miércoles, 27 de noviembre de 2013

El interpretador, la izquierda y el juicio al guionista

Publicado en El Espectador, Noviembre 28 de 2013



Las explicaciones que damos sobre nuestras conductas dependen de una mezcla de conciencia, recuerdos, expectativas, situación social y entorno físico.

Para sintetizar la información existiría un sistema cerebral, que Michael Gazzaniga denomina el interpretador, encargado de elaborar una historia coherente de nuestras acciones y hacernos creer que actuamos correctamente. Localizado a la izquierda del cerebro, el interpretador suministra permanentemente explicaciones de los acontecimientos.

De la observación de personas con los hemisferios cerebrales desconectados surgió la idea del interpretador que construye teorías para asimilar lo percibido como un todo integrado y con sentido. Si a un paciente le presentan dibujos de eventos comunes, como bañarse o cocinar, después otra serie de figuras y le preguntan a cada hemisferio cuáles ha visto antes y cuáles no, el izquierdo suele decir que recuerda figuras no vistas previamente simplemente porque encajan en el esquema que ha construido alrededor del evento. El interpretador no tiene inconveniente en acomodar los hechos a la narrativa que va construyendo.

El de Gazzaniga es un mecanismo cerebral, pero se puede proponer una extensión para la sociedad colombiana, en la que también se ha consolidado un interpretador situado a la izquierda.

Un incidente ilustrativo de cómo una selecta minoría pretende monopolizar el relato e interpretación del conflicto fue el juicio a Gustavo Bolívar, guionista de los Tres Caínes, en un espacio televisivo memorable por su aroma soviético. “¿Estamos listos para contar la historia de los Castaño en TV?” fue la trascendental pregunta que se hicieron varios intelectuales. “Yo no veo los canales nacionales, lo confieso de entrada” fue el abrebocas desde el banco acusador. “Yo me senté juicioso el primer día, el segundo día y debo confesar que no resistí el tercer día” anotó otro inquisidor mejor informado sobre el guión. En la misma semana que empezó a ver la serie, la anfitriona del evento optó por “no volverla a sintonizar” y después hizo pública su decisión.

Como este enjuiciamiento tuvo lugar tras sólo cinco capítulos de los setenta y cinco previstos, el libretista invitó a sus inculpadores a un debate después de la serie. Se supo entonces que el lío no era sólo el dramatizado sino la programadora RCN: por no tener sensibilidad social, ni haber mostrado la actitud correcta durante el gobierno Uribe. “El canal ha adolecido de falta de crítica y se ha plegado mucho al poder”.

“Absolutamente no estamos listos para contar esa historia, porque es muy reciente, porque las víctimas de los Castaño están vivas”. Tan categórica sentencia por la misma época de publicación de la Memoria Histórica, centrada en esas víctimas, lleva a preguntarse si la narración del conflicto es prerrogativa de un exclusivo círculo o si el pecado fue atreverse a lanzar un dramatizado con audiencia masiva sin el correspondiente imprimatur.

Las negociaciones en Cuba exigen unísono y el guionista de los Tres Caínes, con “Sin tetas no hay paraíso” en su prontuario, es algo díscolo y podría no decir lo que toca. La inquietud la hizo explícita desde antes del juicio uno de los interrogadores al preguntarse si la serie “entorpecía, ideológicamente, el proceso de paz que avanza en La Habana”. Para no revictimizar, ni estigmatizar, ni sabotear los diálogos se requieren filtros, consensos, eufemismos y la prudente guía de quienes sí conocen los requisitos de una reconciliación y saben cuándo estaremos listos para ver dramatizados de los capos en TV. Aunque aún no está maduro el mecanismo de control que implícita pero intensamente añoraron los acusadores, se puede intuir que no será censura autoritaria sino un dispositivo sensible, tolerante, diverso, progresista y democrático.

Al final de este tribunal de opinión el inculpado, contra las cuerdas, pidió clemencia: “yo he militado en la izquierda toda la vida, me he considerado un tipo de izquierda, ustedes me conocen”. Gustavo Bolívar debió aprender que en Colombia no basta sentirse de izquierda para poder decir algo sobre los paramilitares sin enfrentar la aplanadora de un interpretador ya bien posicionado.

REFERENCIAS

Gazzaniga, Michael (1998). The Mind´s Past. Berkeley: University of California Press.


Columnas sobre la serie


Duzán, Maria Jimena (2013). "No la vuelvo a ver", Semana Marzo 23


Restrepo, Juan Diego (2013). "Las ofensas de 'Tres Caínes'", Semana Marzo 8 


El Juicio a Gustavo Bolívar

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Parte 4

martes, 12 de noviembre de 2013

Las violaciones como arma de guerra

Publicado en El Espectador, Noviembre 14 de 2013

En 1937, el ejército japonés arrasó la antigua ciudad china de Nanking. En unas semanas murieron cerca de 300 mil personas, más que en medio siglo de conflicto colombiano.

Testimonios recogidos por la historiadora Iris Chang revelan ataques indiscriminados contra las mujeres. “Sin importar si eran jóvenes o viejas, ninguna pudo evitar ser violada. Mandábamos nuestros camiones para capturar muchas mujeres. Cada una de ellas se asignaba a 15 o 20 soldados para sexo y abuso”. Como la ley militar prohibía las violaciones, los oficiales les pedían a los soldados no dejar testigos. “Páguenles algún dinero o mátenlas cuando hayan acabado”, recomendaba un oficial.

En cien días de 1994 fueron asesinadas en Ruanda unas 800 mil personas, en su mayoría tutsis. Según Amnistía Internacional, Naciones Unidas estimaba en más de 250 mil las violaciones. “Durante la guerra, los milicianos venían buscando hombres para matar y niñas para tener sexo”, recuerda Clementine. Los nacidos del genocidio son conocidos como “hijos de malos recuerdos”, y la mayoría de las mujeres con quienes habló AI en marzo de 2003 en la prisión de Byumba “cumplían largas condenas por aborto o infanticidio”.

En el 2000 Helena Smith, periodista del Guardian, reportaba que según la OMS unas veinte mil mujeres kosovares fueron violadas en los dos años previos a la entrada de la OTAN a los balcanes. La Cruz Roja estimaba que en un sólo mes el número de bebés resultantes de las violaciones se acercaba a cien. Un ginecólogo del Hospital de la Universidad de Pristina anotaba que “todos practicábamos abortos a toda hora”.

Un año antes, Elisabeth Bumiller del New York Times señalaba tras dos semanas de entrevistas en Kosovo y Albania que la violación fue utilizada por las tropas serbias para golpear la esencia de la sociedad musulmana. Dos aldeanas le hablaron de 300 mujeres retenidas en tres casas por varios días. Cada noche se llevaban a cuatro de cada grupo. Al volver ninguna comentaba lo que le habían hecho. Un muro de colegio advertía “vamos a violar a sus mujeres, que darán a luz niños serbios”. La periodista aclaraba que “hasta el momento, no hay pruebas sólidas para Kosovo de las decenas de miles de violaciones sistemáticas que se reportaron en Bosnia”.

En el Auto 092 del 2008, la Corte Constitucional afirma que en el conflicto colombiano “la violencia sexual contra las mujeres es una práctica habitual, extendida, sistemática e invisible”. El Grupo de Memoria Histórica, precisa que una vez “revisado, depurado y actualizado” el anexo reservado de ese Auto pudo identificar, entre 1990 y 2010, 142 casos de violencia sexual. Estos siete ataques por año no fueron necesariamente violaciones. Incluyen “desnudez forzada, prostitución forzada, esclavitud sexual, intento de violación e imposición de un código de conducta”. El GMH menciona 32 casos anuales de violencia sexual identificados en el Registro Único de Víctimas entre 1985 y 2012, sin especificar el tipo de ataque.

Para el GMH la violencia sexual “irrumpió en el debate público global cuando, en conflictos internos como los de la Ex-Yugoslavia o Ruanda los tribunales, la academia y los movimientos de víctimas se vieron confrontados al hecho de que la violación había sido una práctica masiva que correspondía a estrategias y cálculos de actores de guerra”. Como en el país también hay conflicto armado, el escenario se importó tal cual. Los casos recopilados, sentencia el GMH, “confirmaron el uso de la violencia sexual como arma de guerra”.

Para un mismo lapso, por cada mujer violada en la guerra colombiana hubo cerca  de cien mil en Ruanda, treinta mil en Nanking y un millar en Bosnia o Kosovo. En esos conflictos étnicos el número de ataques sexuales ha sido similar al de mujeres asesinadas. En Colombia, por cada violación la confrontación armada ha dejado unas ochenta muertes femeninas. A veces en este país hasta instituciones serias pierden el sentido de las proporciones.


REFERENCIAS


AI (2004). "Rwanda: “Marked for Death”, rape survivors living with HIV/AIDS in Rwanda", Amnesty International, April 5

Bumiller, Elisabeth (1999) “Deny Rape or Be Hated: Kosovo Victims' Choice”  The New York Times, June 22

Chang, Iris (1997). The rape of Nanking. The forgotten holocaust of World War II. New York : Penguin Books

GMH (2013). ¡BASTA YA! Memorias de Guerra y Dignidad. Informe General del Grupo de Memoria Histórica. Bogotá, Imprenta Nacional

GMH (2011). Mujeres y Guerra. Víctimas y Resistentes en el Caribe Colombiano. Bogotá: Taurus - Pensamiento

OXFAM (2010). “Violencia Sexual en Contra de las Mujeres en el Contexto del Conflicto Armado Colombiano”  Colombia 2001-2009. Oxfam International

Smith, Helena  (2000) . “Rape victims' babies pay the price of war”, The Observer, Sunday 16 April




ALGUNOS DATOS

El Registro Único de Víctimas tiene identificados 1754 ataques sexuales. Para 733 de ellos se pudo determinar que ocurrieron entre 1985 y 2012. Para los 821 restantes no se sabe el año del suceso. De todas maneras tomé el dato total. 

De acuerdo con la encuesta Oxfam (2010) el 19% de los ataques sexuales corresponden a violaciones. Se tendrían así un total de 333 violaciones en el marco del conflicto, 12 anuales o 3 trimestrales. 

Para Ruanda los estimativos de ONU van de 250 mil a 500 mil violaciones. Tomé trescientas mil. Para Nanking supuse 100 mil, para Bosnia 40 mil en 33 meses (Marzo / 92 a Dic /95) y para Kosovo los estimativos de OMS de 20 mil en dos años. 

El GMH estima en 220 mil el número total de homicidios en el conflicto, de los cuales de acuerdo a las bases de datos del CINEP reportadas por el GMH, el 12% corresponden a mujeres. 



martes, 5 de noviembre de 2013

El sexo en la memoria históricamente correcta

Publicado en El Espectador, Noviembre 7 de 2013


La foto de Silver, recién abatido jefe de un narcofrente de las FARC, con su compañera Mery es reveladora de una faceta ignorada del conflicto: las parejas en los grupos armados. 


Traficante exitoso, Silver supo enamorarla. “Le manda traer ropa de marca y joyas” contaba un reinsertado.  Hasta le pagó viaje a Medellín para las cirugías de nariz y de senos. Reclutada por él siendo niña, nada se sabe sobre su primer encuentro sexual. La ternura de la foto indica que Mery jamás mencionará una violación. Dirá que no estaba lista, o que su familia la presionó. Podría incluso anotar que él la protegió del abuso en su hogar. 


Este romance es invisible para Basta Ya, el informe del Grupo de Memoria Histórica que adoptó sin matices el guión, importado de conflcitos étnicos, de la violencia sexual como arma de guerra. El GMH aporta testimonios sobre el uso estratégico de las violaciones. Pero también alude, sin comentarlas, a variantes que revelan un panorama más complejo. 


Una maestra no olvida “esa niña de doce años, llevada a empujones, llorando por todo el camino, que subió a pie la Sierra hasta la finca donde su padre negociaba con “El Patrón” su virginidad por 5 millones de pesos”. Otra mujer cuenta cómo, antes de endosársela al jefe paramilitar, una enfermera “me empezó a tocar, a manosear, me dice que me quite la ropa, pero que lo haga despacio, que vamos a ver un show o algo así”. Una joven recuerda que de niña el comandante “dijo que yo tenía que ser su mujer. Un día, volvió acompañado por dos guerrilleras para que ellas  me persuadieran. Ese día él me llevó y me tomó a la fuerza. Me dijo que mi virginidad sólo sería para él. Parecía un diablo”. Una candidata al reinado organizado por un comandante, “estaba feliz… mientras tomaban él decía que ella era su novia. Pero luego se la llevó a un cuarto y quiso abusar de ella”.


En el país los guerreros no sólo raptan y violan. También se encaprichan, se enamoran, seducen, persuaden, engañan o compran a las jóvenes o a sus familias. Y tales situaciones, como Silver conquistando, son aún más difíciles de juzgar o prevenir que la del enemigo depredador. La vida de pareja en el conflicto colombiano requiere un diagnóstico más elaborado y relevante. Poco aportan doctrinas globales como la del combatiente violador, incoherente no sólo con muchos testimonios sino con la práctica del aborto forzado, que Mery tal vez ya sufrió. 


REFERENCIAS

GMH (2013). ¡BASTA YA! Memorias de Guerra y Dignidad. Informe General del Grupo de Memoria Histórica. Bogotá, Imprenta Nacional

Martínez, Santiago (2013) “El narcoinforme de las Farc”, El Espectador, Septiembre 22

Pérez, José Gregorio (2013) “Sílver, un capo de las Farc rezado por una hechicera”. El Tiempo, Junio 6