Sep 29


Uprimny, Rodrigo (2016) "¿Matrimonio igualitario o “apartheid” legal?". EL Espectador, Abril 2

_______________ (2016) “La Corte debe aprobar el matrimonio igualitario”. La Silla Vacía, Abril 4


Weissman, Jordan (2015). "The Beautiful Closing Paragraph of Justice Kennedy’s Gay Marriage Ruling", Slate, June 26

martes, 5 de abril de 2016

Pocos violentos, mucho corrupto

Publicado en El Espectador, Abril 7 de 2016
Texto después de las gráficas








La "pedagogía para la paz" que pretende aclimatar el acuerdo de La Habana es una propuesta capciosa y extemporánea, que las universidades bien podrían desatender.

Hace años, la academia sentenció que el grueso de la violencia eran las riñas callejeras. El controvertido diagnóstico, acomodado a la preocupación internacional por la “comprensión entre los pueblos”, acabó confundiendo el conflicto con una guerra civil: ciudadanos incapaces de diálogar deben aprender tolerancia. Con una variante cínica del “algo habrán hecho”, algunos  promotores de la convivencia rozan el cinismo: “todos los colombianos han sido víctimas y todos han sido victimarios”. Amalgamar distintas violencias con el conflicto no es simple despiste: se busca diluir la responsabilidad de esa franca minoría con la que se negocia. Los actores armados, aún sumándoles todos los políticos pendencieros y empresarios financiadores que los encauzaron, siempre han sido una proporción ínfima de la población.

Simultáneamente -reforzando otra explicación simplista del conflicto, la de la desigualdad- la corrupción rampante, generalizada y ubicua, se percibe como asunto de una reducida élite, lejana, casi forastera, de paraíso fiscal. El sobornable o sobornador potencial que todos llevamos dentro no desvela. En la universidad, he tenido cursos en los que la trampa era la norma, con reincidentes impunes y variantes del “usted no sabe quien soy yo” ante una sanción por fraude; pero nunca me han gritado o agredido estudiantes que necesitaran “educación para la paz”, una asignatura que faltó donde asesinaron profesores. En múltpiples entornos colombianos hay corrupción sin violencia, con diálogo, tolerancia,  hasta buenos modales. Para la muestra un Samuel, lánguido recordatorio de que las pedagogías prioritarias son otras: honestidad, integridad, apego a la verdad, respeto por lo público.

En el discurso del posconflicto la corrupción no inquieta, aunque sea prudente sumarle la modalidad pacificadora. Miles de víctimas esperando indemnización, con políticos y burócratas convencidos de que la paz justifica lo que sea, anuncian recursos asignados a dedo, y camarillas tachando por guerrerista a quien mencione controles. Eso sin contar eventuales beneficiarios como los pastores aliados de los Úsuga que “capacitan en derechos humanos a personas que buscan una paz duradera”.

Jonathan Haidt, psicólogo estudioso de los juicios morales, plantea que la aprobación o rechazo de ciertas conductas tiene menos que ver con argumentos y raciocinios que con intuiciones y emociones. Así, una “pedagogía de la honestidad” eficaz requeriría provocar indignación con los desfalcos estatales, poder asociar la corrupción con alguna vivencia negativa.

Las malversaciones de dineros públicos son más sofisticadas que un robo de banco, y con dolientes difusos. Entender sus costos y su mecánica, para ejecutarlas o detectarlas, requiere educación superior, y aportes de varias disciplinas. La universidad es el sitio idóneo para estudiarlas, y ayudaría infundir un rechazo visceral hacia ellas, más contundente que el de un “no desfalcarás” rara vez explícito. Para eso, siguiendo a Haidt, los universitarios deberían observar de cerca, untarse, sentir el impacto nefasto de la corrupción, por ejemplo con entrevistas a usuarios de un servicio público. Reportajes en el sector salud, o el de agua potable, les permitirían establecer vínculos entre el padecimiento de personas reales y la gente educada que las roba. Cualquier análisis posterior sería mejor asimilado. Estudiantes sensibles a los malos manejos, intolerantes con los deshonestos, tendrían un efecto multiplicador sobre amistades y familiares, similar al de escolares que hacen pedagogía medioambiental en sus hogares.

Más que reflexiones recicladas sobre la guerra, faltan investigaciones, estudios de caso y seminarios sobre las técnicas de defraudación, con cifras claras, trabajo de campo y discusión de opciones e instancias para evitar que delincuentes de cuello blanco se lucren ilegalmente con su diploma. También falta introspección y autocrítica, pues el cáncer manifiesto en entidades regionales y “de garaje” podría esparcirse, como la mermelada. No sólo universidades clientelistas gradúan pícaros: célebres corruptos estudiaron en instituciones prestigiosas, tardíamente empecinadas en llover sobre mojado con la perogrullada de que es mejor vivir en paz.

El conflicto armado rondó claustros universitarios. La Violencia anterior fue responsabilidad de una élite educada. Después, no causaron suficiente reprobación profesores y estudiantes que auparon la lucha armada, cuyo impacto se subestimó. Rebeldes urbanos sedujeron novias  y camaradas de aulas. Algo similar ocurrió luego con narcos o lavadores. Hubo algo de indiferencia con quienes apoyaron paramilitares financiados por sus familias. Nunca supe de talleres o seminarios deplorando a los Pepes. Con similar indolencia, ahora casi no preocupa que se gradúen numerosos especialistas en desvalijar al Estado. En la universidad no podemos lavarnos las manos socializando y condenando a destiempo una guerra cuando fenece. Fallamos ante la violencia de unos pocos por razones discutibles, y repetiremos el yerro si seguimos aceptando la corrupción de muchos egresados sin la más remota justificación.

REFERENCIAS
CPNN (2015) “La paz como concepto; educar para la paz y la construcción social del conocimiento”. Culture of Peace News Network, Oct 31

Haidt Jonathan (2001). “The Emotional Dog and Its Rational Tail: A Social Intuitionist Approach to Moral Judgment”. Psychological Review, Vol. 108. No. 4, 814-834

Morales, Claudia  (2016). “Los Vargas Lleras, Saludcoop y otros detalles”. El Espectador, Marzo 17

Redepaz (sf) "Pedagogía para la paz y convivencia". Red Nacional de Iniciativas Ciudadanas por la Paz y contra la Guerra. Link

Rubio, Mauricio (1997). "De las riñas a la guerra. Hacia una reformulación del diagnóstico de la violencia colombiana" . Coyuntura Social,  Noviembre 


Semana (2016). “Las cinco universidades que engañaron a sus estudiantes” Marzo 31

UI (2015) “Audio revela estrategia de pastores para liberar a amante de 'Otoniel'”. Unidad Investigativa, El Tiempo, Mayo 14

Zableh, Adolfo (2016). “Selección natural”, El Tiempo, Marzo 26


Zavaleta, Esther de (1986). Aportes para una pedagogía de la paz. Chile: Unesco